viernes, 22 de febrero de 2013

Venezuela otorga 20 Casas por hora, en el mismo tiempo España desahucia 9 familia. Con razón, los falsimedias españoles, yanquis, europedos, hablan tan mal de Hugo Chávez, mientras que allí dan viviendas a los ciudadanos aquí se las quitan y los echan a la calle como perros para que se suiciden. Por eso, a Venezuela le llaman "dictadura", "populismo", y a esto le llaman democracia impoluta, cristalina y transperente.

 

 

Venezuela otorga 20 Casas por hora, en el mismo tiempo España desahucia 9 familia.




Durante los dos primeros meses del 2013 se han registrado en España 11 casos de suicidio por el drama social que suponen los desalojos (desahucios) y las medidas impulsadas por los gobiernos de Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. Así lo refirió el periodista Fernando Casado en el programa “Dando y Dando” transmitido por el canal público Venezolana de Televisión (VTV). Paralelamente Chávez regalaba una casa a una jovencita por seguirlo en Twitter. Algo no funciona (es España).

Chávez regala casas por seguirlo en Twitter y en España la gente se suicida porque se la quitan por deudas de tres vintenes (pocos euros).
Vivienda pública en Venezuela
Un total de 1.123 familias venezolanas estrenaron este jueves sus casas, construidas a través de la llamada “Gran Misión Vivienda Venezuela”, un programa estatal impulsado en abril de 2011 por el presidente de la República, Hugo Chávez, para abatir el histórico déficit habitacional en el país.
La mayor cantidad de viviendas que recibieron a sus nuevos habitantes este jueves están en el estado Zulia, donde se concluyeron 457 unidades en 12 municipios.
También finalizó la construcción de 353 casas en 15 municipios del estado Sucre; 174 en cuatro municipios del estado Trujillo y 139 en siete municipios de Apure.
En lo que va de 2013, la Gran Misión Vivienda Venezuela ha terminado la edificación de 9.582 viviendas, de las cuales 4.628 fueron edificadas por el pueblo organizado a través del Programa de Transformación Integral del Hábitat (TIH).
Desde su inicio, la Misión ha construido 356.380 unidades habitacionales, una cifra sin precedentes en el país.
EN ESPAÑA DESALOJOS
Esta crisis inmobilaria ha ocasionado que se eche a la calle familias enteras y que a pesar de esto sigan pagando la hipoteca. En el caso de no poseer los bienes financieros, se obliga a otro miembro de la familia para que asuma la deuda. Asimismo, oficialmente se conoce que existen tres millones de viviendas vacías, que los bancos adquieren para especular y elevar los precios, denunció Casado.
El comunicador social explicó que a pesar de que los ciudadanos españoles recabaron un millón y medio de firmas para acabar con este drama social “no va a servir para nada porque ya Mariano Rajoy -presidente español- ha dicho que eso no se va a hacer porque va a dañar los intereses de los bancos”, además indicó que el mandatario posee la mayoría en el parlamento lo que dificulta el cambio.
En comparación con el sistema venezolano, Casado señaló que en este país, sólo se necesitan el 0,01 por ciento de firmas para discutir una reforma en la Asamblea Nacional, lo que equivale a 19.000 firmas del universo electoral es decir, un 26 por ciento menos que en el país ibérico en el que se requieren medio millón.
De esta forma, indicó que aunque en España se hable de un gobierno descentralizado, esto en la práctica no funciona pues el poder ejecutivo depende del legislativo y judicial.
Con respecto a una solución a esta problemática, el periodista detalló que la única esperanza del pueblo español “es hacer cambios a nivel estructural no pequeños cambios en los cuales se tenga fe en los políticos”.
Por último a manera de reflexión detalló las siguientes cifras: “Mientras que en España en los últimos cinco años se han desahuciado hipotecariamente a nueve familias por hora, sumando un saldo de 400.000, el gobierno venezolano ha entregado en los últimos dos años más de 350.000 viviendas a las familias lo que equivale a 19,9 unidades habitacionale.

Entrevista a Aleida Guevara, hija del heroico guerrillero Ché Guevara, en Aragón, con su juventud.


Entrevista a Aleida Guevara, hija del Ché Guevara


"¡Me lo habéis quitado todo!", gritaba una mujer, cuando en una sucursal bancaria se prendió fuego con gasolina. De como la más alta representación de la barbarie capitalista, los bancos, nos expropian y roban, a todos los ciudadanos nuestros derechos fundamentales como personas humanas, mientras ellos, los burgueses, que dicen que no existían, se forran de privilegios y del dinero de la producción de todos los trabajadores. Estos hechos nos abren los ojos para la reflexión urgente de cambiar de modelo político económico, y construir por necesidad imperiosa, la sociedad comunista, es decir, que lo primero sean los derechos colectivos, comunitarios, es decir, de la humanidad universal, de todas las personas físicas una a una para que tengasn todas sus necesidades cubiertas sin tapujos ni engaños.

¡Me lo habéis quitado todo! Reflexiones sobre la urgente necesidad del comunismo

Iohannes Maurus


"¡Mirad lo que me habéis hecho, me lo habéis quitado todo!" Esto es lo que gritaba hace unos días una mujer cuando, en una sucursalbancaria se prendió fuego con gasolina. Cuentan los periódicos que es una persona de 47 años, con tres hijos y amenazada de desahucio. Ada Colau, la representante más célebre de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) afirmaba en el Congreso, en una de esas raras veces en que dentro de esa cámara de resonancia del poder se ha oido una verdad, que el representante de la banca que intervino antes que ella para oponerse a la dación en pago y al conjunto de la iniciativa legislativa popular (ILP) promovida por la PAH era un "criminal".

Los desahucios son actos de violencia extrema. La persona desahuciada, expulsada de su vivienda queda por ese mismo acto expulsada de la sociedad normal, marginada, en los términos precisos de Ada Colau, condenada a la "muerte civil". No olvidemos que la muerte civil, la incapacidad para tener una vida social y una vida pública coincidía en la antigüedad con el estatuto de los esclavos. Ahora bien, el esclavo es quien debe a alguien su vida y con su vida entera debe pagar su deuda. No muy alejado del estatuto antiguo del esclavo está el del moderno desahuciado quien no solo pierde su vivienda, sino que sigue teniendo -a pesar de su carencia de recursos- una deuda impagable con el banco. Alguien a quien se lo han quitado todo se convierte automáticamente en esclavo. La muerte civil propia del esclavo es ese periodo de tiempo anterior a la muerte física en el que ya no se está propiamente vivo, puesto que la potencia y el deseo propios se encuentran casi extinguidos, oprimidos por un poder exterior.

Algunos no lo aceptan y se rebelan. Esa rebelión puede tomar dos formas: una forma abstracta e individual en la que se considera que está todo perdido y una forma concreta que apela a la potencia de lo colectivo, a la potencia de la indignación. Ambas formas son perfectamente respetables y constituyen afirmaciones de la dignidad. El suicidio es, ciertamente, como afirma Spinoza el resultado de la acción de una causa exterior, pues no hay nada en la esencia de una cosa que tienda a destruirla. La proposición 4 de la parte III de la Ética afirma sin matices: « Nulla res nisi a causa externa potest destrui » (« Ninguna cosa puede ser destruida sino por una causa exterior » ) . Todo suicidio está pues precedido por un asesinato, por una transformación de la esencia del individuo por una causa exterior que lo destruye desde el interior, como un cáncer o una enfermedad autoinmune, pero también, bajo la forma fenomenológica del suicidio puede incluirse la elección de la muerte como "mal menor", en cuyo caso, la propia muerte es una afirmación de la vida, una forma extrema de perseverar en su propio deseo. "Así pues,-nos dice Spinoza en Etica IV, proposición XX, escolio- nadie deja de apetecer su utilidad, o sea, la conservación de su ser, como no sea vencido por causas exteriores y contrarias a su naturaleza. Y así, nadie tiene aversión a los alimentos, ni se da muerte, en virtud de la necesidad de su naturaleza, sino compelido por causas exteriores; ello puede suceder de muchas maneras: uno se da muerte obligado por otro, que le desvía la mano en la que lleva casualmente una espada, forzándole a dirigir el arma contra su corazón; otro, obligado por el mandato de un tirano a abrirse las venas, como Séneca, esto es, deseando evitar un mal mayor por medio de otro menor; otro, en fin, porque causas exteriores ocultas disponen su imaginación y afectan su cuerpo de tal modo que éste se reviste de una nueva naturaleza, contraria a la que antes tenía, y cuya idea no puede darse en el alma (por la Proposición 10 de la Parte III). Pero que el hombre se esfuerce, por la necesidad de su naturaleza, en no existir, o en cambiar su forma por otra, es tan imposible como que de la nada se produzca algo, según todo el mundo puede ver a poco que medite." El suicidio es así, siempre el resultado de una "muerte sin cadáver previa" o del encuentro del individuo con una fuerza exterior destructiva e invencible. Un "encuentro" de este tipo explica el sucidio de Séneca, pero también el de los insurrectos del Gueto de Varsovia, tal vez también muchos de los suicidios que están ocurriendo últimamente en territorio español. Aunque a veces, la única manera de conservar su propia dignidad sea suicidarse, existe a menudo la posibilidad de rebelarse junto a otros, de reconocer el mal que sufrimos en otros. Es lo que se llama indignación. La indignación es una tristeza, pero una tristeza que saca a la superficie el nexo social, la solidaridad, la comunidad, y puede incluso dar lugar a una potenciación del individuo cuando este es capaz de constituir con otros y frente a un poder hostil una nueva realidad que haga posible vivir.

Hoy es indispensable restablecer, o incluso crear sobre una nueva base mucho más sólida, las condiciones sociales que hagan posible la vida. Si volvemos sobre la frase con que empezamos estas reflexiones: "¡Mirad lo que me habéis hecho, me lo habéis quitado todo!", podemos sacar ya unas primeras conclusiones a partir de ella. Creo que es el mejor homenaje y la mejor muestra de respeto que podemos rendir a la persona que, envuelta en dolor y fuego, las pronunció. En primer lugar, señala a los criminales que la condujeron a ese acto de autodestrucción, nombrándolos como los verdaderos responsables de su desgracia. En segundo lugar, y esto es lo más importante, explica que su desdicha consiste en que "se lo han quitado todo". Esto es decisivo y obliga a una reflexión. No en todas las sociedades es posible quitárselo "todo" a alguien como lo es en la « nuestra ». La mayoría de las sociedades humanas que han conocido el crédito y la moneda basada en el crédito han tenido también instituciones que perdonaban las deudas. El "perdónanos nuestras deudas" del Padre Nuestro cristiano evoca la antigua institución hebrea del jubileo en la cual se restituían sus tierras cada 50 años a los campesinos expropiados por impago de sus deudas y a sus familias. Declara así el Levítico 25.10 : « Y santificaréis el año cincuenta, y pregonaréis libertad en la tierra a todos sus moradores; ese año os será de jubileo, y volveréis cada uno a vuestra posesión, y cada cual volverá a su familia. » Existían tanto en el antiguo Israel como en las sociedades del creciente fértil desde la más remota antigüedad normas que establecían el perdón de las deudas dentro de la propia comunidad. Tanto entonces como ahora, una deuda unilateral infinita conduce a la esclavitud y a la muerte civil y ninguna sociedad, ni siquiera una sociedad esclavista, puede reducir a la mayoría de su población a la esclavitud.

La deuda es un tipo de relación social basada en algo tan poco "natural" como el intercambio de bienes y valores. La deuda se basa en una promesa de pago en el futuro que la distingue de las demás transacciones en las cuales el pago acompaña al cambio de propiedad de un bien. Esto, que nos parece tan evidente a los habitantes de una sociedad compuesta de individuos que intercambian mercancías, es, sin embargo, el tipo mismo de relación que las sociedades primitivas -descritas por una larga de serie de antropólogos desde Clastre hasta David Graeber- reservan exclusivamente a los enemigos. Con la gente de la propia comunidad, se comparte la riqueza, con el enemigo, se comercia, incluso se comercia con su propia persona esclavizándolo, pues la esclavitud, como bien sabía John Locke se basa en una deuda infinita e impagable. Sólo podemos comerciar con quienes podemos también matar o esclavizar. De ahí la gran cantidad de límites puestos a las relaciones comerciales en las sociedades no capitalistas: en todas ellas se trataba de que nadie pudiera "perderlo todo".

El capitalismo es la única sociedad basada en la relación comercial generalizada, aquella en la que, como decía Marx en los Grundrisse, el hombre "lleva sus relaciones sociales en el bolosillo", pues casi todas ellas dependen del dinero. Esto conduce, naturalmente al estado de guerra pemanente, de hostilidad generalizada entre los individuos que percibimos a diario. La relación que otras sociedades humanas consideraban tan violenta y tan reservada al trato con enemigos como la propia guerra se ha interiorizado en el capitalismo con efectos nefastos sobre la sociedad. En las sociedades capitalistas que se han "liberado" de toda barrera política o moral como las neoliberales, la relación social es sumamente tenue y precaria. Las sociedades se sostienen en la medida en que conservan una base mínima, ontológica, antropológica, de cooperación directa entre los individuos, al margen de las relaciones propiamente capitalistas. Cornelius Castoriadis insistió muchas veces en que es imposible que una sociedad basada en el mercado o en la jerarquía de fábrica, o en el control estatal, es decir una sociedad atomizada, pueda funcionar, si no intervienen otras dinámicas de cooperación. Puede parecer una paradoja, pero el capitalismo, para funcionar, presupone el comunismo: el comunismo del lenguaje al que Marx se refiere con frecuencia, el de la cooperación, el del conocimiento, el de los afectos, etc. Todo ese denso tejido de relaciones que el capital y sus dos instituciones fundamentales, el mercado y el Estado son incapaces de poner por sí mismas y que deben explotar, vampirizar, para poder funcionar.

Hoy el capital está poniendo en peligro esa base comunista mínima con la que tiene, sin embargo que convivir si quiere sobrevivir, intentando someterla a la ley del mercado y de la propiedad, haciendo de los comunes cognitivos, afectivos, incluso lingüísticos, formas aberrantes de mercancía no caracterizadas como cosas, sino como acceso a "formas de vida". El capital, lo que intenta vendernos hoy para valorizarse son nuestras propias vidas expropiadas/apropiadas. El problema es que la relación de propiedad conviene muy mal a los comunes: es difícil apropiárselos, pues no son cosas sino relaciones. Los comunes no nos pertenecen, más bien pertenecemos nosotros a ellos. De ahí el intento desesperado de asirlos mediante la más sutil de las relaciones, la que se basa no ya en el tiempo presente o en el pasado como la relación que se expresa en el valor-trabajo, sino en el futuro y en la extensión total de nuestras vidas, la relación de endeudamiento, la relación financiera. El espacio de la explotación se convierte en un espacio ilimitado, en un universo infinito, pero por eso mismo, es incontrolable, por eso mismo se convierte en un espacio de resistencia como fue la inmensa estepa rusa para las tropas de Napoleón o de Hitler.

Hoy mismo Mariano Rajoy intenta convencer a los ya convencidos de que es capaz de gobernar una crisis que ya se ha hecho inseparable del propio sistema. Propone como receta los "minijobs", que la Señora Merkel ya ha puesto en práctica en Alemania, esos puestos de trabajo ultraprecarios, sin derechos, y con remuneraciones muy inferiores a lo necesario para reproducir la fuerza de trabajo. Se trata de una medida más en el camino de la introducción tendencial, asintótica, de una nueva forma de esclavismo en la que se mantiene la libertad formal del trabajador, pero se estrecha al mínimo su capacidad de negociación. Cuando la curva de la variante salario alcance el valor cero y la curva del tiempo de trabajo tienda a infinito, habremos llegado a un restablecimiento del esclavismo. Lo que pasa es que esto no puede ocurrir del todo en el marco de un régimen que necesita imponer políticamente la ley del valor como fundamento de un régimen jurídico basado en la propiedad como el que hoy conocemos. El valor ya no se determina en tiempo de trabajo, sino mediante convenciones financieras basadas en apuestas sobre el valor que se producirá en el futuro, pero al mismo tiempo, el Estado mantiene incólume un entramado jurídico basado en la relación entre valor y trabajo, imponiendo sus efectos mediante la violencia.

Para evitar el nuevo esclavismo, es necesario disociar valor y trabajo, pero de otra manera, haciendo que los ingresos, el reparto del valor producido, se independicen del trabajo asalariado y de sus formas, practicando una disociación no orientada al neoesclavismo sino al comunismo, al acceso generalizado y libre a la riqueza común. No tiene sentido aceptar que esa disociación sólo valga para el 1% que ya la practica cobrando sobres y demás prebendas y no para el resto. El 1% ya vive en el comunismo del capital, tenemos que aprender a hacer que las relaciones comunistas se extiendan al conjunto de la sociedad. Hoy como en la época de Marx, sigue siendo válida la divisa saint-simoniana hábilmente desviada ( détournée , dirían los situacionistas...) por el Moro: "De cada cual según sus capacidades a cada cual según sus necesidades". Si queremos que no puedan "quitárnoslo todo", tenemos que garantizar la existencia de bienes y recursos comunes inalienables. No basta para ello que sean de titularidad estatal, pues los Estados pueden comportarse como cualquier propietario y privatizarlos (es lo que están haciendo): es necesario que los bienes comunes estén inscritos en la constitución, tanto en la constitución material como elementos fundamentales de las relaciones características de un modo de producción comunista que no tiene nada que ver con los socialismos de Estado, como en la constitución formal que debe establecer las instituciones políticas y las leyes de un mundo libre más allá de la propiedad. El comunismo hoy no es ninguna utopía, sino una ncesidad vital para las sociedades y los individuos.

Fuente: http://iohannesmaurus.blogspot.be/2013/02/me-lo-habeis-quitado-todo-reflexiones.html

jueves, 21 de febrero de 2013

Acto contra las mentiras que nos cuentan sobre Libia

 

 Acto contra las mentiras que nos cuentan sobre Libia

 

LIBIA, LA  DESTRUCCIÓN DE UN PAÍS
Casi dos años después de  aquél ataquesalvador de  la OTAN, con el que se pretendía liberar a los libios de los imaginarios “bombardeos genocidas” del Gadafi, procede preguntarse: ¿Para qué ha servido la  destrucción de Libia como país? “¿Cómo viven hoy los libios? ¿Miran al futuro  con esperanza?
Al regreso de un viaje y de un  encuentro con muchos libios que resistieron al ataque, los testimonios de estos  tres activistas son elocuentes. Constatan que casi el 50% de los libios han  huido del país; que muchas poblaciones, como Beni Walit, continúan siendo  bombardeadas por los milicianos del nuevo gobierno títere impuesto por  Occidente; que tribus enteras como los Warfala son perseguidas y humilladas a  diario; que no hay gobierno capaz de ordenar los servicios básicos del país  (salvo la explotación y exportación del gas y petróleo a manos de las petroleras  occidentales)….
Y se preguntan ¿Qué grave delito habían cometido  los libios? Un país que  contaba con el mayor nivel de vida  e índice de desarrollo humano de toda África; donde había pleno empleo y 2,5  millones de trabajadores extranjeros; con un sistema de salud universal y  gratuito; con agua y luz gratis para todos; con la mayor esperanza de vida de  toda África; con tierra, vivienda y semillas gratis para los campesinos; becas  de 1600 euros. para los estudiantes…..; un país donde se concedían préstamos sin  interés y donde la vivienda era un derecho constitucional respetado; con un  sistema de democracia directa en donde las tribus (grandes grupos de población)  elegían a sus representantes…
¿Su delito? Pues, tal vez, todo  eso: Ser un país con grandes recursos naturales y un sistema socioeconómico… muy  diferente a nuestros modelos de capitalismo salvaje. Eso y sus planes de  identidad panafricana: con sistema monetario propio, Banco central  africano…etc., un nacionalismo panafricano que, de crecer, privaría a los  colonialistas de la tarta de todo un continente. Algo que…. ¡no se podía  consentir!
Libia era la puerta de entrada a  África para esos depredadores de la "Comunidad Internacional" que utilizan a la  OTAN para saquear un país tras otro. Lo estamos viendo en Malí. Y tienen  previsto entrar en 35 países africanos más. Argelia es uno de los primeros en la  lista.
Para llevar  adelante los  planes estratégicos del Imperialismo, se adopta un nuevo formato  colonialista.Por ello, los EE.UU. van a‘conseguir’ el favor del nuevo gobierno islamistas de Libia  de aceptar la instalación en ese país del AFRICOM, el super-ejército americano  para África, algo que antes no habían conseguido en ningún otro país  africano, mientras el resto de los países miembros de la OTAN  (incluido España) adoptan distintos protagonismos dependiendo de la coyuntura  puntual y del pasado de dominación colonial que se ejerció sobre el país  intervenido. Desde esa puerta,  todo el continente quedará bajo control y se desplegarán las estrategias  adecuadas para eliminar el actual predominio comercial de China, controlar todos  los recursos naturales de valor estratégico y someter a los grupos y/o líderes  disidentes, como Gadafi o similares.

Ni leyes para mantener las desigualdades, ni juicios que perpetúen la opresión. Por otra manera de evaluarnos, reconstruyamos el ser comunitario





Ni leyes para mantener las desigualdades, ni juicios que perpetúen la opresión. Por otra manera de evaluarnos, reconstruyamos el ser comunitario



Nuestra sociedad parece no concebir que se pueda vivir de otra manera que no sea bajo el régimen de la ley. Con una educación que desde la infancia nos mata el espíritu de rebelión y nos conduce hacia una obediencia ciega a la autoridad, perdemos toda iniciativa y la mera costumbre de razonar. Hace siglos que los gobernantes insisten: respeto a la ley, obediencia a la autoridad. La mayoría de los padres y madres educan a sus hijos con este sentimiento y la escuela lo fortalece, convirtiendo a la ley en culto y en conductas ejemplares a aquellas que la protegen de los rebeldes.
Pero ¿de qué ley estamos hablando? Sabemos que el sistema legal de los Estados occidentales es hijo del Derecho Romano. Es decir, hijo de un sistema legislativo que se construyó en una época conocida por las barbaridades imperialistas y militares, una era en la que el esclavismo y la pena de muerte eran tan cotidianas como el sol y la luna. Un Imperio Romano que colonizó la Península Ibérica y con ésta a sus habitantes originarios. Desde entonces, hemos pasado por todo tipo de regímenes autoritarios, siglos y siglos de barbarie y perversión que han estado acompañados del sometimiento al Derecho Romano. Así hemos llegado hasta la mal llamada democracia que rige en la actualidad, sin que nunca haya habido una ruptura con el ordenamiento jurídico romano.
Habría que remontarse mil años atrás para comprender la fuerte aceptación e interiorización generalizada de expresiones como “obediencia a la ley”. Al conocer las atrocidades, que cometieron en épocas pasadas los nobles con los hombres y mujeres del pueblo, podemos entender que aquellos que nunca obtuvieron justicia vivieran como un triunfo el hecho de ver reconocidos, al menos en teoría, algunos de sus derechos personales que les permitirían salvarse de la arbitrariedad de los señores.
Cabe decir que todavía en los siglos XIX y XX se consideraban los derechos como una concesión que hacía el Estado a los individuos, o dicho de otra manera, como una conquista del pueblo respecto a la predisposición del Estado a tener un poder absoluto sobre la vida de las personas.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos aún no ha logrado en la actualidad tener preeminencia en relación a los intereses específicos de los mal llamados Estados-Nación que, basándose en las prioridades gubernamentales y los intereses de los poderes económicos, consideran las libertades individuales y los derechos colectivos como un fin deseable, pero no de obligado respeto.
Todavía hoy vemos reproducirse un hecho paradójico: las personas, queriendo ser libres, empiezan por pedir a sus opresores que los protejan modificando las leyes creadas por estos mismos opresores, pero la posibilidad de modificación de leyes en base al bien común no es más que una táctica preconcebida que consiste en hacer pequeñas concesiones para conseguir el conformismo y la aceptación sumisa de las grandes injusticias por parte de la mayoría de la población.
Pese a todo, siempre encontramos rebeldes que no quieren obedecer las leyes, especialmente, si conocen los intereses de control que las promueven y desconfían de las intenciones de quienes las dictan; más aún si son personas que se sienten capaces de crear y convivir en estructuras sociales horizontales en las que no son necesarias más normas que aquellas dictadas por el sentido común y la solidaridad.
Es el legislador el que confunde, en un sólo y mismo código, las máximas que representan los principios de convivencia con las normas que consagran la desigualdad. Las costumbres y tradiciones, que son absolutamente necesarias para la existencia de las sociedad, están hábilmente mezcladas con estas otras normas que sólo son beneficiosas para los dominantes y que se mantienen por el temor a suplicios peores.
Echamos de menos en todo este recorrido histórico una ruptura jurídica, una nueva construcción social del Derecho y los acuerdos de convivencia, que no sea fruto de la reforma de una época anterior más oscura, que no tenga sus raíces en el poder absolutista de la era de los emperadores, los reyes y los dictadores.
En la época reciente, la de las llamadas democracias capitalistas y la “división de poderes”, el poder judicial forma parte de los tres poderes opresores junto con el legislativo y el ejecutivo. El poder judicial es el guardián supremo de la obediencia y el control social mediante la vigilancia del cumplimiento de todo tipo leyes, por más que sean abusivas e injustas.
El sistema judicial se compone, sobre todo, de jueces y magistrados y, dada la división de poderes, teóricamente goza de independencia respecto al ejecutivo y el legislativo. Pero esta idea es errónea ya que, en la práctica, por su capacidad de limitar la actividad del gobierno y la aprobación de nuevas leyes, influye de forma determinante en la formulación y ejecución de las políticas públicas. Al mismo tiempo, depende del ejecutivo a través del Ministerio de Justicia, que es quien le asigna presupuestos o establece los mecanismos de elección de los cargos judiciales. Por todo ello, tal supuesta independencia no es más que un espejismo.
Lo expuesto hasta ahora no es más que una aproximación general sobre los Estados supuestamente democráticos de Europa. A continuación, nos centraremos un poco más en la opresión directa que nos ha tocado vivir.
En España, el órgano de gobierno autónomo del poder judicial, con competencia en todo el territorio, es el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Se creó en 1978 para mitigar la influencia de los elementos franquistas, con la principal función de velar por la garantía de independencia de jueces y magistrados frente a los otros poderes del Estado y se sitúa en una posición institucional de paridad con el Gobierno, el Congreso los Diputados, el Senado y el Tribunal Constitucional.
Recientemente, el Consejo de Ministros del Estado español, a propuesta del Ministro de Justicia Alberto Ruiz-Gallardón, ha aprobado un proyecto de modificación de la Ley Orgánica del Poder Judicial. La reforma pretende reforzar el hecho de que sean los políticos (los más obedientes perros del BCE y el FMI) los que manden, teniendo en sus manos la capacidad de colocar a jueces, corruptos o no, en los lugares de autogobierno. Con tal propósito, se prevé que cualquier juez pueda presentarse como vocal del CGPJ con el apoyo de sólo 25 miembros de la judicatura, cuando hasta ahora debían ser 100. El hecho de que los vocales tengan que ser refrendados por mayoría de 3/5 en el Parlamento hace que, en la práctica, sea el PPSOE quien elige y, ahora mismo, la mayoría absoluta garantiza al PP la posibilidad de nombramiento en función de la naturaleza ideológica del candidato. En medio de los escándalos de corrupción política que afectan a todos los estamentos gubernamentales parece vital para el PP asegurarse un poder judicial afín para perpetuarse en el poder y mantenerse impune.
Por encima de la pirámide de los órganos jurisdiccionales está, como ojo vigilante, el Tribunal Constitucional, que debe velar por el cumplimiento de la Constitución Española a través de la revisión de las leyes y las normas con rango de ley.
La Constitución vigente, de 1978, es el resultado de un pacto entre las fuerzas de la dictadura y las opuestas, pacto que fue aprobado bajo el control armado del ejército franquista que, maquillado de democracia, consiguió ser aceptado en referéndum.
Pero, ¿qué podríamos esperar de un sistema judicial que se somete al mantenimiento de una estructura visiblemente fascista? Nada bueno, al igual que poco más podríamos esperar si la Constitución se hubiera redactado y firmado en otras circunstancias, ya que en su redacción está implícito el autoritarismo y el sometimiento de la mayoría a los intereses de una minoría que ha secuestrado el poder y no está dispuesta a devolverlo a la ciudadanía.
Y en paralelo a todo el esfuerzo por aparentar independencia, la cruda realidad nos hace ver que los que han tocado poder, ya sea político, financiero o propiamente judicial, no terminan nunca en prisión. No han ido a la cárcel si han asesinado bajo una dictadura fascista, como nos recordarán los que luchan por la defensa de la Memoria Histórica. Ni tampoco han acudido hoy por hoy, los que en la actualidad han sido responsables, con la corrupción política y el crédito sin control, de la crisis sistémica que nos acompaña, la cual ya ha arruinado económicamente a cientos de miles de personas y que, dada la impunidad de los culpables, a nivel popular tiene más tirón denominarla, simplemente, “una gran estafa.”
No somos los únicos que sentimos que la justicia es injusta y que vemos como la corrupción ha llegado a todos los estamentos de la mal llamada democracia. Desde la misma “boca del lobo”, más de 1000 miembros de la carrera judicial se adhirieron en 2010 a un manifiesto que denunciaba la “politización” del sistema judicial y advertía de que peligraba la independencia de la justicia. Un año antes, en un estudio realizado por el Consejo General de la Abogacía española con más de 5.000 abogados, se concluyó que el 85% estaban de acuerdo en que el Consejo General del Poder Judicial se ha convertido en un órgano tan politizado que difícilmente puede gestionar de forma eficiente e imparcial el funcionamiento de la justicia. En este mismo estudio se afirmaba que el 71% de los abogados pensaba que la justicia funciona mal, pero a la vez, el 82% creían que con todos sus defectos e imperfecciones, la Administración de Justicia representa la garantía última de la defensa de la democracia y de las libertades.
Nos podemos preguntar que pensarán ahora, cuando en este 2012 se ha producido una “elitización” del acceso al sistema judicial, a través de un incremento de la tasas judiciales que privan de la defensa de sus derechos a quien no tiene capacidad económica suficiente. Lo que, sumado a los costes de procuradores y abogados, desincentiva a quienes no son ricos de defender sus derechos por vías judiciales.
¿Y se atreven a mantener hipócritamente el artículo constitucional “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación ninguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social“?
Éste no es más que uno de muchos ejemplos de cómo la ley dice una cosa y en la realidad en pasa otra; de cómo el Estado se plantea mejorarnos la vida y sucede lo contrario, de cómo determinados funcionarios dicen deber al pueblo su existencia y en realidad atentan contra el pueblo. A todo enfrentamiento contra la vieja hipocresía liberal para construir dignidad deberíamos llamarlo políticamente “descolonización”.
En este contexto discordante, los actores de la justicia, al igual que los médicos o los periodistas, tienen que sufrir lo que se llama disonancia cognitiva, un mecanismo psicológico que se activa cuando una persona se ve forzada a hacer algo completamente diferente a lo que en origen era su sentir. Cuando las recompensas o los castigos se incrementan, la magnitud de la disonancia crece, esta situación lleva a que los viejos sueños de juventud se dobleguen al pragmatismo. Un mecanismo psicológico que el poder político y económico sabe aprovechar.
Para poder serlo, un juez debe ser despojado de todos los sentimientos que forman la parte más noble de la naturaleza humana y vivir en un mundo de ficciones jurídicas, aplicando penas de privación de libertad sin pensar, ni siquiera un momento, en el abismo de degradación en el que ha caído frente a los que condena. Vemos una raza confeccionadora de leyes, que legisla sin saber sobre lo que legisla, pero que no olvida la multa que afecta a hombres mil veces menos inmorales de lo que son ellos mismos. Vemos, al fin y al cabo, la pérdida de sentimiento humano del carcelero, al policía convertido en perro de presa, al espía despreciandose a sí mismo, la delación transformada en virtud, la corrupción erigida en sistema, todos los vicios, todo lo perverso de la naturaleza humana favorecido y cultivado para el triunfo de la ley.
¿Podemos entender que en más de dos milenios no haya habido una revolución jurídica? ¿Podemos aceptar que estemos todavía sufriendo que un reducido grupo de elegidos, en base a su ideología conservadora y afín al gobierno de turno, tengan el papel de dioses y puedan decidir sobre el futuro de nuestras vidas?
Podemos asumir que nos rija un sistema basado en la penalización, en el castigo,un sistema que no deja de encontrar atajos para que los del bando del poder no vayan a la cárcel, mientras encarcela  a quienes  somos más activos como pueblo? Nos encarcelan a la que pueden sin tener en cuenta todo lo que en positivo podemos estar haciendo para mejorar la sociedad ?. En todo caso, si lo tienen en cuenta, será para agravar nuestra pena, ya que son parte interesada en perpetuarse en el mismo poder que queremos hacer caer. ¿Pueden ser parte implicada y al mismo tiempo jueces?
Una figura, la de los jueces, que históricamente se ha puesto al servicio de cualquier régimen, imperial, dictatorial, falsamente democrático, oligárquico, plutocrático o de la naturaleza que sea, mientras sea eficaz para perpetuar las desigualdades. ¿Esta gente nos debe juzgar? ¿Y quién los juzgará a ellos?
¿Realmente les queremos pedir que nos absuelvan después de juzgarnos? ¿En base a qué les deberíamos dar la legitimidad para ser jueces de nuestro destino?
Nunca hemos decidido que haya una élite por encima nosotros que tenga atribuida la capacidad de juzgarnos; nunca desde la soberanía popular se ha delegado legítimamente el delicado papel de decidir sobre el bien y el mal. Nunca hemos participado de una deliberación seria sobre la justicia y el derecho.
Es necesario que descolonicemos el imaginario jurídico heredado de un Imperio, de cuando éramos plebeyos y los patricios nos juzgaban para imponernos sus leyes. Es necesario que recuperemos nuestra autonomía como pueblo. No tenemos que pedir permiso para ser libres, ni tenemos que pedir permiso para autoorganizarnos; tenemos que empoderarnos y ser capaces de resolver entre nosotros los conflictos que, indudablemente, surgirán de la convivencia entre personas, aún perturbadas por la falta de confianza y por el miedo.
Se nos puede llamar soñadores, se nos puede llamar radicales, se nos puede llamar rebeldes, se nos puede decir que somos muchas cosas, pero no se nos puede juzgar por serlo, en base a los paradigmas de un sistema caduco y envejecido que debería dejar paso a la renovación de la cultura y la recuperación de los valores comunitarios entre los seres humanos.
El sistema no parará de perfeccionar sus métodos de dominio y sabemos que ya no le basta con las leyes. Una manera de extender este dominio es mediante la patologización de los comportamientos molestos. Últimamente se ha catalogado la rebeldía como enfermedad psiquiátrica, dando la posibilidad de corregir desde la infancia todo indicio de cuestionamiento a la autoridad y fomentando las actitudes sumisas con medicación científicamente avalada para lograr el control social. Pero bueno, si hay que desobedecer a determinados médicos también lo haremos.
Por todo lo expuesto nos declaramos en alegre y constructiva rebeldía.
Cada vez somos y seremos más los y las que desobedeceremos toda ley que venga impuesta por tribunales alejados de nuestras vidas y sometidos a unas leyes superiores que, si en otro tiempo tuvieron un carácter religioso, en la actualidad, esa divinidad se ha disfrazado de dinero, de avaricia, de egoísmo y de destrucción de la Tierra y de la dignidad humana.
Declaramos abiertamente nuestra desobediencia a los sistemas judiciales de los Estados y a todas las herramientas de las que éstos disponen para tratar de impedir que llevamos a la práctica nuestra voluntad profunda de emancipación y reconstrucción del ser comunitario.
Sin sentimientos de apoyo mutuo y práctica de solidaridad, la vida en sociedad de los humanos hubiera sido prácticamente imposible. Y estos sentimientos y prácticas no han sido establecidos por las leyes; son anteriores a todas las leyes y provienen de la experimentación y el aprendizaje útil de generaciones y generaciones, de la cooperación necesaria para mantener la cohesión social.
La hospitalidad, el respeto a la vida, el sentimiento de reciprocidad, la compasión, el apoyo mutuo, el autolimitarse uno mismo en interés de la comunidad, entre otras cosas, son consecuencia de la vida en común entre personas libres, adheridas a unos principios comunes y no sometidas a ninguna autoridad externa a su propia colectividad.
Necesitamos una nueva institucionalidad de derechos y deberes, fundamentada en valores sociopolíticos comunitarios. La evaluación y mejora de los comportamientos en el seno de la sociedad debe recuperar la escala humana, debe hacerse en proximidad, entre personas que se conocen, que tienen principios comunes, que se tienen confianza, que cooperan recíprocamente y que se pueden mirar a los ojos.

Enric Duran Giralt

El Juez Central de lo Penal de la Audiencia Nacional, José María Vazquez Honrrubia, ha amenazado al coronel retirado Amadeo Martínez Inglés a detenerlo si no se presenta a juicio el 12 de marzo de 2013


El juez Central de lo Penal de la Audiencia Nacional, José María Vázquez Honrrubia, ha amenazado al coronel retirado Amadeo Martínez Inglés, quien se enfrenta a un año y tres meses de cárcel por escribir un artículo hablado del Rey, con detenerlo si el próximo 12 de marzo no se presenta al juicio.
Agencias
Martínez Inglés fue citado el pasado día 13 de febrero para ser juzgado, aunque por un error en la notificación se presentó en la sede que la Audiencia Nacional tiene en la calle Prim de Madrid, en lugar de en el edificio de la calle Goya, en el que se iba a celebrar el juicio.
Tras aplazar la vista oral, el titular del Juzgado Central de lo Penal ha señalado el 12 de marzo como nueva fecha para su celebración y ha advertido al acusado de que, si no acude a la sede judicial, dictará una orden de arresto en su contra.
Martínez Inglés, que acudió a la cita en la Audiencia el pasado 13 de febrero vestido con el uniforme militar de paracaidista y con una chapa con la bandera republicana en la solapa, aprovechó para criticar a los jueces. "Se creen que soy un terrorista", señaló Martínez Inglés antes de tildar de "parodia" la acusación. "Ahora me dicen que es en la calle Goya, que me han mandado un telegrama hace dos semanas. Esta gente me quiere torear", apuntó.
El escrito provisional de acusación de la fiscal Carmen Monfort sostiene que la publicación de Martínez Inglés, que apareció el 12 de diciembre de 2011 en el periódico digital 'Canarias semanal', tenía el propósito de "menoscabar y dañar el prestigio de la más alta representación del Estado".
El artículo, que llevaba por título '¿Por qué te callas ahora?', criticaba la actuación del rey ante las actividades que se le imputan a su yerno, el duque de Palma, Iñaki Urdangarín, en el marco del 'caso Nóos'.
En el texto Martínez Inglés acusaba al rey de creer "provenir del testículo derecho del emperador Carlomagno" cuando en realidad lo hace "de la pérfida bocamanga del genocida Franco". Aseguraba que Juan Carlos I es el "último representante en España de la banda de borrachos, puteros, idiotas, descerebrados, cabrones, ninfómanas, vagos y maleantes que a lo largo de los siglos han conformado la foránea estirpe real borbónica" y le reprochaba su silencio ante las actividades del duque de Palma.
"Háblanos de todas las irregularidades y presuntos delitos cometidos por tu regia persona", pedía el coronel que advertía al Rey que "a todo cerdo le llega su San Martín". "A ti, y a toda tu familia y parentela más o menos cercana de enchufados, vagos y maleantes de toda laya, parece ser que está a punto de llegaros", agregaba.
Tras declarar como imputado ante el juez Ismael Moreno, el 17 de abril de 2012, Martínez Inglés señaló que su intención no era injuriar al monarca sino expresar sus "críticas a la dinastía borbónica en general". "Contra el Rey no tengo nada a título personal", aseguró.