Grecia. Ha empezado el pulso.  Michel Husson. A l´encontre-La Breche
 El Banco 
Central Europeo (BCE) acaba de tomar una decisión de una brutalidad 
inaudita: a partir del 11 de febrero no aceptará los títulos públicos 
griegos en contrapartida a la liquidez concedida a los bancos griegos/1.
 Es una declaración de guerra abierta contra el gobierno Tsipras: o bien
 renuncia a su política o bien los bancos griegos quiebran. El BCE opta 
así por una estrategia de caos, cuyas consecuencias son absolutamente 
imprevisibles.
 Super-Mario: el fin de las ilusiones
 El nombramiento de Mario Draghi a frente del BCE fue en sí mismo una 
provocación. Hay que recordar que la entrada de Grecia en la zona euro 
en 2001 fue posible gracias al maquillaje de sus cuentas, realizado bajo
 la supervisión del banco Goldman Sachs. Éste había aconsejado al 
gobierno griego que utilizara productos derivados a fin de reducir la 
amplitud de su déficit presupuestario. Más tarde se reconocieron la 
superchería y las cuentas corregidas. Ahora bien, Mario Draghi ejerció 
de vicepresidente para Europa en Goldman Sachs de 2002 a 2005 y, por 
ello, es difícil creer que no estuviera al corriente de esas 
manipulaciones, ni de los 300 millones de dólares que habían reportado a
 su banco. Después de que sucediera a Jean-Paul Trichet a la cabeza del 
BCE, este último, a una pregunta de un periodista sobre el pasado de 
Draghi en Goldman Sachs, respondió con un silencio sonoro y revelador/2.
 “Todo lo que sea necesario para salvar el euro”: con esta fórmula 
proferida en un discurso del 26 de julio pasado, Draghi hizo creer que 
bajo su égida, el Banco Central Europeo iba a llevar a cabo una política
 más acomodaticia. El anuncio posterior de una Quantitative Easing 
[expansión monetaria cuantitativa ndt] a la europea, o sea, la compra 
masiva de títulos públicos en el mercado secundario, tuvo dos efectos: 
indicando a los mercados financieros que sus ataques especulativos 
serían sistemáticamente contrarrestados, permitió desinflar un poco las 
tasas de interés concedidas a los países en dificultades; y marcando 
distancias con el dogma merkeliano, daba la impresión de que la zona 
euro daba un pequeño paso hacia una gestión más solidaria de la crisis 
de las deudas soberanas. El anuncio del plan de inversión por Juncker, 
parecía confirmar esta impresión de que la política europea estaba 
comenzando a reorientarse. Ilusiones que ya fueron disipadas, por 
ejemplo, por Pierre Khalfa /3 quien señaló los límites de “Super Mario” y
 las engañosas apariencias del plan Juncker.
 Pero la decisión del
 BCE fue el silbato del fin del recreo y se redescubre que los 
principios de la austeridad europea no han variado lo más mínimo. El 
primer principio es que las deudas deben ser pagadas. En el caso griego,
 su consecuencia es particularmente clara. En 2012, la deuda griega gozó
 de un recorte (haircut); es decir, fue reestructurada. Pero dicha 
reestructuración era más bien modesta, puesto que, según las propias 
estadísticas de la Comisión Europea, la deuda pública griega pasó de 356
 mil millones de euros a finales de 2011 a 305 mil millones a finales de
 2012, es decir una reducción efectiva de 51 mil millones (14% del 
total). En realidad, se trató, sobre todo, de una reestructuración de 
los créditos de los bancos privados que mediante una reducción modesta, 
se vieron libres de esos créditos que se habían vuelto dudosos y que 
fueron asumidos en su gran mayoría por las instituciones europeas. 
Instituciones para las que se trataba del último esfuerzo para aliviar 
la carga de la deuda. Pero, siempre según datos oficiales, a finales de 
2104 la deuda griega representa el 175,4% del PIB. Y el objetivo que se 
impone a Grecia es reducirla al 120%, es decir una reducción desmesurada
 e imposible de llevar a cabo sin diezmar al pueblo griego.
 El 
segundo principio es el de la condicionalidad, que está omnipresente 
tanto en el Quantitative Easing de Draghi como en el plan Juncker: todas
 las ayudas monetarias o financieras están supeditadas a la aplicación 
de las famosas “reformas estructurales”, en línea con los mandatos de la
 Troika. Para comprender lo detallados y brutales que podían ser los 
enviados especiales de la Troika en sus prescripciones basta con 
consultar sus documentos oficiales (por ejemplo el balance del programa 
de ajuste griego/4 redactado por la Comisión Europea en abril de 2014).
 ¿Qué renegociación de la deuda griega?
 Los acontecimientos se aceleran y la decisión unilateral del BCE es una
 respuesta a la táctica del nuevo gobierno griego. El ministro de 
finanzas griego, Yanis Varoufakis, es un economista heterodoxo brillante
 y un crítico original de la financiarización en la que hace jugar un 
papel central a la aspiración de los excedentes (y de las ganancias) por
 los Estados Unidos, lo que llama El Minotauro planetario. Pero es 
también el autor, con Stuart Holland y luego James Galbraith, de una 
“modesta proposición para superar la crisis del euro”/5, una variante 
-hábil- de la idea de euro-obligaciones que permitan mutualizar las 
deudas soberanas (a la altura del umbral fatídico del 60% del PIB de 
cada país) y reciclar los fondos así obtenidos para financiar un 
programa europeo de inversión, vía el Banco Europeo de Inversiones. Se 
trataba efectivamente de una propuesta modesta, teniendo en cuenta la 
amplitud de los desequilibrios estructurales de la zona euro, y se apoya
 en la voluntad de hacer compatibles estos nuevos dispositivos con las 
reglas del juego europeas. 
 Algunos días antes de su nombramiento
 como ministro, se fijaba el objetivo de “destruir los fundamentos del 
sistema oligárquico”/6 y este punto es esencial; por dos razones: el 
aumento de la deuda griega antes de la crisis es indisociable de las 
punciones realizadas por esta oligarquía y, efectivamente, el desarrollo
 de Grecia no es posible sin destruir ese sistema. Ahí se plantean 
“reformas estructurales” necesarias, pero no son, de ninguna de las 
maneras, las mismas que en las que piensa la Comisión Europea. 
 
Ahora bien, la cuestión inmediata es la de la deuda. La posición del 
nuevo gobierno se ha dibujado bastante rápidamente: afirmación de la 
voluntad de negociar pero recordando el principio ampliamente compartido
 en Syriza de “ningún sacrificio para el euro”, y el rechazo de negociar
 con la Troika. Luego vinieron las propuestas, cuyas grandes líneas 
fueron expuestas por Varoufakis/7. Son moderadas o razonables y 
consisten en intercambio de la deuda (swap) por la creación de dos 
nuevos tipos de títulos. Los primeros reemplazarían a las ayudas 
europeas otorgadas en 2012 en el marco del mecanismo europeo de 
estabilidad (MEE) y serían indexadas con el crecimiento. Los segundos 
serían obligaciones perpetuas que reemplazarían a los títulos griegos 
actualmente en manos del Banco Central Europeo.
 Varoufakis 
anunció a continuación que había elegido el banco Lazard para 
aconsejarle en la negociación. Es el mismo banco que intervino en la 
reestructuración de 2012. Su vicepresidente para Europa es Mathieu 
Pigasse, banquero “de izquierdas” que, por otra parte, dirige 
Inrockuptibles -una revista enrollada, progre- y controla, con Pierre 
Bergé y Xavier Niel, Le Monde y L´Obs.
 Aligerar la deuda más que anularla
 Pigasse ha detallado sus propuestas en una entrevista en France 
Inter/8. Consisten en dividir por dos la deuda en manos de los 
acreedores públicos, es decir una reducción de alrededor de 100 mil 
millones de euros de un total de 320 mil millones. Esto permitiría a 
Grecia alcanzar el objetivo de un ratio deuda/PIB del 120% del PIB a 
menor coste. Es decir, no se trata de una anulación de la deuda, sino de
 una “aligeramiento” o de una “dilución”, por retomar los términos de 
Pigasse. Explica así la idea de indexar los títulos con el crecimiento: 
“voy a pagaros en cuanto mi crecimiento supere un determinado índice”. 
Este primer dispositivo actuaría sobre 75 mil millones de euros. En 
cuanto a los títulos perpetuos, implican interés pero pueden no ser 
devueltos, o serlo en un plazo muy largo: 100 o 150 años según Pigasse. 
Afectaría a los 25 mil millones de euros restantes.
 Estas 
propuestas son una primera base de discusión que se ha visto 
inmediatamente frente a una demostración de hostilidad y ha conducido al
 BCE a tomar su decisión, que se puede asimilar a un golpe de Estado 
financiero. Sin embargo, el anuncio de estas propuestas más bien había 
tranquilizado a los banqueros griegos, cuyas acciones habían recuperado 
un poco del terreno perdido. Con un comportamiento ambiguo, el BCE ha 
hecho un segundo anuncio, el de una ayuda a los bancos griegos por 60 
mil millones de euros, concedida en el marco de un procedimiento de 
urgencia bautizado ELA (Emergency Liquidity Assurance). El mensaje es 
por tanto muy claro: “los bancos antes que el pueblo”. Esta operación de
 rodeo ilustra la voluntad, muy política, de desestabilizar al gobierno 
griego privándole de todo respiro que le permita avanzar en la puesta en
 marcha de su programa. Varoufakis ha dicho tener necesidad de seis 
meses: el BCE se los niega.
 Las coordenadas de una situación compleja
 Ahora hay que valorar las propuestas del gobierno griego, comenzando 
por descartar las cifras extravagantes que han circulado. En Francia nos
 han explicado que eliminar la deuda griega costaría como media entre 
650 y 731 euros a cada contribuyente. En realidad, lo que se dejaría de 
ganar no serían más que 10,5 euros por adulto residente en Francia, como
 establece con la mayor claridad un artículo de La Tribune /9. 
 
En todo caso, lo que se puede conocer hoy del plan de aligeramiento es 
limitado en su amplitud y está sometido a grandes incertidumbres. En 
efecto, no afecta más que a un tercio de la deuda total y ésta 
continuaría representando el 120% del PIB, lo que sigue siendo 
considerable. Al mismo tiempo, hay que ver que la carga de los 
reembolsos sería reducida: este punto es importante pues Grecia, a 
diferencia por ejemplo de Francia, no puede ya “hacer girar” su deuda, 
dicho de otra forma endeudarse para cubrir sus reembolsos, puesto que ya
 no tiene acceso (o lo tendría a tipos disparatados) a los mercados 
financieros.
 Por tanto, la cuestión es saber lo que ocurriría con
 el pago de los intereses. El impacto depende de lo que se negociara en 
concreto, en caso de que haya negociación. Por ejemplo, la indexación 
sobre el crecimiento, ¿puede querer decir que Grecia no pagaría ya 
intereses, o que pagaría menos, mientras no haya recuperado una cierta 
tasa de crecimiento? Pero, ¿cuál sería el umbral de crecimiento a partir
 del cual se desencadenarían los pagos de intereses? En cuanto a los 
títulos perpetuos, tienen la ventaja de dispensar de los reembolsos 
pero, además de que solo tratan sobre 25 mil millones de euros, hay 
también que preguntarse cuál sería el nivel del tipo de interés 
aplicado. La experiencia histórica muestra que las “deudas perpetuas” 
han sido en general acompañadas de tipos de interés más elevados. 
 Entonces, ¿se puede reprochar al gobierno griego de no haber hecho 
subir suficientemente las pujas declarando de forma unilateral una 
moratoria total de la deuda (reembolso e intereses) para establecer una 
mejor correlación de fuerzas? Evidentemente, en abstracto se le puede 
hacer ese reproche, pero aquí nos guardaremos de adoptar una posición de
 sobrepuja que, sin duda, resulta demasiado fácil cuando no se es más 
que un observador a distancia. 
 El balance de lo que no es más 
que un primer round no es tan malo. El posicionamiento del gobierno 
griego se ha basado en una mezcla, en principio bien dosificada, de 
firmeza sobre las orientaciones y de apertura a una negociación 
“razonable”. Esto ha bastado para hacer salir al BCE del bosque y 
revelar -por si fuera necesario- su verdadera naturaleza, al servicio de
 los intereses de las finanzas. Y sobre todo, el gobierno ha ganado en 
legitimidad: en Grecia mismo, mostrando que hace frente a las presiones 
de las finanzas, pero también en el conjunto de Europa donde el apoyo a 
la experiencia llevada a cabo por Syriza tiene ahora un objetivo 
preciso, el de soltar la tuerca del BCE sobre Grecia.
 También hay
 que comprender que el gobierno griego lucha en dos frentes: contra el 
peso de la deuda y por tanto contra el rigor de las instituciones 
europeas, y contra la oligarquía. Sin duda es este segundo combate el 
más decisivo para, más allá de las medidas de urgencia, poner a Grecia 
en el camino de un modelo de desarrollo más estable y por tanto más 
igualitario. Ahora bien, los ritmos no son los mismos: en el frente de 
la deuda hay urgencia, pero el combate antioligárquico implica poner en 
pie las (buenas) reformas estructurales y esto tomará más tiempo. La 
estrategia consistente en arreglar temporalmente, e incluso si es a 
minima, la cuestión de la deuda, puede permitir reorientar más 
rápidamente la acción política sobre la situación interna. 
 
Algunos, como Frédéric Lordon/10 piensan que Syriza no tiene más que dos
 opciones posibles: o bien “pasar bajo la mesa”, dicho de otra forma, 
rendirse, o bien “tirarla patas arriba” saliendo del euro. 
Evidentemente, teniendo en cuenta la furiosa voluntad de las 
instituciones europeas de hacer fracasar la experiencia griega, no se 
puede excluir una salida del euro. Pero una devaluación no sería en si 
misma una bocanada de oxígeno suficiente para reabsorber los 
desequilibrios estructurales de la economía griega y no permitiría 
tampoco protegerse de las medidas de represalia.
 Grecia vive uno 
de esos períodos en los que la historia se acelera, en los que las 
correlaciones de fuerzas se modifican rápidamente. Su gobierno y su 
pueblo están confrontados a intereses poderosos que no aceptan la 
victoria electoral de Syriza, la victoria de un “voto insurreccional” 
según el Financial Times. El apoyo a la experiencia llevada a cabo en 
Grecia no puede y no debe ser incondicional: sería el peor de los 
servicios que se le pueden hacer. Este apoyo debe basarse en un análisis
 lo más detallado posible de la evolución de la situación, con 
sugerencias y críticas. Pero la tarea más urgente y la más determinante 
es construir, en toda Europa, la resistencia a las presiones que sufre 
Grecia y romper su aislamiento. Un reciente llamamiento lanzado a 
iniciativa de los principales dirigentes sindicales alemanes/11 afirma 
que Grecia no es una amenaza sino una oportunidad para Europa; otro 
llamamiento internacional de economistas y de universitarios dirige un 
mensaje similar a los gobiernos y a las instituciones europeas/12: es 
este tipo de apoyo el que necesita de forma inmediata Grecia. El 
porvenir de los pueblos europeos se juega hoy en Grecia. 
 Notas 
 1/ Eligibility of Greek bonds used as collateral, Press Release, 4/02/2015 http://www.ecb.europa.eu/
 2/ Trichet reste muet sur les liens entre Draghi et Goldman Sachs, Arte, septiembre 2012. http://pinguet.free.fr/triche.
 3/ Pierre Khalfa, “Super Mario au secours de l’économie européenne ?”, Mediapart, 11/09/2014 http://blogs.mediapart.fr/
 4/ Commission européenne, The Second Economic Adjustment Programme for Greece. Fourth Review, Abril 2014. http://ec.europa.eu/economy_
 5/ Yanis Varoufakis et Stuart Holland, Une modeste proposition pour surmonter la crise de l’euro, Octubre 2011. http://gesd.free.fr/varoufah.
 6/ Yanis Varoufakis, “We are going to destroy the Greek oligarchy system”, Channel 4, 23/01/2015. http://hussonet.free.fr/
 7/ “Greece finance minister reveals plan to end debt stand-off” , Financial Times, 2/02/2015. http://gesd.free.fr/ftvarou.
 8/ Mathieu Pigasse sur la dette grecque, France Inter, 3/02/2015. http://gesd.free.fr/
 9/ “Ce que coûterait vraiment aux contribuables l’annulation de la dette grecque”, Ivan Best, La Tribune, 5/02/2015. http://gesd.free.fr/coutrib.
 10/ Michel Husson, “Lordon ou le syllogisme de la défaite”, A l’encontre, 21/01/2015. http://alencontre.org/europe/
 11/ Griechenland nach der Wahl ? Keine Gefahr, sondern eine Chance für Europa, febrero 2015. http://wp.europa-neu-
 12/ Nous sommes avec la Grèce et l’Europe, Février 2015. http://blogs.mediapart.fr/
Fuente original: http://alencontre.org/
Fuente original: http://alencontre.org/
 Traducción de Faustino Eguberri - Viento Sur 
 
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