CARLO FRABETTI. La manada nacional
El toro de Osborne no es inadecuado como emblema del españolismo más casposo: es el logotipo de una bebida alcohólica, perfecta metáfora del patrioterismo tabernario, y además remite a una “fiesta nacional” basada en la tortura y la muerte, celebrada por y para idiotas morales sedientos de sangre. Pero hay un emblema de la España profunda aún más adecuado: la manada. No la manada de lobos, animales inteligentes y colaborativos, sino la manada de machos ibéricos, y la que se ha hecho tristemente célebre en los últimos días, con tricornio y uniforme militar incluidos, es especialmente idónea como epítome y emblema de la hispanidad asilvestrada.
Pero hay muchas otras manadas representativas y constituyentes del españolismo: la propia macromanada de los sanfermines (que propicia y ampara la actuación de execrables subgrupos), las manadas de hinchas desenfrenados, las manadas de matones cobardes que apalean a la población indefensa, las manadas judiciales que encarcelan a raperos y pacifistas y absuelven a violadores y torturadores, las manadas de políticos corruptos, la manada borbónica, la manada de obispos retrógrados de la Conferencia Episcopal, las manadas empresariales, las manadas mediáticas y sus rebaños de tontolianos…
“Esta justicia es una mierda”, gritan las feministas. Y cuando una justicia cloaquera actúa en sinergia con un Gobierno corrupto, unas fuerzas de seguridad heredadas del franquismo, un nacionalcatolicismo sórdido, un machismo omnipresente y unos medios de comunicación en manos de la oligarquía, el resultado es un Estado-horda, un Estado-jauría. La manada nacional
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