Todo
parece indicar que el próximo 7 de enero Pedro Sánchez será investido
presidente del Gobierno y el PSOE junto a Unidas Podemos conformarán el primer
Ejecutivo de coalición desde los tiempos de la Segunda República. El desenlace,
tras meses de incertidumbre y muchas horas de negociaciones secretas, será
posible gracias a la abstención de los 13 diputados de ERC y a un pacto con la
formación independentista que ya ha desatado la furia patriótica de la derecha
españolista.
La
respuesta del PP y la extrema derecha al acuerdo con ERC condensa el tufo
franquista que va a impregnar su campaña política de los próximos meses y es un
anticipo de lo que la será la próxima legislatura, sometida a una tensión
brutal desde el minuto uno.
“Se ha
consumado la traición a España. Este Gobierno va a trabajar contra el Estado
constitucional y la oposición tiene que convertirse en la principal defensora
del Estado para que no se pueda destruir la nación”, señaló la portavoz de los
populares en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo, que llamó a los españoles
a la “resistencia”.Por su parte, pablo Casado escribió en Twiter que el acuerdo
entre el PSOE y ERC “liquida la soberanía nacional, la igualdad entre españoles
y la legalidad. No debe presidir España quien la ataca así”. Lo mismo dijo
Santiago Abascal: “Los residentes en Cataluña (como los residentes en Teruel)
no pueden votar algo que afecte a todos los españoles. Porque eso es,
simplemente, un golpe de Estado. Y todos los culpables, antes o después,
rendirán cuentas ante la Soberanía del pueblo español”.
Todo este
estruendo, al que se suman los intentos de Inés Arrimadas por movilizar a los
barones socialistas contra el acuerdo y el Gobierno de coalición, las
declaraciones apocalípticas de la CEOE contra las “medidas populistas” del
pacto firmado entre PSOE y Unidas Podemos, o las descalificaciones gruesas de
los medios de comunicación de la derecha, dan cuenta del punto de polarización
aguda que sacude la sociedad.
La idea de
que esta legislatura puede ser tranquila y dar la estabilidad necesaria al
régimen capitalista español es un sueño vano. Todas las contradicciones no
resueltas que se han ido acumulando a lo largo de años, se pondrán al rojo
vivo. La profunda desaceleración de la economía, la movilización del pueblo
catalán por el derecho a decidir y la república, y el hartazgo con la política
de recortes y austeridad auguran a este Gobierno graves dificultades en el
camino.
Como la
experiencia ha dejado claro en el caso de la Grecia de Tsipras y de muchos
otros países, o se capitula ante la banca y los grandes poderes económicos
aplicando sus recetas, o se emprende una política decidida de transformaciones
sociales profundas rompiendo con el capitalismo. No puede haber términos medios.
Un Gobierno que combinará “experiencia”
con “frescura”
Cuando el
pasado 30 de diciembre Pablo Iglesias y Pedro Sánchez comparecían en el
Congreso de los Diputados para presentar su programa de Gobierno “progresista”,
destacó la gran sintonía de ambos dirigentes. Iglesias, con una cara iluminada
por una gran sonrisa, no escatimó elogios hacia Pedro Sánchez y el PSOE: “será
un honor compartir Gobierno”, un Ejecutivo que, en opinión del nuevo
vicepresidente, combinará la “experiencia” de los socialistas con la “frescura”
de Unidas Podemos.
Sin duda,
la “experiencia” del PSOE en el Gobierno es sobradamente conocida por el
movimiento obrero y la juventud, por los activistas sociales o por el pueblo
catalán y vasco después de la dura confrontación que hemos mantenido contra sus
políticas de recortes, contrarreformas, ataques a los derechos democráticos y
cesiones vergonzantes al nacionalismo españolista. Como pilar esencial del
régimen del 78, el PSOE se ha esforzado en dotar de estabilidad al capitalismo
español aplicando la agenda de austeridad de la UE. ¿Cambiará de rumbo la
socialdemocracia con la ayuda de los ministros y las ministras de Unidas
Podemos? La prueba de la práctica resolverá esta cuestión, aunque la
experiencia pasada deja poco lugar a la duda.
Sin
embargo, sería un error no entender que la formación de esta coalición
gubernamental de la izquierda reformista, es a su vez el resultado de la gran
movilización de masas que ha sacudido el Estado español desde 2011 y que ha
quebrado el sistema bipartidista heredado de la Transición.
Este gran
tsunami de luchas, desde la explosión del 15-M y las huelgas generales de 2012,
las mareas en defensa de la educación y la sanidad públicas, pasando por las
Marchas de la Dignidad, Gamonal, las huelgas estudiantiles contra la LOMCE y el
cambio climático, las movilizaciones masivas de los pensionistas y las huelgas
feministas del 8-M y, por derecho propio, el movimiento del pueblo de Catalunya
por la autodeterminación y la república…, ha determinado el vuelco del tablero
político y la formación de un Gobierno de esta naturaleza.
En este
periodo también hemos contado con otras experiencias que deben ser valoradas a
la hora de trazar las perspectivas. La retórica de Pablo Iglesias sobre la
“frescura” de Unidas Podemos no puede ocultar que desde hace años han
reemplazado la movilización social por la mera participación institucional como
escuderos de la socialdemocracia, y cuando han ocupado posiciones políticas
importantes han frustrado las expectativas generadas.
Unidas Podemos
ha tenido la llave para cambiar muchas cosas al frente de ciudades claves como
Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza, A Coruña y decenas más. Pero el saldo de
esta experiencia ha sido decepcionante, marcado por políticas continuistas con
los recortes que han favorecido todo tipo de pelotazos inmobiliarios, por el
completo rechazo a remunicipalizar los servicios sociales privatizados, a
subrogar plantillas, a terminar con los desahucios de una vez por todas
acometiendo políticas decididas para garantizar una vivienda pública asequible
para cientos de miles de familias trabajadoras, y a dar un vuelco sustancial en
la mejora y ampliación de las infraestructuras sociales de nuestros barrios.
Y respecto
a la lucha de millones de jóvenes, trabajadores y sectores populares en
Catalunya por la república y la libertad de los presos, la han llegado a
calificar de maniobra reaccionaria dirigida por las élites, facilitando así la
campaña de mentiras y represión de la burguesía española.
Sobran palabras y faltan hechos
El
programa del Gobierno de coalición ha sido presentado como una ruptura con las
políticas anteriores. Pero, como siempre, detrás de esta imagen hay más humo y
palabras que hechos y medidas efectivas.
En el
terreno educativo se propone la derogación de la LOMCE y su sustitución por la
“ley Celaá”, pero asuntos claves como la financiación de la enseñanza pública,
la recuperación de miles de profesores despedidos, la garantía del acceso
gratuito a la escuela infantil, a la universidad y a la FP superior para las
familias trabajadoras o el incremento drástico de las becas solo se mencionan
como un “fin” englobado en la promesa de inversión del 5% del PIB para 2025.
También se señala que la religión dejará de ser una asignatura evaluable, como
ya ocurría antes de que Rajoy llegara al Gobierno, pero lo más significativo es
que seguirá estando presente en la escuela pública y además se deja intacto el
enorme poder de la educación privada concertada —en su mayoría bajo control de
la Iglesia Católica— y las decenas de miles de millones de euros que recibe del
presupuesto público.
El acuerdo
también se compromete a eliminar los aspectos más “lesivos” de la reforma
laboral de 2012, como los despidos por baja médica. Sin embargo, otros como el
descuelgue del convenio por parte de las empresas que ha servido para atacar
los salarios y modificar las condiciones de trabajo a peor, no se tocan, y se
mantendrá la reforma aprobada por el Gobierno Zapatero que fue clave para
aumentar la temporalidad y la pérdida de derechos en beneficio de la patronal.
En lo
concerniente a la subida del IRPF de dos puntos para las rentas de más de
130.000 euros y cuatro puntos para las de más de 300.000 euros, no solo queda
muy por debajo de lo que exigía Unidas Podemos, además no concreta ninguna
medida sustanciosa contra el fraude fiscal de las grandes empresas. El acuerdo
también alude al incremento del SMI a lo largo de la legislatura, a la
“sostenibilidad y suficiencia del sistema público de pensiones” en el marco del
Pacto de Toledo, pero sin derogar las contrarreformas anteriores, y a diversas
medidas encaminadas a “frenar el alza de precios del alquiler”, aunque sin
concretar la mayoría de ellas ni ninguna fórmula de financiación.
La Ley de
extranjería se queda como está, se continuará con la política de reclusión de
los inmigrantes en los Centros de Internamientos para Extranjeros (CIE), y se
respetarán los pactos de “inmigración” con Marruecos, los alcanzados entre la
UE con Turquía o Libia —que han supuesto un incremento exponencial de las
muertes en el Mediterráneo y del tráfico esclavo en el norte de África— además
de toda la legislación racista y xenófoba que la UE ha aprobado contra los
refugiados.
Si bien se
propone la “recuperación inmediata” para patrimonio público del Pazo de Meirás
—actualmente en manos de la familia Franco— y una auditoría de “bienes
expoliados por el franquismo para devolverlo a sus legítimos titulares”, nada
se dice sobre el enjuiciamiento de los crímenes del franquismo ni la reparación
política y económica a sus víctimas, ni tampoco sobre la depuración del aparato
del Estado de fascistas.
Una vez
más se hacen propuestas genéricas contra la violencia machista y las agencias
de “vientres de alquiler”, en defensa de los derechos trans y la comunidad
LGTBI. También se propone una nueva Ley de Seguridad Ciudadana que sustituya a
la “ley Mordaza” y cuya letra pequeña está por ver.
En materia
económica se dejan muy claras las cosas garantizando el “cumplimiento de los
mecanismos de disciplina fiscal para garantizar la sostenibilidad de las
cuentas públicas” o lo que es lo mismo, se acepta la política impuesta por la
Unión Europea de recortes y austeridad.
Por
último, el texto señala que se abordará “el conflicto político catalán,
impulsando la vía política a través del diálogo, la negociación y el acuerdo
entre las partes que permita superar la situación actual”, sin mencionar el
derecho de autodeterminación, el fin de la represión y la libertad de los
presos políticos.
El
documento programático está colmado de términos que se repiten constantemente:
propiciaremos, impulsaremos, propondremos, favoreceremos, aseguraremos…
Conocemos las buenas intenciones pero, como dice el refrán, el camino al
infierno está empedrado de ellas.
Algunos
entenderán estas consideraciones como un ejercicio sectario de descalificación.
Nada más lejos de nuestra intención, pero en política hay que ser rigurosos. Si
dices A, inevitablemente acabarás diciendo B, C, D y el resto del abecedario.
Si se acepta la lógica del capitalismo, si a lo único que se aspira es a arañar
tímidas reformas que en nada cambian lo sustancial, y todo se reduce a
participar en las instituciones renunciando a la lucha de clases como el único
medio de conquistar avances y restaurar los derechos perdidos, nuestros adversarios
tendrán un margen tremendo para imponer sus políticas.
El “nuevo lenguaje” del PSOE y la
estrategia de ERC
La
votación parlamentaria de Pedro Sánchez como presidente y la conformación del
nuevo Gobierno no habrían sido posibles sin el apoyo de Esquerra Republicana
que durante más de un mes y medio ha negociado en secreto los términos del
mismo.
Objetivamente,
el PSOE y Pedro Sánchez después de que su estrategia en las elecciones del
pasado 10-N fracasara, y de que Ciudadanos fuese barrido de la escena, tuvieron
que desdecirse y apostar por un Gobierno de coalición buscando el apoyo de ERC.
Apostar por otra opción, como llegar a acuerdos con un PP cercado por la
extrema derecha, los habría conducido al suicidio político dejando el camino
abierto para un mayor avance de Vox.
Otros
factores han influido. La sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión
Europea (TJUE) introdujo más presión al cuestionar la farsa judicial seguida
por el Supremo contra el referéndum del 1-O y la sentencia que ha llevado a la
cárcel y al exilio a Oriol Junqueras, los Jordis o Puigdemont entre otros.
Además, Puigdemont y Toni Comín ya han conseguido su inmunidad como
parlamentarios europeos y la justicia belga ha suspendido las euroórdenes
contra ellos.
Esta
reprimenda de la justicia europea a una decisión judicial que respondía a la
estrategia represiva de la burguesía española, lejos de ser aprovechada por la
dirección de ERC para dar un salto adelante en la movilización y hacer efectivo
el mandato popular por la república del 1 de octubre, está siendo utilizada
como coartada para presentar el pacto con Pedro Sánchez como un triunfo de sus
tesis conciliadoras.
La
decisión del Consell Nacional de ERC dando vía libre a la abstención en la
investidura, intenta restablecer los puentes con el Estado y lograr, en una
mesa de negociación entre el Gobierno central y la Generalitat, una salida a la
crisis catalana mediante nuevas maniobras y la vuelta a la senda del
autonomismo.
Escuchando
a los portavoces del PSOE el cambio semántico puede aparecer llamativo, pero no
hay que engañarse. El contenido del pacto, que sólo propone un “diálogo abierto
sobre todas las propuestas presentadas” respetando “los principios que rigen el
ordenamiento jurídico democrático”, busca un fin no declarado pero que es
obvio: la desmovilización popular y ganar tiempo en el marasmo de un discusión
institucional que dará la espalda a las aspiraciones del pueblo catalán.
Lo más
sonado del acuerdo entre ERC y el PSOE es que incluye una “validación
democrática”, en forma de consulta o referéndum, de los resultados de la mesa
de negociación entre el Gobierno central y la Generalitat que se formará en un
plazo de quince días tras la constitución del nuevo Ejecutivo. Y este es el
quid de la cuestión. ¿En qué línea van a ir dichos acuerdos? Es más que
evidente que la actual dirección del PSOE jamás aceptará la república catalana
ni el derecho de autodeterminación. No lo hará por los lazos que le atan al
régimen del 78, al aparato del Estado y a la burguesía.
La
estrategia de retirada de ERC va mucho más allá de un apoyo puntual a la
investidura de Sánchez para no ser acusada de propiciar una tercera
convocatoria electoral y un posible Gobierno de la derecha españolista. Se
trata de un completo repliegue que choca frontalmente con los sectores más
avanzados del movimiento de liberación nacional, y será puesto en cuestión
cuando se vea que sus fines no sirven para hacer efectiva la república, sino
todo lo contrario.
La
dirección de ERC considera que este pacto, sumado a la salida de Oriol
Junqueras de la cárcel para recibir el acta de eurodiputado —alentada de una u
otra forma por el escrito de la Abogacía del Estado dirigido al Supremo— y el
posible acceso a una situación de semilibertad del resto de los presos
políticos a medio plazo, puede calmar los ánimos. Pero esos planes parecen no
tener en cuenta suficientemente la reacción de la judicatura franquista
—indignada por la sentencia europea y dispuesta incluso a inhabilitar al actual
president Torra—, ni la furiosa campaña que la derecha y la ultraderecha ya
están desatando acusando a Sánchez de “traidor” por capitular ante los
independentistas. También infravalora el nivel que ha alcanzado la movilización
popular en Catalunya y el avance en la conciencia de cientos de miles de
jóvenes y trabajadores que no están dispuestos a conformarse con humo.
¡Solo la movilización en las calles
frenará los recortes, conquistará derechos y derrotará a los franquistas!
Si no hay
sorpresas de última hora, en poco tiempo Pablo Iglesias, Irene Montero y
Alberto Garzón ocuparán la vicepresidencia y sendas carteras ministeriales,
compartirán secretos de Estado y decisiones trascendentales con Pedro Sánchez.
La idea de luchar por la república, la autodeterminación o el socialismo
quedará aplazada sine die.
Los
dirigentes de Unidas Podemos han asumido las reglas del juego. Ninguno de ellos
cuestiona el papel de Nadia Calviño, que desde el Ministerio de Economía
blindará la continuidad de las políticas que más beneficien al Ibex 35, a la
banca y a la UE. En cambio, para defender su nueva posición gubernamental
tendrán que intentar garantizar la paz social, y ya han empezado la tarea
oponiéndose a la huelga general del 30 de enero en Euskal Herria y aprobando
los presupuestos antisociales del PNV en el parlamento vasco.
En los
próximos meses muchas contradicciones asaltarán al nuevo Gobierno cuando trate
de cuadrar el círculo y entre en conflicto con su base social. La ingenuidad y
la confianza ciega han dejado lugar a otra actitud más crítica y consciente,
por lo menos entre capas importantes de la nueva generación de luchadores. Y
aunque muchos intentarán justificar lo injustificable, agarrándose a la amenaza
del “avance de la extrema derecha” —una amenaza muy real pero que solo se puede
combatir con la movilización de masas y la defensa de un programa socialista—,
la experiencia de estos últimos diez años no ha pasado en balde.
El mundo
también ha cambiado mucho y 2019 ha sido un buen ejemplo de ello. Las
rebeliones en Chile, Ecuador, Colombia, Argelia, Líbano, Iraq…, o la huelga
general de la clase obrera francesa contra la reforma de las pensiones que en
numerosos sectores se mantiene, muestran que existe la fuerza y la
determinación para enfrentar no solo a la extrema derecha y a las políticas
neoliberales, también para transformar la sociedad.
Pablo
Iglesias afirmó durante la presentación del programa de Gobierno que se abre
una etapa histórica, y aseguró que “el reto fundamental es convertir el sí se
puede en políticas activas de Gobierno”. Le tomamos la palabra.
Somos
conscientes de que al igual que ocurrió en los años treinta tras la proclamación
de la Segunda República, los trabajadores pasaremos por la escuela de un
Gobierno de la izquierda reformista en el contexto de una lucha de clases
salvaje. La derecha, la patronal, los grandes poderes capitalistas no van a dar
tregua e intentarán no solo sabotear cualquier medida progresista, también
exigirán que se cumplan al dictado todas sus exigencias confiando para ello en
el papel que siempre ha jugado la socialdemocracia.
Las
batallas que se avecinan serán duras y encarnizadas, pero crearán un terreno
fértil para que sectores más amplios, y no solo una pequeña vanguardia, se
sumen a la tarea de construir un partido de los trabajadores y la juventud con
el programa del marxismo revolucionario. No hay tiempo que perder.
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