jueves, 23 de enero de 2020

Los trabajos de cuidados no remunerados, eje de la desigualdad.


 Los trabajos de cuidados no remunerados, eje de la desigualdad.

 Según un estudio de Oxfam Intermón, el valor de las tareas no remuneradas que realizan las mujeres supera, cada año, los 10,8 billones de dólares.


ctxt 20/01/2020
Millones de horas diarias en ocupaciones no reconocidas ni recompensadas pero que son fundamentales para el bienestar y desarrollo social. Los trabajos del hogar siguen siendo los grandes olvidados del sistema económico mundial, hasta el punto de que se han convertido en uno de los motores impulsores de las brechas económicas y de género globales. Así lo denuncia un informe recién publicado por Oxfam Intermón, donde se calcula que el valor del trabajo de cuidados no remunerado que realizan las mujeres supera, cada año, los 10,8 billones de dólares, una cifra tres veces superior a la riqueza que genera la todopoderosa industria tecnológica global.
Al cambio, esto supone unas 12.500 millones de horas diarias dedicadas a tareas sin ningún tipo de contraprestación y que se traducen en unas cifras de inequidad laboral sonrojantes: cuatro de cada diez mujeres en edad de trabajar no forma parte de la mano de obra asalariada. En el caso de los hombres, el porcentaje apenas llega al 6%. 
Según la ONG, este sistema es uno de los principales motivos que explican las actuales cotas de desigualdad, donde una élite económica, correspondiente al 1% de la población y eminentemente masculina, cada vez acumula más riqueza. En el extremo contrario, se encuentran decenas de millones de personas, en su infinita mayoría mujeres, que realizan tareas domésticas y de cuidados sin contraprestación alguna o por sueldos de miseria.
De esta forma, y mientras los hombres poseen un 50% más de riqueza que las mujeres, apenas el 10% de las trabajadoras del hogar tienen un nivel de protección laboral similar al del resto de la fuerza laboral. Es decir, no cuentan con prestaciones básicas, como las que ofrece la Seguridad Social, ni con una normativa que regule las horas máximas que se realizan en cada jornada laboral. A nivel económico, solo la mitad de estas trabajadoras alcanzan sueldos equiparables al salario mínimo.
En España, por su parte, los sueldos de las personas que trabajan en el sector doméstico son un 60% más bajos que el salario medio bruto. Además, durante el año 2018 la población dedicó cerca de 130 millones de horas diarias solo en trabajos de cuidados no remunerados. Según cifras de la OIT, esto equivale a unos 16 millones de puestos de trabajo a jornada completa no reconocidos, con un valor cercano al 15% del PIB del país.  
Otro estudios y cálculos sitúan el valor total de los trabajos del hogar, que no son reconocidos laboralmente –cuidados, alimentación o limpieza–, en un 40% del PIB. Las mujeres, como en el resto del mundo, son las que soportan la mayor carga en estas tareas, ocupándose de hasta el 70% de las que se realizan en España.
Según Oxfam, la enorme desigualdad –tanto económica como de género– que produce la informalidad en la que aún viven sumergidos los cuidados podría solucionarse aplicando pequeñas exigencias fiscales a las capas más favorecidas del planeta. Los cálculos del informe apuntan a que bastaría solo un incremento del 0,5% en el impuesto que grava la riqueza del 1% de la población más rica para conseguir los fondos necesarios para formalizar y proteger 117 millones de puestos de trabajos de cuidados en sectores clave como la educación, la salud o la dependencia. 
Las cifras solo ponen de relieve esta necesidad: El 1% más rico de la población posee más del doble de riqueza que 6.900 millones de personas. Junto a esto, y en un contexto de envejecimiento poblacional y de recortes del gasto público, se calcula que para el año 2050 hasta 100 millones de personas mayores y otros tantos niños y niñas precisarán de asistencia y servicios de cuidados.
Ante esta situación, la ONG señala la urgencia de adoptar una legislación que proteja de forma efectiva los trabajos de cuidados –especialmente a través de los salarios–, así como la implantación de unos sistemas de atención nacionales que rompan los estereotipos de género y la enorme desproporción en el reparto de tareas. 

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