Los trabajos de cuidados no remunerados, eje de la
desigualdad.
Según un estudio de Oxfam Intermón, el valor de las
tareas no remuneradas que realizan las mujeres supera, cada año, los 10,8
billones de dólares.
ctxt 20/01/2020
Millones
de horas diarias en ocupaciones no reconocidas ni recompensadas pero que son fundamentales
para el bienestar y desarrollo social. Los trabajos del hogar siguen siendo los
grandes olvidados del sistema económico mundial, hasta el punto de que se han
convertido en uno de los motores impulsores de las brechas económicas y de
género globales. Así lo denuncia un informe recién publicado por Oxfam Intermón,
donde se calcula que el valor del trabajo de cuidados no remunerado que
realizan las mujeres supera, cada año, los 10,8 billones de dólares, una cifra
tres veces superior a la riqueza que genera la todopoderosa industria
tecnológica global.
Al cambio, esto supone unas 12.500 millones de horas
diarias dedicadas a tareas sin ningún tipo de contraprestación y que se
traducen en unas cifras de inequidad laboral sonrojantes: cuatro de cada diez
mujeres en edad de trabajar no forma parte de la mano de obra asalariada. En el
caso de los hombres, el porcentaje apenas llega al 6%.
Según la ONG, este sistema es uno de los principales
motivos que explican las actuales cotas de desigualdad, donde una élite
económica, correspondiente al 1% de la población y eminentemente masculina,
cada vez acumula más riqueza. En el extremo contrario, se encuentran decenas de
millones de personas, en su infinita mayoría mujeres, que realizan tareas
domésticas y de cuidados sin contraprestación alguna o por sueldos de miseria.
De esta forma, y mientras los hombres poseen un 50% más de
riqueza que las mujeres, apenas el 10% de las trabajadoras del hogar tienen un
nivel de protección laboral similar al del resto de la fuerza laboral. Es
decir, no cuentan con prestaciones básicas, como las que ofrece la Seguridad
Social, ni con una normativa que regule las horas máximas que se realizan en
cada jornada laboral. A nivel económico, solo la mitad de estas trabajadoras
alcanzan sueldos equiparables al salario mínimo.
En España, por su parte, los sueldos de las personas que trabajan en el sector
doméstico son un 60% más bajos que el salario medio bruto.
Además, durante el año 2018 la población dedicó cerca de 130 millones de horas
diarias solo en trabajos de cuidados no remunerados. Según cifras de la OIT,
esto equivale a unos 16 millones de puestos de trabajo a jornada completa no
reconocidos, con un valor cercano al 15% del PIB del país.
Otro estudios y cálculos sitúan el valor total de
los trabajos del hogar, que no son reconocidos laboralmente –cuidados,
alimentación o limpieza–, en un 40% del PIB. Las mujeres, como en el resto del
mundo, son las que soportan la mayor carga en estas tareas, ocupándose de hasta
el 70% de las que se realizan en España.
Según Oxfam, la enorme desigualdad –tanto económica como de
género– que produce la informalidad en la que aún viven sumergidos los cuidados
podría solucionarse aplicando pequeñas exigencias fiscales a las capas más
favorecidas del planeta. Los cálculos del informe apuntan a que bastaría solo
un incremento del 0,5% en el impuesto que grava la riqueza del 1% de la
población más rica para conseguir los fondos necesarios para formalizar y
proteger 117 millones de puestos de trabajos de cuidados en sectores clave como
la educación, la salud o la dependencia.
Las cifras solo ponen de relieve esta necesidad: El 1% más
rico de la población posee más del doble de riqueza que 6.900 millones de
personas. Junto a esto, y en un contexto de envejecimiento poblacional y de recortes
del gasto público, se calcula que para el año 2050 hasta 100 millones de
personas mayores y otros tantos niños y niñas precisarán de asistencia y
servicios de cuidados.
Ante esta situación, la ONG señala la urgencia de adoptar
una legislación que proteja de forma efectiva los trabajos de cuidados
–especialmente a través de los salarios–, así como la implantación de unos
sistemas de atención nacionales que rompan los estereotipos de género y la
enorme desproporción en el reparto de tareas.
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