25A y cómo no hacer las cosas.
Es cierto, sí, que pasamos por encima del miedo y no sólo al de ser
agredid@ y/o detenid@, sino al de poder perder el trabajo, al de poder
perder esa “calma chicha” tan complaciente y desestabilizar aún más la
precaria economía familiar con nuestra posible y no deseada ausencia.
Nunca antes se había levantado tan alto el listón y se había obtenido tan poca participación, como en este 25 de Abril.
Se podría decir que los pocos miles (no más de 4 ó 5.000) que
estábamos en Neptuno “valíamos” por miles y miles, ya que pese a lo
explícito de la convocatoria respecto a la defensa activa, pese a la
represión y presión policial, la gente que nos congregamos allí, pasamos
por encima de todo eso y de mucho más. Much@s lo hicimos lisa y llanamente porque estamos hart@s, por dignidad, en el sentido más literal y estricto: por nuestra dignidad.
Y es cierto, sí, que pasamos por encima del miedo y no sólo al de
ser agredid@ y/o detenid@, sino al de poder perder el trabajo, al de
poder perder esa “calma chicha” tan complaciente y desestabilizar aún
más la precaria economía familiar con nuestra posible y no deseada
ausencia.
Pero pensar que valíamos por “much@s” es un tremendo error. Porque,
en la calle, o se está o no se está y no vale decir que cada un@ vale
por mil porque no es cierto, porque sólo lo es “virtualmente”, y eso
sirve de bien poco cuando se trata de defender tu piel, con manos, uñas y
dientes, porque si no hay manos, uñas y dientes… no hay nada.
Tremendo error sí, como el de considerar que sólo con un buen
discurso, sólo con un buen ideario como el de la Plataforma ¡En Pie! se
gana una batalla. Tremendo error, ¡sí!, como el de considerar que sólo
en el marco de las redes sociales se puede ganar una cruzada.
Cuando nos encontramos con la mini “columna” de la Coordinadora 25S
que venía de Sol, me quedaron ya pocas dudas de que mi ingenuidad, se
había superado a sí misma, porque esperaba alguna sorpresa que no
estuviera en el guión. Pero no, ya en ese momento estuvo claro que no
iba a haber sorpresas. La única que hubo y para mí, de verdad que fue
patética, fue ver desde lo alto de la fuente, que los prodisturbios que
ya llevaban las defensas puestas cuando estábamos en la vallas, no se
calzaron los cascos. No lo hicieron, no, porque no hacía falta. (Si no
lo entendéis, no os lo voy a explicar.)
Previamente al encuentro en Neptuno, recorrimos los puntos de
“acercamiento” al Congreso desde Atocha hasta Sol, para poder así tener
una mejor imagen de conjunto de cómo estaba el ambiente y de qué es lo
que estaba sucediendo… Pero nada de nada encontramos, ni rastro de las
supuestas “columnas de asalto”. En su lugar, los prodisturbios montaban
estrictos controles a pie de calle que obligaban a darse la vuelta y
“aligerar peso” a quien pudiera considerarse sospechos@ de ser detenid@.
Pararon delante de nosotros a un hombre de unos 70 años que llevaba una
Republicana y le instaron a que pegase dos tragos de la botella de agua
que llevaba…
Pese al enunciado de la convocatoria –en el que no voy a entrar–,
esta acción no se planteaba en ningún momento como violenta, sino de
autodefensa activa y consciente ante una posible represión policial. Es
decir: la protesta pretendía evidenciar la “necesidad” de que este
bandido Gobierno se vaya, y de cambiar el sistema de participación
ciudadana empezando por sustituir la Ley Electoral y la Constitución,
para que se puedan establecer las bases para un profundo cambio social.
Se llamaba por primera vez a nivel estatal a hacerlo de otra manera:
ejerciendo nuestra legítima defensa, si llegaba el caso y sólo si era
estrictamente necesario.
La inmensa mayoría de la gente que estábamos en Neptuno, éramos
gente normal, demasiado normal para mí (tengo que decirlo). Eso me llamó
la atención, porque pensaba encontrarme a una multitud enfurecida de
“elegid@s” y lo que me encontré fueron a personas, de todas las edades,
de todos los sexos, de todas las pintas, y en vez de furia, sólo había
indignación, hartazgo, pero de Leones y Leonas… nada de nada. Era una
situación extraña, peculiar, porque la mayoría de la gente normal estaba
claro que se había quedado en casa, pero parecía que se habían puesto
de acuerdo para enviar a Neptuno a una representación de tod@s ell@s.
La gente quería estar de otra manera. Quería manifestarse con dignidad sin ser apalead@s por
ello. De alguna manera eso flotaba en el ambiente. No sé. Ese silencio,
esa solemnidad que hubo en muchos momentos denotaba que la gente estaba
allí de otra forma, con otra actitud. Pero no había ningún tipo de
organización y éramos poquísima gente, para sin ella, poder ofrecer
alguna resistencia si se daba el caso. ¡En Pie!, por segunda vez, no
había salido del teclado de algún cómodo sofá desde donde saldría el
magnífico discurso, los papeles de la clave de su derrota: papeles
mojados, sin cuerpo ni alma. Porque las redes sociales pueden facilitar y
agilizar el trabajo de calle, pero nunca podrán sustituirlo, y si este
no existe (como evidentemente ha pasado en este caso) el resultado de
todo será un “0” patatero.
Hay que arriesgar la piel, y estar donde está la gente. Y allí, de
manera natural enseñar otras opciones, otras formas, otros objetivos…
Pero hay que estar allí, donde se bate el cobre de verdad porque es
donde la gente aprende, donde la gente se educa. Y hay que estar ahí con
la certeza de que si no estamos, los otros y otras sí que van a estar.
Como siempre hay que trabajar en la calle, de abajo arriba y a lo ancho y
a lo largo. Porque amig@s: lo que un@ no ve, se va a quedar por ver.
Paralelamente a eso, tienen que irse formando redes de autodefensa
que inevitablemente saldrán de una manera natural como siempre lo han
hecho, siempre que se ha puesto cabeza y energía y tiempo para ello.
Veinte minutos antes de que se tirasen las vallas en Neptuno,
decidí que ya había visto bastante, que permanecer allí no tenía
sentido, que todo el pescado estaba vendido y que mejor marcharse a
casa, para reflexionar y continuar. Supe, como una predicción
matemática, que se iban a producir cargas, y que éstas no serían el
resultado de ninguna provocación o infiltración, sino de una orden.
Y así sucedió. Y la gente corrió despavorida… porque no había nada
ni nadie con qué hacerles frente. Porque no había más que lo que se
veía, y lo que no se veía, simplemente no existía. Tan sólo hubo algunos
golpes de mano en calles donde sí era efectivo hacerles frente y
descolocarlos, como de hecho ocurrió, y hay que tomar nota de ello.
Mientras todo esto ocurría, aprovechando que el grueso policial estaba en el Congreso, l@s afectad@s
por las Preferentes, cortaron la Gran Vía. Y con poca gente, pero
organizad@s, consiguieron lo que se proponían, cosa que evidentemente,
no ocurrió en Neptuno. ¡Ojo al parche!
Sólo quiero añadir una última cosa: después de llevar cuatro años
con el puto Facebook puedo afirmar, que para mucha gente, sólo sirve
para desfogarse de mala manera y sustituir para quien así lo emplea, el
trabajo imprescindible en la calle.
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