Con
el 99,17% de los votos contados el Consejo Nacional Electoral (CNE) anunciaba
los resultados de las elecciones presidenciales del 14 de Abril. Nicolás
Maduro, candidato de las fuerzas revolucionarias agrupadas en el PSUV y el Gran
Polo Patriótico, se imponía con 7.559.349 votos (50,75%) frente a 7.296.876
(48,98%) del candidato contrarrevolucionario Enrique Capriles Radonsky. La
participación fue del 79,8%, ligeramente inferior a la de las últimas
presidenciales del 7 de Octubre de 2012.
Movilizar y armar a la milicia y al pueblo para derrotar la ofensiva
fascista
Capriles se ha negado a aceptar su derrota y ha
llamado a la desestabilización. A lo largo del día lunes, grupos fascistas de
oposición han atacado locales del PSUV, Centros de Diagnóstico Integral (CDI) y
otros servicios públicos y hasta el momento cuatro militantes del PSUV han sido
asesinados.
La primera
conclusión de las elecciones del 14-A (y la primera tarea para los
revolucionarios) es defender la voluntad mayoritaria del pueblo, expresada en
la victoria de Nicolás Maduro. Debemos movilizarnos masivamente en la calle
para derrotar este nuevo intento de la contrarrevolución de torcer y desconocer
la voluntad popular. Hacer la más mínima concesión al chantaje
contrarrevolucionario, mostrarse tibios o dubitativos con sus maniobras
desestabilizadoras, amenazas y agresiones sería un grave error. Toda la
experiencia histórica demuestra que a los fascistas hay que pararlos de raíz y
mediante la acción consciente y la movilización y organización de la clasee
obrera y el pueblo.
Como plantea el volante editado por la CMR, “es necesario armar a la
milicia, la clase obrera y al pueblo” para proteger los locales y conquistas de
la revolución de la arremetida fascista y defender la revolución. Junto a ello
es necesario tomar medidas decisivas para derrotar la guerra económica que,
como en repetidas ocasiones ha denunciado Nicolás Maduro, la burguesía viene
organizando desde hace tiempo contra el pueblo. El primer objetivo de esta
guerra económica era desmoralizar a sectores de las masas para provocar un
resultado lo más ajustado posible el 14-A y pasar a la ofensiva contra la
revolución, como están intentando ahora.
Esta es la segunda conclusión de la jornada electoral
del 14-A: debemos analizar los resultados electorales, más ajustados de lo
esperado, para sacar las conclusiones prácticas necesarias y cambiar la
tendencia de los últimos años, en la que la diferencia en votos entre la
revolución y la contrarrevolución se ha acortado de forma alarmante. Esto es
más urgente y necesario si cabe a causa de lo inesperado de estos resultados
para millones de activistas y militantes revolucionarios ya que, en las
movilizaciones de calle de fin de campaña de oposición y chavismo la diferencia
en cuanto a capacidad de movilización popular fue claramente favorable a la
revolución.
¿Por qué varios millones que votaron chavista en anteriores elecciones
se abstienen o votan por la oposición?
Los marxistas de la CMR hemos venido explicando desde la derrota en
el referéndum de la reforma constitucional y en todas las elecciones
posteriores que no es una política revolucionaria cerrar los ojos ante el hecho
de que la diferencia electoral entre revolución y contrarrevolución se ha
venido acortando, y que lo más alarmante de ello es que esta tendencia se
producía allí donde el PSUV y el resto de fuerzas revolucionarias tenemos nuestra
base social: en los barrios obreros y populares.
Esta tendencia, que en el referéndum de la reforma
2007 se expresó fundamentalmente en que alrededor de tres millones de votos
chavistas se iban a la abstención, se ha agravado en estos últimos años y especialmente
durante los últimos meses. Una parte significativa de los votos desencantados
con la revolución ya no sólo van a la abstención sino que votan por la
oposición. Esto representa un grave peligro, reversible, pero que exige
reconocer claramente el problema y dar un giro drástico a la izquierda para
buscarle solución.
Desde
el 7 de Octubre la contrarrevolución gana 705.572 votos mientras el apoyo al
candidato de la revolución se recorta en 631.783. Las causas de esta erosión en
el apoyo electoral a la revolución no es la movilización de la clase media ni
mucho menos que haya 7 millones de contrarrevolucionarios sino que un sector
creciente de las masas que en otros momentos votó por Chávez y la revolución (y
seguramente un sector también significativo de nuevos votantes), cansados de
que no se resuelvan toda una serie de graves problemas, ha empezado a caer en
el escepticismo, el desencanto y la desmoralización. Una parte de este
electorado, sobre todo el más joven, no recuerda ya la IV República e
incluso ve muy lejano el golpe de abril de 2002. Ha vivido buena
parte de su vida consciente bajo la revolución y responsabilizan al gobierno
bolivariano de lacras capitalistas que lamentablemente se mantienen, como la
inseguridad, la inflación o la corrupción.
Aunque en estos 14 años de revolución ha habido
avances indudables en la reducción de la pobreza, la ampliación de la
asistencia sanitaria o la educación publica y otros muchos aspectos, la mayoría
de estos avances no se han culminado todavía en una solución definitiva y
concluyente a los problemas citados. Las conquistas de la revolución,
innegables, siguen estando muy lejos de lo que las masas esperan y necesitan.
La desmoralización e impaciencia que esto produce se ve agravada por el
discurso triunfalista de la mayoría de dirigentes y los medios de comunicación
del estado. Se ha hecho habitual decir que vivimos en socialismo, cuando
sufrimos muchas de las lacras del capitalismo: inflación y subida de precios,
desabastecimiento, tercerización en el puesto de trabajo, corrupción,
inseguridad…En realidad, la transición del capitalismo al socialsmo, que sólo
puede iniciarse con la expropiación de los medios de producción y la
sustitución del estado burgués por un genuino estado revolucionario dirigido
por los trabajadores y el pueblo, ni siquiera ha comenzado.
La inflación y el desabastecimiento que generan el capitalismo y la
burocracia suponen un golpe a la moral de las masas
El problema de la inflación y las subidas de precios
ha tenido, con toda seguridad, un impacto decisivo en los resultados
electorales del 14-A. En febrero, a escasos meses de las elecciones, el
gobierno devaluó el bolívar nuevamente, esta vez un 45%. Con ello buscaba
convertir los dólares del ingreso petrolero en más bolívares que permitiesen
mantener el gasto publico sin tener ni que afrontar ni recortes sociales (que
es lo que está haciendo la derecha en todo el mundo y lo que haría antes o
después Capriles, a pesar de sus cínicas promesas y mentiras si llegase al
poder) ni nacionalizar bajo control obrero y popular la banca y grandes empresas
(que es lo que, como marxistas del PSUV, pensamos nosotros que se debería
hacer, y por lo que seguiremos luchando).
El
resultado de la devaluación –como también explicamos los marxistas que pasaría-
ha sido un incremento espectacular de los precios que se une a los que ya se
vienen acumulando durante los últimos años. De 2010 a hoy la inflación ha
acumulado más de un 100% de incremento que en el caso de los alimentos básicos
es aún mayor. Las cifras oficiales intentan obviar esta realidad incluyendo los
precios subvencionados del MERCAL o PDVAL, pero estos no llegan a sectores muy
amplios de la población o lo hacen insuficientemente. Las declaraciones de
ministros y dirigentes del PSUV diciendo que la devaluación no significaría
subidas de precios, cuando los precios de distintos bienes y productos ya
habían subido hasta un 40 o 50%, han alejado aún más a un sector ya descontento
y desanimado de las masas populares que en otros momentos nos votaba y esta
vez, cansado y molesto, se abstuvo o votó a la oposición.
Mientras no se establezca el monopolio estatal del
comercio exterior, de modo que sea el estado -bajo el control de los
trabajadores y el pueblo- quien se encargue de exportar e importar todos los
productos será imposible poner coto a la especulación. A ello hay que unir la
estatización de la banca y las grandes empresas y la sustitución del actual
estado por otro basado en el control de los trabajadores, la elegibilidad y
revocabilidad de los cargos y que ninguno cobre más que el salario de un obrero
cualificado. De este modo se garantizaría que se incrementan los ingresos del
estado y que los gastos son de verdad los que el pueblo y la revolución
necesitamos y no los que la corrupción e ineficiencia de la burocracia generan.
Junto al problema de la inflación el del
desabastecimiento (que ya jugara un papel importante en la derrota del
referéndum de la reforma constitucional en 2007) ha vuelto a hacerse notar. El
propio Nicolás Maduro denunció este sabotaje.“La burguesía comercial está pretendiendo una especie de
guerra económica contra el pueblo, y una de sus estrategias es provocar el
desabastecimiento de productos básicos” (AVN, 01/02/13) Ante esta situación
planteó correctamente que la defensa de la soberanía alimentaria es “una tarea
de miles, de millones y todos tenemos que estar interesados sinceramente en que
los venezolanos tengamos alimentos de calidad y que nadie sabotee la
alimentación y la vida de nuestro pueblo” (AVN, 02/02/13) Pero hasta el
momento no se han tomado medidas decisivas contra este saboteo de la
oligarquía.
A todos los problemas mencionados se unen otros como
los altos índices de inseguridad ,especialmente en los barrios (resultado de
que la pobreza y las desigualdades -aunque reducidas durante estos últimos
años- siguen golpeando a amplios sectores de las masas). La corrupción, la
tercerización o el déficit habitacional también han sido utilizados
demagógicamente con éxito en su campaña por la oposición.
Los límites y contradicciones de las políticas reformistas
Este
último punto, la vivienda, es bastante significativo acerca de esto que decimos
de que incluso los avances que ha llevado a cabo la revolución son
insuficientes en relación a las necesidades de las masas y el desastre generado
por el parasitismo de los capitalistas venezolanos. Por primera vez a lo largo
de estos 13 años de revolución, la Gran Misión Vivienda ha construido una cantidad
significativa de viviendas: alrededor de 400.000 en los últimos dos años. Sin
embargo, el déficit habitacional acumulado es tan grande (se habla de hasta 3
millones de viviendas o más) que, pese al esfuerzo realizado, millones de
personas siguen viviendo hacinados en ranchos o viviendas en condiciones
precarias o peligrosas, obligados a alquilar a precios desorbitados
habitaciones (ni siquiera apartamentos enteros), etc.
A ello se une que la construcción de viviendas se está
realizando de la mano de un sector privado, nacional o generalmente extranjero,
de supuestos “países amigos” como Bioelorrusia, China, Irán que actúan como
siempre hacen los empresarios, sean de donde sean: buscando el máximo beneficio
sin importarle nada más. Otro factor que genera descontento son las dudas y
falta de transparencia y control por parte de los afectados sobre los
mecanismos que permiten acceder a esas viviendas. Todo ello genera una lógica
impaciencia y malestar entre sectores que llevan años esperando que la
revolución solucione su problema habitacional pero a día de hoy siguen
habitando el mismo lugar que al principio de la revolución y sin una solución
definitiva y a corto plazo.
El problema de la vivienda sólo se puede solucionar
acelerando la construcción de viviendas por parte del estado a través de una
gran empresa pública de construcción (idea propuesta por el propio presidente
Chávez en 2010) que funcione bajo control de sus trabajadores, donde se
integren todas las fases constructivas desde la elaboración de los proyectos
hasta la construcción final, actuando en colaboración directa con los consejos
comunales y coordinando con las empresas públicas fabricantes de materiales de
construcción, que también deberían pasar al control de los trabajadores que
laboran en ellas. Esto, además de mejorar los rendimientos de construcción y
abaratar los costos de las viviendas, permitiría reactivar la economía sobre
bases reales. A lo anterior habría que acompañarlo con otras medidas decisivas
como la expropiación de la banca y las grandes empresas que aún se encuentran
en manos de los capitalistas.
Lo mismo que afirmábamos anteriormente en relación al
déficit habitacional puede decirse de la tercerización. La aprobación de la nueva
Ley Organica del Trabajo generó expectativas de que este y otros problemas que
sufrimos los trabajadores empezasen a encontrar solución. Finalmente, como
también explicamos, aunque la
LOTTT incluye toda una serie de avances (como el de prohibir
la tercerización y otros) el problema es que, además de que no recoge toda otra
serie de reivindicaciones importantes, se planteó un año de plazo para que
muchos de los aspectos más favorables a los trabajadores sean aplicados. Pero
incluso el cumplimiento de esos aspectos no está claro ya que mientras se
mantenga la propiedad de las empresas en manos capitalistas y el estado no esté
dirigido por los trabajadores y el pueblo sino por la burocracia, los
empresarios y los propios presidentes, directores y gerentes que dirigen muchas
empresas e instituciones públicas incumplen la Ley del Trabajo.
Junto a todo lo dicho, otro de los aspectos que más
daño están haciendo a la revolución, y que ha tenido un efecto importante sobre
la moral de sectores que votaban chavista, es la política antiobrera y
antisindical que aplican en muchas empresas públicas o nacionalizadas gerentes
y directores que se visten de rojo y se dicen revolucionarios o socialistas,
así como la propia burocracia del Ministerio e Inspectorías de Trabajo. Casos
como el de MMC, donde se despide a los trabajadores y se falla a favor de la
multinacional son cada vez más la norma y no la excepción.
A todo lo anterior se une la lacra de la corrupción,
otro problema que siempre ha existido en el estado venezolano y es
consustancial al capitalismo pero que ya desde 2004, cuando el presidente
Chávez llamó a hacer “la revolución dentro de la revolución”, las masas esperan
que desaparezca y se ha agravado. En empresas públicas o nacionalizadas como
SIDOR, y otras muchas los trabajadores han venido luchando durante los últimos
años tanto por sus derechos como contra la corrupción de gerentes y burócratas
pero la respuesta que se han encontrado en muchos casos es ser tachados
calumniosamente de “escuálidos” o “demasiado radicales”.
Así las cosas, la burguesía y su candidato Capriles
han tenido más fácil que en otros momentos llegar con su cínica pero efectiva
campaña de demagogia a los sectores más desmoralizados y desanimados de las
masas.
La campaña de la contrarrevolución sólo ha podido avanzar por la
ausencia de una respuesta revolucionaria consecuente.
Durante
su campaña Capriles se ha centrado en meter en un mismo saco todos estos
problemas, lanzarlos una y otra vez con la ayuda de sus medios de comunicación
a las masas y prometer soluciones a los mismos (incluso sabiendo que muchas de
esas promesas contradecían su verdadero programa, el cual mantienen en
secreto). Frente a la subida por tramos de un 40% de los salarios (y
dependiendo de la inflación a final de año), que propuso Maduro, Capriles
prometió que su primer decreto sería una subida inmediata de salario del 45%.
Otro punto en el que machacó un día si y otro también el candidato burgués,
además de la inseguridad, fue el ya comentado de la corrupción. La referencia a
los “enchufados” aunque demagógica (y más viniendo de quien viene, aquellos que
bajo la IV República
enchufaban más que nadie) ha llegado a los sectores menos ideologizados y más
descontentos de las masas.
Este es un punto importante. Un sector de activistas
revolucionarios puede decir: “Okay, pero, aunque haya todas estas
contradicciones dentro de la revolución ¿Cómo puede haber gente en los barrios
populares, familiares, amigos de uno, que voten a un contrarrevolucionario y
burgués como Capriles? Y más cuando Chávez acaba de dejarnos”
Este es un aspecto importante porque, como
revolucionarios, siempre debemos recordar una frase que acuñó el filósofo
Spinoza y que le gustaba repetir a marxistas como Lenin y Trotsky. “Ni reír, ni
llorar, comprender porque se da tal o cual fenómeno”, para de ese modo por
intervenir sobre el y cambiarlo.
Un punto clave que debe comprender cualquier militante
revolucionario en Venezuela es que en el seno de los explotados hay diferentes
capas. Estas capas están cambiando constantemente. Cuando unas entran en lucha
y a través de su experiencia sacan conclusiones avanzadas, otras pueden empezar
a sacar conclusiones negativas o atrasadas y caer en la desesperación. En
general, una característica de una situación revolucionaria es que las
conclusiones revolucionarias de las masas tienden a unificarse. Pero si la
dirección revolucionaria no aprovecha ese momento –que por sus propias
características no puede prolongarse indefinidamente- para llevar la revolución
hasta el final y resolver los problemas de sus bases de modo concluyente entre
sectores del propio pueblo cunde la desmoralización. La idea de que “tanta
movilización y tanto discurso socialista no sirve para nada”, inicialmente minoritaria,
puede crecer.
El discurso de Capriles apelaba
constantemente a ese escepcticismo. El primer objetivo de la contrarrevolución
siempre es matar la ilusión y la esperanza entre sectores de las masas, pero
sólo pueden lograrlo si hay un apolítica dubitativa, pasiva o tibia por parte
de la dirección. El mensaje de los contrarrevolucionarios es simple e hipócrita
pero cae sobre un terreno abonado por el sabotaje capitalista y burocrático. Es
algo que hemos visto darse una y otra vez en diferentes revoluciones, sobre
todo cuando estas ya tenían un tiempo y no habían logrado resolver problemas
importantes para sectores significativos de la población.
El ex vicepresidente sandinista Sergio Ramírez en su
libro “Adiós muchachos”, analizando la derrota electoral de 1990 explica como
sectores campesinos que habían apoyado historicamente a la guerrilla acabaron
en las filas de la contrarrevolución: "La revolución al violar la más
sagrada de sus promesas (dar la tierra a los campesinos y acabar con el
latifundio) producía el primero de sus grandes desencantos. Las cooperativas
cayeron bajo los ataques de los contras, determinados a destruirlas, pero muchos
campesinos sin tierra se fueron a la guerra con ellos o se convirtieron en su
base de apoyo (...). Familias enteras que habían colaborado con los sandinistas
en los santuarios de la guerrilla y habían sido reprimidas brutalmente por
Somoza (...) daban ahora protección y auxilio a la contra. Y el discurso de la
contra, lejos de complicaciones teóricas, era insidioso pero simple: te quieren
quitar tu libertad, quieren quitarte a tus hijos, quieren quitarte tu religión,
vas a tener que venderles tus cosechas sólo a ellos, y la poca tierra que tenés
te la van a quitar, y si no la tenés, nunca te la van a dar en propiedad".
La revolución sigue siendo mucho más fuerte que la contrarrevolución. ¡Aprovechemos
esa fuerza para llevar la revolución hasta el final!
Uno de los elementos que más llama la atención de este proceso electoral
es la gran contradicción entre el ambiente de euforia, entrega y voluntad
inequívoca de luchar hasta el final que respiramos todos los que participamos
en la marcha de fin de campaña del 11 de abril (una de las más masivas y
militantes de todo el proceso revolucionario–dónde se veía la clara
superioridad de fuerzas que sigue teniendo en la calle la revolución-) y el margen
tan estrecho expresado en las urnas la noche electoral.
Como
siempre ha explicado el marxismo, el terreno electoral no es el más favorable
para la revolución. Aparentemente, la experiencia de Venezuela en los últimos
años parece contradecir esto pero en realidad no es así. La correlación de
fuerzas, especialmente tras las victorias de 2002, 2003 y 2004, ha sido tan
favorable a la revolución que incluso en los votos esta se ha manifestado con
total claridad. Con todo, la diferencia a favor de la revolución siempre ha
sido mucho mayor en la calle, como muestran los centenares de marchas de la
marea roja. En las elecciones de la democracia burguesa vale lo mismo el voto
de un sindicalista revolucionario o un luchador social de un barrio, un líder
popular que moviliza a centenares o miles de trabajadores, que el de un pequeño
propietario que no sale de su urbanización o el de una persona atrasada
políticamente, que no participan activamente en política, nunca va a una
marcha, etc.
La clave de la revolución está en que la vanguardia, esos millones que
en Venezuela fuimos a despedir a Chávez y juramos convertirnos en garantes de
su legado y motores de esta revolución, ganemos para nuestra causa al resto de
las masas. Para ello debemos empezar por esos sectores cuyos intereses
objetivos deben estar (y hasta el momento han estado) con la revolución pero
que a causa de no ver una solución rápida a los problemas que les acucian (como
consecuencia del burocratismo, el mantenimiento del capitalismo) empiezan a
dudar si “eso de la revolución y el socialismo” vale la pena y tiene algo que
ver con ellos.
La primera idea que debemos plantear los activistas más conscientes de la JPSUV y el PSUV es que la
fuerza que vivimos y sentimos el 11 de abril, cuando una marea roja desbordó
siete de las principales avenidas caraqueñas y más, dejando en evidencia el
cierre de campaña de la contrarrevolución, refleja mucho mejor que los
resultados electorales del 14-A la verdadera correlación de fuerzas entre las
clases. Esa es la verdadera medida de la fuerza de la revolución. Refleja que
en la calle, en las fábricas, los barrios, la correlación de fuerzas sigue
siendo claramente favorable a la revolución. Si esa fuerza se pusiese en marcha
entorno a un programa de lucha y un plan claro para expropiar a los
capitalistas que sabotean la revolución organizando el desabastecimiento y
especulando con los precios, si esa fuerza se emplease para sustituir el actual
estado (que sigue manteniendo una estructura capitalista que permite el
desarrollo del burocratismo y la corrupción) por un estado dirigido por los
trabajadores y el pueblo la contrarrevolución sería barrida de un plumazo. Ese
sería el mejor modo también, en realidad el único, de mostrar a los sectores a
los que la combinación del sabotaje capitalista y la quinta columna burocrática
con la demagogia han logrado confundir y desmoralizar, que el socialismo y la
revolución supone una mejora real y concreta en sus vidas.
¿Cómo recuperar a los sectores populares que han votado por la
oposición?
Pero ¿a quienes de los que han votado en estas elecciones por la
oposición contrarrevolucionaria o se han abstenido podemos y debemos ganar y
cómo hacerlo? Durante esta campaña la orientación predominante en la dirección
del PSUV ha sido la de ganar a la clase media con el discurso de un país ideal
y con la participación en los actos de figuras de la farándula, deportistas,
etc. Si este tipo de figuras son ganadas sobre la base de una política
revolucionaria como la que hemos planteado, bien, pero no es lo más habitual.
En todo caso, no debe ser ese el eje de la campaña. Durante esta campaña,
incluso en zonas de mayoría escuálida, por cada punto azul de la campaña de
Capriles había varios puntos rojos chavistas. El enorme caudal de fuerza
revolucionaria existente en las bases del PSUV y demás partidos del Gran Polo
patriótico se ha visto en la organización de estos miles de puntos rojos pero
el que este esfuerzo se haya orientado fundamentalmente a intentar captar a la
clase media de las zonas ricas en lugar de asegurar en primer lugar a aquellos
sectores populares descontentos con la revolución refleja que no se comprende
donde esta la causa principal de que la ventaja electoral entre la revolución y
la contrarrevolución se haya acortado.
El
primer punto no es ganar a la clase media (y menos diciéndole que todo va bien)
sino garantizar el apoyo de nuestra base social, empezando por los sectores más
desmoralizados mediante la resolución de todos los problemas y contradicciones
que hemos analizado. Pero a estos sectores no los ganaremos sólo ni
fundamentalmente con palabras y promesas sino con hechos. De hecho, pese a que
se trataba de un momento de gran sensibilidad y emblemático para la revolución,
el fallecimiento de Chávez -que sí ha galvanizado una fuerza social importante
-decisiva como hemos dicho a la hora de defender la revolución en la calle, las
fábricas y los barrios- no ha sido suficiente para movilizar a todos aquellos
que alguna vez votaron por la revolución o confiaron en ella y ahora han caído
en el escepticismo y la desmoralización. Han podido más la inflación y el
desabastecimiento, la falta de respuestas concretas a sus problemas, el
descontento con la inseguridad o la corrupción…Sólo resolviendo estos problemas
y de forma urgente será posible recuperar a la mayor parte de estos votantes y
convertirlos en más fuerza para la revolución.
Ganar a esos sectores también es el mejor camino para dividir en líneas
de clase a las capas medias. La pequeña burguesía es una clase que en sus
estratos superiores tiende a acercarse a la burguesía y en los inferiores -que
son la mayoría- a la clase obrera y las demás capas explotadas de la población.
Eso significa que no se las puede ganar cediendo en el terreno político e
ideológico, moderando el discurso, presentando una imagen idílica del país,
etc. El único camino para ganar a la mayoría de las capas medias y aislar a sus
sectores más reaccionarios es demostrarles sin ningún género de dudas que la
dirección revolucionaria está dispuesta a ir hasta el final y tomando las
medidas prácticas que les demuestren que “el socialismo va sí o si” y que, de
paso, medidas socialistas como la nacionalización de los bancos y grandes
empresas monopolísticas bajo control obrero o el monopolio estatal del comercio
exterior, lejos de perjudicarles, suponen un beneficio directo también para
ellos.
Tras los resultados del 14-A y el intento de la contrarrevolución de
aprovechar los mismos para recuperar la iniciativa, las bases revolucionarias
debemos organizarnos y movilizarnos. En primer lugar para derrotar cualquier
intento de desestabilización, guarimba o sabotaje pero sobre todo para tomar
realmente el control de la economía y de la sociedad, derrotar a los
capitalistas y quinta columna y construir una economía y un estado
verdaderamente socialistas gestionados por la clase obrera y el pueblo a través
de asambleas, delegados elegidos y revocables, consejos de trabajadores,
sindicatos clasistas, consejos comunales, etc. El sabotaje y desestabilización
no es que van a venir, están en marcha ya (y los resultados de la propia noche
electoral son una expresión de ello). Contra la guerra económica de los
capitalistas no bastan las amenazas y discursos, hay que organizar comités en
cada centro de trabajo y cada barrio comités contra el sabotaje y la
especulación y en defensa de la revolución y que estos se encarguen de
organizar lucha contra el desabastecimiento y la toma de todas las empresas.
Los dirigentes de la UNETE
deben presentar a la CSBT,
PSUV, JPSUV y GPP un plan y programa de lucha unitarios para hacer irreversible
la revolución
Los
dirigentes del movimiento obrero, de la UNETE y la CSBT, tienen que tomar la iniciativa en este
sentido y llamar a conformar dichos comités en defensa de la revolución. Los
marxistas de la CMR
proponemos a la dirección de la
UNETE que llame urgentemente a la dirección de la CSBT a organizar una reunión
nacional para aprobar un plan de lucha unitario y para presentar el programa de
lucha que proponemos los trabajadores para hacer irreversible la revolución al
compañero Nicolás Maduro y al conjunto del PSUV y del GPP. El primer paso en
nuestra opinión debe ser una marcha unitaria este 1 de Mayo, una asamblea
unitaria de trabajadores y trabajadoras de sindicatos clasistas, consejos de trabajadores,
movimientos por el control obrero, delegados de prevención y salud laboral en
junio y la convocatoria antes de las elecciones municipales de una gran marcha
nacional de trabajadores para presentar nuestras propuestas al conjunto del
pueblo revolucionario.
Si las enormes ganas de luchar y movilizarnos que los militantes del
PSUV, la JPSUV,
la UNETE y la CSBT hemos demostrado durante
los últimos años, en la marcha del 4 de Octubre y elecciones del 7 de Octubre,
durante los actos de despedida de nuestro comandante y de nuevo en esta campaña
(en la magnífica demostración de fuerza del 11 de abril y en la propia
movilización de la jornada electoral) se utilizasen para llevar adelante este
plan de acción, no sólo pararemos los pies a los reaccionarios y haremos que al
candidato de la burguesía se le desinfle rápidamente el ego y tenga que salir
corriendo a esconderse como una rata, como ya hizo tras el golpe de abril de
2002 o el paro patronal. También conseguiremos que muchos de los compatriotas
que un día votaron por Chávez y la revolución y ahora se han abstenido o han
empezado a escuchar los cantos de sirena de la contrarrevolución vestida de
seda, vuelvan al campo de la revolución.
Un argumento defendido desde hace tiempo por los sectores reformista
que, consciente o inconscientemente, actuán como portavoces de la burocracia
dentro de la revolución es que las masas, el pueblo, no tiene todavía madurez,
fuerza ni conciencia suficiente para que la revolución pueda ir hasta el final,
que los trabajadores y el pueblo seamos quienes dirijamos las empresas, la
economía y el estado. Los defensores de esta idea intentarán utilizar los
resultados del 14-A para decirnos: “¿Lo ven? Todo lo que ha hecho Chávez y la
revolución por el pueblo y mira, la gente no está clara”. En realidad, ocurre
exactamente al revés.
El resultado tan ajustado del 14-A no es consecuencia de que la
revolución va demasiado rápido o es demasiado radical (como seguramente
empezaremos a escuchar pronto a algunos de los portavoces de la burocracia
reformista) sino de que esta –como venimos explicando desde hace tiempo- se ha
quedado a medias y mantiene una economía y un estado que con algunas
peculiaridades siguen siendo en esencia capitalistas. El Presidente Chávez ya
en abril de 2007 decía que las condiciones para dar el salto decisivo al
socialismo existían en America Latina y por supuesto en Venezuela y siguiendo
el pensamiento de Trotsky mostraba su preocupación porque si no se aprovechaba
el momento pudieran empezar a descomponerse. (Aporrea, 24/04/07)
Hoy
estas condiciones objetivas para el socialismo están aun mas presentes pero lo
ocurrido en las elecciones del 14-A es un síntoma de que están descomponiéndose
y la revolución está ante el momento de mayor peligro desde 2002. Como hemos
insistido a lo largo de este artículo, seguimos siendo mas fuertes y teniendo
mayor capacidad de movilización. La situación internacional (ascenso de la
lucha de masas en el resto de America Latina –victoria revolucionaria clara en
Ecuador, elección de gobiernos de izquierda o progresistas en la mayoría de
países,…- entrada de las masas de Europa en lucha, mantenimiento de la
revolución en el mundo árabe) lejos de ser desfavorable como dicen los
reformistas empuja hacia la izquierda. Pero para poder aprovechar todos estos
factores es imprescindible acabar de una vez por todas con el poder de los
capitalistas y burócratas en la propia Venezuela, estatizar la banca y las
grandes empresas bajo control obrero y sustituir el actual estado por un estado
socialista basado en la planificación democrática de la economía y el poder
comunal, obrero y popular, donde todos los delegados sean elegibles y
revocables, ningun cargo publico cobre mas que un obrero cualificado y todas
aquellas tareas en que esto sea posible se realicen de modo rotatorio. Si la
revolución bolivariana da ese salto y llama a los trabajadores del resto de
América Latina y del resto del mundo a seguir ese mismo camino la revolución
todavía puede triunfar y el socialismo por el que tanto luchó el comandante
Chávez y otros revolucionarios heroicos como el Che, Marx, Engels Lenin o
Trotsky, hacerse realidad.
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