Escola Cultura de Pau y el Centre Delàs recuerda que la guerra se saldó con 5,4 millones de muertos entre 1998 y 2007
La industria militar alimenta el conflicto en la República Democrática del Congo
Ubicado en un territorio con 700 lenguas o dialectos y cerca de 250 comunidades, la República Democrática del Congo (RDC) emerge de un genocidio por el que perdieron la vida hasta diez millones de nativos, entre finales del siglo XIX y principios del XX. Fue en el periodo pre-colonial, cuando el denominado Estado Libre del Congo se integraba en el patrimonio personal del monarca Leopoldo II de Bélgica. La violencia ha marcado a fuego históricamente a este país que alcanzó la independencia en 1960. El conflicto armado en la RDC causó unos 5,4 millones de muertos entre 1998 y 2007, en una hoguera secular –conocida como primera guerra mundial africana- en la que tomaron parte países como Angola, Zimbabue, Ruanda, Uganda o Burundi. Publicado por Escola Cultura de Pau y el Centre Delàs d’Estudis per a la Pau, el Informe “República Democrática del Congo: Balance de 20 años de guerra” concluye que el conflicto “continúa siendo una de las más graves y olvidados de la actualidad”. Cerca de dos millones de personas se hallan desplazadas de sus territorios por la violencia y la inseguridad, que no había cesado en la zona este del país –según el documento de los investigadores Jordi Calvo y Josep Maria Royo- durante los primeros meses de 2016.El Centre Delàs y Escola Cultura de Pau han analizado las ventas de equipamiento bélico por parte de la UE a la República Democrática del Congo desde 2001, año en que comenzó a publicarse el informe europeo de exportaciones de material de defensa y doble uso. Las cifras permiten, pese a la información heterogénea facilitada por los países, interpretar las grandes tendencias en un periodo en que el conflicto del Congo se ha mantenido vivo. Así, entre 2001 y 2012, el volumen de material de defensa autorizado para la exportación de la Unión Europea a la RDC ascendió a 17,9 millones de euros corrientes. Destaca sobre todo el volumen autorizado por la antigua metrópoli, Bélgica (4,1 millones de euros), seguido de Reino Unido (3,8), Francia (3,6), Alemania (2,9), Bulgaria (1,9) y República Checa (1,2). A partir de 2008 Bélgica fue superada por las tres principales potencias armamentistas de Europa –Reino Unido, Francia y Alemania-, que entre ellas concentraron el 58% de las autorizaciones del periodo (Reino Unido y Alemania han destinado una parte de las transferencias a la Misión de Naciones Unidas, matiza el informe). Algunos de los estados de la UE han denegado exportaciones a la RDC, país sobre el que pesa un embargo de armas desde 2002. Según Jordi Calvo y Josep Maria Royo, “hay países que no lo han hecho y se les puede considerar responsables de alimentar el conflicto con armamento”.
La información sobre el tipo de equipamiento exportado es escasa, pero permite trazar una aproximación. Entre 1995 y 2013, Francia suministró aviones militares, Bélgica al menos un helicóptero militar y Bulgaria, material de artillería. Además, doce países de la UE –sobre todo Francia, seguido de Italia y Alemania- se hallan entre los principales vendedores a escala mundial de armas pequeñas y ligeras a la RDC. En el mismo periodo, la información del SIPRI (instituto de investigación para la paz de Estocolmo) revela que Ucrania exportó un contingente importante de helicópteros de combate, tanques, cañones autopropulsados y armamento pequeño y ligero. Libia y Ghana trasfirieron al Congo aviones militares, Serbia vehículos aéreos y también morteros. En el capítulo de armas pequeñas y ligeras, 22 países de fuera de la UE exportaron diferente gama de municiones, bombas, explosivos, pistolas y revólveres, que son las armas más utilizadas en guerras como la del Congo. Una sola venta de enormes dimensiones realizada por China en 1998 representó el 83% del valor total del armamento (pequeño y ligero) trasferido por países externos a la UE, según NISAT (iniciativa noruega para combatir la violencia con armas ligeras). El documento señala asimismo que en 1996, pocos años antes del conflicto, la República Checa y Eslovaquia realizaron ventas importantes. Otros países que han hecho exportaciones significativas de armas ligeras en la última década son Zimbabue, Brasil, Tanzania y Estados Unidos.
Una fuente de interés son los informes realizados sobre el terreno, numerosos en el caso del Congo, ya que señalan ejemplos concretos de armas destinadas a facciones, el tráfico entre estados y entre los grupos armados. El documento de Escola Cultura de Pau y el Centre Delàs informa de que en la RDC se ha identificado material de defensa de Israel, Estados Unidos, Bélgica, Francia, Suiza, Gran Bretaña y Dinamarca. Armamento (en sentido estricto), de Bulgaria, la República Checa y Ucrania. Sin embargo, resaltan Jordi Calvo y Josep Maria Royo, “el abastecimiento más importante de armas pequeñas y ligeras procede de países africanos, como Uganda y Ruanda, particularmente activos en el conflicto”. También de Sudáfrica, Angola, Tanzania, Sudán, Egipto y de otras áreas geográficas como Jordania, China, Malasia y Corea del Norte. Dado que las fronteras para el tráfico de armas se considera “porosa”, el documento amplía la lente para analizar el caso de los países limítrofes con la RDC. Así, en el periodo 1995-2013 Nepal, China, Pakistán y Estados Unidos fueron los países con mayor volumen de ventas de armamento ligero a Burundi; Israel, China y Sudáfrica, a Ruanda; y Sudáfrica, China, Eslovaquia, Israel y Estados Unidos en el caso de Uganda. Muchas de estas armas “han podido desviarse de manera masiva hacia el conflicto en el este del Congo”, apuntan Calvo y Royo.
Otra variable analizada es el gasto militar, dedicado a la compra de armas y municiones o la remuneración del ejército. A partir de unos gráficos de elaboración propia y datos del SIPRI, los autores destacan que el presupuesto militar de la RDC “se ha multiplicado por cuatro entre los años anteriores y el inmediatamente posterior a las principales hostilidades”. Además, desde 2012 se ha duplicado el gasto militar, que como mínimo representa el 7% de las cuentas públicas y el 2% del PIB. Pero la explicación del conflicto no se agota con los grandes números. El grupo de expertos comisionado por Naciones Unidas en abril de 2001 ya concluyó que las fuerzas armadas del Congo, grupos armados locales y extranjeros, empresas congoleñas, países vecinos y multinacionales se habían repartido el gran negocio. “El control y expoliación de los bienes naturales ha contribuido a la perpetuación de la guerra”, añaden Jordi Calvo y Josep Maria Royo. “Numerosas empresas participaron en el conflicto y lo fomentaron directamente intercambiando armas por recursos naturales; otras facilitaron el acceso a los fondos para la compra del armamento”. Los dos investigadores constatan que la situación sobre el terreno es hoy menos grave, aunque “las prácticas de expolio ilegal siguen los mismos patrones”.
La ONG estadounidense Enough Project informó en septiembre de 2015 que el 60% de las empresas dedicadas a la fundición de oro, estaño, coltán o tungsteno pasaron por auditorías que acreditaban que no estaban comercializando con minerales procedentes de zonas en conflicto de la RDC. Esto significa que 192 de las 300 empresas refinadoras y dedicadas a la fundición se sometieron a las auditorías. Sin embargo, destaca el informe del Centre Delàs y Escola Cultura de Pau, “la reglamentación parcial se limita a estos cuatro minerales, mientras que el resto continúan sin estar sometidos a ningún tipo de legislación”. Además, el hecho de que las minas no se hallen bajo el control de ejércitos o grupos armados, no implica que las condiciones laborales sean las adecuadas.
En enero de 2016 Amnistía Internacional y la ONG Afrewatch dieron cuenta de que en la provincia de Katanga (sureste del país) el cobalto usado para las baterías de las celulares y los coches provenían de minas donde trabajan niños y se labora en condiciones de alto riesgo. La RDC produce al menos el 50% del cobalto a escala global, un mineral cuyo comercio no se halla sometido a regulaciones. Una de las empresas destacadas en el procesamiento del cobalto es CDM, filial de la compañía china Huayou Cobalt, que facilita el mineral a empresas que suministran baterías a otras como Apple, Microsoft, Samsung, Sony, Daimler o Volkswagen. Por último, el informe destaca el componente de género que adquiere el conflicto del Congo. Desde los inicios del conflicto, en 2008, se han registrado al menos 200.000 casos de violencia sexual según Naciones Unidas. Se trata de una estadística moderada, ya que muchos casos no se denuncian o las víctimas perecen. Además, entre 250.000 y 500.000 mujeres sufrieron violaciones durante el genocidio de Ruanda, en 1994.
La información sobre el tipo de equipamiento exportado es escasa, pero permite trazar una aproximación. Entre 1995 y 2013, Francia suministró aviones militares, Bélgica al menos un helicóptero militar y Bulgaria, material de artillería. Además, doce países de la UE –sobre todo Francia, seguido de Italia y Alemania- se hallan entre los principales vendedores a escala mundial de armas pequeñas y ligeras a la RDC. En el mismo periodo, la información del SIPRI (instituto de investigación para la paz de Estocolmo) revela que Ucrania exportó un contingente importante de helicópteros de combate, tanques, cañones autopropulsados y armamento pequeño y ligero. Libia y Ghana trasfirieron al Congo aviones militares, Serbia vehículos aéreos y también morteros. En el capítulo de armas pequeñas y ligeras, 22 países de fuera de la UE exportaron diferente gama de municiones, bombas, explosivos, pistolas y revólveres, que son las armas más utilizadas en guerras como la del Congo. Una sola venta de enormes dimensiones realizada por China en 1998 representó el 83% del valor total del armamento (pequeño y ligero) trasferido por países externos a la UE, según NISAT (iniciativa noruega para combatir la violencia con armas ligeras). El documento señala asimismo que en 1996, pocos años antes del conflicto, la República Checa y Eslovaquia realizaron ventas importantes. Otros países que han hecho exportaciones significativas de armas ligeras en la última década son Zimbabue, Brasil, Tanzania y Estados Unidos.
Una fuente de interés son los informes realizados sobre el terreno, numerosos en el caso del Congo, ya que señalan ejemplos concretos de armas destinadas a facciones, el tráfico entre estados y entre los grupos armados. El documento de Escola Cultura de Pau y el Centre Delàs informa de que en la RDC se ha identificado material de defensa de Israel, Estados Unidos, Bélgica, Francia, Suiza, Gran Bretaña y Dinamarca. Armamento (en sentido estricto), de Bulgaria, la República Checa y Ucrania. Sin embargo, resaltan Jordi Calvo y Josep Maria Royo, “el abastecimiento más importante de armas pequeñas y ligeras procede de países africanos, como Uganda y Ruanda, particularmente activos en el conflicto”. También de Sudáfrica, Angola, Tanzania, Sudán, Egipto y de otras áreas geográficas como Jordania, China, Malasia y Corea del Norte. Dado que las fronteras para el tráfico de armas se considera “porosa”, el documento amplía la lente para analizar el caso de los países limítrofes con la RDC. Así, en el periodo 1995-2013 Nepal, China, Pakistán y Estados Unidos fueron los países con mayor volumen de ventas de armamento ligero a Burundi; Israel, China y Sudáfrica, a Ruanda; y Sudáfrica, China, Eslovaquia, Israel y Estados Unidos en el caso de Uganda. Muchas de estas armas “han podido desviarse de manera masiva hacia el conflicto en el este del Congo”, apuntan Calvo y Royo.
Otra variable analizada es el gasto militar, dedicado a la compra de armas y municiones o la remuneración del ejército. A partir de unos gráficos de elaboración propia y datos del SIPRI, los autores destacan que el presupuesto militar de la RDC “se ha multiplicado por cuatro entre los años anteriores y el inmediatamente posterior a las principales hostilidades”. Además, desde 2012 se ha duplicado el gasto militar, que como mínimo representa el 7% de las cuentas públicas y el 2% del PIB. Pero la explicación del conflicto no se agota con los grandes números. El grupo de expertos comisionado por Naciones Unidas en abril de 2001 ya concluyó que las fuerzas armadas del Congo, grupos armados locales y extranjeros, empresas congoleñas, países vecinos y multinacionales se habían repartido el gran negocio. “El control y expoliación de los bienes naturales ha contribuido a la perpetuación de la guerra”, añaden Jordi Calvo y Josep Maria Royo. “Numerosas empresas participaron en el conflicto y lo fomentaron directamente intercambiando armas por recursos naturales; otras facilitaron el acceso a los fondos para la compra del armamento”. Los dos investigadores constatan que la situación sobre el terreno es hoy menos grave, aunque “las prácticas de expolio ilegal siguen los mismos patrones”.
La ONG estadounidense Enough Project informó en septiembre de 2015 que el 60% de las empresas dedicadas a la fundición de oro, estaño, coltán o tungsteno pasaron por auditorías que acreditaban que no estaban comercializando con minerales procedentes de zonas en conflicto de la RDC. Esto significa que 192 de las 300 empresas refinadoras y dedicadas a la fundición se sometieron a las auditorías. Sin embargo, destaca el informe del Centre Delàs y Escola Cultura de Pau, “la reglamentación parcial se limita a estos cuatro minerales, mientras que el resto continúan sin estar sometidos a ningún tipo de legislación”. Además, el hecho de que las minas no se hallen bajo el control de ejércitos o grupos armados, no implica que las condiciones laborales sean las adecuadas.
En enero de 2016 Amnistía Internacional y la ONG Afrewatch dieron cuenta de que en la provincia de Katanga (sureste del país) el cobalto usado para las baterías de las celulares y los coches provenían de minas donde trabajan niños y se labora en condiciones de alto riesgo. La RDC produce al menos el 50% del cobalto a escala global, un mineral cuyo comercio no se halla sometido a regulaciones. Una de las empresas destacadas en el procesamiento del cobalto es CDM, filial de la compañía china Huayou Cobalt, que facilita el mineral a empresas que suministran baterías a otras como Apple, Microsoft, Samsung, Sony, Daimler o Volkswagen. Por último, el informe destaca el componente de género que adquiere el conflicto del Congo. Desde los inicios del conflicto, en 2008, se han registrado al menos 200.000 casos de violencia sexual según Naciones Unidas. Se trata de una estadística moderada, ya que muchos casos no se denuncian o las víctimas perecen. Además, entre 250.000 y 500.000 mujeres sufrieron violaciones durante el genocidio de Ruanda, en 1994.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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