domingo, 29 de octubre de 2017

«El derecho a la defensa no es exclusivo de los países ricos o poderosos». Boltxe


«El derecho a la defensa no es exclusivo de los países ricos o poderosos». Boltxe

El 22 de octubre de 1962, a la siete de la tarde, el Presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy anunció al mundo, que los soviéticos, de manera secreta, súbita y clandestina, estaban instalando bases de misiles ofensivos en Cuba, cuyo objetivo afirmó: «[…] no puede ser otro que montar una fuerza de ataque nuclear contra el hemisferio occidental», lo que «[…] constituye una evidente amenaza a la paz y a la seguridad de todos los americanos…»1.
Con estas palabras de Kennedy se iniciaba la más grave crisis de la época de la guerra fría, que presagió el fin de la humanidad ante el uso de las armas nucleares. Fue un discurso meticulosamente preparado para justificar ante la opinión pública estadounidense y del mundo, las ilegales medidas militares que había ordenado,
¿Qué justificación había para imponer a Cuba un bloqueo naval? ¿Acaso Estados Unidos había sido agredido? No ¿Cuba había hecho algo ilegal que violara el derecho internacional? No. ¿Acaso, la instalación de los cohetes soviéticos produjo un cambio significativo en el balance estratégico? No. ¿Por qué Estados Unidos se sentía amenazado por los cohetes instalados en Cuba? ¿Acaso la situación de la URSS con respecto a los cohetes estadounidenses instalados en Turquía y de todas las bases estadounidenses que la rodeaban no era similar o peor? Una respuesta lógica y realista diría que sí.
Entonces, ¿por qué estalló una crisis que estuvo a punto de convertirse en una guerra nuclear de consecuencias impredecibles para toda la humanidad?
Una coherente explicación de las causas de este peligroso conflicto no puede ser los soviéticos desplegados en la Isla; hay que buscarla en la derrota sufrida por el gobierno de Estados Unidos en las arenas de Playa Girón. Estefracaso no significó el abandono del derrotero político de confrontación seguido hasta entonces.La idea de destruir la Revolución Cubana por cualquier medio se convirtió en una obsesión de muchos políticos y funcionarios de alto nivel del gobierno de Estados Unidos, y en especial del presidente John F. Kennedy y de su hermano Robert. La guerra sucia contra Cuba continuó y con ese propósito se elaboraron nuevos planes agresivos y se intensificaron las acciones encubiertas y subversivas.
En noviembre de 1961, la Administración estadounidense aprobó un nuevo proyecto anticubano denominado Operación Mangosta, su ejecución se extendería a lo largo de todo el año 1962, que incluyó todas las formas posibles de agresión: bloqueo económico, aislamiento político-diplomático, subversión interna, intentos de asesinatos de líderes cubanos –en especial de Fidel–, guerra psicológica y, finalmente, invasión militar.
Los efectos de su aplicación desde temprano comenzaron a sentirse: el 31 de enero de 1962, el gobierno revolucionario cubano fue expulsado de la OEA y el 3 de febrero de 1962, el presidente John F. Kennedy firmó el Decreto nº 3447 que puso en vigor la 27 Resolución Federal nº 1085 que oficializó el bloqueo económico, comercial y financiero, denominado eufemísticamente «Embargo sobre el Comercio con Cuba», el cual se ha mantenido a lo largo de 55 años.
En ese contexto de Mangosta, en 1962 se registraron 45 infiltraciones de carácter relevante en el territorio cubano con el propósito de abastecer de armas y explosivos a las bandas armadas y las organizaciones contrarrevolucionarias; realizar sabotajes; búsqueda de información de inteligencia sobre posibles zonas para futuros alzamientos y datos de las instalaciones de las FAR y de la presencia militar soviética; tratar de unificar el movimiento contrarrevolucionario en el interior del país; introducir medios de comunicación; fomentar nuevas redes de espionaje; entrenar e instruir agentes en guerra de guerrilla, comunicaciones, inteligencia, sabotaje y guerra psicológica.
Desde el inicio de la Operación Mangosta intensificaron notablemente las actividades de los grupos y de las bandas armadas contrarrevolucionarias en todo el país. Sólo en El Escambray, estas bandas crecieron de 42, en el mes de marzo, a 79 en septiembre. De enero a agosto de 1962 los actos de sabotaje alcanzaron la cifra de 5 780; de ellos, 716 dañaron grandes objetivos económicos y sociales.
Acorde con la Operación Mangosta, el Pentágono preparó los planes de contingencia para la invasión a Cuba. A partir de abril de 1962, se efectuaron un conjunto de ejercicios y entrenamientos militares para el adiestramiento de las posibles fuerzas participantes. Entre estos se destacó el ejercicio militar denominado Landphibex 1/62 [Ejercicio Anfibio del Atlántico 1/62], efectuado a finales de abril de 1962. La maniobra dispuso de un poderoso dispositivo militar, integrado principalmente por cuatro portaaviones, más 50 buques de combate, incluidos submarinos. También participaron unos 40 000 infantes de marina, quienes desembarcaron en una «isla enemiga» y tomaron una cabeza de playa. La región escogida fueron las Islas de Vieques, al este de Puerto Rico.
A mediados de mayo, algunas de esas unidades militares ejecutaron en OnslowBeach, en el Estado de Carolina del Norte, otro ejercicio con similares características que denominaron convencionalmente Demolition [Ejercicio de Demolición].
En agosto de 1962, la fuerza aérea participó en el ejercicio SwiftStrike II [Golpe Rápido], desarrollado en Carolina del Norte y del Sur, con el objetivo de entrenar a las unidades en el apoyo aéreo a las tropas. Tomaron parte cuatro divisiones del ejército, seis escuadrones de cazas tácticos; dos escuadrones de reconocimiento aéreo táctico y un total de más de 70 000 efectivos.
En septiembre se desarrolló otro gran ejercicio militar denominado Jupiter Spring [primavera de Júpiter], que consistía en desembarcos aéreos con efectivos de tres divisiones del 18 Cuerpo Aerotransportado, principal unidad elite de los Estados Unidos para ese tipo de operaciones.
En ese mismo período nuevas tropas terrestres, navales y aéreas reforzaron las fuerzas que integraban el Comando del Atlántico.
Fueron tan claras las evidencias que Estados Unidos preparaba la agresión militar directa a Cuba, que el exsecretario de Defensa Robert McNamara, en enero de 1989, durante la Conferencia Tripartita de Moscú sobre la crisis de octubre, dijo: «Si yo fuera un dirigente cubano hubiera pensado que Estados Unidos estaba preparando la invasión», y agregó, de manera justificativa, «[…] pero no teníamos la intención, solo eran planes de contingencia…»
Precisamente a esa conclusión llegó el gobierno cubano y tomó medidas para elevar la capacidad defensiva del país y crear un sistema de seguridad nacional que disuadiera a Estados Unidos de sus intenciones agresivas. A esa misma apreciación llegó la dirección soviética, lo cual le sirvió de argumento a la propuesta soviética de desplegar en Cuba cohetes de alcance medio e intermedio con sus correspondientes cargas nucleares; así como otros medios nucleares tácticos de combate. Por estas razones se hace imposible analizar las causas de la Crisis de Octubre de 1962, sin tener en cuenta la Operación Mangosta. No obstante, para muchos —en particular en Estados Unidos— la causa de esa crisis radicaba fundamentalmente en los cohetes soviéticos desplegados en la Isla y no se preguntan las razones del por qué estaban instalados allí y al derecho de Cuba a poseer el armamento que estimara conveniente para su defensa frente a las amenazas a que estaba sometida.
Quizás un tema para el estudio de la psicología o las mentalidades de los estadistas estadounidenses que condujeron la crisis, fue que para ellos estaba perfectamente establecido y se asumía sin conflicto ético, el criterio de que la Operación Mangosta era un derecho, y la no invasión a Cuba era una concesión que se hacía a la URSS.
¿A qué se debe esto? La respuesta está en el irrespeto o el no reconocimiento de las grandes potencias de los principios de la igualdad jurídica, de autodeterminación y soberanía de los todos los estados. El derecho a la defensa ante las amenazas de agresión exterior no es un derecho único y exclusivo de los países ricos o poderosos, sino de todos los pueblos del planeta, recogido en la Carta de las Naciones Unidas.
Sin embargo, estos derechos son violados constantemente por las grandes potencias, que se sienten por encima de los demás Estados, solamente léase con detenimiento, después de 55 años, el discurso pronunciado por el presidente Donald Trump, recientemente en las Asamblea General de las Naciones Unidas.
Si se revisa la inmensa cantidad de documentos desclasificados de la administración estadounidense sobre la Crisis de los misiles, no se encontrará una sola referencia a los derechos del pueblo cubano, no aparece la menor intención por analizar las razones de la parte cubana y jamás se analiza la moralidad de la política que siguió Estados Unidos sobre Cuba antes y durante el transcurso de la crisis. Da la impresión de que Cuba es concebida como un pedazo de tierra sobre el cual estaban emplazados unos cuantos cohetes soviéticos.
En algunos de los libros escritos sobre el tema por autores estadounidenses hablan sobre los «problemas de comunicación» entre las dos grandes potencias, pero pasan por alto y no analizan que Estados Unidos no hizo un solo intento por comunicarse directamente con Cuba, aun a riesgo de que un cálculo equivocado desencadenara la guerra, tampoco permitió que participara en ninguna forma de negociación, hasta el punto que el gobierno cubano tuvo que hacer una declaración por separado ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, porque se negó a trabajar en un documento tripartita que reflejara el fin de la Crisis.
Igualmente hubo problemas de comunicación entre la URSS y Cuba. ¿Por qué no se consultó a la dirección soviética a la cubana los mensajes de Jruschov a Kennedy de los días 26, 27 y 28 de octubre? ¿Por qué la URSS no propició un espacio a los diplomáticos de la Isla para participar de forma directa en las negociaciones? ¿Por qué no respetó el derecho soberano de Cuba al dar garantía de verificación en sito de la salida de las llamadas armas ofensivas?
Este tratamiento de las dos superpotencias de la época durante la crisis no fue un caso aislado, ha sido una práctica habitual de los poderosos a lo largo de la historia, es reflejo de una ideología de colonizador que no está superada y que tiene sus bases globales en un orden social y económico injusto, expresada con tonos descarnados a nivel político, especialmente en los conflictos, cuyos propósitos políticos están dirigidos a mantener la dominación y el poder hegemónico de las grandes potencias sobre el resto del planeta.
El «caso cubano» es un ejemplo de que los problemas globales que afectan a los países pobres y dependientes no pueden verse reducidos a las relaciones entre las grandes potencias. Esto sin duda fue el reflejo de una actitud que tendió a desconocer los derechos de participación de los estos estados en la solución de conflictos internacionales.
Pero más representativo aún de esa mentalidad fue la forma en que Estados Unidos asumió la participación de Cuba en el conflicto.Por suerte para la humanidad, la crisis no devino en una guerra nuclear, las dos superpotencias llegaron a hacer arreglos entre ellas. Pero estos arreglos, al no tener en cuenta los «cinco puntos» propuestos por Fidel2, no brindaron una solución que propiciara una paz verdadera en el Caribe, ya que las agresiones de Estados Unidos contra Cuba continúan hasta el presente y aún se mantienen latentes las posibilidades reales de una agresión militar directa.
Hace un cuarto de siglo que la guerra fría finalizó. ¿Hoy el planeta es más seguro que 25 años atrás? No. Las crisis y los conflictos armados en el mundo tienden aumentar, con sus graves consecuencias humanas y ecológicas. No ha cesado la política de las grandes potencias, especialmente de Estados Unidos, tendentes de imponer por la fuerza a los países del llamado tercer mundo sus esquemas políticos y económicos, lo cual ha creado como nunca antes grandes desigualdades. La estrategia estadounidense de la guerra global contra el terrorismo, no es más que la máscara, como históricamente ha hecho esa superpotencia, para cubrir sus objetivos geopolíticos de dominación mundial y poner bajo su control los cada vez menos recursos energéticos e hidráulicos del planeta.
Hoy en día se presentan nuevas variables: el predominio militar de una superpotencia que tiene en la producción de armamentos una de sus principales fuentes de riquezas. Baste decir que el Congreso de Estados Unidos acaba de aprobar el presupuesto de defensa más grande en la historia de esa nación. ¿Qué justifica este monumental empeño? ¿Acaso Estados Unidos está en guerra?
Hoy son frecuentes las guerras de intervención y crece el peligro de un conflicto nuclear que puede poner en riesgo la sobrevivencia humana. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, trata de modificar el acuerdo nuclear con Irán, logrado después de un largo proceso negociador en el 2015. Igualmente, es alarmante, la guerra de palabras entre el mandatario estadounidense y el líder de la República Popular Democrática de Corea, Kim Jong Un. Pero más preocupante lo es el despliegue de tropas y armamento estadounidense en la península Coreana y la reacción norcoreana. Un pequeño error de cálculo o de cualquier tipo puede llevar al estallido de un artefacto atómico.
El orden económico mundial es cada vez más injusto y excluyente. La constitución de grandes bloques económicos que tiende a dificultar aún más la participación de los países subdesarrollados en el mercado internacional.Los graves problemas del medio ambiente —el cambio climático, el calentamiento de la tierra y de los mares— que afectan por igual a ricos y a pobres.
Las grandes potencias, como Estados Unidos y sus aliados de la OTAN, acuden cada vez más a la desestabilización y a las políticas de cambio de régimen contra los gobiernos progresistas legítimamente constituidos —que tratan de modificar el desigual orden internacional prevalecientes y desarrollar programas de justicia social para sus pueblos—, violando los principios de convivencia entre los estados establecidos en la Ley Internacional.
Mientras, los organismos internacionales, regulados por mecanismos antidemocráticos y obsoletos, han devenido en ocasiones instrumentos intervencionistas.
Los procesos que acontecen en América Latina son evidente expresión de estos planes colonizadores. En la actualidad, en la República Bolivariana de Venezuela, intereses políticos, económicos y pro imperialistas internos en ese país —en concordancia a los planes intervencionistas de Estados Unidos— tratan de paralizar el proceso revolucionario y popular iniciado por Chávez y continuado por Maduro en favor de la libre determinación del pueblo venezolano. El gobierno estadounidense lanza constantes amenazas y aplica injustas sanciones.
Esto que está sucediendo en Venezuela no nos sorprende, hemos vivido cerca de seis décadas enfrentando las mentiras, manipulaciones y, más que eso, las agresiones de todo tipo de las doce administraciones norteamericanas que han acontecidos. Hoy nuevamente acuden a nuevas, burdas y mentirosos patrañas para hacer retroceder los pocos avances alcanzados en la normalización de las relaciones con la anterior administración de Barak Obama. El cuento ahora son los supuestos «ataques acústicos». No hay prueba de nada, no aparecen los equipos que ocasionan tales ataques, ni los nombres de los enfermos, ni el daño específico que han sufrido, ni el diagnostico de los médicos que los han atendido.
Según algunos medios de prensa, entre ellos El Nuevo Herald, señalan que los expertos que examinaron a los diplomáticos estadounidenses pertenecen a la Universidad de Miami. ¡Qué casualidad! En esta universidad funciona el denominado Instituto de Estudios Cubanos y Cubanoamericanos, dedicado a fabricar profesionalmente mentiras, noticias falsas o matrices de opinión contra Cuba.
Hoy vivimos en un planeta cargado de contradicciones e inseguridades.Los efectos del cambio climático son cada vez más desbastadores.Pero estas realidades no deben convertirse en una actitud pesimista ante el futuro. La historia demuestra que las causas nobles y justas han triunfado, no importa cuán poderosas han sido las fuerzas que se opongan. El ejemplo del pueblo cubano durante los días «luminosos y tristes» de la crisis de los misiles, como la calificara el Che así lo demuestra, pues enfrentó el peligro del extermino nuclear, no se dejó amedrentar y defendió con firmeza y valor sus principios de igualdad jurídica, autodeterminación y soberanía.
Muchas gracias
Dr. C. Tomás Diez Acosta
27 de octubre de 2017

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