IZQUIERDA CASTELLANA. Ni mayoría, ni silenciosa
Cada vez más, en la realidad social del Estado, se van configurando dos polos: el de l@s separtatistas -roj@s y republican@s- y el de los nacionales -franquistas- .
La manifestación del domingo 9 de octubre en Barcelona ha demostrado algo que tampoco nos debería de coger por sorpresa: que la derecha española, incluyendo la derecha española-catalana, es capaz de movilizar algunos cientos de miles de personas en aquellas circunstancias que subjetivamente consideran excepcionales. Hay que recordar que en las últimas elecciones catalanas los partidos unionistas sin matices, Ciudadanos y PP, obtuvieron más de un millón de votos.
De los 350.000 que asistieron a la movilización españolista en Barcelona, unas cuantas decenas de miles procedían de fuera de Cataluña, pero eso no es cuantitativamente relevante. ¿Cuántas pudieron ir desde fuera de Cataluña? ¿50.000? Pero sí es muy relevante cualitativamente, porque han demostrado que el españolismo de hoy -que son los mismos que los llamados “nacionales” de ayer- siente que su proyecto nacional-español, con un claro carácter de clase -el de la oligarquía-, está cuestionado, y por eso se sienten en riesgo.
Cuando tienen ese sentimiento colectivo se unen, forman piña, exteriorizando además sin complejos toda su barbarie ideológica, política y cultural.
Es obvio que si comparamos los 350.000 que salieron el domingo 8 en Barcelona con los más de 900.000 que salieron en diversas ocasiones a lo largo del mes de septiembre y de octubre, atendiendo al llamamiento de los soberanistas y republicanos, son una minoría; por supuesto una minoría muy importante y con una gran capacidad de confrontación, especialmente porque están intrínsecamente unidos a los aparatos del Régimen, particularmente a los represivos, tal como se demostró el domingo 8. Son los descendientes directos de la base social del franquismo, a los que el General Franco también aludía como la “mayoría silenciosa”. De la misma forma que el Régimen del 78, es el heredero institucional directo del tardofranquismo, al que cada vez por cierto se parece más, y en algunas cuestiones podríamos decir que para peor.
En cuanto a lo de silenciosa, ¿qué vamos a decir? Ganarían mucho siéndolo, pero su fanatismo, su fascismo plano, sus complejos de inferioridad que les llevan a imitar a los señoritos que forman la cúspide del bloque social al que pertenecen, les impide mantener una actitud de silencio. Vociferan auténticas barbaridades sin el menor recato, y los medios de comunicación que los jalean las reproducen encantados: “Puigdemont a prisión”, es de las más suaves que se dijeron. Imaginémonos los comentarios de la prensa si en las movilizaciones por “el derecho a decidir” se hubiera coreado “Rajoy a prisión”.
Hay que reconocerles un mérito, del que sería bueno que aprendiéramos en los movimientos populares: saben unirse como piñas cuando sienten algún riesgo importante.
Estos días estamos comprobando de nuevo muchas cosas. Una de ellas es que el proyecto nacional-español, por supuesto con un desigual apoyo pero que afecta a todos los territorios del Estado, tiene un claro carácter de clase oligárquico, desde el punto de vista socioeconómico; neofranquista, es decir protofascista, desde el punto de vista ideológico-político; y absolutamente cutre desde el punto de vista cultural. Y que los movimientos nacional-populares en el Estado, también tienen un claro carácter de clase, progresista desde el punto de vista socio-económico y antifascista y republicano desde el punto de vista político.
Cada vez más, en la realidad social del Estado, se van configurando dos polos: el de l@s separtatistas -roj@s y republican@s- y el de los nacionales -franquistas- .
La lucha no se resolverá en semanas y no será fácil, pero nunca hemos tenido unas mejores circunstancias para vencer.
Izquierda Castellana
Castilla a 9 de octubre de 2017
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