El legado de Che Guevara |
Jaime Jiménez | ||
Editado por Fausto Giudice Фаусто Джудиче فاوستو جيوديشي |
Hace cincuenta años, el 9 de octubre de 1967, fue asesinado, una vez hecho preso, el revolucionario argentino Ernesto Guevara de la Serna en Bolivia. La vida y obra de éste gran hombre, convertido en el ícono más significativo del siglo XX, da para escribir enciclopedias, pero en este ensayo nos referiremos de manera muy genérica a su aporte a la práctica revolucionaria a nivel mundial. Porque su ejemplo y sus escritos encarnan el punto de contradicción en ese universo de comunistas y marxistas que han pretendido, o siguen pretendiendo, la conquista del poder para el pueblo y la construcción de una sociedad socialista.
Olivio Martínez, cartel para el Día del Guerrillero Heroico, 8 de octubre de 1978
Para entender lo novedoso del aporte guevarista es necesario remontarse a lo ocurrido después del triunfo de la Revolución rusa. La URSS, luego de octubre de 1917, se vio asediada por diversos flancos y le tocó enfrentar militarmente a varios países extranjeros y librar una guerra civil contra los “blancos”. Al interior del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) se libró un intenso debate en torno a cuál sería la estrategia internacional a seguir por la Revolución. León Trotsky sostuvo que era necesario extender la revolución al resto de Europa, lo comúnmente denominado “revolución permanente”; en cambio Stalin planteó que no había condiciones para ello y que lo prioritario era “construir el socialismo en un solo país”.
“Traicionados por el SPD (partido socialdemócrata): ¡Voten comunista!”: cartel electoral del PC alemán, mayo de 1928
A Trotsky no le faltaba razón. Luego de la Primera Guerra Mundial sucedieron varios levantamientos insurreccionales en Europa, sobresaliendo el alemán en noviembre de 1918 y en cuya lucha fueron asesinados Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo, entre muchos, a manos de la socialdemocracia alemana. Como reacción a esa ola revolucionaria se impuso el fascismo en varios países de Europa durante las décadas de 1920 y 1930. La respuesta de la III Internacional comunista dirigida por Stalin no fue la lucha frontal contra esta variante del capitalismo, si no la alianza con las burguesías “democráticas” formando “Frentes populares” en los respectivos países donde tenían presencia los partidos comunistas de la época.Las “democracias liberales” le dieron la espalda a la República española en la guerra civil, mientras los fascistas italianos y los nazis fueron absolutamente “generosos” con el subversivo Franco: armas, municiones, aviación, barcos, submarinos y decenas de miles de alemanes e italianos aplastaron a los republicanos. Hecho el experimento en España los fascistas decidieron emprender la Segunda Guerra Mundial, tomándose a Europa empezando por Polonia, siguiendo con los países occidentales y teniendo a la URSS como la joya que les proporcionaría riquezas y miles de futuros trabajadores. Los soviéticos entraron a la confrontación en 1941 y fueron ellos los que dieron la estocada mortal a los nazis, colocando 20 millones de muertos, de 55 que produjo la Guerra, sin contar los ingentes costos económicos que implican una confrontación de este tipo. Los usamericanos llegaron en junio de 1944 a pescar en río revuelto y a evitar que los soviéticos se tomaran toda Europa.
Stalin en la portada de la revista satírica soviética Krokodil, diciembre de 1989
Definida la Guerra Fría y posterior a la muerte de Stalin, se celebró en febrero de 1956 el XX Congreso del PCUS. Su principal tesis, además de la crítica al culto de la personalidad hacia Stalin fallecido en 1954, fue la de la “Transición pacífica al socialismo”. Ésta estrategia política sostenía que el desarrollo del socialismo y de las organizaciones obreras en el mundo no exigiría necesariamente el derrumbamiento violento del capitalismo en los países donde éste dominaba, es decir, la acción parlamentaria y de masas serían suficientes para sepultar tal sistema político y económico.Para llegar a ésta conclusión ya existía un antecedente teórico importante. José Stalin, en su texto “Sobre el materialismo dialéctico y el materialismo histórico”1, escrito en 1938, sostenía que las contradicciones propias del capitalismo lo llevarían a un punto en que las relaciones de producción (propiedad o no de los medios de producción) capitalistas frenarían el desarrollo de las fuerzas productivas (capacidad de transformación de la naturaleza), por lo que otras relaciones de producción habrían de abrirse paso, de forma violenta eso sí, para liberar las fuerzas productivas estancadas. Veamos en detalle: “ … la historia del desarrollo de la sociedad es, ante todo, la historia del desarrollo de la producción, la historia de los modos de producción que se suceden unos a otros a lo largo de los siglos, la historia del desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción entre los hombres (Stalin, p. 17).”El ejemplo de esa no concordancia lo constituían, según Stalin (p. 19), las crisis económicas del capitalismo: “. . . la propiedad privada capitalista sobre los medios de producción está en violenta discordancia con el carácter social de los medios de producción, con el carácter de las fuerzas productivas”. El ejemplo de armonía ideal lo era la URSS pues la propiedad colectiva de los medios de producción iba en el mismo sentido del desarrollo de las fuerzas productivas, por lo que no habían crisis económicas y por lo tanto no “se producen casos de destrucción de las fuerzas productivas”. Tal destrucción, la entendía Stalin, como el sacar de circulación, por diferentes vías, las mercancías en momentos de sobre oferta (p. 22). Pero la contradicción entre relaciones de producción y fuerzas productivas, que permitiera que una nueva clase sacara a la vieja, no ocurriría en cualquier momento: “Hasta llegar a cierto período, el desarrollo de las fuerzas productivas y los cambios que se operan en el campo de las relaciones de producción discurren de un modo espontáneo, independientemente de la voluntad de los hombres. Pero sólo . . . hasta el momento en que las fuerzas productivas que surgen y se desarrollan logran madurar cumplidamente. Una vez las nuevas fuerzas productivas están en sazón, las relaciones de producción existentes y sus representantes, las clases dominantes, se convierten en ese obstáculo “insuperable” que solo puede eliminarse por medio de la actuación consciente de las nuevas clases sociales, por medio de la acción violenta de estas clases, por medio de la revolución" (Stalin, p. 26).Es decir, había que esperar a que las fuerzas productivas maduraran para dar el salto revolucionario. Con éste presupuesto teórico no fue difícil construir la estrategia de “Transición pacífica a socialismo” en 1956. A nivel local eso se traducía en que hay que esperar que las condiciones objetivas (explotación y opresión) y subjetivas (conciencia y organización del pueblo) estuvieran maduras y equilibradas para pensar en algún proyecto armado o insurreccional: éste era el discurso de la izquierda legal, parlamentaria, cuyos miembros se pasaban a la derecha sin siquiera sonrojarse. Quien planteara la acción armada contra la oligarquía en su terreno, es decir, las ciudades, era tildado inmediatamente de militarista, extremo izquierdista, aventurero, romántico e irresponsable, en no pocas ocasiones de manera pública. Tal era el ambiente que se vivía cuando triunfó la revolución cubana. La correlación de fuerzas determinó que una vanguardia revolucionaria se tomara el poder el 1 de enero de 1959 y un par de años después declarara al país como república socialista. El capitalismo lo ha tenido claro. La reproducción del capital con los márgenes de ganancia más altos posibles es su estrategia, para lograrlo invadió y masacró pueblos (Nicaragua, Guatemala, Santo Domingo, Vietnam, Irak, Afganistán, etc.), apoyó los más abyectos tiranos (Anastasio Somoza, Duvalier, etc.), promovió fraudes, acabó con las conquistas laborales de siglos, privatizó todo y de premio llegó primero a la revolución tecnológica (informática, cibernética y robótica), o sea, dio un paso de gigante en el desarrollo de las fuerzas productivas. Oprimir a los pueblos fue la vía para ganar mucho dinero y vencer al campo socialista. El tipo de modelo a seguir en lo individual es el que se hace rico, no importa cómo.
Tatu Muganga fue el apodo que le dieron al Che los campesinos de la región de Congo donde intentó sin éxito crear un foco guerrillero en 1965. “Durante estas horas últimas en el Congo me sentí solo como nunca lo había estado, ni en Cuba, ni en ninguna otra parte de mi peregrinar por el mundo. Podría decir: nunca como hoy había sentido hasta qué punto, qué solitario era mi camino.”
Guevara entendió que la forma de reproducir el socialismo, de acabar con el capitalismo, era la de promover revoluciones en todo el mundo, era la de ejercer la solidaridad asumiendo los costos y riesgos de los pueblos oprimidos en lucha contra el capital, era la de plantarle cara a los métodos violentos y terroríficos de las oligarquías y sus Estados por medio de las armas, sin olvidar a las masas. Otra enorme enseñanza del Che tiene que ver con la subjetividad del revolucionario al considerar que la revolución era ante todo un acto de amor hacia los demás, de solidaridad y afecto material hacia el pueblo y más aún con los compañeros de lucha. El tipo de modelo a seguir en lo individual era el militante que hacía de la revolución su proyecto de vida y que estaba dispuesto a ir hasta las últimas consecuencias.Esta forma de ver la revolución por parte del Che chocaba con la visión soviética y por supuesto con la de sus adláteres en América Latina. Efectivamente los Partidos Comunistas del mundo eran fieles seguidores de las directrices de Moscú y ello tuvo efectos nefastos, a corto plazo en Bolivia (y al proyecto guevarista), y a largo plazo en Colombia, por mencionar tan sólo dos ejemplos. En Bolivia el Partido Comunista Boliviano (PCB) tuvo responsabilidad directa en la inadecuada elección de la zona donde el Che empezó a construir la guerrilla. Desde un principio se eligió el Alto Beni, región rica en agricultura, altamente poblada, con un campesinado combativo y con escasa presencia estatal, tanto así que se compró una finca en dicha región, pero por estar cercana a un cuartel se desechó y se optó por adquirir una más adentro. Enterado Mario Monje, máximo dirigente del PCB, orientó una zona diametralmente opuesta, inhóspita, sin población, pero con una “ventaja”, estaba “cerca” a Argentina, el gran amor de Guevara…y se cambió de territorio: ya conocemos los resultados. El libro “La guerrilla del Che” escrito por una de las mayores autoridades en el mundo sobre el tema, el francés Régis Debray, quien estuvo al lado del Che y fue apresado por ello durante tres años, nos describe en detalle lo aquí dicho2. Pero también es cierto que el PCC acompañó un trabajo campesino en algunas zonas del sur y el centro del país desde los años de 1930 y posteriormente, cuando en la época de la Violencia partidista (1948-1954), orientó la construcción de Autodefensas campesinas para neutralizar la arremetida estatal y para estatal que aniquilaba físicamente a los campesinos. Dichas Autodefensas posteriormente serían las FARC. Pero también es cierto que desechó de manera tajante la idea de implementar la guerra revolucionaria a nivel urbano. La conciencia de los familiares y amigos de todos estos líderes sociales y campesinos asesinados probablemente sea terreno fértil para que el Considerando tercero de la Declaración de derechos humanos de 1948 (supremo recurso de la rebelión) y el legado del Che florezca en su interior…
El Roto, España
Notas
1 Stalin, José. Sobre el materialismo dialéctico y el materialismo histórico. Reeditado por la UJCE y tomado de la Edición de Lenguas Extranjeras de Pekín 1977. Visitado el 07/10/2017
2 Debray, Régis. La guerrilla del Che. México: Siglo XXI, 5ª edición, 1983.
3 Vega, Renán. La dimensión internacional del conflicto social y armado en Colombia. Contribución al entendimiento del conflicto armado en Colombia. Bogotá: Desde abajo, 1ª reimpresión, 2015, pg. 738
4 Medina, Medófilo. Historia del Partido Comunista de Colombia. Bogotá: Centro de Investigaciones Sociales-CEIS- Ed. Colombia Nueva, pgs. 112-112. Ver también Uribe, María Tila. Los años escondidos- Sueños y rebeldías de la década del veinte. Bogotá: 4a edición, 2015. pgs. 353-355
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