Golpe
de Estado en nombre de la ley
El gobierno más corrupto,
sostenido por un partido al que los jueces consideran una presunta asociación
de malhechores, anunció ayer un verdadero golpe de Estado, dice que para
defender la legalidad, la Constitución y el Estado de derecho. Una legalidad
arbitraria e injusta, una Constitución que el mismo PP ataca con tan pocos
miramientos como cuando sus fundadores franquistas votaron en contra de ella, y
un Estado de derecho sin separación de poderes pues es el mismo gobierno que
ignora el Parlamento, tiene al poder judicial a su servicio y controla todos
los medios de comunicación. O sea, un poder corrupto y dictatorial anuncia un
golpe de Estado que perpetrará en cuanto el Senado (que también controla con
mayoría absoluta) dé el visto bueno a una aplicación del 155 mucho más allá de
sus previsiones, en realidad, un artículo 116, un estado de excepción no
declarado.
Para esta nueva fechoría
cuenta con el apoyo del Rey y de los otros dos partidos dinásticos, C’s y PSOE.
El respaldo ya expreso y reiterado del Monarca ha convertido a la Corona en
parte beligerante en el conflicto y liga su suerte al más que dudoso triunfo
del golpe. Al igual que su bisabuelo, el Rey se ha aliado con la dictadura.
Tendrá su mismo final.
En cuanto al respaldo de
los otros dos partidos dinásticos, el de C’s se daba por descontado. Ahora
también lo está el del PSOE que, en tres meses (de julio a octubre), ha pasado de rechazar el 155 a apoyar fervorosamente su aplicación,
de pedir la dimisión del de los sobresueldos por la corrupción y la
catastrófica gestión del conflicto catalán a convertirse en su más firme apoyo.
Al extremo de que el PP se vale de Sánchez como su portavoz exterior. El PSOE
justifica este disparate invocando la “razón de Estado”, como si el Estado cuya
razón invoca no fuera el de la tradicional oligarquía parásita,
nacional-católica y catalanófoba que está en el origen mismo del conflicto.
Este servilismo le hará perder el escaso apoyo que tenía en Cataluña y mucho
del que conservaba en el Estado. Es una de las facetas del desastre que el
independentismo catalán ha ocasionado en la izquierda española, incapaz de
articular alguna alternativa al uso de la fuerza bruta.
La intervención anunciada
por el bloque nacional español, en realidad, sigue siendo una baladronada por
ver si la Generalitat retrocede y no es necesario pasar a mayores. Entre otras
cosas porque no sabe cómo hacerlo, no está claro si puede y menos aun si la UE
lo va a permitir. El gobierno quiere cañonear la Generalitat, pero el pago de
la deuda y la prima de riesgo le han mojado la pólvora.
Dicen los golpistas que
no se suspende la autonomía catalana (en realidad, el 155 no lo permite) sino
que se limitan a sustituir sus cargos por otros designados a dedo en Madrid. Es
una mentira tanto más irrisoria cuanto que, siendo innecesaria, ha puesto de
relieve la condición colonial de Cataluña que el nacionalismo español siempre
ha negado. Al gobernar el Principado desde Madrid, lo tratan como una colonia y
dan la razón al independentismo cuando reivindica el derecho de
autodeterminación por considerar Cataluña una colonia. Y lo es. El bloque
nacional así lo confirma.
Otras mentiras adornan
esta decisión demencial (demencial en la actual situación de España), como la
de que la intervención será mínima. Al contrario, quiere ser máxima,
pues se propone destituir al govern en pleno, clausurar de hecho el
Parlamento, controlar las fuerzas de seguridad y adueñarse de los medios de
comunicación públicos para ponerlos a su servicio. De los jueces no hablan
porque ya los tienen. Intervención máxima, un golpe de Estado civil en
toda regla. Apoyado por el PSOE que ha pasado también de acusar a la
Generalitat de golpista a serlo él mismo.
Dice el bloque que todo
acabará en tres meses, cuando se haya restaurado la normalidad y se convoquen
elecciones. Una normalidad que solo él rompió con el hostigamiento a los
indepes antes del referéndum y la jornada de vandalismo policial durante la
votación el 1/10.
Probablemente, además,
esas elecciones no se celebrarán y mucho menos cuando los golpistas las prevén.
Hasta es posible que haya elecciones generales antes en España que en Cataluña.
Es una de las cartas de Rajoy para prolongar su mandato con un posible triunfo
electoral por mayoría guerrera y abrumadora. Desde luego,las autonómicas no se
celebrarán o no lo harán en la fecha prevista porque, como ya suponía ayer
Palinuro, la Generalitat no va a ceder.
Después de la cavernosa
amenaza de Rajoy, aplaudida por sus palmeros, el gobierno recibió una múltiple
respuesta desde Cataluña que apunta a la confrontación, unida en la consigna
que se coreaba ayer en la enorme manifestación en Barcelona contra el
encarcelamiento de los dos Jordis: No pasarán. A más de algún socialista
le estarán zumbando los oídos de vergüenza. No pasarán.
Después de la
manifestación, las distintas instituciones hicieron pública su posición:
Los mossos
d’esquadra no aceptarán ser dirigidos por otros mandos que los de la
Generalitat.
La mesa del Parlamento no
aceptará ninguna merma en sus funciones ni dará un paso atrás.
El govern tampoco aceptará
su destitución ni ninguna medida que recorte sus competencias.
TV3 no aceptará ser
intervenida por dirección alguna que no sea la de la Generalitat.
La CCMA (la Corporación
Catalana de Medios Audiovisuales) tampoco aceptará la intervención.
Este frente institucional
está respaldado por una movilización masiva de la sociedad catalana en defensa
de sus representantes y actitud de desobediencia generalizada, desde los
ayuntamientos a las escuelas, pasando por los servicios públicos, con un horizonte
de huelga general. Para controlar eso sería necesaria una verdadera ocupación
militar, cosa que el bloque español no puede permitirse.
No saben en dónde se han
metido. En un escenario de uso de la fuerza y la represión violenta contra una
sociedad que ejerce la desobediencia y la resistencia pacífica en defensa de
sus representantes a los que quizá haya que encarcelar, como ya se ha hecho con
los dos Jordis. Ello provocará más reacción social y más violencia de parte del
Estado que puede acabar teniendo que decretar el toque de queda en las calles,
para silenciarlas. Una perspectiva sin salida que obligará a la UE a intervenir
forzando una negociación que ya solo puede hacerse en torno a dos
posibilidades, las únicas viables: un referéndum de autodeterminación pactado o
la independencia de Cataluña sin más, también negociada, por supuesto.
En su comparecencia, el
MH hizo ver que el lunes o el martes se procederá a votar en el Parlamento la
DI hasta ahora en suspenso. Obsérvese que el relato independentista sigue
siendo ganador: se declara la independencia después de que el bloque nacional
haya activado el golpe de Estado vía artículo 155, puesto que este se ha
anunciado sin esperar a diálogo alguno, para lo que aún disponía de dos meses.
Breve
flexión sobre la gran ausente en este conflicto: la otra izquierda no
independentista pero con visos revolucionarios, la española de Podemos y la
catalana de los Comunes. Sus angustias y ambigüedades teóricas y su evidente
irrelevancia práctica la han dejado al margen de la historia, empujada hacia
delante con la mirada vuelta hacia atrás, como el ángel de Klee/Benjamin. La
prevalencia del eje nacional sobre el social en el que cifraba todas sus
esperanzas la ha aplastado y ha sido incapaz de tomar ejemplo de la CUP (de
cuya vitola izquierdista nadie duda) que ha entendido perfectamente el sentido
de esa historia: la emancipación nacional como requisito para la social en un
marco republicano.
Eso, en
España, hoy, es una revolución.La única que hay.
Publicado por Ramón
Cotarelo en 12:23
a. m.
Etiquetas: Cataluña., Excepción., Independencia., República
Catalana.
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