Tomás Pérez Vejo recrea en su último libro cómo los sucesivos Estados difundieron, su concepción del país a través de la pintura de historia. JUAN MORENILLA. 30 OCT 2015 - 00:03 CET
El debate sobre la identidad española, tan vivo hoy, es tan antiguo como la propia historia del país. La idea de qué es España y qué son los españoles ha flotado en el imaginario colectivo desde los Reyes Católicos hasta estos días de soberanismo catalán. Y cómo se ha construido a lo largo de los siglos esa identidad, con sus éxitos y fracasos, ayuda a iluminar la concepción que ahora existe sobre la nación. En España imaginada. Historia de la invención de una nación, Tomás Pérez Vejo, profesor-investigador en la Escuela Nacional de Antropología e Historia de México, pone el acento sobre una de las herramientas que ayudaron a edificar esa idea: la pintura de historia. Durante épocas, el Estado tuvo en los pintores el mejor instrumento para transmitir qué quería que se entendiera por España. El Estado aprovechaba el arte para sus fines políticos, y el artista se aseguraba con tan solvente socio un comprador y un prestigio social. “Una corriente historiográfica en los últimos años plantea que las naciones son construcciones culturales, no son realidades naturales, no son, sino que se crean ellas. Una nación es un relato”, explica Tomás Pérez Vejo. El embrión, según el autor, tiene una fecha de nacimiento, la monarquía de los Reyes Católicos, un momento de máximo auge y esplendor que se prolonga hasta finales del siglo XVI, con Carlos V y Felipe II, las glorias de la casa española; que entra en decadencia en el siglo XVII para continuar con un XVIII afrancesado y que resucita con la Guerra de Independencia en 1808 y la Constitución de Cádiz. “Esa sería la imagen central de España, no vinculada a imágenes concretas, sino reiterativas”, dice Pérez Vejo. ¿Cuáles son esas imágenes? El reinado de los Reyes Católicos aparece definido por la unificación, la conquista del reino de Granada y el descubrimiento de América; Carlos V es el dominio sobre Europa, pero también la muerte de los comuneros y el fin de las libertades castellanas; Felipe II es el hombre de El Escorial; y de ahí a los obras de Goya sobre el levantamiento contra los franceses, “la nación que vuelve a rebelarse contra el extranjero”.
Así se pintó España a sí misma a través de los dedos de unos pintores que poco menos eran funcionarios del Estado. “Donde el artista demostraba su valía era pintando cuadros de historia, en los que había un relato. Solo eso se consideraba gran arte”, cuenta Pérez Vejo; “lo que definía la importancia de una pintura era el tema, no cómo estaba pintada. Y ese pintor solo podía pintar para el Estado. Los cuadros medían 20 metros cuadrados y no los podían comprar personas privadas. Todo pasaba por las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes. Si un pintor quería conseguir una medalla, tenía que pintar los cuadros de historia que el Estado quería. Si pintaba otra cosa, iba a fracasar en la exposición, no obtenía medalla, no vendía su cuadro, no lograba cargos académicos”. La ecuación estaba clara. En esa línea ideológica, los pintores fueron unos actores más útiles que los escritores, que disfrutaban de una autonomía mayor y un mercado privado. “La vida de los pintores de historia estaba controlada por el Estado”.
Para América Latina, España no dejará de ser el país de los conquistadores. No existe ese invento de la marca España”
Claro que en ocasiones el contenido fue objeto de diferencias en el seno del poder. En el siglo XIX, España se convierte en un país romántico para el resto del mundo. “Los viajeros vienen a buscar el exotismo: bandoleros, gitanas, toreros. Eso está asociado a una cierta concepción del ser español, la valentía, el carácter dramático…, pero también tiene que ver con el retraso de la sociedad española. Eso no significa que la sociedad fuera así. Pero uno venía de Londres no a ver la clase media que ya había en su ciudad, sino bandoleros, gitanas, toreros. Frente a eso, las élites pueden asumirlo como parte intrínseca de España o apostar por el progreso o regeneración. Hay un conflicto”.
PREGUNTA. ¿Tuvo éxito o fracasó esa creación de la identidad nacional?
RESPUESTA. El Estado español tiene éxito en el siglo XIX en la construcción de un relato de nación coherente y con una cierta belleza poética, había una narrativa razonable. El fracaso no es en ese siglo, sino que tiene que ver con el fracaso en la construcción de un modelo de enseñanza para difundir ese relato. El Estado construye la novela, pero no sabe difundirla, la escolarización universal es muy tardía. Y si hay que hablar de fracaso, hay que relacionarlo con lo que pasó después de la Guerra Civil. La asociación entre franquismo y España fue tan fuerte que eso deslegitimó el relato de nación española… Tuvo un efecto devastador. Hoy, los problemas de una generación de españoles con la bandera tienen que ver con que fue utilizada en la Guerra Civil por uno de los bandos. No podemos pedir que se sienta identificado con la bandera española alguien que combatió con los republicanos.
P. ¿Qué diferencias hay con América Latina?
R. En el lado americano de la monarquía, el éxito de la construcción de la nación es absoluto. Nadie cuestiona la existencia de México como nación, pero sí de España.
P. ¿Hay una imagen estereotipada de España?
R. Hay una serie de estereotipos que perviven. Vista desde Latinoamérica, España no dejará de ser el país de los conquistadores. No existe eso que se han inventado de marca España. Somos aquello que nos contamos que somos. El problema de la marca España es que no es relato, sino que tenemos unas empresas muy eficientes.
P. ¿Existe una España o varias?
R. Las naciones son construcciones imaginarias que siguen funcionando mientras la gente cree en ellas. Entonces hay tantas Españas como españoles.
P. ¿Y cómo se lee el capítulo de Cataluña?
R. El conflicto catalán no ha aparecido ahora por casualidad. Es el resultado de un proceso de construcción nacional llevado a cabo de forma coherente, con objetivos claros, por parte de los sucesivos Gobiernos catalanes desde la Transición. La Generalitat no ha utilizado la pintura histórica, pero sí la televisión, la enseñanza… para contar un relato de lo que Cataluña es. •
PREGUNTA. ¿Tuvo éxito o fracasó esa creación de la identidad nacional?
RESPUESTA. El Estado español tiene éxito en el siglo XIX en la construcción de un relato de nación coherente y con una cierta belleza poética, había una narrativa razonable. El fracaso no es en ese siglo, sino que tiene que ver con el fracaso en la construcción de un modelo de enseñanza para difundir ese relato. El Estado construye la novela, pero no sabe difundirla, la escolarización universal es muy tardía. Y si hay que hablar de fracaso, hay que relacionarlo con lo que pasó después de la Guerra Civil. La asociación entre franquismo y España fue tan fuerte que eso deslegitimó el relato de nación española… Tuvo un efecto devastador. Hoy, los problemas de una generación de españoles con la bandera tienen que ver con que fue utilizada en la Guerra Civil por uno de los bandos. No podemos pedir que se sienta identificado con la bandera española alguien que combatió con los republicanos.
P. ¿Qué diferencias hay con América Latina?
R. En el lado americano de la monarquía, el éxito de la construcción de la nación es absoluto. Nadie cuestiona la existencia de México como nación, pero sí de España.
P. ¿Hay una imagen estereotipada de España?
R. Hay una serie de estereotipos que perviven. Vista desde Latinoamérica, España no dejará de ser el país de los conquistadores. No existe eso que se han inventado de marca España. Somos aquello que nos contamos que somos. El problema de la marca España es que no es relato, sino que tenemos unas empresas muy eficientes.
P. ¿Existe una España o varias?
R. Las naciones son construcciones imaginarias que siguen funcionando mientras la gente cree en ellas. Entonces hay tantas Españas como españoles.
P. ¿Y cómo se lee el capítulo de Cataluña?
R. El conflicto catalán no ha aparecido ahora por casualidad. Es el resultado de un proceso de construcción nacional llevado a cabo de forma coherente, con objetivos claros, por parte de los sucesivos Gobiernos catalanes desde la Transición. La Generalitat no ha utilizado la pintura histórica, pero sí la televisión, la enseñanza… para contar un relato de lo que Cataluña es. •
España imaginada. Historia de la invención de una nación. Tomás Pérez Vejo. Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2015. 616 páginas. 26,50 euros.
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