“No es el Valle de los Caídos, es el valle de Cuelgamuros. Los fascistas quitaron el nombre que le había puesto el pueblo para imponer el suyo, como hicieron con todo”, precisa Luis Miguel Urbán, del Foro Social de la Sierra de Guadarrama, sobre la zona donde se encuentra el mausoleo monumental en el que está enterrado Francisco Franco. Como cada año desde hace once, un grupo de hombres y mujeres se concentrarán este domingo para pedir que se convierta en un museo de la memoria, se saque el cuerpo del dictador y que se desmonte la cruz.
Los convocantes se reunirán pocas horas antes del aniversario de la muerte del dictador para denunciar “42 años de ignominia”. Pasadas cuatro décadas aún combaten “porque los restos del dictador siguen descansando plácidamente en el mausoleo diseñado por él mismo, financiado por todos los españoles, rodeado de honores y de miles de republicanos, que fueron primero asesinados y cuyos restos fueron robados y trasladados al Valle para mayor gloria de su asesino”. Para ilustrar el cartel de esta cita con la memoria han versionado el ‘Guernica’ de Pablo Picasso, símbolo de un dolor no apagado.
Mientras España se moría de hambre e intentaba levantarse de una Guerra Civil que había arrasado con todo, el vencedor de la contienda le hacía un encargo de dimensiones colosales al arquitecto Pedro Muguruza, que en 1950 sería relevado por Diego Méndez. El objetivo era “perpetuar la memoria de los que cayeron en nuestra gloriosa Cruzada”. Por mucho que los partidarios de esta construcción insistan en que es un lugar de reconciliación, donde residen muertos de los dos bandos, las asociaciones memorialistas no encuentran ningún tipo de componenda en un monumento donde las tumbas del dictador y de José Antonio Primo de Rivera se encuentra en un lugar destacado frente a los más de 33.700 cuerpos les acompañan, algunos sin identificar.
“Durante la dictadura hubo un traslado ilegal de restos. Llevaron cuerpos de todo el país hasta el Valle de los Caídos sin perdirle permiso a sus familias ni preguntarles. Las víctimas no pueden estar en el mismo lugar que sus verdugos”, responde Miguel Muga, secretario del Foro por la Memoria de la Comunidad de Madrid. Quieren que deje de ser la fosa común más grande de España y se devuelvan los cuerpos a los familiares, incluido el de Franco. No solo es una reivindicación social, también política. En mayo del año pasado, se aprobó en el Congreso una proposición no de Ley para instar al Gobierno a exhumar el cadáver del dictador. Sin embargo, la propuesta no tenía fuerza legislativa y el Ejecutivo ignora, por el momento, este mandato de la cámara.
Este mismo jueves también se llevó a debate a la Comisión Mixta para las Relaciones con el Tribunal de Cuentas una iniciativa del PSOE que proponía liquidar la Fundación de la Santa Cruz del Valle de los Caídos. En esta ocasión, fue rechazada. Además de polémica, esta gestión es deficitaria. Una pregunta parlamentaria, publicada por la cadena SER, desveló que le cuesta al Estado una media de 750.000 euros al año.
Resignificar, no destruir
Estas organizaciones no piden la demolición del Valle de Los Caídos, sino que se construya un memorial para que quede constancia de lo que realmente todo lo pasó allí, incluida la versión de las víctimas. Ejemplifican con los campos de exterminio nazi en Alemania que, en vez de derruirse, pasaron a ser una prueba imborrable de la barbarie. “La historia no se le puede contar a los jóvenes en un lugar donde sigue imperando la dinámica de los vencedores y vencidos. Hay que contarles también que hubo fusilados y juicios sumarísimos”. La web del Valle de los Caídos destaca que “en las obras de construcción participaron principalmente trabajadores libres y un porcentaje menor, aunque significativo, de presos”.
Lo que sí piden desmontar es la Cruz de los Caídos. Mientras para los gestores del monumento es “signo máximo de la pacificación”, para otros significa todo lo contrario: es el símbolo del Nacionalcatolicismo que operó durante el franquismo. Además, se concibió como una construcción monumental y se ve en casi toda la Sierra de Madrid. “Para algunos cristianos también es una ofensa porque relaciona los asesinatos con la religión. Es una cruz de odio y no de paz”, destaca este miembro del Foro Social de la Sierra de Guadarrama. “Pedimos la desacralización del Valle. No es una cruz cristiana sino una representación de la cultura franquista”, argumenta Muga. Esto significaría también la expulsión de los benedictinos.
42 años después de la muerte del dictador, el Valle de los Caídos sigue cumpliendo la finalidad con la que Franco lo creó: que su relato perviviera a lo largo del tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario