El gobierno de coalición entre
el PSOE y Unidas Podemos está hoy más lejos. El fracaso de Pedro
Sánchez en la investidura ha abierto un nuevo escenario y los últimos
movimientos, externos e internos, dentro del Grupo Confederal, le ha
hecho perder fuelle al objetivo que persiguen los de Pablo Iglesias
desde la campaña electoral: impulsar medidas sociales de calado, pero desde el Ejecutivo.
La tensión y el enfrentamiento vividos con los socialistas durante las negociaciones
y el debate de investidura situaron a Podemos frente a dos importantes
desafíos: arrastrar a un PSOE que amenazaba con elecciones a una segunda
etapa de negociaciones (un "reinicio" de las conversaciones, "de
cero"), y coser las heridas de la dura batalla que han protagonizado
contra los de Sánchez en los últimos días.
En Podemos son partidarios de "apartar las afinidades
personales" para dejar paso a la política, aunque las relaciones
parecieron quedar tocadas también en este segundo ámbito. No obstante,
la intención de la formación morada era clara: unas nuevas negociaciones
para un gobierno de coalición antes de septiembre, "sin líneas rojas",
"con respeto" y con la disposición a estudiar todas las propuestas del PSOE, incluso las que ya habían rechazado.
Ese no era el guión del PSOE. Un día han tardado los de
Sánchez en dejar claro que el coste político para Podemos del fracaso
en la investidura iba a ser el rechazo tajante al gobierno de coalición.
No negociarán más la entrada de los de Iglesias al Ejecutivo, y van a
explorar "nuevas posibilidades". De la entrevista del presidente del
Gobierno en funciones el jueves no salió un mensaje rotundo respecto a
los de Iglesias, pero su discurso (en el que "socio prioritario" dejó
paso a "las cuatro grandes fuerzas de este país") sonaba distinto. Ese
sonido lo definió Calvo este viernes dando un portazo a un acuerdo de
Gobierno.
El primer obstáculo era claro, pero las trabas al
ejecutivo de coalición no se iban a quedar ahí. Las diferencias que se
produjeron en el seno del Grupo Confederal entre Izquierda Unida y
Podemos minutos antes de la investidura se materializaron este viernes
en un posicionamiento político de los de Garzón que aboga por abandonar la idea de entrar en el Gobierno si con ello se evita la repetición electoral.
El gobierno de coalición entre
el PSOE y Unidas Podemos está hoy más lejos. El fracaso de Pedro
Sánchez en la investidura ha abierto un nuevo escenario y los últimos
movimientos, externos e internos, dentro del Grupo Confederal, le ha
hecho perder fuelle al objetivo que persiguen los de Pablo Iglesias
desde la campaña electoral: impulsar medidas sociales de calado, pero desde el Ejecutivo.
La tensión y el enfrentamiento vividos con los socialistas durante las negociaciones
y el debate de investidura situaron a Podemos frente a dos importantes
desafíos: arrastrar a un PSOE que amenazaba con elecciones a una segunda
etapa de negociaciones (un "reinicio" de las conversaciones, "de
cero"), y coser las heridas de la dura batalla que han protagonizado
contra los de Sánchez en los últimos días.
En Podemos son partidarios de "apartar las afinidades
personales" para dejar paso a la política, aunque las relaciones
parecieron quedar tocadas también en este segundo ámbito. No obstante,
la intención de la formación morada era clara: unas nuevas negociaciones
para un gobierno de coalición antes de septiembre, "sin líneas rojas",
"con respeto" y con la disposición a estudiar todas las propuestas del PSOE, incluso las que ya habían rechazado.
Ese no era el guión del PSOE. Un día han tardado los de
Sánchez en dejar claro que el coste político para Podemos del fracaso
en la investidura iba a ser el rechazo tajante al gobierno de coalición.
No negociarán más la entrada de los de Iglesias al Ejecutivo, y van a
explorar "nuevas posibilidades". De la entrevista del presidente del
Gobierno en funciones el jueves no salió un mensaje rotundo respecto a
los de Iglesias, pero su discurso (en el que "socio prioritario" dejó
paso a "las cuatro grandes fuerzas de este país") sonaba distinto. Ese
sonido lo definió Calvo este viernes dando un portazo a un acuerdo de
Gobierno.
El primer obstáculo era claro, pero las trabas al
ejecutivo de coalición no se iban a quedar ahí. Las diferencias que se
produjeron en el seno del Grupo Confederal entre Izquierda Unida y
Podemos minutos antes de la investidura se materializaron este viernes
en un posicionamiento político de los de Garzón que aboga por abandonar la idea de entrar en el Gobierno si con ello se evita la repetición electoral.
El debate entre IU y Podemos no se queda en el Pleno
Las formaciones lograron ponerse de acuerdo antes del
Pleno y, aunque hubo rumores de que IU podría votar distinto al resto
del grupo, finalmente coordinaron su voto para que la abstención a Sánchez se revistiera de firmeza.
Pero el debate parece no haberse quedado en la sesión de investidura e
Izquierda Unida ya ha hecho público que su prioridad es la de llegar a
un acuerdo programático, un pacto de legislatura con Unidas Podemos
influyendo en el Gobierno desde el exterior: la llamada vía portuguesa.
Las bases para ese pacto, proponen los de Garzón, serían las medidas incluidas en el acuerdo para los Presupuestos Generales del Estado de 2019
que firmaron Iglesias y Sánchez. Sin embargo, la posición de Podemos es
clara en este sentido, y, de hecho, los acuerdos alcanzados con el PSOE
forman parte de este argumento. "Necesitamos estar en el Gobierno para
que Sánchez cumpla", repitió Iglesias en casi todos los escenarios de
campaña, sobre los que acusó a los socialistas de no llevar a cabo las
medidas a las que se comprometieron con la formación morada.
El gobierno de coalición pierde enteros, pero sigue
siendo el objetivo del partido. Desde la formación insisten en que las
diferencias en los posicionamientos con Izquierda Unida forman parte de
la "normalidad" de Unidas Podemos: "Somos un grupo confederal, primero se toman decisiones autónomas en cada partido y luego las debatimos".
Las formaciones lograron ponerse de acuerdo antes del
Pleno y, aunque hubo rumores de que IU podría votar distinto al resto
del grupo, finalmente coordinaron su voto para que la abstención a Sánchez se revistiera de firmeza.
Pero el debate parece no haberse quedado en la sesión de investidura e
Izquierda Unida ya ha hecho público que su prioridad es la de llegar a
un acuerdo programático, un pacto de legislatura con Unidas Podemos
influyendo en el Gobierno desde el exterior: la llamada vía portuguesa.
Las bases para ese pacto, proponen los de Garzón, serían las medidas incluidas en el acuerdo para los Presupuestos Generales del Estado de 2019
que firmaron Iglesias y Sánchez. Sin embargo, la posición de Podemos es
clara en este sentido, y, de hecho, los acuerdos alcanzados con el PSOE
forman parte de este argumento. "Necesitamos estar en el Gobierno para
que Sánchez cumpla", repitió Iglesias en casi todos los escenarios de
campaña, sobre los que acusó a los socialistas de no llevar a cabo las
medidas a las que se comprometieron con la formación morada.
El gobierno de coalición pierde enteros, pero sigue
siendo el objetivo del partido. Desde la formación insisten en que las
diferencias en los posicionamientos con Izquierda Unida forman parte de
la "normalidad" de Unidas Podemos: "Somos un grupo confederal, primero se toman decisiones autónomas en cada partido y luego las debatimos".
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