La razón acaba siempre por tener razón
Lenin
El drama representado en los últimos días en el Parlamento con las sesiones de investidura fallidas y el epílogo que están ahora representando los dirigentes de las dos formaciones que debían haber formado gobierno, Podemos y PSOE, atribuyendo cada uno al contrario la culpa del fracaso, nos enseña claramente que en política la solución siempre es la más sencilla. Y esta es que la izquierda ha de actuar como una fuerza de izquierda.
La insistencia, casi desesperación, con que Iglesias y las demás dirigentes de Podemos pidieron a Sánchez participar en el gobierno, con varios ministerios, se hizo patética a medida que resultaba más evidente que Sánchez no quería de ninguna manera tener sentado a la misma mesa a Pablo Iglesias exigiéndole derogar el artículo 135 de la Constitución, la reforma laboral, la nacionalización de las eléctricas, la devolución de los 60.000 millones entregados a la banca, y otras medidas igualmente “fáciles” de cumplir para quien debe seguir las instrucciones de la Unión Europea, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo, sin contar con el Departamento de Estado de EEUU y la OTAN.
Situación ésta que ya no es un secreto para nadie, no solo porque tanto Julien Assange como Carlos Enrique Bayo han desvelado los últimos secretos que guardaban los servicios de inteligencia de muchos de esos organismos, sino porque el propio Pedro Sánchez nos dio una información de primera mano sobre las presiones que recibía su partido en la entrevista que concedió a Jordi Évole en la Sexta, en los momentos de su exilio del PSOE.
Lo más desconcertante ha sido que Iglesias, y algunas de sus acólitas, le repetían a Sánchez continuamente que precisamente porque era de tal modo dependiente de los organismos internacionales así cómo de la patronal española, ellos tenían que estar presentes en el Consejo de Ministros para vigilarle. Y, al parecer, creían que Sánchez iba a aceptar.
No sólo las declaraciones de desconfianza que realizó Pablo Iglesias desde el primer momento tenían que molestar al PSOE, como a cualquier otro a quien le espetas que no se fía de ti, sino que precisamente por ello el aludido debía querer tenerlo lo más lejos posible.
Estas normas de relación de simple educación social no parecen haberlas aprendido los dirigentes de Podemos que utilizan la televisión como el pregón del pueblo para que todo el mundo se entere. Mientras, los podemitas permanecen autistas frente a la hostilidad que tanto Sánchez y Calvo y Ábalos, como la mayoría de los barones socialistas sienten hacia su formación política y sus modos de hacer, ya que lo último que quieren es tener de gobernantes a esos hooligans inmaduros que se formaron políticamente en las plazas del 15M, a donde quiere volver a Monedero.
Si tal situación no abría los ojos a Iglesias y le hacía comprender que la izquierda comunista, en lo que todavía quede de comunismo en Unidas Podemos, no puede gobernar con la socialdemocracia, a menos que se someta al abrazo del oso que supone aceptar las reglas del juego de la derecha, solamente repasando la historia del siglo XX podría haber comprendido la imposibilidad de su propuesta. Desde Mitterrand a González y Almunia, las alianzas de socialistas y comunistas han concluido siempre con la derrota de estos últimos, que les ha llevado a la irrelevancia. Y más cerca en el tiempo la experiencia de Tsipras en Grecia, y la de Andalucía con Susana Díaz, debería haberles enseñado también.
Si la izquierda quiere actuar de izquierda, es decir si no se engaña con los cantos de sirena del discurso laclauniano de que ya no hay izquierda ni derecha ni lucha de clases ni se debe aplicar el análisis materialista de la realidad porque estamos en la postmodernidad, no puede someterse a las imposiciones de un partido socialista que se ha caracterizado por ser el mejor aliado del Capital. Entrar en el gobierno del PSOE será aceptar los acuerdos del Consejo de Ministros donde habrá 15 ministros socialistas para 3 de UP, y en consecuencia cualquiera puede entender que o aceptas sus decisiones o te vas, después de haber aireado tu pataleta en las ruedas de prensa.
Entrar en el gobierno del PSOE es ser cómplice del mismo o pasarse el tiempo protestando y criticando a tus socios de mesa. ¿Y eso era lo que quería Iglesias? Por supuesto, otro asunto es votar la investidura de Sánchez que inevitablemente ha de ser para evitar otras elecciones, en las que muy probablemente la izquierda tiene todo que perder.
El Partido Feminista de España en enero de 2019, en la Coordinadora de Izquierda Unida, ya se pronunció contra la coalición con Podemos en las inmediatas consultas electorales, explicando por enésima vez que esas alianzas invisibilizan a IU, la vuelven irrelevante y en consecuencia sus militantes se desaniman y, para colmo, no concitan más votos, como se pretende. Porque los votantes no desean aceptar la derechización o la derrota de su formación, y para votar a la derecha ya tienen el original.
Nuestro pronóstico se cumplió tanto en las generales como en las municipales, autonómicas y europeas. Y en esto llegó el drama de la investidura, y volvimos a decir que no había que pedir puestos en el gobierno sino apoyar la investidura y actuar como oposición de izquierda, si es que realmente queremos ser de izquierdas.
Porque lo verdaderamente importante es no perder de vista quien es el enemigo principal de las clases trabajadoras y de las mujeres. El Capital y el Patriarcado unidos han hundido a la mayoría de la población española en la pobreza, la humillación y la violencia, y los partidos que son su correa de transmisión piensan mantener el mismo objetivo, aunque adornen sus declaraciones con juramentos de feminismo y socialismo.
Y no tantos juramentos, que una de las constataciones que desde el Partido Feminista hicimos fue que las fuerzas políticas de izquierda, que expusieron sus programas y objetivos en el Parlamento, ni aún mencionaron la criminal masacre que están sufriendo las mujeres españolas por la violencia machista.
Resulta indignante que ninguno de los oradores que se identifican de “progreso”, todos hombres menos la representante de Junts per Catalunya, que nos obsequiaron en la tribuna de oradores con sus discursos de denuncia de los problemas de la ciudadanía y ofrecido sus programas para resolverlos, mencionó con detalle los gravísimos ataques y carencias que está sufriendo la población femenina, que constituye el 52% de la total. La hipocresía con que en otros momentos alaban el feminismo quedó desenmascarada en las sesiones parlamentarias.
Finalmente parece que la dirección de IU se pronuncia para plantear que no hace falta entrar en el Consejo de Ministros sino aprobar una investidura con un programa más o menos controlable. Y he aquí otra actuación inaceptable, porque hacía dos días que IU había planteado una consulta a las bases sobre si quería participar en el gobierno y la respuesta previsible dio una mayoría absoluta a la opción positiva, claro que con la participación del 16% del censo. Y, de pronto, sin nueva consulta –cosa imposible- cambia la propuesta. ¿Y dónde queda la opinión de las bases? ¿Y para qué la quería la dirección, si al final decide por su cuenta?
Es evidente que ha llegado el momento de que se forme gobierno para acabar con la provisionalidad y el desconcierto que existen en las administraciones españolas. Se están creando y prolongando numerosos problemas para las clases trabajadoras y las mujeres por la falta de unos presupuestos indispensables, que, aunque insuficientes, pueden paliar, en la medida en que lo hará el PSOE, las carencias que padecen los sectores sociales más vulnerables: las mujeres, los niños, los discapacitados, la sanidad , los transportes, los becarios, la investigación, etc. Por ello constituye una absoluta falta de responsabilidad por parte de las formaciones políticas que se han abstenido permitir que la interinidad del gobierno se prolongue en perjuicio del pueblo español al que todos dicen querer tanto. Y aunque ya sabemos las complicidades que mantiene el PSOE con el Capital, en el momento actual no solamente es el único que tiene posibilidades de gobernar sino que es bastante más deseable que el gobierno de la derecha.
Con la abstención, Podemos ha demostrado nuevamente su inmadurez y falta de preparación política, y con la obstinación en solicitar ministerios mantiene pretensiones que no tienen correlato en la fuerza parlamentaria que posee.
Si, tal como se prevé, se tienen que repetir las elecciones en noviembre los resultados serán demoledores para Unidas Podemos y para las formaciones políticas que forman parte de la coalición o que están asociadas con ella.
Ciertamente, repetimos, la izquierda española hoy ha de demostrar que es de izquierdas, y además ser inteligente. De otro modo está trabajando para su propia desaparición.
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