“Cuando la Revolución se venga abajo…” Por Oni Acosta Llerenapor La pupila insomne |
La Revolución Cubana ha estado muy ligada a
diversas aristas tal vez poco convencionales para un proyecto político
de su tipo. Apenas pocos meses después del arribo de la misma al poder,
varias leyes y la creación de instituciones
hicieron palpable el amplísimo carácter cultural y científico de la
incipiente -entonces- etapa revolucionaria. Todo ello venía gestándose
como parte de la plataforma política liderada y creada por Fidel, que
tuvo como epicentro fundacional el famoso alegato
utilizado como auto defensa en el juicio por los sucesos del ataque al
Cuartel Moncada en 1953, recogido para la posteridad como las
fundamentaciones que ya tenía concebidas el proyecto político y
revolucionario del joven abogado. Me refiero por supuesto a
La Historia me Absolverá.
Ya lograda la liberación en enero de 1959,
no fueron palabras voladoras u olvidadizas las proclamadas en LHA, ni
tampoco las que durante el período posterior de lucha guerrillera en que
se sumaron otras fuerzas del país fueron perfilando
el pensamiento, siempre en evolución y dialéctica constantes, del líder
cubano. Es por ello que nada de lo ocurrido a partir de 1959 es obra de
la casualidad, ni producto de una macabra improvisación como han
querido mostrar algunos.
La apuesta que rápidamente hizo Fidel con la
creación artística y el desarrollo de numerosos caminos enfilados al
sector intelectual cubano no se hizo esperar. Aquí expongo varios
ejemplos: la creación del ICAIC, del Ballet Nacional
de Cuba, la Campaña de Alfabetización, la Escuela Nacional de Arte, la
Imprenta Nacional, la Orquesta Sinfónica Nacional, la Casa de las
Américas…. Ellos son apenas una parte del profundo pensamiento cultural y
aglutinador de Fidel, que a la vez que mantenía
al país en pleno ejercicio combativo ante agresiones, atentados y
terrorismo, multiplicaba el acceso al conocimiento para lograr así la
plena emancipación de un país empobrecido desde lo más hondo de su raíz
social.
Los aportes de la Revolución a las artes en Cuba fueron
in crescendo, marcando hitos y desterrando fantasmas y
aberraciones que intentaban lacerar ese entorno. La visita a Cuba de
disímiles personalidades del arte y las relaciones -muchas veces de
largas charlas- con Fidel, fueron consolidando un proceso
muy original de la relación del líder con esa esfera a la vez que el
país disfrutaba de una verdadera transformación sin precedentes en el
hemisferio, con el volcado casi total de las editoriales en aras de
fomentar un rescate en lo referente a la literatura
nacional, regional y universal. Fue tanta la avalancha de títulos que
aun hoy repletan anaqueles de libreros callejeros, y personales.
¿Y por qué, a pesar de avatares económicos
muchas veces adversos, Fidel creía y apostaba tanto por la desarrollo
cultural del país? ¿Qué veía el líder cubano en el consumo cultural y el
afianzamiento de esa praxis en todos los niveles
de la sociedad cubana?
Era tanto ese esfuerzo que sirvió inclusive
para algún tipo de chiste, emparentando a un machetero en plena
contienda del ´70 con la lectura de un libro en algún momento de
descanso. Irreal e impensable, la capacidad generadora de
hombres como Fidel o el Che, intentaban plasmar experiencias únicas de
etapas de fuertes contradicciones que inexorablemente llevan a
comprender el conocimiento del espíritu, del alma, de lo enriquecedor de
la lectura o la apreciación artística. No por gusto
la prisión y la Sierra Maestra fueron esenciales para grandes hombres y
dirigentes del país.
Hoy, otros contextos demandan nuevas maneras
de liderazgo y combates ante replanteamientos históricos o de guerra
cultural, y sobre todo en escenarios no visibles para todas las miradas.
Desde su discurso político, el actual presidente
cubano ha hecho llamados a asumir esas nuevas tácticas de confrontación
con inteligencia, y haciendo uso del legado histórico emprendido por
Fidel hace más de 60 años. Pero el imperialismo utiliza diversas formas
de seducción ahí donde el dolor es palpable,
en zonas donde lamentablemente la desidia ha imperado y, no seamos
ilusos ante su poderío: el capitalismo también ha perfeccionado sus
armas ideológicas. Tras la euforia que surgió con la aniquilación del
comunismo en Europa y su paso a economías de mercado
y terapias de choque, la derecha comprendió que no podía seguir jugando
el mismo papel de enemigo tradicional y adversario frontal. Tras años
de espejismos dirigidos al bloque del Este -y a Cuba por supuesto-
finalmente estaban dispuestos a repartirse el pastel
antes prohibido, pero bajo el rol de salvadores y no de victimarios,
donde enamoraba más una Coca Cola que un disparo. También usaron un
frente intelectual para conformar un discurso de solidez aparentemente
ontológica, que, a raíz de su victoria temporal
al lograr disolver a la URSS en 1991, ha ido perfeccionándose. Y esa
teatralidad nos invade hoy día, inclusive viéndose reflejada en la
visita del ex presidente Barack Obama a La Habana donde asumió la falsa
postura de conciliador, pero con la certeza obstinada
de lograr un cambio de gobierno por “las buenas”.
Expuestas estas breves valoraciones y ante
un contexto de confrontación novedoso e inteligente, nuevas guerras
estarían por librarse desde esa “sincera apertura” propiciada por quien
fue catalogado por Fidel como “el hermano Obama”,
y, viendo hoy este lapso desde la horizontalidad de la Historia, nada
más cerca de la realidad que ese irónico calificativo. En esta etapa,
convulsa y enmascarada desde el juego antagónico, el pensamiento del
actual presidente cubano ha sido claro: dotar de
invulnerabilidad económica y productiva al esquema nacional, haciendo
una revisión a fondo de los males que aquejan y traban el esperado
avance del país en esa dirección. El acceso pleno a plataformas como
Internet ha sido clave en la agenda del presidente,
aún cuando eso signifique propiciar brechas para el trabajo de
servilismo y anexionismo de una parte -pequeña, pero con apuntalamientos
visibles y notorios- de nuestra sociedad. El reto del actual gobierno
cubano está trazado con sólida base en lo que el presidente
acuña como Pensar como país, que mucho tiene que ver con el testamento
político de Fidel conocido como el Concepto de Revolución. ¿Por qué el
énfasis en pensar juntos como país? ¿Qué entraña ese aparente juego de
palabras para el enemigo? ¿Cómo apelar a un
uso coherente de los logros de la Revolución en tan complejo escenario?
Es imperativo acompañar estos cambios que se
plantean. La ralentización en implementar los pedidos del presidente en
varias esferas lastra la visión de su pensamiento joven y atemperado a
estos tiempos. Por ejemplo, casi desde su
primer día en el cargo, Díaz-Canel ha llamado a la informatización del
país, a acelerar procesos que deriven en mejor y más confianza en ese
sentido para lograr mayor independencia, lograr rentabilidad y poder
insertar al país en un mecanismo mucho mas eficiente
de cara a los desafíos internos. Otra de las dinámicas emprendidas por
el presidente cubano va dirigida a la descentralización de decisiones y
dar vía expedita al Estado en cuestiones más cruciales, teniendo en
cuenta el concepto del Poder popular, mal utilizado
muchas veces para atacar conceptualmente nuestro proyecto social. Por
ejemplo, la capacidad de Fidel de estar presente en disimiles ramas de
la economía del país, unido a un planeta con otras características,
permitió que los cubanos viviéramos en un mundo
casi ideal donde se estaba a salvo desde el regazo del líder eterno. Y
se extraña, claro que sí. Pero el prisma actual es bien distinto.
Primeramente, el imperialismo patalea y se revuelca en una crisis para
nada infantil con un orate en papel de emperador
galáctico, desplegando como nunca antes fuerzas letales en el planeta.
En segundo lugar, vivimos un cerco económico contra Cuba en su etapa más
feroz en 60 años lo que nos lleva a un tercer plano: un país al que le
urge producir con la disyuntiva de no tener
acceso a divisas y tecnologías internacionales hace que se abran muchos
más la frentes de combate a la vez y donde la Revolución se pone a
prueba con la inclusión de todos los revolucionarios, y donde todos
aquellos que ocupan una responsabilidad tienen que
cumplir sus labores. En ese sentido el presidente ha conformado un
joven equipo de ministros que batalla por el país, toda vez que cada día
cambian las reglas del juego para Cuba y la capacidad de respuesta y
anticipación a la jugada enemiga es prioridad.
En esa línea, una de las mejores armas contra nuestro país es el uso de la
Mass Media, una industria puesta en marcha desde el nacimiento
del imperialismo pero que ha evolucionado y sutilizado su discurso: así
como exportaron al mundo su visión de la Guerra
Hispano-Cubano-Norteamericana consistente en sus
Rangers vencedores y épicos frente a mambises brutos, descalzos e
ignorantes (manipulaciones de códigos visuales y diegéticos), hoy
demonizan no sólo el programa político de Cuba, sino que en cada rincón
de la vida nacional donde hayamos obtenido un
mínimo de bienestar, lo presentan hecho trizas hasta el cansancio. Ahí
entran la ciencia, el deporte, la cultura, la salud, la educación y todo
lo que concierne a lo logrado en todos estos años de Revolución.
Es en este escenario en el que se hace
imprescindible pensar como país y sostener la idea de continuidad frente
a la ruptura que tratan de imponernos, primero en las mentes y luego en
la realidad. Sólo así “cuando la Revolución se
venga abajo” será un irónico verso de una inolvidable canción pero
jamás el deseo realizado de nuestros enemigos.
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