Podemos, una buena ocasión para la reflexión
16/7/20
“Podemos ha sufrido una derrota sin paliativos, en las últimas elecciones de Galicia y Euskadi”, tal y como se expresó su máximo líder Pablo Iglesias. La mayoría de los dirigentes de Unidas Podemos, junto al reconocimiento de este fracaso, han hecho un llamamiento a realizar una profunda reflexión autocrítica de lo sucedido. Son expresiones casi idénticas a las realizadas tras las últimas elecciones municipales y autonómicas: “nos toca hacer una profunda autocrítica y aprender de los errores que sin duda hemos cometido” (Pablo Iglesias, marzo 2019). "Nuestro espacio político ha sufrido hoy una derrota sin paliativos. Perdemos buena parte de nuestra representación en el Parlamento Vasco y quedamos fuera del Parlamento de Galicia. Nos toca hacer una profunda autocrítica y aprender de los errores que sin duda hemos cometido" (Pablo Iglesias julio 2020).
Es de esperar, para el bien de la izquierda de este país, que, en está ocasión, la reflexión y las conclusiones, vayan más allá de las realizadas en abril de 2019, en las que, por ejemplo, la conclusión de Podemos de Castilla León de su autocrítica fue “nuestro error ha sido pensar antes en clave de país que como formación política”. “Es decir, hemos dado prioridad a solucionar los problemas que tiene la gente en este país antes que a obtener más votos como formación política”. Conclusión que se asemeja a lo que sería responder ante la pregunta, en una entrevista de trabajo, de ¿cuál es tú principal defecto?, y respondes: la obsesión por el trabajo bien hecho y la puntualidad.
Podemos es una organización joven, creada en marzo 2014, por un grupo de brillantes jóvenes politólogos. Desde su constitución ha vivido una constante noria de emociones. Ha pasado de la euforia que representó lograr a las pocas semanas de su constitución un 8% de los votos en las elecciones europeas y reunir, en seis meses, más de doscientos mil inscritos y situarse, en la encuesta de Metroscopia, de noviembre de 2014, como la fuerza de mayor voto potencial con un 27%, por delante de PSOE y PP…, de haber conquistado las alcaldías de Madrid, Barcelona y otras importantes capitales de provincia. Hasta llegar a ostentar varios ministerios y la segunda vicepresidencia del Gobierno de España.
La pregunta que seguro se hace la dirección y la militancia de Podemos es ¿qué nos está pasando?, ¿qué explicación nos damos para que elección tras elección vayamos perdiendo apoyos a raudales?, sobre todo en estas últimas, de tan espectacular resultado, como es que en Galicia sólo el 20% de las personas que nos votaron en Marea en 2016 hayan repetido esta vez, y en Euskadi, sólo el 45% de los que optaron por UP. ¿Qué ha pasado?
La respuesta, como siempre en política, tendrá mil caras y cada cual subrayará su razón. Desde quién dentro de la organización considere, si ya estaba en contra de la entrada de Podemos en el Gobierno, que ahí está el motivo. Los más ortodoxos de la organización, las razones las buscarán fuera: “las cloacas, los medios de comunicación, los recursos para la campaña ........”, y así lo más probable es que pasen días, semanas, hasta que la anunciada necesidad de “una reflexión profunda y autocrítica”, como se repite en estos días en caliente, quede olvidada por nuevos acontecimientos y urgencias.
Pero mientras llega ese momento, sería útil que se respondiera a la pregunta de ¿qué ha quedado de aquel impulso que supo aprovechar la ilusión, la riqueza, la pluralidad y el activismo del movimiento 15 M? ¿Qué ha pasado para que hoy, una organización joven y dirigida esencialmente por personas jóvenes, se perciba como una organización viejuna, rígida y con formas de gestión y dirección tradicional, en todos los sentidos? Da igual, por muchas votaciones online, asambleas permanentes en red, referéndums internos y primarias: el patrón es el común a cualquier partido tradicional.
¿En cuánto se ha transformado el mensaje inicial de Podemos con el que se fundó?, el mensaje con el cual pudo aprovechar que el PSOE estaba en el gobierno, en plena crisis económica y social, explotando en monopolio un fuerte discurso de denuncia de los efectos de la crisis que estaba afectando especialmente a las jóvenes generaciones, con niveles de paro escandalosos cercanos al 60% mientras se extendía la precarización de las condiciones laborales de la mayoría de los trabajadores y trabajadoras, provocando el también escandaloso incremento de la desigualdad social de nuestro país, la mayor de Europa.
Quizás una parte de las respuestas las podrán extraer de la sentencia enfatizada por Juan Carlos Monedero cuando afirma: “la izquierda nacionalista vasca y gallega se han podemizado. El discurso de Bildu y BNG no se diferencia del que antaño criticaban...”. Bien, probablemente sea verdad, que estos partidos nacionalistas han reforzado su discurso social junto al identitario y soberanista. Pero la pregunta de mérito, la de fondo que igual se deberían hacer los dirigentes de Podemos, es: ¿qué diferencias hay, entre ellos y Bildu, BNG y, por supuesto, con ERC en materia territorial y soberanista? Si la respuesta es, ninguna o muy poca diferencia, como a mí me parece, ahí podría estar una de las razones de esa “derrota sin paliativos”. Y que muchos de sus potenciales electores se pregunten, ¿para qué votaros si sois prácticamente lo mismo cuando hablamos de Galicia, Euskadi y Catalunya?
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