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Palabras del comandante “Robert” al recibir la Orden del Mérito Nacional del gobierno francés
Carlos de Urabá⎮Rebelión⎮19 junio 2014
El golpe de estado cometido a traición por el general Franco el día 18 de julio del 1936 contra
el gobierno legítimamente constituido de la república fue a todas luces
uno de los desastres más espantosos que haya padecido España en su
historia más reciente. Además de sembrar la destrucción y la muerte
dividió a la sociedad española en dos bandos casi irreconciliables. Las
tropas franquistas y sus aliados nazis e italianos utilizaron los
métodos más crueles para reprimir la resistencia popular con el
bombardeo de pueblos y ciudades, matanzas, fusilamientos, juicios
sumarísimos, cárceles, torturas, proscritos y exiliados.
El protagonista de la historia que vamos a relatar es la del señor José Antonio Alonso Alcalde, nacido el 14 de abril de 1919 en el Entrego, Asturias,
e hijo de una familia de mineros emigrados a Tarragona. Este hombre a
los 17 años de edad tuvo que alistarse en el ejército republicano para
defender la legalidad constitucional amenazada por la sublevación del
ejército español de África. José Antonio Alonso igual que lo hiciera
miles y miles de jóvenes fue consecuente y asumió el reto de
incorporarse a filas dispuesto a entregar su vida por defender la
justicia y la libertad.
José Antonio Alonso con sus 95 años a cuestas y
gracias a su prodigiosa memoria es uno de los pocos guerrilleros
supervivientes que nos puede brindar un testimonio fidedigno acerca de
esos históricos acontecimientos. Su bautizo de fuego lo tuvo en la batalla del Segre, en la que participó engrosando las filas en la 42 brigada mixta de la 32 división.
El general Yagüe, un veterano de la guerra colonial africana, avanzaba imparable con las tropas nacionales compuestas de regulares marroquíes, falangistas, requetés navarrosapoyados por de la aviación alemana e italiana. Con el tremendo desgaste del ejército rojo en la batalla del Segre y su posterior derrota en la batalla del Ebro rompió las líneas delfrente de Cataluña dejando el camino expedito a los Nacionales hacia Barcelona.
La suerte estaba echada y a finales del año 1938 el ejército republicano de Cataluña al mando del general Vicente Rojo a
causa de la inferioridad numérica, la falta de armamento y munición, se
derrumbó. Poco podía hacer ya el gobierno de la república ante una
situación tan desesperada porque Francia, Gran Bretaña o los Estados Unidos los dejaron completamente abandonados. La única esperanza que los mantenía en guardia era el apoyo que recibían de la Unión Soviética.
El 26 de enero de 1939 sin
apenas prestar resistencia cae Barcelona en manos de las tropas
nacionales. Aunque días antes ya había comenzado lo que los
historiadores denominarían como “la retirada” o la caótica huida de miles de militares y partidarios de la república rumbo a la frontera francesa. El día El 24 de febrero de 1939 el
gobierno francés reconoce a Franco, y el 27 de febrero lo secunda Gran
Bretaña; unos días después, Estados Unidos. De esta manera el
“generalísimo” es legitimado por las potencias mundiales capitalistas
que prefirieron al fascismo antes que el comunismo estalinista se instaurara en España.
El día 1 de abril de 1939 el
general Franco firma el último parte de guerra en el cuartel general de
Burgos proclamando el triunfo de la “gloriosa cruzada nacional”.
Al final fueron más de medio millón de personas completamente desmoralizadas cruzan los Pirineos buscando asilo en territorio francés. José Antonio Alonso hace parte del éxodo y el día 13 de febrero de 1939 pasará junto a su brigada por el puesto fronterizo de Prats–de-Mollo –por allí también escapan: Azaña, Martínez Barrio, el president de la Generalitat Companys y el Lendakari José Antonio Aguirre.
La gendarmería francesa les depara la más despreciable de las
bienvenidas pues su destino no será otro que los campos de
concentración. El gobierno de Deladier ha ordenado que se les
trate como extranjeros indeseables “delincuentes que ponen en peligro la
seguridad del estado”. Desarmados, divididos por grupos; por un lado
los hombres y los milicianos, y por el otro las mujeres y los niños
fueron conducidos a distintas localidades como Argeles–sur-Mer, Saint Cyprien-Barcarés,Bram, Gurs, Septfonds donde se les confinó en terrenos baldíos rodeados de alambre de púas bajo la atenta vigilancia de los tiradores senegaleses, los soldados coloniales marroquíes y los guardias móviles.
A la intemperie tuvieron que soportar las inclemencias climáticas y la
falta de alimentos. Ante unas condiciones tan extremas los más débiles
agonizaban devorados por las plagas de piojos y garrapatas. A las dos o
tres semanas les instalaron tiendas de campaña y poco después ellos
mismos tuvieron que levantar sus propios barracones. Los refugiados
jamás imaginaron el tremendo castigo que iban a padecer y muchos
prefirieron volver a España (a pesar de las represalias que les
aguardaban) antes que seguir soportando tamaña humillación.
El gobierno francés con el propósito de explotar la mano de obra de los refugiados creó las Compañías de Trabajadores Extranjeros que
surtían de peones y obreros sectores tales como la agricultura, la
industria o la construcción. Cada trabajador recibía una paga diaria de
50 céntimos, un paquete de cigarrillos y sellos para mandar cartas a sus
familiares.
Desde luego que a los derrotados de la guerra civil les había caído una maldición porque a los pocos meses estalló la Segunda Guerra Mundial.
De inmediato las Compañías de Trabajo –entre las que se encontraba la
de José Antonio Alonso- fueron transferidas hasta la frontera belga (La Meuse) para abrir trincheras y reforzar las fortificaciones a lo largo de la línea Maginot. El gobierno francés debía tomar las debidas precauciones ante la amenaza del poderío bélico Nazi.
El día 10 de mayo de 1940 el ejército alemán utilizando la táctica de “guerra relámpago” invade Bélgica y días después penetra en Francia por la zona de las Ardenas. Un golpe de mano muy bien planificado por Hitler y
su alto Estado Mayor que anula por completo las defensas de la Línea
Maginot. La población francesa al saberse desprotegida presa del pánico
huye en desbandada hacia el interior del país. En los Vosges miles de trabajadores españoles cayeron en manos de los nazis que sin compasión los deportaron en trenes rumbo a Mauthausen – más adelante a Dachau, Buchenwakld-
donde en régimen de esclavitud tuvieron que construir su propia cárcel.
Este gigantesco campo de concentración luego se haría tristemente
célebre en el holocausto judío. Según las estadísticas reflejadas por los historiadores 4.440 republicanos
españoles perdieron la vida en esas fábricas de terror y muerte. José
Antonio Alonso felizmente consigue evadirse y regresa a Toulouse, en el sur de Francia, donde se reintegra a su compañía de trabajo.
En mayo de 1940 el presidente del Consejo de Ministros francés Paul Reynaud desde Burdeos envía un telegrama a Londres anunciando la catástrofe: “Estamos derrotados, hemos sido vencidos” A continuación renuncia y entrega el poder al ultraderechista Laval que dividió el país entre la zona ocupada y la Francia libre con sede en Vichy. En esta última será nombrado en el cargo de Primer Ministro el mariscal Pétain, héroe de la Primera Guerra Mundial.
El gobierno colaboracionista de Vichy organiza el Servicio de Trabajo Obligatorio para
explotar la mano de obra de los refugiados y prisioneros políticos en
las fábricas de armamento, la minería –hierro, carbón- la confección de
equipos militares, construcción de líneas defensivas, carreteras,
puertos, aeródromos, etc.
El 15 de junio del 2014 en el pueblo de Vira, en el Ariege,
(sud-oeste de Francia) -para festejar los 75 años de la liberación de
Francia de las garras del fascismo- se le rindió un sentido homenaje por
parte de las autoridades francesas al señor José Antonio Alonso, alias comandante “Robert” -uno de los últimos guerrilleros españoles de la resistencia antifascista-. En una emotiva ceremonia a la que asistieron el Ministro Delegado de Antiguos Combatientes, Kader Arif, las autoridades locales y un numeroso público, recibió de manos del presidente del Senado francés, monsieur Jean Pierre Bell, la Orden del Mérito Nacional por
su brillante papel en la liberación de Foix, Ariege.( también cuenta en
su haber las medallas de Caballero Oficial de la Legión de Honor de
Francia, Caballero de la Legión de la República Polaca, medalla de
Lealtad a la República Española, Roseta de Primer Orden Nacional
francés)
Por ahora ni el gobierno español ni el asturiano se han negado rendirle un justo reconocimiento a este heroico combatiente.
El comandante
“Robert” declara que la campaña guerrillera todavía no ha terminado, la
misión está inconclusa pues en España reina un soberano heredero del
franquismo. Y aunque él esté postrado en una silla de ruedas se mantiene
firme y en pie de lucha. Sus ideales libertarios y republicanos bullen
de rabia y de dolor.
El comandante se
nota muy compungido al comprobar como el fascismo gana terreno a pasos
agigantados en el panorama político actual. Según lo demuestra el
resultado de las últimas elecciones europeas donde la ultraderecha
xenófoba y racista ha obtenido un espectacular crecimiento.
Especialmente en Francia donde el FN de Le Pen, ha alcanzado el 26% de los votos colocándose
como la primera fuerza política. ¿Qué podrá pensar una persona que se
jugó la vida contra el nazismo cuando los colaboracionistas toman las
posiciones de vanguardia?
El comandante
Robert no da crédito a lo que está sucediendo, a estas alturas tan cerca
a cumplir cien años se le encoge el alma. Como si fuera poco en España
los partidos de la derecha monárquica, PSOE y PP, son los máximos
defensores de los intereses de la oligarquía, la aristocracia, los
banqueros, empresarios o la iglesia católica. La corrupción y el
desfalco irreversiblemente arrastra al país a la crisis económica que
intentan paliar aplicando medidas de choque (privatización, austeridad y
precariedad laboral) que empobrecen aún más a la clase trabajadora.
En el año 1943 la compañía de José Antonio Alonso fue trasladada a Burdeos para trabajar en la construcción de una base de submarinos nazis.
Allí permanecerá un par de semanas hasta que logra fugarse. Junto a
otros compañeros se dirige a Saint Etienne y Roanne, en el departamento
del Loire, para intentar ubicar a sus camaradas del Partido Comunista.Lamentablemente
es detenido y confinado en un campo de concentración donde se encarga
de desguazar antiguos cañones de la primera guerra mundial para
remitirlos a las fábricas de armamento en Alemania.
La mayor parte de
las compañías de trabajadores se encontraban infiltradas por militantes
del partido comunista español y el francés que poco a poco fueron
ingresando en la resistencia; primero en misiones de espionaje,
proselitismo y propaganda y luego en actos de sabotaje y emboscadas. Es
entonces cuando José Antonio Alonso inicia su carrera de guerrillero. En
homenaje a uno de sus camaradas fallecido de un cáncer elige el alias
de “Robert” y pasa definitivamente a la clandestinidad.
Gracias a un contacto que le proporcionan los propios militantes del partido viaja hasta el Ariege, en el sur de Francia, donde se suma a las filas de la Tercera Brigada de Guerrilleros Españoles.-donde
más adelante asumirá el liderazgo- En un principio no contaba más que
con siete miembros, dos pistolas y siete granadas. Pero poco a poco fue
creciendo su número hasta que al final de la contienda se contabilizaron
300 guerrilleros. Su principal objetivo era el crear un clima de
inseguridad entre las tropas alemanas. Aprovechando la accidentada
orografía de las montañas pirenaicas con coraje y valentía se dedicaron a
sabotear fábricas, vías ferroviarias, centrales eléctricas, líneas
telefónicas, etc.
Finalmente la noche del día 19 de agosto de 1944 la
Tercera Brigada de Guerrilleros Españoles al mando del comandante
“Robert” lanza el ataque definitivo contra la ciudad de Foix, centro
neurálgico del nazismo en la región. En menos de cuatro horas el
destacamento de la Wehrmacht nazi se rinde. Allí tenían de
rodillas a esa supuesta raza superior que tanto los había despreciado.
La población civil celebró su liberación con una explosión de júbilo
inolvidable que hasta hoy en día se recuerda con emoción.
El comandante “Robert”, Jefe del estado mayor de la 3 brigada de guerrilleros españoles del Ariege al lado de otro asturiano, Cristino García, de la 21 brigada del XIV del cuerpo de guerrilleros españoles les Franc-Tireurs Partisans pertenecientes al FTP-PCF escribieron una de las páginas más gloriosas de la resistencia antifascista en el sur de Francia.
Al finalizar la
Segunda Guerra Mundial con la victoria aliada los republicanos españoles
no depusieron las armas pues tenían que saldar una cuenta pendiente con
el franquismo.
Para 3.000 combatientes de la 204 división de guerrilleros de la FFI-UNE encabezada por el Coronel López Tovar con el objetivo de infiltrarse por el Valle de Arán (La operación “Reconquista de España”) y
crear una cabeza de puente donde instalar al Gobierno de la República
en el exilio. Al liberar esa hipotética zona exigirían la solidaridad de
los aliados con el propósito de derrocar a Franco. A tales efectos el
PCE envió al jefe de la 158 división de Guerrilleros Españoles Cristino García a
organizar la lucha clandestina contra la dictadura en Madrid. Pero
desafortunadamente fue detenido y tras un juicio sumarísimo fue
ejecutado el 21 de febrero de 1946 en la cárcel de Carabanchel. El gobierno francés en desagravio lo nombró héroe nacional de Francia y símbolo de la resistencia nazi.
En vista de los continuos ataques que cometían los guerrilleros españoles a lo largo de la frontera española el general de Gaulle decidió
transformarlos en Patrullas de Seguridad. Unos meses más tarde serían
disueltas y todos sus componentes licenciados. De Gaulle apostó por
recomponer las relaciones con España y mantener una actitud conciliadora
con el “generalísimo”. Este cínico traidor no supo recompensar
el sacrificio de los maquis españoles a los que durante el desfile de la
victoria en los Campos Elíseos, juró “no olvidar jamás por su lucha en pos de la liberación de Francia”.
El comandante
“Robert” no es una reliquia que se coloca en un museo sino la viva voz
de un guerrillero que, aunque derrotado en la guerra de España, supo
sobreponerse al infortunio y sepultar la bestia del fascismo.
Hoy en el ocaso de su existencia su único deseo es el de ver pronto instaurada la III República. Un
anhelo que no puede quedarse solo en un sueño romántico representado
por himnos y el ondear de banderas en las manifestaciones
multitudinarias. Ahora que el rey ha abdicado es el momento preciso
para minar los cimientos de la decadente monarquía. El pueblo
español tiene que recuperar su conciencia y quitarse de encima ese
indignante estigma de súbditos o siervos de un monarca, antes que
ciudadanos libres y soberanos.
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