La amenaza haitiana
Un artículo de Eduardo Galeano. (Este artículo está dedicado a Jorge Marchini)
Como
de costumbre, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas repite que
mantendrá la ocupación militar de Haití porque debe actuar “en caso de
amenazas a la paz, quebrantamientos de la paz o actos de agresión”.
¿A quién amenaza Haití? ¿A quién agrede?
¿Por
qué Haití sigue siendo un país ocupado? ¿Un país condenado a vigilancia
perpetua? ¿Obligado a seguir expiando el pecado de su libertad, que
humilló a Napoleón Bonaparte y ofendió a toda Europa?
¿Será
por aquello que los esclavistas brasileños llamaban “haitianismo” en el
siglo XIX? ¿El peligroso contagio de sus costumbres de dignidad y su
vocación de libertad? ¿El primer país que se liberó de la esclavitud en
el mundo, el primer país libre, de veras libre, en las Américas, sigue
siendo una amenaza?
¿O
será porque ésa es la normalidad impuesta por un mundo devoto de la
religión de las armas, que destina la mitad de sus recursos al
exterminio del prójimo, llamando gastos militares a los gastos
criminales?
Las
Naciones Unidas gastan 676 millones de dólares en la ocupación militar
de Haití. Una millonada para sostener a diez mil soldados, que no tienen
más mérito que haber infectado al país con el cólera que mató a miles
de haitianos y seguir practicando impunemente violaciones y maltratos a
mujeres y niños.
¿No
sería mejor destinar ese dineral a la educación? Más de la mitad de los
niños haitianos no va a la escuela. ¿Por qué? Porque no pueden pagarla.
Casi toda la educación primaria es privada y el Banco Mundial veta los
subsidios a la educación pública y gratuita.
¿O
no se podría destinar esa fortuna a casas habitables para las más de
trescientas mil víctimas del terremoto, que siguen viviendo en carpas
provisorias? ¿Provisorias por siempre jamás?
¿O
consagrar esos fondos multinacionales a mejorar la salud pública, que
todavía depende de la milagrosa solidaridad entre los vecinos de cada
barrio y cada pueblo? Afortunadamente, esas tradiciones comunitarias de
ayuda mutua siguen generando la misma energía creadora que ilumina las
prodigiosas esculturas y pinturas de los artistas haitianos, capaces de
convertir la basura en hermosura, pero mucho podrían mejorar si se
destinaran a fines civiles los derroches militares.
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