Una gran demostración de fuerza de la clase obrera que
profundiza el aislamiento del gobierno del PP
¡Ahora continuar la lucha, con más fuerza, hasta tumbar al
gobierno!
La huelga general del 14 de noviembre ha sido una nueva y
rotunda prueba de la fuerza de la clase obrera, de su disposición a la lucha y
de que existen las condiciones para tumbar al gobierno del PP, dando así un
golpe decisivo a la política de recortes y contrarreformas que los capitalistas
nos quieren imponer a los trabajadores. Para este objetivo es fundamental la
estrategia que adopten los dirigentes de CCOO y UGT, que tienen la principal
responsabilidad de aprovechar toda la energía desplegada por nuestra clase el
14-N, canalizándola dentro de una estrategia de lucha ascendente, con pasos
cada vez más contundentes que, ante la declarada intención del PP de mantenerse
en su línea, se tienen que concretar en una nueva convocatoria de huelga
general, esta vez de 48 horas.
¡Sí se puede derrotar a la derecha! El gobierno del PP está
totalmente deslegitimado ante una amplia mayoría de la población. El éxito de
la huelga general, tanto por el seguimiento del paro como en las históricas y
multitudinarias manifestaciones, ha profundizado aún más el aislamiento y
debilidad de la derecha, escenificándola ante todo el mundo. Por otro lado,
millones de trabajadores han podido comprobar la magnitud de su fuerza cuando
actúan de forma organizada y unida, haciéndose más concientes de ella. Ambos
aspectos, la profundización del aislamiento del gobierno del PP y el ánimo de
la clase obrera ante la magnitud de su propia acción, son consecuencias
políticas muy positivas, y de primer orden, del 14-N.
Manifestaciones multitudinarias y combativas
Pese a los intentos del gobierno del PP y de
sus medios afines de minimizar su incidencia y aparentar “normalidad”, el éxito
de la huelga general ha sido muy claro. Una de sus argumentos más esgrimidos ha
sido el de que la caída del consumo eléctrico fue menor que el de la huelga del
29 de marzo; pero este tipo de comparación en apariencia tan riguroso es tan
erróneo como, por ejemplo, decir que 80 dólares de hace 150 años representa un
20% menor que 100 dólares de hoy. La anterior huelga fue en primavera, ahora es
otoño; ha habido un cambio horario, y la actividad industrial y empresarial ha
descendido, con 600.000 trabajadores menos desde entonces. La absoluta falta de
credibilidad de la versión del gobierno en relación al 14-N se puede ver aún
más claramente en su estimación de asistencia a la manifestación de Madrid, que
colapsó durante tres horas todo su amplio recorrido sin que en ningún momento
dejara de seguir incorporándose gente. La cifra de 1 millón que han dado los
sindicatos puede haberse quedado realmente corta. Pues bien, según la
delegación de gobierno, ¡asistieron a la manifestación 35.000 personas! Es
decir, que todos los manifestantes podrían caber en dos recintos similares al
Madrid Arena, donde trágicamente murieron cuatro jóvenes por la
irresponsabilidad el PP. Es sencillamente ridículo, y las imágenes están
ahí para quien quiera hacer la comparación.
Efectivamente, las manifestaciones del 14-N fueron gigantescas,
superando en muchos casos las cotas alcanzadas en movilizaciones anteriores, de
otras huelgas generales o las que se convocaron contra la guerra de Iraq. En
Barcelona acudieron otro millón de personas, lo que revela que, pese al objetivo
de CiU de polarizar la sociedad en líneas nacionales para encubrir su salvaje
política de recortes, la cuestión de clase sigue totalmente presente en
Catalunya. En Galicia, donde también la
CIG convocó la huelga general y hubo unidad de acción con
CCOO y UGT, salieron a la calle medio millón de personas, destacando la
manifestación de Vigo, con 180.000. En Andalucía otro medio millón de personas
se manifestaron, con asistencias históricas en Granada, en Córdoba, en Málaga o
Sevilla. Otro tanto ocurrió en el País Valencià, en Cantabria, en Extremadura,
Castilla-León o Castilla-La Mancha, en Rioja y Balears...Incluso en Euskal
Herria, a pesar de la postura completamente equivocada de ELA y LAB de no
secundar la huelga, esta tuvo un apoyo muy importante y las manifestaciones
fueron multitudinarias en Bilbo y Pamplona. En total, según datos de CCOO y
UGT, cinco millones de personas salieron a la calle en más de 100
manifestaciones a lo largo y ancho del Estado.
El ambiente que se respiraba en
las manifestaciones era de una combatividad y un ánimo desbordante. La huelga
general movilizó a las capas más oprimidas, más combativas y más frescas de la
clase obrera. Por supuesto, la juventud obrera y estudiantil, especialmente los
jóvenes de los institutos movilizados por el Sindicato de Estudiantes, tuvieron
un papel y una presencia muy notable en la calle durante el 14-N, poniendo el
sello en las manifestaciones e irradiando toda su energía y ganas de lucha. Fue
un tremendo contraste con el escepticismo, la rutina y el conservadurismo que
predomina en el aparato sindical, muchos de cuyos miembros están, pese a toda
su experiencia, no a la cabeza, sino en el furgón de cola del movimiento
obrero.
Como señalamos los marxistas, esta huelga general se gestó desde
abajo, era una exigencia de la base de los sindicatos, de las decenas de miles
de trabajadores en lucha en numerosos sectores, de los jóvenes y estudiantes
que recientemente han protagonizado una movilización histórica de 72 horas
convocada por el Sindicato de Estudiantes y respaldada activamente por padres y
madres. Esto se reflejó claramente en el carácter combativo de las
manifestaciones. También quedó patente la madurez y el alto nivel de compresión
política de los trabajadores en las consignas, que en su mayoría, además de
expresar la indignación por la destrucción de la sanidad, la educación, los
derechos laborales y otras conquistas, señalaban el corazón del problema: la
culpa de la crisis es de los capitalistas, los recortes son un gigantesco
saqueo social para beneficiar a la minoría de banqueros y empresarios que
dominan la sociedad, que no existe una auténtica democracia sino una dictadura
del capital financiero, que si no hay solución habrá revolución, etc…
Otro elemento palpable en las manifestaciones era la actitud
crítica hacia las direcciones sindicales, empezando por muchos afiliados de
CCOO y UGT. Más que nunca los trabajadores comprenden la necesidad de estar organizados,
de la importancia de tener sindicatos para defenderse de la ofensiva de los
capitalistas; pero al mismo tiempo, y precisamente por ello, son muy críticos
con la pasividad de las direcciones sindicales ante la ofensiva patronal en
muchas empresas, con la falta de continuidad de las anteriores huelgas
generales, y respaldan la idea de que hay que tumbar al gobierno a través de la
rebelión social que ya está extendiéndose.
La clase obrera para la producción y el transporte
Ante el hecho irrefutable de la masividad de las
manifestaciones, muchos comentaristas y tertulianos de derechas, y muchos otros
desde posiciones supuestamente “progresistas”, ligados fundamentalmente al
grupo Prisa, han abundado en el supuesto seguimiento “desigual” de la huelga general,
y se han empleado a fondo en tratar de argumentar su “inutilidad” para frenar
los ataques, o que se trata de un método “arcaico” de protesta. A veces, las
posiciones aparente menos beligerantes con la lucha de los trabajadores o que
incluso se presentan como simpatizantes de su causa, resultan las más
peligrosas, ya que tienen más posibilidades de éxito introduciendo confusión y
distorsionando la realidad. En primer lugar hay que decir que no sólo las
manifestaciones fueron un éxito, la huelga también lo fue, y de manera rotunda.
Además, si las manifestaciones resultaron tan masivas fue precisamente porque
había convocada una huelga general.
El seguimiento de la huelga fue total en la industria (sector
del automóvil, aeroespacial, componentes de automoción, aluminio, celulosa y
papel, bienes de equipo, defensa, cobre, siderurgia, etc…); también fue
altísimo en infraestructuras y construcción, sector agroalimentarios,
farmacéutico, textil, limpieza y recogida de basuras, transporte (donde sólo
funcionaron los servicios mínimos), aeropuerto, correos, centros de
distribución y mercados de abastecimiento. Las aulas quedaron vacías, jugando
un papel muy destacado en el sector educativo el llamamiento a la huelga del
Sindicato de Estudiantes; igualmente destacada fue la huelga en el sector
sanitario, otro de los sectores muy afectados por los recortes y en las
administraciones. Telemadrid, TV3 y Canal Sur dejaron de emitir. Sólo en
Euskadi, debido al gravísimo error de ELA y LAB, por decir poco, el seguimiento
de la huelga ha sido menor que en el resto del Estado.
Por supuesto, el recurso a la “relativa
normalidad del pequeño comercio”, un argumento clásico de la manipulación
informativa burguesa, tampoco podía faltar en esta ocasión. La incidencia en el
pequeño comercio no mide el éxito o el fracaso de una huelga general. En este
sector se concentran muchos de los trabajadores extremadamente precarizados,
donde no existe ni atisbo de organización sindical, para los que secundar la
huelga es sinónimo de despido automático. Pretender que eso sea una prueba de
que a estos trabajadores, a los que en la práctica no les asiste el derecho a
huelga, son indiferentes a los recortes y los demás ataques del PP es
sencillamente ridículo. Decenas de miles de trabajadores en esta situación
expresaron su protesta en las masivas manifestaciones. Por otro lado, muchos
comercios son negocios familiares en cuya actividad no hay exactamente
asalariados. Dicho esto, precisamente la mayor incidencia de la huelga general
en este sector respecto al 29-M ha sido uno de los aspectos reseñables de la
jornada, muy sintomático del acelerado resquebrajamiento del apoyo social del
PP. En algunas comunidades el cierre del pequeño comercio ha sido total; en
muchos barrios obreros de las grandes ciudades la mayoría de las tiendas
estaban cerradas y muchas con carteles en los escaparates expresando
explícitamente su adhesión a la huelga.
La lucha sirve
Respecto a la intensa campaña mediatica contra la “utilidad” de
la huelga general hay que responder claramente lo siguiente: todas y cada uno
de las mejoras sociales, todos y cada uno de los derecho democráticos
existentes son única y exclusivamente producto de la lucha de la clase obrera,
con sus huelgas generales, con sus manifestaciones, con su víctimas de la
represión policial y patronal, con el sacrificio de la clandestinidad bajo la
dictadura, de la militancia diaria, etc. La vía para frenar el desmantelamiento
de todos estos derechos es exactamente la misma que ha permitido a la clase
obrera conquistarlos: las huelgas generales, las manifestaciones y la
militancia activa en las organizaciones políticas y sindicales de la izquierda.
No hay otro camino que el de la lucha. En Portugal se consiguió echar atrás una
medida que implicaba una reducción generalizada de los salarios. Recientemente
se ha conseguido echar atrás el desmantelamiento del hospital La Princesa por parte de la Comunidad de Madrid, lo
que ha dado más fuerza a la lucha de todo el sector sanitario, llevando a la
ocupación de más 21 hospitales madrileños y a la convocatoria de cuatro días de
huelga general en la sanidad madrileña en las próximas semanas. Y qué duda cabe
que en la cuestión de los desahucios, la repentina “sensibilidad” del PP no es
otra cosa que producto de la lucha. Claro que la lucha sirve. En todo caso, la
conquista mayor de la movilización de los últimos años contra los recortes y
los retrocesos de nuestros derechos, y específicamente de la huelga general del
14-N, ya la hemos señalado: el debilitamiento del gobierno del PP, la
deslegitimación creciente del sistema capitalista y la demostración de fuerza de
la clase trabajadora. El 14-N se enmarca dentro de una tendencia claramente
ascendente de la lucha de clases, y es producto de ella, pero también marca un
antes y un después, favoreciendo las condiciones para que la protesta se
transforme en una abierta rebelión social contra el gobierno de la derecha y
contra el sistema.
Una cosa además debemos
subrayar: el éxito de la huelga se ha producido a pesar del tremendo chantaje
patronal, que se ha redoblado con el agravamiento de la crisis, y de la
brutalidad policial. En la madrugada del 14 y durante toda la jornada de huelga
se han producido más de un centenar de detenciones de piquetes cuando
explicaban los motivos de la huelga a las puertas de los centros de trabajo. En
Catalunya, los Mossos d’Esquadra se ensañaron contra un niño de 13 años en
Tarragona, al que le abrieron la cabeza a porrazos; en Barcelona, una mujer de
42 años, en plena Plaça Catalunya, perdió la vista por estallido del globo
ocular como consecuencia de una pelota de goma. Los Mossos d’Esquadra, la
guardia pretoriana de CiU, ha destacado en los últimos meses por su salvajismo
contra cualquier protesta de la clase obrera y de la juventud: infiltración
policial, detenciones arbitrarias, cargas brutales, disparos de pelotas de goma
a la cara con el fin de provocar graves lesiones… son la tónica habitual. En
Valencia, los antidisturbios de la Policía Nacional cargaron contra los estudiantes
y detuvieron a 17 de ellos. En Madrid, también la Policía Nacional
cargó salvajemente contra los piquetes del centro de la ciudad la mañana del
día 14, y en la madrugada, CCOO denunció el acoso policial a su sede de Lope de
Vega. Por eso desde El Militante
exigimos la dimisión del ministro de Interior, del conseller de Interior de
Catalunya, la depuración de responsabilidades de esas brutales actuaciones
policiales, la retirada de cargos de todos los detenidos y que no se produzca
ninguna detención más de activistas obreros y estudiantiles por su
participación en la huelga general.
Hay que concretar quienes son los culpables y cual es la
alternativa
Toxo y Méndez siguen insistiendo, después de la huelga general,
en la exigencia al gobierno del PP de convocar un referéndum sobre los
recortes. Esta reivindicación no ha jugado ningún papel en el éxito de la
huelga, ni se ha planteado en las asambleas de empresa, en los barrios o en los
centros de estudio como argumento para la movilización. Es significativo que,
pese a la amplitud de las manifestaciones y a la gran variedad de consignas que
se expresaron en las mismas, tanto a viva voz como por escrito, mediante
carteles improvisados, la exigencia de un referéndum ha brillado por su
ausencia, una reivindicación artificial que no ha conectado en absoluto con la
base sindical y con el conjunto de los trabajadores. Seguir centrando la
atención de la lucha en este punto es profundizar en un error. Desde el punto
de vista de los trabajadores, está más que clara la legitimidad y la justeza de
su lucha. El 14-N lo ha puesto sobradamente de manifiesto. La cuestión del
referéndum no aporta absolutamente nada a la hora de mantener el ambiente de
lucha, en la clarificación de sus objetivos o en el desgaste del gobierno. Es
una hoja de parra con la que los dirigentes sindicales tratan de encubrir su
falta de planes y alternativas tras el éxito de la huelga general, como antes
sirvió como excusa para retrasar la convocatoria de la huelga general.
Además, ¿por qué razón el
gobierno va a convocar un referéndum sabiendo que va a perderlo? Sería ingenuo
pensar que el PP vaya a precipitar su propia caída por algún tipo de escrúpulo
democrático. Ignorando la petición de referéndum el gobierno no se desgasta más
de lo que ya se está desgastando por aplicar sus brutales planes de ajuste. Lo
único que verdaderamente puede precipitar la caída de la derecha es que la
rebelión social en marcha se endurezca, se profundice y se mantenga. Que además
tenga objetivos claros e inmediatos: retirada de la contrarreforma laboral; de
la contrarreforma educativa franquista; de los recortes en sanidad y educación;
de la contrarreforma de las pensiones; expropiación, sin indemnización, de las
viviendas en manos de los bancos para garantizar a todas las familias
trabajadoras el derecho a un techo digno, en alquiler social no superior al 10%
de sus ingresos; condonación de las hipotecas abusivas con las que los
banqueros se han enriquecido, y fin inmediato de todos los desahucios; defensa
de los derechos democráticos… Y ligar estos objetivos a una alternativa
socialista.
Por lo tanto, la táctica más adecuada es aquella que favorece
esta perspectiva y le da más fuerza y posibilidades de victoria. Lo primero es
cortar en seco el clavo ardiente al que se agarra el gobierno frente a la
creciente contestación social. El gobierno dice “comprender” el malestar
social, pero que su política es “inevitable”, y además “no hay alternativa”. En
el lema de la convocatoria del 14-N los sindicatos señalaban: “Hay culpables,
hay soluciones”. Pero eso no es suficiente: hay que decir concretamente quienes
son los culpables y cual es la solución. Los culpables son los capitalistas,
los banqueros y los empresarios. Por tanto no puede haber una solución a la
crisis y una política que favorezca los intereses de la mayoría si esta minoría
social sigue siendo dueña y señora de las principales palancas productivas de
la sociedad. Al reto de la derecha: “¿qué alternativa tenéis?, ¡estamos en una
economía de mercado!” hay que responder bien claro y alto que la crisis del
capitalismo no se puede resolver con más capitalismo; que sí hay una
alternativa al desempleo masivo, a los recortes y a la falta de futuro:
nacionalizando todo el sistema financiero y las grandes empresas, bajo el
control democrático de los trabajadores, para poner en marcha un plan de
inversiones y producción al servicio de la mayoría de la sociedad, aumentando
masivamente el gasto social y suspendiendo el pago de intereses por deuda
pública a los grandes bancos y especuladores. Sólo así se puede luchar contra
la lacra del paro, que afecta ya a cerca de seis millones de trabajadores,
defender los servicios sociales y aumentar las condiciones de vida y los
salarios. Sí, hay que acabar con el control asfixiante que los banqueros y los
grandes monopolios ejercen sobre la sociedad, porqué esta es la única forma de
implantar una auténtica democracia. Hay que garantizar que los recursos económicos,
la tecnología y la ciencia estén al servicio de la mayoría de la población y no
subordinadas al máximo beneficio de una pequeña minoría de parásitos. El
capitalismo es una amenaza para la humanidad. Hoy más que nunca el auténtico
dilema es: socialismo o barbarie. Por tanto, un paso adelante fundamental en la
lucha es, efectivamente, apuntar qué alternativa hay al capitalismo.
Siguiente paso: huelga general de 48 horas con ocupación
de los centros de trabajo
En el terreno de la
movilización, si el gobierno no retrocede, como todo indica, lo que tiene que
hacer los dirigentes sindicales es convocar otra huelga, esta vez de 48 horas,
introduciendo otro elemento: la ocupación de fábricas, centros de estudio y
centros sanitarios. Si los capitalistas y sus representantes en el gobierno
sólo ofrecer destrucción de empleo, recortes y retroceso de derechos, los
trabajadores podemos demostrar que la sociedad es perfectamente viable sin
ellos, no los necesitamos para producir, para distribuir justamente la riqueza
y para garantizar el futuro de la juventud. De hecho, el afán de beneficios de
unos pocos y su dominio sobre los recursos generados por la mayoría es
precisamente la causa fundamental de la catástrofe social que estamos viviendo,
un sufrimiento totalmente injustificado, innecesario y que los trabajadores
tenemos la fuerza para poder detener.
El carácter europeo que ha tenido la jornada del 14-N demuestra
también que la unidad de los trabajadores por encima de las fronteras
nacionales no es una utopía, sino una posibilidad real. La idea de una
Federación Socialista Europea, frente a la Unión Europea al
servicio del capital financiero, puede convertirse en una fuerza material
imparable entre la clase obrera de todos los países de Europa.
Ahora más que nunca, la organización y la militancia política
son claves para que estas ideas lleguen a la base de nuestros sindicatos, a más
trabajadores y jóvenes. La lucha en las calles, en las fábricas, en los centros
de estudio, es el camino, pero tiene que completarse con la organización
consciente de todo ese caudal de fuerza. Es el momento de levantar una
alternativa revolucionaria, con una política genuinamente socialista.
¡Construye con nosotros esa alternativa!
¡Únete a la Corriente Marxista El
Militante!
¡Viva la lucha de la clase obrera!
¡Sí podemos!
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