Otro magnicidio en nombre de la paz, José Javier Franco
El Nobel de la Paz y presidente estadounidense, Barack Obama, al igual que sus «aliados» Francia e Inglaterra —miembros de la Unión Europea, laureada también por el premio sueco— han decidido abrir fuego en contra de Siria, un eslabón más en la larga cadena de ofensivas que han implementado estos países «pacifistas» por el control ¿mediterráneo? ¿árabe? ¿global?
Siria sigue a una larga lista: Irak, Afganistán, Pakistán, Libia. Todas guerras «humanitarias» para un muy necesario «cambio de régimen». Necesario para Occidente, es decir la Otan, es decir USA, se entiende.
La decisión estaba tomada de antemano, sólo faltaba terminar con el show de la reelección. Obama, de nuevo en la Casa Blanca, declara a través del vocero del Departamento de Estado, Mark Torner, que dará apoyo y reconocerá la autoridad de la Coalición Nacional para las Fuerzas de la Revolución y la Oposición Siria (CNFROS), una organización abiertamente terrorista que sirve a las potencias occidentales para salir del «incómodo» gobierno de Bashar Al Assad. El reconocimiento estadounidense ha venido acompañado con un aumento de 30 millones de dólares para la «ayuda humanitaria» a Siria, y el anuncio del fortalecimiento de la coalición opositora en Doha, tal como ha declarado la secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton.
Casi al unísono, Inglaterra, Francia y la Liga Árabe, aliados de EEUU en las operaciones que han mantenido ocupado al Pentágono en Oriente Próximo y Noráfrica, anunciaron también su respaldo a CNFROS. Inglaterra dijo incluso que recibirá a los representantes de esta «coalición» para conversar sobre la situación interna, dándole un reconocimiento oficial y deslegitimando al gobierno de Al Assad; mientras, la Liga Árabe aseguró que se trata de «un representante e interlocutor legítimo» para las negociaciones.
En Siria se intenta aplicar —y todo parece que así será— el denominado «método Obama» para «salir» de regímenes antiestadounidenses, aclamado hace unos meses por el Consejero Adjunto de Seguridad Nacional, Ben Rodhes, en una entrevista concedida a la revista especializada Foreign Policy. Como se desprende de los acontecimientos, el «método Obama» se impone no sólo como política exterior de EEUU, sino también a toda la Organización del Atlántico Norte (Otan) y de sus aliados en Oriente Próximo. En su oportunidad, Rhodes reconoció que el «método Obama» es, con mucho, más «efectivo» que el de su antecesor George Bush. Sin dudas, esta «efectividad» para derrocar gobiernos incómodos a Washington fue uno de los elementos determinantes de la reelección del otrora «esperanza negra» de la política estadounidense.
Además de «efectivo», el método Obama es sencillo: explotar las contradicciones internas de los países objeto de su incomodidad. El tráfico de armas y un grupo opositor determinado a inmolarse por el poder, son elementos suficientes para provocar una situación de ingobernabilidad y confrontación interna, que suma a la nación «enemiga» en una espiral ascendente de violencia.
Cualquier acción defensiva por parte del régimen en cuestión —en este caso el Gobierno de Al Assad, como en su momento el de Muamar Al Gadafi— será presentada como una violación de los derechos humanos y servirá de excusa para imponer sanciones económicas y políticas por parte de la «comunidad» internacional, que no harán más que recrudecer el conflicto.
Esta especie de «guerra civil» de laboratorio será denunciada y expuesta al mundo como una acción criminal del régimen en cuestión mediante la inmensa maquinaria comunicacional con la que cuenta Occidente, impidiendo por todos los medios, en nombre de la democracia y la libertad de expresión, que éste cuente al mundo su versión de los hechos.
El fortalecimiento de la disidencia, mediante el constante apoyo militar y económico externo, e incluso la alianza con gobierno vecinos —papel que desempeña Turquía en el caso sirio— conllevarán, tarde o temprano, a la declaración de una «zona de exclusión aérea» y a la posterior «intervención humanitaria» por parte de las fuerzas de la Otan, operación que culminará con un magnicidio y la imposición, no de un nuevo gobierno, sino de un estado de terror sostenido, de una coyuntura insalvable de guerra permanente —como puede verse en Afganistán, Iraq y Libia— que es, al parecer, el terreno donde mejor pueden desarrollarse los intereses de este nuevo (des)orden mundial.
En este caso, tras el asesinato de Bashar Al Assad —anunciado públicamente por Inglaterra, al menos si convenimos en aceptar como cierta la información publicada por el libanés The Daily Star— y por la «naturaleza» de las fuerzas de coalición CNFROS, no puede esperarse otra cosa sino una situación similar al caos que se vive actualmente en Libia.
Como ya explicó Alfredo Jalife a finales del año pasado: «Siria se encuentra al final de una línea horizontal geográfica que empieza en Afganistán/Pakistán prosigue por Irán/Irak y desemboca en la parte oriental del mar Mediterráneo: la mayor placa tectónica del planeta exquisitamente geopolítica, donde se confrontan los intereses singulares de la OTAN (a la ofensiva) contra Rusia y China (a la defensiva)».
¿Qué seguirá al ya anunciado «cambio de régimen sirio»?, es la pregunta clave para entender el significado del conflicto que ha armado la Otan sobre los países que circundan el mar mediterráneo. Nadie ignora que la joya de la corona espera todavía, porque, sin dudas, tras el asesinato de Bashar Al Assad, Irán es la próxima en la lista. Ya se habla de una alineación entre Reino Unido, Francia e Israel para iniciar una ofensiva contra ambos objetivos.
Y es que Israel —al que no habíamos nombrado todavía— no sólo forma parte de la «coalición», sino que la orquesta, la controla. Israel ya efectuó los primeros disparos de advertencia contra Siria y lleva meses de campaña contra Irán. Israel ya esperó lo suficiente por USA, y la reelección de Obama era, al parecer, la última frontera por cruzar.
Más allá de la coalición Otan-EEUU-Israel, quedan Rusia y China, que no tienen intenciones de seguir perdiendo terreno en el ya bastante convulsionado tablero internacional. De su reacción ante el «avance» occidental hacia las fronteras asiáticas, podría fraguarse un conflicto bélico sin preced
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