Kerry, Cuba y la democracia
Iroel Sánchez
A principios de este mes, John Kerry visitó Arabia Saudita para calmar la reacciones de la monarquía absoluta allí reinante ante el hecho de que no se haya consumado la agresión militar que el presidente Obama prometió contra Siria. Allí se reunió con el Rey Abdalá, el monarca saudí de 90 años a quien agradeció que le otorgase una audiencia, “porque sé que actualmente no recibe a mucha gente” y aseguró que las relaciones entre Riad y Washington “marchan por el buen camino”. “En estos momentos debemos hablar de temas muy importantes para asegurarnos de que la relación entre Arabia Saudita y Estados Unidos sigue por el buen camino, avanzando y haciendo las cosas que debemos realizar”, declaró Kerry. Suponiendo que el supersistema de espionaje global del que dispone su gobierno no le informe bien, no sé si el Secretario de Estado Kerry ha leído algunas cosas que se dicen en Wikipedia, no en EcuRed, sobre Arabia Saudita:
“El gobierno saudí está formado por una monarquía absoluta, es decir, que el rey concentra toda la autoridad, teniendo bajo su control el poder legislativo, ejecutivo y judicial. De acuerdo con la Ley Básica de Arabia Saudita que fue adoptada en 1992 a través del Real Decreto, el poder del gobernador está limitado por la ley islámica —más conocido como la «Sharia»— y el Corán. Este último junto con la «Sunnah», forman la constitución nacional. Además sigue siendo el único país musulmán que no ha tenido elecciones desde su creación. No existen los partidos políticos y según el diario The Economist, se afirmó en 2010 que Arabia Saudita era el séptimo mayor gobierno autoritario de los 167 países estudiados. También cabe decir que el sistema político del país está muy relacionado con el wahhabismo.
“El sistema legal está dividido en dos partes. El primero es el Consejo de la Shura que consiste en que el rey selecciona a 150 miembros estudiosos y personas con experiencia, y el segundo es el Gabinete de Ministros donde se reúnen los ministros —todos miembros masculinos de la familia real—. Esto tiene el fin de poder discutir o debatir con el rey los castigos que se deben aplicar a las personas que cometen delitos.
“Otra parte del gobierno por el que el país es famoso y ha levantado muchas reclamaciones por las organizaciones internacionales es el trato a las mujeres, ya que no tienen permiso de salir solas de sus casas, usar el transporte público o viajar sin la autorización de su marido o familiar. Tienen terminantemente prohibido conducir aunque muchas lo hacen para desafiar a la ley, y así, intentar conseguir más libertad. También es uno de los países que más aplica la pena de muerte en el mundo, incluyendo a los menores de edad. Principalmente, se aplican por violación, tráfico de drogas, la posesión de animales en su domicilio o la homosexualidad.
“Tanto el gobierno como la familia real han sido acusados de corrupción durante muchos años. En un país del que se dice que pertenece a la familia real y que recibe su nombre de ella, se desdibuja la línea entre los bienes del estado y la fortuna personal de los príncipes dominantes.”
No pienso que lo haya leído porque quince días después, el mismo señor Kerry -he mirado atentamente las fotos y juro se trata de la misma persona-, en un discurso en la sede de la Organización de Estados Americanos en Washington, justificó el mal camino que su país da a las relaciones con Cuba con lo que denominó “la realidad autoritaria de la vida de los cubanos ordinarios”.
Si el autoritarismo se debe a que, a diferencia de Arabia Saudita y como China y Viet Nam -países con los que Washington mantiene buena comunicación y relaciones comerciales intensas- tenemos en Cuba un solo Partido, alguien mucho más fiable que Wikipedia, comoNoam Chomsky, acaba de escribir muy claramente sobre los partidos y la democracia estadounidense:
“En el pasado se ha descrito a Estados Unidos con cierto sarcasmo, pero no sin exactitud, como un Estado de un solo partido: el partido empresarial, con dos facciones llamadas republicanos y demócratas.
“Ya no es así. Sigue siendo un Estado de un solo partido, pero ahora tiene una sola facción, los republicanos moderados…”
Aunque se desdijo de lo que este mismo año había afirmado, calificando a América Latina como “patio trasero” de Estados Unidos, y decretó que la época de la Doctrina Monroe había terminado, contradictoriamente, el señor Kerry no resistió esta vez la tentación de definir lo que debe ser la democracia para los que habitamos al Sur del Río Bravo. Sobre Cuba pasó gato por liebre y convirtió el deseo del gobierno estadounidense en deseo continental: “Todo el hemisferio -todos nosotros- comparte un interés en asegurar que los cubanos gozan de los derechos consagrados en nuestra Carta Democrática Interamericana, y esperamos mantenernos unidos en esta aspiración”, cuando el único deseo manifestado unanimente en América Latina y el Caribe y que acaba de aprobarse también en la ONU por 188 votos, es el de que Estados Unidos elimine el bloqueo económico y cambie la política hacia Cuba.
Recordando la zanahoria empleada por Estados Unidos con la URSS en la época de la perestroika, Kerry pidió al gobierno cubano adoptar “una agenda de reforma política más amplia que permita a su pueblo determinar libremente su propio futuro”… y entonces Estados Unidos nos ayudará, como ayudó a las ex repúblicas soviéticas en la tarea de que las mafias se apoderaran de su economía y los demócratas tipo Boris Yeltsin cañonearan sus parlamentos y asesinaran a sus opositores.
El Secretario de Estado dijo: “acogemos con satisfacción algunos de los cambios que están teniendo lugar en Cuba , que permitirán que más cubanos puedan viajar libremente y trabajar para sí mismos”, aunque los ciudadanos norteamericanos -a pesar de que el Secretario de Estado los cree “embajadores de nuestros ideales, de nuestros valores, de nuestras creencias”- no pueden viajar libremente a esta Isla caribeña. En cuanto a “trabajar para sí mismos” es algo que cada vez pueden hacer menos los estadounidenses, cercados por los bancos y las hipotecas, pero no sé si la satisfacción de Kerry con que los cubanos podamos hacerlo es extensible al resto de los latinoamericanos, muchos de los cuales trabajan para McDonalds, Coca Cola o Chevron.
El Señor Kerry parafraseó las recientes declaraciones de su presidente, Barack Obama, en Miami, diciendo que deben ser “más creativos, meditar más y adaptar las políticas en la relación con Cuba”. Bienvenido, pero creer que porque permitan a los norteamericanos viajar a la Isla hasta ahora prohibida se va a derrumbar la Revolución es de una ignorancia supina sobre la realidad cubana. Recuerdo haber escuchado una vez a Fidel decir que si eso ocurriera sería el gobierno revolucionario el que le pediría a las familias cubanas que les alquilen sus casas.
El temor que los dirigentes cubanos le tienen a los “embajadores” del Señor Kerry, me recuerda el estribillo de una canción popular en la Isla durante los años noventa del pasado siglo: “Que venga la fiera, que la estoy esperando”. Más objetivo es su reconocimiento de que “nuestros gobiernos están encontrando alguna cooperación sobre interereses comunes”, una antigua propuesta del gobierno cubano de acuerdos para enfrentar flagelos como el narcotráfico, el terrorismo y los huracanes, pero cómo se puede hacer eso con un país al que todos los años -en contra de la lógica, los hechos y la opinión pública interna y externa- Washington coloca en la lista de patrocinadores del terrorismo. Cualquier paso implicaría sacar a Cuba de esa calificación espuria.
En cuanto a la democracia, intuyo que el Secretario de Estado es más cercano a una idea que tiene pocos adeptos en Cuba -a pesar del dinero que Estados Unidos se gasta en promoverla- y según la cual, el gobierno cubano debería permitir que la “mano invisible” del mercado decidiera desde la educación que recibe cada niño hasta las vacunas que se le ponen, como ocurre en las “democracias” latinoamericanas que John Kerry elogia, basadas en el concepto -tan caro para Washington- de que si todo es mercancía por qué los políticos y la política no. Así tendríamos más satisfecho al Secretario de Estado que va por buen camino con Arabia Saudita pero incumpliríamos con el resultado del debate en que más de ocho millones de cubanos aprobaron que prime la planificación sobre el mercado y haya igualdad de oportunidades para todos, una quimera para muchos en este continente.
La vez anterior que Barack Obama habló algo extensamente sobre Cuba, lo hizo desde el Chile de Sebastián Piñera, víspera de que allí estallaran las protestas estudiantiles que demostraron la inviabilidad democrática de un país que Estados Unidos utiliza como modelo para la región. La causa la explica brillantemente José Steinleger en su texto “Piñerachet-Mattheichet= Bachelet” sobre las elecciones que acaban de celebrarse allí con un 40% 51,4% de abstencionismo, el “maridaje” entre el pinochetismo y la Concertación:
“ha sido la llamada alternancia democrática que, durante 40 años, frustró el derecho al amor a los auténticos hijos de Chile. Crimen político que empezó a fraguarse en 1973, y tomó forma legal con la Constitución pinochetista de 1980, acatada ocho años después por los partidos que en 1990 entronizaron como presidente constitucional al democristiano Patricio Aylwin, y respetaron después puntillosamente todos los políticos que, a modo de nuevo apartheid, rayaron profundamente las diferencias entre pueblo y sociedad.”
Por antidemocráticos, son sintomáticos los escenarios que Estados Unidos escoge para hablar de Cuba: el Chile de los herederos de Pinochet, la casa en Miami del presidente de los terroristas de la Fundación Cubano Americana y la sede de la OEA -símbolo de la imposición por Wahington de gobiernos títeres y dictatoriales a Latinoamérica, donde ha sido rechazada la “excepción” cubana pero fueron admitidos demócratas del agrado de EE.UU. como Anastasio Somoza, Alfredo Stroessner y Fulgencio Batista.
Como ha dicho el sociólogo brasileño Emir Sader: “Democratizar nuestras sociedades es desmercantilizarlas, es transferir de la esfera mercantil hacia la esfera pública, la educación, la salud, la cultura, el transporte, la habitacion, es rescatar como derechos lo que el neoliberalismo impuso como mercancía”. Desde esa concepción, que Kerry parece ignorar, Cuba es el país más avanzado en la democratización de su sociedad. Estados Unidos -el mayor enemigo que ha tenido la historia de la democracia en Latinoamérica- sabe muy bien que mientras más se acerquen pueblo y sociedad en América Latina peor le irá a sus intereses en la región y por eso ha utilizado todos los métodos, desde la agresión armada, el terrorismo y el bloqueo económico, hasta la zanahoria perestroikana, para hacer fracasar el peligroso ejemplo cubano.
Pero la realidad ha cambiado y ya en América Latina muy pocos hacen caso a Washington, ni sobre Cuba ni sobre casi nada. No es, como dijo Kerry en la sede de la OEA, que “el Siglo XXI va a continuar, dejando al pueblo cubano atrás”, sino que el mundo -como acaba de escrbir Chomsky- se libera de EE.UU. Sino lo creen, que se atrevan él y Obama a darse un saltico por acá en Enero y escuchar a todos los presidentes latinoamericanos que visitarán La Habana para la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños que Cuba preside. (Publicado en CubAhora)
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