Entrevista con Martín Drago, coordinador del Programa de Soberanía Alimentaria de Amigos de la Tierra Internacional
“Para cambiar el sistema alimentario mundial los sujetos de cambio son los agricultores de pequeña escala”
Noticias Aliadas
La federación ecologista Amigos de la Tierra Internacional tiene presencia en cerca de 80 países. Martín Drago, integrante de la Red de Ecología Social (REDES)- Amigos de la Tierra Uruguay, se encarga de guiar el trabajo en el área de soberanía alimentaria desde diciembre de 2008, así como facilitar los vínculos con los movimientos sociales que trabajan la temática.
En entrevista con José Elosegui, colaborador de Noticias Aliadas, Drago se refirió al sistema alimentario controlado por el agronegocio, a la vez que planteó la necesidad de un cambio de sistema. Sistematizó ejemplos concretos de transición hacia modelos agroalimentarios sustentables y alertó sobre los principales desafíos y trabas para la profundización de esas transformaciones.
¿Cómo describe el sistema alimentario mundial dominante?
El sistema agroalimentario global imperante, dominado por la agricultura industrial a gran escala, es altamente concentrado, integrado o encadenado y transnacionalizado. Se caracteriza por la utilización de mucho capital en insumos como semillas, fertilizantes, agrotóxicos y maquinaria. Es un sistema que responde a los intereses del comercio internacional, que tiene el apoyo de fondos públicos, también de instituciones financieras internacionales, y con un creciente involucramiento del sector financiero, que tiene un interés netamente especulativo
Con respecto a la alta concentración de la producción de insumos, según el Grupo ETC [Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración que monitorea el impacto de las tecnologías emergentes y las estrategias corporativas sobre biodiversidad, agricultura y derechos humanos], en marzo Monsanto estaba analizando posibles asociaciones con [las transnacionales agroquímicas] BASF o Bayer, ante las alianzas Dupont-Dow y Syngenta-Chem China. De acuerdo con ETC, si Monsanto se fusiona con el área agrícola de Bayer, los tres grupos controlarían más del 65% de las ventas mundiales de pesticidas, y casi el 61% de las ventas comerciales de semillas. Si en vez de eso Monsanto se uniera con BASF, el control sería del 61% de los pesticidas y más del 57% de las semillas.
Además de que este sistema agroalimentario está concentrado y transnacionalizado, está también integrado. El feedlot [corrales de engorde] dedicado a la producción de carne está encadenado con la producción de los insumos que reciben esos animales, como la soja y el maíz. Sin embargo, a pesar de toda la presión, es el campesinado y la agricultura a pequeña escala la que produce la gran mayoría de los alimentos que consume la humanidad, el 70% también según el Grupo ETC. Para cambiar el sistema alimentario mundial los sujetos de cambio están, son los agricultores de pequeña escala.
¿Por qué considera importante cambiar este sistema dominante?
Según GRAIN [organización internacional que apoya a campesinos y agricultores en pequeña escala, y movimientos sociales], del 44% al 57% de todas las emisiones de gases de efecto de invernadero provienen del sistema alimentario global. Hay un enorme peso de este sistema transnacionalizado que produce la quinua en Bolivia y la vende en Tailandia en esas emisiones contaminantes. Es un sistema que empieza a requerir más insumos, maquinaria, más combustibles fósiles para mover la maquinaria, para los fertilizantes y agrotóxicos.
La agricultura a gran escala expande la frontera agrícola, deforesta para seguir plantando, como ha pasado en Brasil con la soja, el maíz, la caña de azúcar. La agricultura se movió a zonas donde antes había ganadería y la ganadería se fue moviendo a donde había bosques como la Amazonia, a través de la deforestación, con el rol que juegan los bosques en la captura de carbono.
En cambio, la producción agroecológica de alimentos tiene un efecto completamente distinto, porque emite menos gases, pero además al trabajar en armonía con la naturaleza recupera el suelo, y el suelo así refuerza su capacidad de retener carbono, de forma natural. Además, cuando se reducen distancias entre quienes producen los alimentos y quienes los consumen, las emisiones del sector transporte también descienden.
¿Cuál sería el modelo alternativo y los principales cambios que se requieren para llegar a modelos alimentarios más justos y sustentables en América Latina?
Básicamente lo que proponemos es el modelo de la soberanía alimentaria, y hoy estamos hablando de la agroecología para la soberanía alimentaria. Esto quiere decir producción agroecológica, en armonía con la naturaleza, cuidando los recursos naturales. Además tiene que ver también con una forma de consumir alimentos, que es la de los circuitos cortos entre productores y consumidores. En Uruguay, por ejemplo, se destaca la Asociación Barrial de Consumo Abierta (ASOBACO), como tantas iniciativas en América Latina, que asume el riesgo de manera conjunta con el productor. Eso hace que al final el productor, sin intermediarios, reciba mucho mejor precio y el consumidor pague mucho menos.
Uno de los principales cambios que se requiere es el reconocimiento del rol que han tenido y tienen los agricultores de pequeña escala, especialmente las mujeres, y generar condiciones sociales para que esa gente viva de manera digna en el campo. Para eso también se requieren servicios cerca de los territorios, rutas, centros de salud, caminos razonables para poder sacar la producción. O sea, hay que cambiar los patrones de producción y de consumo, pero también las condiciones de vida en el campo para que la juventud pueda quedarse allí. Para eso el rol del Estado es central. Para facilitar los servicios, pero también en la generación de infraestructura para que los productores puedan trasladar su producción, espacios donde puedan conservar sus alimentos, venderlos.
El caso brasileño del Plan Nacional de Agroecología y Producción Orgánica (PLANAPO) creo que es el paradigma más grande que hay en la región, del que todos están tratando de tomar algo, como Uruguay, donde el Plan Nacional de Agroecología busca replicar con las condiciones de Uruguay esa iniciativa brasileña. El PLANAPO aseguró las compras públicas a la agricultura familiar para asegurar alimentos para escuelas y hospitales, por ejemplo.
Además de los casos de Brasil y Uruguay mencionados, ¿qué otras alternativas concretas existen en la región?
Ejemplos de transiciones a estas formas de producción y comercialización hay en toda América Latina, tal vez no en la escala que se precisa. En Uruguay existen la Red de Semillas y la Ecotienda. La primera garantiza el acceso a un insumo básico como es la semilla, compartida con otros productores, generando autonomía en la producción con el principio de la solidaridad como base. Y la Ecotienda permite un canal de venta directa.
En Colombia está la Asociación de Pequeños Caficultores de la Marina (ASOPECAM), que es parte del Movimiento Agroecológico de América Latina y el Caribe (MAELA Colombia). Ellos hicieron una transición hacia una producción orgánica, a la vez que generaron mercados para la venta directa, como por ejemplo en universidades.
Después hay casos más estructurales. Por ejemplo, una alternativa concreta es la toma de tierras del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra de Brasil (MST), que crea condiciones reales para la construcción de alternativas. Sin tierra, sin semillas, no hay producción alimentaria. Lo que hace el MST es ocupar tierras improductivas y disputar con el Estado para que le sean entregadas y se transformen en asentamientos de producción. Muchos de los asentamientos del MST han transitado también hacia la agroecología, por lo que están transformando el sistema agroalimentario.
Otra alternativa de la que habla siempre la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC-Vía Campesina) es la educación para la transformación, a través de sus Institutos Agroecológicos Latinoamericanos (IALA). La educación ideológica y técnica de los campesinos, indígenas, trabajadores, para poder soberanamente construir las alternativas transformadoras.
¿Cuáles son los desafíos para seguir profundizando esos cambios?
Los principales desafíos pasan por entender que la producción de alimentos no es una cosa que necesariamente tenga que estar en manos del agronegocio. Hay que cambiar el imaginario popular. De hecho, la producción de alimentos está en su gran mayoría en manos de los productores de alimentos a pequeña escala.
También hay que cambiar esa creencia de que todos los métodos de producción conocidos como “tradicionales” son un atraso. Muy por el contrario, concentran la evolución de la producción de alimentos desde el fondo de la historia hasta hoy. El agricultor también es un científico de cierta manera, porque es una persona que a través de prueba y error ha ido cambiando y desarrollando sus métodos productivos, adaptándolos. Hay que revalorizar el rol de esos actores.
Los consumidores también necesitamos entender que tenemos que cambiar nuestros patrones de consumo. Y otro desafío bien grande es cambiar la correlación de fuerzas que tenemos hoy en día, en la que la academia agronómica y veterinaria vinculada a la gran producción de alimentos impone la idea de que no hay posibilidad de alimentar al mundo sin el agronegocio.
También hay que ver cómo encarar la transición hacia los modelos de producción más sustentables. No puede ser una transición que la paguen los olvidados de siempre, sino que deben hacerlo aquellos que han generado las crisis por las que es tan urgente generar una transición. Por su parte, los productores de pequeña escala tienen el desafío de seguir mejorando sus prácticas.
En definitiva, la traba central es que el Estado tiene que dejar de estar al servicio de las elites nacionales y corporaciones transnacionales dueñas del agronegocio para ponerse al servicio de una producción de alimentos que genere soberanía nacional, menos impacto ambiental y mejores condiciones de vida para aquellos que producen los alimentos. El desafío de las organizaciones y movimientos sociales es cambiar la correlación de fuerzas, masificar la lucha para generar condiciones de cambio.
Fuente: http://www.noticiasaliadas.org/articles.asp?art=7305
¿Cómo describe el sistema alimentario mundial dominante?
El sistema agroalimentario global imperante, dominado por la agricultura industrial a gran escala, es altamente concentrado, integrado o encadenado y transnacionalizado. Se caracteriza por la utilización de mucho capital en insumos como semillas, fertilizantes, agrotóxicos y maquinaria. Es un sistema que responde a los intereses del comercio internacional, que tiene el apoyo de fondos públicos, también de instituciones financieras internacionales, y con un creciente involucramiento del sector financiero, que tiene un interés netamente especulativo
Con respecto a la alta concentración de la producción de insumos, según el Grupo ETC [Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración que monitorea el impacto de las tecnologías emergentes y las estrategias corporativas sobre biodiversidad, agricultura y derechos humanos], en marzo Monsanto estaba analizando posibles asociaciones con [las transnacionales agroquímicas] BASF o Bayer, ante las alianzas Dupont-Dow y Syngenta-Chem China. De acuerdo con ETC, si Monsanto se fusiona con el área agrícola de Bayer, los tres grupos controlarían más del 65% de las ventas mundiales de pesticidas, y casi el 61% de las ventas comerciales de semillas. Si en vez de eso Monsanto se uniera con BASF, el control sería del 61% de los pesticidas y más del 57% de las semillas.
Además de que este sistema agroalimentario está concentrado y transnacionalizado, está también integrado. El feedlot [corrales de engorde] dedicado a la producción de carne está encadenado con la producción de los insumos que reciben esos animales, como la soja y el maíz. Sin embargo, a pesar de toda la presión, es el campesinado y la agricultura a pequeña escala la que produce la gran mayoría de los alimentos que consume la humanidad, el 70% también según el Grupo ETC. Para cambiar el sistema alimentario mundial los sujetos de cambio están, son los agricultores de pequeña escala.
¿Por qué considera importante cambiar este sistema dominante?
Según GRAIN [organización internacional que apoya a campesinos y agricultores en pequeña escala, y movimientos sociales], del 44% al 57% de todas las emisiones de gases de efecto de invernadero provienen del sistema alimentario global. Hay un enorme peso de este sistema transnacionalizado que produce la quinua en Bolivia y la vende en Tailandia en esas emisiones contaminantes. Es un sistema que empieza a requerir más insumos, maquinaria, más combustibles fósiles para mover la maquinaria, para los fertilizantes y agrotóxicos.
La agricultura a gran escala expande la frontera agrícola, deforesta para seguir plantando, como ha pasado en Brasil con la soja, el maíz, la caña de azúcar. La agricultura se movió a zonas donde antes había ganadería y la ganadería se fue moviendo a donde había bosques como la Amazonia, a través de la deforestación, con el rol que juegan los bosques en la captura de carbono.
En cambio, la producción agroecológica de alimentos tiene un efecto completamente distinto, porque emite menos gases, pero además al trabajar en armonía con la naturaleza recupera el suelo, y el suelo así refuerza su capacidad de retener carbono, de forma natural. Además, cuando se reducen distancias entre quienes producen los alimentos y quienes los consumen, las emisiones del sector transporte también descienden.
¿Cuál sería el modelo alternativo y los principales cambios que se requieren para llegar a modelos alimentarios más justos y sustentables en América Latina?
Básicamente lo que proponemos es el modelo de la soberanía alimentaria, y hoy estamos hablando de la agroecología para la soberanía alimentaria. Esto quiere decir producción agroecológica, en armonía con la naturaleza, cuidando los recursos naturales. Además tiene que ver también con una forma de consumir alimentos, que es la de los circuitos cortos entre productores y consumidores. En Uruguay, por ejemplo, se destaca la Asociación Barrial de Consumo Abierta (ASOBACO), como tantas iniciativas en América Latina, que asume el riesgo de manera conjunta con el productor. Eso hace que al final el productor, sin intermediarios, reciba mucho mejor precio y el consumidor pague mucho menos.
Uno de los principales cambios que se requiere es el reconocimiento del rol que han tenido y tienen los agricultores de pequeña escala, especialmente las mujeres, y generar condiciones sociales para que esa gente viva de manera digna en el campo. Para eso también se requieren servicios cerca de los territorios, rutas, centros de salud, caminos razonables para poder sacar la producción. O sea, hay que cambiar los patrones de producción y de consumo, pero también las condiciones de vida en el campo para que la juventud pueda quedarse allí. Para eso el rol del Estado es central. Para facilitar los servicios, pero también en la generación de infraestructura para que los productores puedan trasladar su producción, espacios donde puedan conservar sus alimentos, venderlos.
El caso brasileño del Plan Nacional de Agroecología y Producción Orgánica (PLANAPO) creo que es el paradigma más grande que hay en la región, del que todos están tratando de tomar algo, como Uruguay, donde el Plan Nacional de Agroecología busca replicar con las condiciones de Uruguay esa iniciativa brasileña. El PLANAPO aseguró las compras públicas a la agricultura familiar para asegurar alimentos para escuelas y hospitales, por ejemplo.
Además de los casos de Brasil y Uruguay mencionados, ¿qué otras alternativas concretas existen en la región?
Ejemplos de transiciones a estas formas de producción y comercialización hay en toda América Latina, tal vez no en la escala que se precisa. En Uruguay existen la Red de Semillas y la Ecotienda. La primera garantiza el acceso a un insumo básico como es la semilla, compartida con otros productores, generando autonomía en la producción con el principio de la solidaridad como base. Y la Ecotienda permite un canal de venta directa.
En Colombia está la Asociación de Pequeños Caficultores de la Marina (ASOPECAM), que es parte del Movimiento Agroecológico de América Latina y el Caribe (MAELA Colombia). Ellos hicieron una transición hacia una producción orgánica, a la vez que generaron mercados para la venta directa, como por ejemplo en universidades.
Después hay casos más estructurales. Por ejemplo, una alternativa concreta es la toma de tierras del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra de Brasil (MST), que crea condiciones reales para la construcción de alternativas. Sin tierra, sin semillas, no hay producción alimentaria. Lo que hace el MST es ocupar tierras improductivas y disputar con el Estado para que le sean entregadas y se transformen en asentamientos de producción. Muchos de los asentamientos del MST han transitado también hacia la agroecología, por lo que están transformando el sistema agroalimentario.
Otra alternativa de la que habla siempre la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC-Vía Campesina) es la educación para la transformación, a través de sus Institutos Agroecológicos Latinoamericanos (IALA). La educación ideológica y técnica de los campesinos, indígenas, trabajadores, para poder soberanamente construir las alternativas transformadoras.
¿Cuáles son los desafíos para seguir profundizando esos cambios?
Los principales desafíos pasan por entender que la producción de alimentos no es una cosa que necesariamente tenga que estar en manos del agronegocio. Hay que cambiar el imaginario popular. De hecho, la producción de alimentos está en su gran mayoría en manos de los productores de alimentos a pequeña escala.
También hay que cambiar esa creencia de que todos los métodos de producción conocidos como “tradicionales” son un atraso. Muy por el contrario, concentran la evolución de la producción de alimentos desde el fondo de la historia hasta hoy. El agricultor también es un científico de cierta manera, porque es una persona que a través de prueba y error ha ido cambiando y desarrollando sus métodos productivos, adaptándolos. Hay que revalorizar el rol de esos actores.
Los consumidores también necesitamos entender que tenemos que cambiar nuestros patrones de consumo. Y otro desafío bien grande es cambiar la correlación de fuerzas que tenemos hoy en día, en la que la academia agronómica y veterinaria vinculada a la gran producción de alimentos impone la idea de que no hay posibilidad de alimentar al mundo sin el agronegocio.
También hay que ver cómo encarar la transición hacia los modelos de producción más sustentables. No puede ser una transición que la paguen los olvidados de siempre, sino que deben hacerlo aquellos que han generado las crisis por las que es tan urgente generar una transición. Por su parte, los productores de pequeña escala tienen el desafío de seguir mejorando sus prácticas.
En definitiva, la traba central es que el Estado tiene que dejar de estar al servicio de las elites nacionales y corporaciones transnacionales dueñas del agronegocio para ponerse al servicio de una producción de alimentos que genere soberanía nacional, menos impacto ambiental y mejores condiciones de vida para aquellos que producen los alimentos. El desafío de las organizaciones y movimientos sociales es cambiar la correlación de fuerzas, masificar la lucha para generar condiciones de cambio.
Fuente: http://www.noticiasaliadas.org/articles.asp?art=7305
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