El ex presidente de Brasil declaró en Curitiba acompañado por una movilización popular.
Cara a cara entre Lula da Silva y Sergio Moro
Página 12
La sesión duró cinco horas y diez minutos. El ex presidente se mantuvo firme y en más de una ocasión confrontó de manera contundente las preguntas del mediático magistrado. Al comienzo del interrogatorio, Moro se mostró inseguro. |
Por primera vez Lula da Silva y el juez de primera instancia Sergio Moro, cuya obsesión con detener al ex presidente es cada vez más intensa, estuvieron frente a frente. La sesión duró cinco horas y diez minutos, más que el doble de lo que suelen tardar interrogatorios semejantes.
Se trata de un juicio en que el ex presidente está acusado de haber recibido un apartamento de tres pisos, un ‘tríplex’, en un balneario popular a unos 60 kilómetros de Sao Paulo. Lula dice que efectivamente su fallecida esposa, María Leticia, había comprado un apartamento ‘en plano’, o sea, antes de empezar la construcción. Pero que una vez terminado el edificio, desistió del negocio. Curiosamente, la constructora OAS, que se encuentra en proceso de quiebra o “recuperación judicial”, incluyó el mismo apartamento entre las garantías ofrecidas a los acreedores, dejando claro que es de su propiedad.
Del tiempo total del interrogatorio, Lula contestó preguntas de Moro a lo largo de poco más de tres horas. El ex presidente se mantuvo firme y en más de una ocasión confrontó de manera contundente a las preguntas del mediático magistrado. También el abogado de Lula, Cristiano Zanin Martins, lo confrontó varias veces, en especial cuando Moro intentó mezclar otros procesos a que Lula responde en la condición de imputado.
Sergio Moro se mostró un tanto inseguro al principio del interrogatorio, en contraste con un Lula firme e incisivo. “Me gustaría asegurarle que usted será tratado con todo el respeto”, dijo Moro, para agregar, poco después, que Lula podía quedarse tranquilo porque no sería detenido. “Estoy tranquilo, y quiero aclarar que no habrá preguntas difíciles para mí, porque cuando alguien quiere decir la verdad no existe ese tipo de pregunta.”
El juez tenía en manos una larguísima lista de preguntas, que siguió sin desviarse. Muchas de las preguntas eran repetitivas, y Lula dejó claro en sus respuestas que ya había contestado. La insistencia de Moro en repisar mismas cuestiones no llegó a irritar al ex presidente, que se mantuvo incisivo en afirmar que estaba respondiendo a una acusación “que es una farsa”, y que se presentó por respeto a la ley. Criticó duramente los procedimientos de los jóvenes fiscales, comandados por un evangélico de aires mesiánicos, y dijo que el Ministerio Público actúa “obedeciendo a lo que quiere la TV Globo, la revista Época, la revista Veja, el diario O Globo”.
Frente al exceso del juez en insistir con preguntas que giraban alrededor de un mismo tema, y a su insistencia en incluir temas extraños a la causa, Lula en reiteradas ocasiones dijo que estaba listo para contestar lo que se refiriese a la causa específica. Moro, en un intento de presionarlo, reiteró en todas las ocasiones que Lula tenía “el derecho de permanecer en silencio”.
Causó sorpresa a juristas y abogados el número de preguntas del juez relacionadas al Partido de los Trabajadores (PT), partido de Lula, que no tenían nada que ver con la acusación específica. El intento de expandir el juicio al o a los subordinados de Lula cuando era presidente provocó una respuesta directa: “Doctor, el juicio político proviene de las urnas electorales. Y ya fui juzgado, ganando la reelección y la elección de Dilma Rousseff y su reelección”.
En varios momentos hubo duros altercados entre los abogados de defensa y el juez Moro. A cierta altura, el magistrado dijo que la insistencia de los abogados en rechazar preguntas se estaba haciendo “monótona”, y oyó como respuesta que “monótonas son las preguntas de Vuestra Excelencia”.
En otra altura, Lula le dijo al juez: “Yo sé que usted es muy joven, y los jóvenes no suelen tener la paciencia de los más viejos. Presenten pruebas, basta de ‘oí decir’, me condenan por anticipado”.
Mencionando la “conducta coercitiva”, en que incurrió Moro cuando llevó a Lula a declarar frente a un comisario de la Policía Federal en una medida que da clara idea de la actuación absolutamente abusiva del juez –la ley determina que solamente se puede emplear tal método cuando alguien se niega a responder a una intimación judicial–, Lula ha sido extremamente duro con el magistrado. “Ya que usted me pregunta sobre ese interrogatorio, ordene a la Policía Federal que devuelva el Ipad de mi nieto de cinco años. ¡Es una vergüenza lo que hacen!”, disparó el ex presidente.
También mencionó, frente a la insistencia con que el juez mencionaba a su fallecida esposa, que le resultaba muy difícil escuchar esas afirmaciones. “Una de las causas de su muerte ha sido la presión que sufrimos. Por eso, me gustaría que usted no la mencionase”, dijo Lula.
En algunas ocasiones, Moro insinuó que doña Marisa Leticia había sido “beneficiada por ser esposa del presidente”, lo que provocó dura reacción del ex presidente.
Mientras el juez trató Lula da Silva siempre de manera respetuosa, como “señor ex presidente”, el representante del Ministerio Público se dirigió a “señor Luiz Inacio”, lo que provocó una dura reacción del abogado de defensa. Sergio Moro indicó entonces que el fiscal debería dirigirse no al “señor Luiz Inacio”, sino de “ex presidente”. Frente a la primera pregunta, Lula pidió que el fiscal se identificase. Es el tono con que los jóvenes fiscales que acusan a Lula suelen tratarlo, en su obsesión persecutoria. El joven y prepotente fiscal se llama Roberson Pozzobon.
El joven fiscal fue incisivo en sus preguntas –más bien insinuaciones– tratando de llevar a Lula da Silva a alguna contradicción. Le faltó, ¡y cuánto!, cancha política para eso. En determinado momento, el ex presidente fue durísimo con su joven acusador. “Permítame decirle algo. Ustedes están exigiendo de mí una objetividad que yo todavía no exigí de ustedes. Lo que exigiré, cuando yo pueda hablar, es que ustedes me presenten un documento que indique que el apartamento es mío. Esa sería la prueba. Lo demás es puro palabrerío.”
Había sido un día extenuante. Lula salió de Sao Paulo en un avión privado alrededor de las nueve y media de la mañana, y aterrizó en Curitiba poco después de las diez. Llegó al tribunal faltando quince minutos para la hora determinada por el juez, dos de la tarde. Había alrededor de 1700 integrantes de la Policía Militar de la provincia de Paraná y de la Policía Federal. Toda la zona alrededor del tribunal fue aislada. Camino al tribunal, Lula pidió que el auto que lo conducía se detuviese. Bajó, saludó a la multitud, abrazó a algunos manifestantes, y siguió su camino.
Hubo, a lo largo de todo el día, dos concentraciones de manifestantes. Los que se decían ‘defensores de la Lava Jato’, en relación al operativo que investiga un escándalo de corrupción, apenas superaban el centenar. A tres kilómetros de distancia, obedeciendo a órdenes de las fuerzas de seguridad, estaban concentrados los defensores de Lula da Silva, que superaban la marca de los 30 mil.
A las ocho y pico de la noche, terminados los trámites del tribunal, hubo un acto público en una plaza de Curitiba. Lula habló para 50 mil personas. Dijo, entre otras cosas, que es víctima de “la mayor persecución jurídica de la historia de este país”.
Quien escuche las grabaciones de las cinco horas de preguntas y respuestas confirmará que Lula da Silva tiene razón.
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