Venezuela: ¿Se abre el juego? Por Iroel Sánchez
“¡Golpe de estado!”, gritan la oposición venezolana, los medios de comunicación que le son afines, el para nada golpista gobierno brasileño de Michel Temer y hasta Washington -allí donde se dice no ocurren esos golpes porque no hay embajada norteamericana- expresa “profunda preocupación”.
El motivo no es que militares hayan desalojado un presidente electo, como aplaudió por breve plazo la oposición venezolana en abril de 2002, o sucedió en Honduras en 2009, ni que parlamentos no calificados legalmente para ello -como ha sucedido recientemente en Paraguay y Brasil- determinen el fin de un mandato presidencial. No, es porque el gobierno venezolano, enfrentado a sucesivas olas de violencia a las que ha llamado una oposición que sistemáticamente ha rechazado el diálogo que el ejecutivo le ha propuesto, incendiando hasta la sede del Tribunal Supremo, ha convocado a la elección de una Asamblea Constituyente que la misma oposición había reclamado en 2014 después de fracasar en las elecciones de 2013, cuando fue electo el Presidente venezolano Nicolás Maduro.
El gran defecto que se le atribuye a la convocatoria es que el Presidente Maduro ha anunciado que los asambleístas no serán electos a partir de partidos políticos sino territorial o sectorialmente pero por qué ha de ser más democrático lo que decide una cúpula partidista que vaya a saber quién elige y financia que un colectivo de vecinos o trabajadores en igualdad de condiciones ¿Son más universales los políticos que los vecinos y los trabajadores?
La Asamblea Constituyente no sustituirá a la Asamblea Nacional de mayoría opositora, sino que -según se ha anunciado- trabajaría en paralelo a esta llevando a la Carta magna los programas sociales que ha implementado el chavismo desde su llegada al poder en 1999 y que grandes sectores populares temen se desmonten de llegar la oposición al poder.
“La oposición trancó el juego”, ha dicho el Presidente Maduro en referencia a que la oposición – obsesionada con un referendo revocatorio del mandato presidencial que termina en 2019- rechazó el diálogo que reiteradamente ha propuesto el gobierno.
Pero ahora se abre una posibilidad de regresar a la política. Si el diálogo entre los políticos del gobierno y la oposición ha fracasado por qué no dar la palabra al pueblo.
El gobierno ha tomado la iniciativa y surgen varias preguntas hacia la oposición:
¿Por qué si tan seguros están de su mayoría no aceptan el reto?¿Por qué no luchar en las comunidades y colectivos laborales por sus candidatos, o es que temen no tener apoyo allí donde late el país y les es más fácil la lucha política en las reuniones de la desacreditada OEA o generando noticias falsas en las redes sociales de internet, mientras sus fieles especulan con los alimentos para provocar escasez y desatan la violencia en la calle para justificar la presión externa?
Es hora de que los que tanta democracia reclaman dejen hablar al pueblo.
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