martes, 20 de febrero de 2018

EE.UU. es culpable por donde se mire

EE.UU. es culpable por donde se mire. Rodolfo Bueno

Algún día el mundo deberá agradecer a Trump por ser el primer presidente de EE.UU. que acusó de mentir a los medios de comunicación masiva (mcm), porque si estos mienten respecto a la primera autoridad de ese país, el más poderoso del mundo, ¿qué lisuras no dirán de los dirigentes del resto de países y de los acontecimientos que se dan y se dieron a nivel mundial, como en Yugoslavia, Afganistán, Irak, Libia, Siria…? Por si fuera poco, el general James Mattis, Secretario de Defensa de EE.UU., declaró no tener “prueba alguna, ni creíble, ni no creíble” de que Damasco hubiera empleado armas químicas contra su propio pueblo, lo que contradice en su totalidad la parafernalia en la que se ve a unos tipos con cascos blancos, dizque prestando atención a ciudadanos sirios gaseados por su gobierno. También desmiente los bombardeos aéreos israelíes contra Siria para, aparentemente, destruir las armas químicas de ese país, cuya eliminación a su debido tiempo el Pentágono supervisó directamente.
En pocas palabras, se trata de fake news, método empleado para justificar guerras injustificables que los mcm se encargan de promover. Si no recuerden a Colin Powell, Secretario de Estado de George W. Bush, mostrando en la ONU pruebas falsas de que Irak poseía armas de destrucción masiva, o al Secretario de Defensa Robert McNamara mintiendo sobre los incidentes del golfo de Tonkin, para justificar la guerra de EE.UU. contra Vietnam. Y no importa que estos personajes hicieran confesiones tardías de que mintieron al mundo, porque ya la mentira causó millones de víctimas.
Es que la realidad se ha retorcido tanto que es prácticamente imposible entenderla. Así, oficiales del Pentágono han confirmado la destrucción de un tanque del ejército sirio modelo T-72 en respuesta a una agresión de ese carro de combate, para lo cual las tropas estadounidenses organizaron una ofensiva con drones y grupos opositores y han “llevado a cabo una estrategia de defensa propia para protegernos.” Se debe entender que todo esto pasa en Siria. ¿Es posible q ue el ejército de algún país destruya tanques norteamericanos en territorio de EE.UU.? No. Aunque, ¿no fue eso lo que hizo Japón en Pearl Harbor en 1941, sólo que en mayor magnitud? Tal vez.
También se puede preguntar: ¿Qué hacen en Siria las fuerzas armadas de EE.UU. sin permiso de autoridad legal alguna? Se recuerda que la coalición liderada por Washington actúa ilegalmente en Siria porque no cuenta ni con el permiso del Gobierno sirio ni con un mandato del Consejo de Seguridad de la ONU. ¿ Hasta cuándo planifican permanecer en esta nación árabe? Ni siquiera el Presidente Trump lo sabe. El cuento de que están ahí para combatir el terrorismo ya no lo creen ni sus aliados. El presidente turco, Erdogan, les reclama: “Tenemos 911 kilómetros de frontera con Siria. ¿Qué relación tienen ellos (EE.UU.) con la frontera siria? Ya han gastado 550 millones de dólares de ayuda a las YPG (milicias kurdas de Siria), pero ahora quieren aumentar esta cifra a 3.000 millones. Dicen que están luchando contra Daesh. ¿Y con cuántos miembros de Daesh han acabado? Nadie tiene derecho a utilizar a Daesh como excusa. Es hora de poner fin a este teatro, es el momento de quitarse las máscaras”. Y exige que EE.UU. deje de apoyar a los kurdos en Siria, pero este país, al contrario, incrementa la ayuda militar y lo justifica por la lucha contra los terroristas del Daesh, pese a que Rusia y el ejército de Siria liberaron ya todo el territorio que antes controlaba el Daesh. Estas discrepancias se multiplicaron cuando se supo que la coalición liderada por EE.UU. iba a crear una fuerza de 30.000 combatientes kurdos para dizque proteger la frontera Siria con Turquía. En realidad usan a los kurdos como pretexto para no salir de Siria.
En respuesta a esta actitud, el 20 de enero Turquía lanzó en Afrín la operación Rama de Olivo contra las YPG, que para el gobierno turco son una extensión del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), que tanto Turquía como EE.UU. consideran una organización terrorista. Turquía y EE.UU. son miembros de la OTAN, organización que está obligada a defender a sus miembros en caso de ser agredidos. Según Erdogan, EEUU falta a sus obligaciones de aliado en el marco de la OTAN, porque incumple su promesa de retirar a las YPG de la ciudad siria de Manbij.
Pese a ello EE.UU. prometió “responder agresivamente” si Turquía atacaba Manbij, controlada actualmente por las YPG, a lo que Erdogan les contestó: “Está claro que aquellos que dicen 'vamos a responder de manera agresiva si nos atacan' nunca han experimentado una bofetada otomana”, o sea, un fuerte golpe con la palma de la mano que puede fracturar el cráneo y causar la muerte. Sucede que eso no asusta a EE.UU. porque se ha acostumbrado a un pragmatismo de espanto: “Como soy poderoso hago lo que me da la gana”. Craso error, porque el mundo actual es multipolar y en él debe primar el respeto al derecho internacional. Turquía ha sufrido numerosos y sangrientos ataques terroristas, parte de una guerra contra el PKK que no se juzga en este escrito. Hace mucho que advierte de que no va ha permitir que en su frontera con Siria se establezca una región autónoma controlada por las milicias kurdas del YPG y actúa militarmente siguiendo ese criterio.
Según Serguei Lavrov, Canciller de Rusia, se intenta que entren en razón, a pesar de que la estrategia de EE.UU. consiste en “instalarse en Siria para siempre…” y les insta “a no jugar con fuego y calibrar sus pasos, no partiendo de las necesidades inmediatas de la situación política actual, sino de los intereses a largo plazo del pueblo sirio y de todos los pueblos de la región, incluidos los kurdos”. Opinión muy probable de ser cierta, pues Lavrov los conoce bien.
Todo lo que pasa se semeja al argumento de alguna obra de teatro surrealista escrita para ser presentada en un manicomio. Dos países de la OTAN amenazan con fajarse a palos para resolver sus discrepancias. ¿Dónde? En Siria, país al que no han pedido permiso para nada y que se encuentra muy lejos del Atlántico Norte, mar que le dio origen al nombre de la OTAN. ¿Y para qué? Pues para justificar los gastos militares de EE.UU., que han crecido como nunca. 
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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