sábado, 17 de febrero de 2018

Tabarnia y el fascismo


Tabarnia y el fascismo

Las personas que pensaron que el fascismo se había terminado en Europa con el avance soviético hasta Berlín y el suicidio de Hitler, se equivocaron. También lo hicieron los que imaginaron que de reproducirse la muerte lo haría en formas similares a la década de los años treinta del siglo pasado, esto es, líderes patético teatrales (Hitler, Franco, Mussolini….) con ridículo nivel cultural, odio hasta el exterminio a comunistas, judíos, gays… , el fervor del capital industrial y financiero, desfiles militares y para-militares, la burguesía en las calles jaleando el nacionalismo con la bandera patria, campos de concentración… en suma, como una copia de lo ocurrido. Pero no, la cara B del sistema, el brazo armado del capitalismo al que recurren cuando la clase dominante le necesita, está usando otras estrategias para aparecer en escena.
Ahora, sus dirigentes en toda Europa son jóvenes salidos (estética y políticamente) de los emporios financieros, de las empresas que siempre han manejado las economías, de los gym y las fiestas de ricos, son los sucesores de los célebres yupies. Gente guapa y trajeada que sonríe como le dicen sus asesores y que repiten cuatro frases para que calen, por ejemplo, que vienen a regenerar la política y dotar de transparencia al neoliberalismo (ellos lo llaman democracia).
Son fascistas de nuevo cuño, que acuden a las urnas con desparpajo y el apoyo mediático de las empresas que los fomentan. Beben con fruición en la sociedad después de que sus amos hayan llenado la pila de consumismo, individualismo, competitividad, patria y religión. Reniegan del fascismo para serlo porque las palabras que no tienen buena prensa las obvian. Tabarnia es uno de los últimos inventos del fascismo español, para intentar ridiculizar la autodeterminación que buena parte de Catalunya exige en las calles y las urnas. Las terminales mediáticas juegan esa baza con mucho dinero por medio, con “periodistas” que ríen las gracias, un actor humorista en una seria decadencia cerebral como monigote necesario, y tertulianos que por 100 euros bailan lo que le digan. Seguirles la jugada publicitaria es un ejercicio de reconocimiento del nuevo fascismo que nos rodea, pero tienen más en la cartera (nunca mejor dicho).

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