Mil Mercurios… contra Venezuela (+ video). Por José Manzaneda
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Documentos
desclasificados el pasado noviembre aportaron nuevas pruebas sobre la
participación directa de la CIA en el golpe de estado de Chile de
septiembre de 1973 (1).
Pero la
gran prensa internacional no les ha prestado la menor atención. Quizá
porque añaden más evidencias sobre el paralelismo con la situación
actual en Venezuela (2).
No son noticias nuevas. El Informe Church del Senado de EEUU, realizado en 1975, mostró todas y cada una de las acciones de la CIA que pudieron ser probadas hasta aquella fecha (3). Demostró el
trabajo conjunto de la Agencia con empresas estadounidenses que vieron
afectados sus intereses por las políticas públicas de Salvador Allende,
como ITT, Pepsi Cola o Chase Manhattan (4).
En el
Informe se pueden repasar las cantidades con que la CIA financió las
campañas electorales de distintos partidos de derecha. En 1964, por
ejemplo, el candidato de la Democracia Cristiana Eduardo Frei recibió 3
millones de dólares, que le sirvieron para ganar las elecciones (5).
En los siguientes comicios de 1970, el financiamiento secreto no pudo
evitar el triunfo electoral de Salvador Allende, que encendió todas las
alarmas en la Casa Blanca.
En pocos días se celebraron varias reuniones de urgencia. En ellas tomaron parte el
presidente Richard Nixon, el Secretario de Estado Henry Kissinger, el
fiscal general John Mitchell, el director de la CIA Richard Helms, el
presidente de Pepsi Cola Donald Kendall y el director del diario chileno
“El Mercurio”, Agustín Edwards (6).
El 15
de septiembre de 1970, Nixon dio a la CIA el permiso para actuar y
autorizó los primeros 10 millones de dólares para la guerra sucia. El objetivo, en sus propias palabras: “evitar que Allende asumiera el poder… o derrocarlo” (7).
La
llamada Comisión 40, órgano para las acciones encubiertas, lanzó una
campaña diversificada de programas de injerencia en Chile (8): en
tres años destinó al menos 8 millones para sostener las huelgas
patronales contra el gobierno, para influir en el sindicalismo, para
fomentar la división entre los partidos que apoyaban a Allende, para
convencer a cargos policiales y militares de la necesidad de un golpe
de mano, e incluso para comprar armas y explosivos (9).
En
noviembre de 1970, Richard Nixon afirmó ante su Consejo de Seguridad
Nacional: “nuestra principal precupación es que Allende se consolide, y
que su imagen ante el mundo sea un éxito” (10).
Por ello, invirtió mucho dinero en la guerra mediática. La
CIA llegó a tener agentes trabajando en varios medios de comunicación
de Chile (11). El diario “El Mercurio”, pieza clave en la preparación de
la opinión pública para el golpe de Pinochet, recibió de la Agencia al
menos un millón y medio de dólares (12). La primera partida, de 700 mil, fue aprobada en septiembre de 1971; la segunda, de 965 mil, en abril siguiente.
Curiosamente, en aquellas fechas, la
Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), como hoy hace con Cuba o
Venezuela, a quien denunciaba por amenazar la libertad de prensa era al
Gobierno de Salvador Allende (13).
“El Mercurio”, como “Las Ultimas Noticias”, “La Segunda” y tantos otros medios privados, dieron después un apoyo entusiasta a la dictadura de Augusto Pinochet, silenciando o justificando sus crímenes (14). Así defendieron “el derecho a la libertad de prensa” (15).
Como es
bien conocido, Chile sufrió, además, una guerra económica despiadada,
que combinó el bloqueo financiero, el ataque a la moneda, la inflación
inducida y el acaparamiento de productos por parte del sector privado
(16).
Las
similitudes entre la situación actual de Venezuela y la de Chile en
aquellos años son tantas y tan evidentes, que explican por qué ningún
medio de referencia quiera acordarse ahora de la suerte del Gobierno de
Salvador Allende (17). Ni publicar nuevas informaciones sobre la injerencia de EEUU.
Mientras,
el Gobierno de Nicolás Maduro sigue sufriendo el ataque despiadado,
simultáneo y sistemático, de todo el aparato mediático internacional.
Son mil Mercurios… contra Venezuela.