Arquitectura y Revolución. El monumento a Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht
Monumento actual a Rosa Luxemburgo en la orilla del canal donde fue arrojado el cadáver de la líder comunista. El artista quiso plasmar el nombre de Rosa emergiendo de las aguas del canal como una alegoría del futuro.
“¡El orden reina en Berlín!”: ¡Estúpidos secuaces! Vuestro “orden” está construido sobre la arena. Mañana la revolución se levantará vibrante y anunciará con su fanfarria, para terror vuestro: ¡Yo fui, yo soy y yo seré!
Últimas palabras de Rosa Luxemburgo escritas en la noche de su asesinato
Acabamos de sufrir la mayor de las pérdidas. El duelo nos embarga por partida doble. Nos han arrebatado a dos líderes, dos jefes cuyos nombres quedarán inscritos por siempre jamás en el libro de oro de la revolución proletaria: Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo.
León Trotsky
El marxismo revolucionario tiene entre sus figuras notables a Rosa Luxemburgo [1871–1919]. Muchas biografías se han escrito sobre ella, la de Paul Frölich narra en Rosa Luxemburgo. Vida y obra –en su capítulo final “Hacia la muerte”– las vicisitudes de los últimos días de su vida hasta su asesinato el 15 de enero de 1919, perpetrado por el gobierno socialdemócrata en el Berlín de entonces.
Luxemburgo y Liebknecht crearon la Liga Espartaquista [Spartakusbund], precursora del Partido Comunista Alemán. La lucha de clases era muy intensa y con la derrota de la insurrección de enero las cabezas de Luxemburg y de Liebknecht fueron aplastadas bajo la bota de la soldadesca de los socialdemócratas Gustav Noske y Friedich Ebert, jefes de la contrarrevolución, precursores de las técnicas fascistas nazis. Los grupos paramilitares de extrema derecha [Freikorps] fueron los ejecutores de innumerables crímenes de revolucionarios; su lema era: “Es preciso que alguien sea el perro sanguinario”. La Liga Antibolchevique, fundada por barones rusos, había puesto el precio de 100 mil marcos por las cabezas de los dirigentes espartaquistas. Frölich dice: “No bastaba con soltar la jauría de cazadores de recompensas, voluntarios o mercenarios. La campaña contra Spartakusbund, que había comenzado en los días de noviembre… se transforma en enero en un delirio sádico… Y todos esos chillidos terminaban en el grito de muerte: ¡Liebknecht, Luxemburgo! La sentencia mortal se cumplió pronto por los esbirros militares y sus jefes socialdemócratas. Habiendo sido presos, el 15 de enero Liebknecht fue asesinado a balazos, mientras que Luxemburgo fue herida mortalmente por tres culatazos que le destrozaron el cráneo, minutos después el teniente Vogel le disparo un tiro en el cerebro. El cadáver fue arrojado al canal Landwehr. Allí en el río fue encontrada en mayo de 1919.
Rosa escribía desde la cárcel su profunda pasión por la vida: “Y le sonrío a la vida, como si supiera algún secreto mágico que pudiera desmentir todo lo malo y lo triste, y lo convirtiera en mucha luz y felicidad. Y busco la razón para tener tanta alegría. No encuentro nada y tengo que reírme otra vez de mí misma. Yo creo que el secreto no es otra cosa más que la vida misma, la profunda penumbra de la noche que es tan bella y suave como el terciopelo, si una sabe mirarla”.
El triunfo de la contrarrevolución en enero de ese año había incubado el huevo de la serpiente y una de sus consecuencias la victoria de Hitler en 1933. Con el fascismo alemán y el apogeo del estalinismo en la Rusia soviética iniciaba la medianoche del siglo [Víctor Serge dixit]. Pero la consigna de Luxemburgo sigue válida. ¡”Socialismo o barbarie”!
El monumento funerario fue diseñado en 1926 por Ludwig Mies Van der Rohe [1886–1969]. La obra de este gran arquitecto alemán forma parte de toda aquella vanguardia de la arquitectura moderna. Este monumento es emblemático de tal vanguardia por su pureza formal volumétrica. Adolf Loos [1870–1933], arquitecto austriaco, contemporáneo de Van der Rohe, escribió: “Sólo hay una pequeña parte de la arquitectura que pertenezca al arte: el monumento funerario y el monumento conmemorativo. Todo lo demás, lo que sirve para un fin, debe quedar excluido del reino del arte”. En tal sentido, el monumento a estos mártires revolucionarios puede considerarse como una verdadera obra de arte por su estética arquitectónica. El monumento de Mies no era el primero que tuviese un propósito conmemorativo político en aquellos tiempos. En 1922 el reconocido arquitecto Walter Gropius, quien al igual que Van der Rohe fue director de la Bauhaus, diseñó un monumento en homenaje a los asesinados en el pustch Kapp –golpe militar fracasado en marzo de 1920, a comienzos de la República de Weimar. El monumento, erigido en el cementerio principal de Weimar, seria demolido en 1933 y reconstruido en 1946.
Mies Van der Rohe no era un arquitecto de izquierdas propiamente, cierto que fue simpatizante en los años veinte de la Rusia Soviética, pues perteneció a la Sociedad de Amigos de la Nueva Rusia. Fue un liberal burgués progresivo, no obstante que colaboró con los nazis para diseñar el Pabellón de Alemania para la Feria Mundial de Bruselas de 1935. El auge del nazismo le obligó a emigrar a Estados Unidos en 1937.
Quien promovió la construcción del monumento a Luxemburgo fue Edward Fuchs [1870–1940], un estudioso marxista alemán de cultura e historia, escritor, coleccionista de arte y activista político. Walter Benjamin hizo un ensayo sobre este coleccionista, quien poseía una vasta obra de Honoré Daumier.
Según le cuenta el propio Van der Rohe a Donald Drew Egbert, autor de El arte y la izquierda en Europa: de la Revolución Francesa a mayo de 1968, conoció a Edward Fuchs una noche por un amigo común: “Tras discutir sus problemas sobre la casa, Fuchs nos dijo que quería mostrarnos algo. Esto resultó ser la fotografía de un modelo para un monumento a Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo. Era un gran monumento de piedra, con columnas dóricas y medallones de Luxemburgo y de Liebknecht. Cuando lo vi me puse a reír y le dije que sería un gran monumento para un banquero. Debió sentirse muy molesto por ese comentario, porque a la mañana siguiente me llamó y me dijo que como me había reído del monumento que me mostró, le gustaría saber que propondría yo. Le dije que no tenía la menor idea de lo que haría en su lugar, pero como casi todas las personas eran fusiladas frente a un muro, yo utilizaría un muro de ladrillos como monumento. Fuchs no podía imaginarse cómo un muro de ladrillos podría ser utilizado como monumento, pero me dijo que si yo tenía una idea, le gustaría verla. Pocos días después le mostré mi boceto del monumento, que al final se construyó”. Cierto es que Rosa y Karl nunca fueron fusilados ante un paredón, pero el uso de ladrillos y los volúmenes superpuestos es genial.
Es académico de la Universidad de Guadalajara (México) y militante de la Liga de Unidad Socialista.
www.sinpermiso.info, 15-1-18
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