¡Construir una
izquierda combativa para transformar la sociedad!
El régimen del 78 ha fracasado en su
objetivo de lograr estabilidad y afianzar la paz social. No sólo la legislatura
ha reflejado la fuerte polarización que recorre la sociedad, la calle es un
hervidero de movilizaciones multitudinarias. La batalla de los pensionistas, la
gran huelga general del 8M, las manifestaciones de la juventud contra el cambio
climático o la lucha ejemplar del pueblo catalán por la república, marcan una
tendencia de fondo.
El enorme hartazgo con una realidad de
desempleo y precariedad crónica, de violencia machista, corrupción y represión
del Estado no puede esconderse. La crisis más profunda del sistema capitalista
español desde la caída de la dictadura no remite, y en el horizonte se dibujan
acontecimientos aún más turbulentos.
El
papel de la lucha de masas
La opinión pública burguesa lleva mucho
tiempo construyendo una mitología sobre la llamada “democracia representativa”
y sus instituciones, ocultando así la auténtica dictadura que ejercen los
grandes poderes económicos sobre la sociedad. Para esta tarea no se han
regateado esfuerzos ni recursos, empezando por la utilización de la
intelectualidad sobornada, las universidades, los medios de comunicación y una
legión de políticos pagados generosamente y corrompidos hasta la médula. Cuando
esto no ha sido suficiente, el aparato del Estado ha esgrimido su músculo
represivo para responder a la lucha de clases que el juego parlamentario no
puede contener.
Una de las características de la época
histórica que vivimos es precisamente que este gran fraude ha sido puesto al
descubierto. Por ejemplo, el salvamento del sistema financiero español, que
implicó un robo de más de 200.000 millones de euros de las arcas públicas y fue
sancionado por el PP y el PSOE con una reforma constitucional, ha tenido
consecuencias de primer orden. La avalancha de recortes en la sanidad y
educación, en las prestaciones para los parados y en las pensiones, los cientos
de miles de familias trabajadoras que han sido desahuciadas y el millón de
jóvenes empujados al exilio económico en busca de un futuro mejor… han dejado
una huella profunda en la conciencia.
Estas condiciones objetivas explican los
actuales desarrollos políticos y la pérdida de credibilidad de las
instituciones capitalistas. La clase dominante lo ha intentado todo para
revertir esta situación y sacudirse responsabilidades. Desde el golpe de mano
en el PSOE para asegurar la investidura de Rajoy en 2016, hasta la invención de
un nuevo partido de la derecha como Ciudadanos. Desde la manipulación de la
cuestión catalana para jalear el españolismo más rabioso, hasta la represión judicial
y policial contra todos los movimientos sociales de envergadura.
Ninguna de estas maniobras les ha
servido. Millones de trabajadores y jóvenes se han enfrentado a la ofensiva de
los capitalistas, de sus partidos y de su Estado de una manera asombrosa. Y
queremos subrayar esta idea, pues en la izquierda parlamentaria y en sus
satélites mediáticos se insiste una y otra vez en lo desfavorable de la
“correlación de fuerzas”. En realidad, el factor más desfavorable, y que se ha
convertido en el mayor obstáculo, es la falsa política de los dirigentes
socialdemócratas del PSOE, de las cúpulas sindicales y, lamentablemente,
también de Podemos. Pensar que son posibles transformaciones sociales de
calado, respetando las reglas del sistema y sin tocar el poder de la banca y
los grandes monopolios empresariales, es una utopía reaccionaria que ha
cosechado fracaso tras fracaso.
La clase obrera y la juventud han
demostrado estar cien codos por delante de estos dirigentes. Sólo los más
cegados por el escepticismo pueden negar que las movilizaciones que han
sacudido el régimen del 78 surgen del impulso y la iniciativa desde abajo, y
que los aparatos burocratizados de CCOO, UGT y el PSOE, paladines de una paz
social imposible, han quedado completamente desbordados.
El
ascenso de Vox y las contradicciones del bloque reaccionario
Una lucha de clases en ascenso también
produce otros efectos. En las próximas elecciones del 28 de abril nos
enfrentamos a un avance importante de la extrema derecha, y no se puede
descartar que el bloque reaccionario —PP, Cs y Vox— pudiera alzarse con el
triunfo en las urnas. ¿Cómo se explica esta aparente contradicción?
La polarización política creciente no
sólo refleja el giro a la izquierda de amplios sectores la clase obrera, la
juventud y de capas medias empobrecidas; también existe una enorme frustración
con los partidos del sistema que sacude a los sectores más atrasados de la
sociedad, y alimenta la demagogia reaccionaria de Vox.
En las elecciones andaluzas vimos los
efectos profundamente desmovilizadores que tiene la política continuista con
los recortes y la austeridad del PSOE. Las promesas incumplidas, la corrupción
y la servidumbre a los poderes fácticos, los pactos con Ciudadanos, llevaron a
Susana Díaz a perder la Junta de Andalucía. Unidos Podemos también sufrió un
fuerte varapalo, pagando en las urnas su renuncia a impulsar y liderar la
movilización social.
En este contexto los viejos demonios han
vuelto a hacer acto de presencia, en el lenguaje, en los gestos y en el
programa del PP, Cs y Vox. Esta última formación se nutre de la radicalización
de la base social de la derecha ante el enconamiento de la lucha de clases. Su
programa, lleno del ADN franquista más desafiante, antiobrero, machista y
racista, se complementa con un liderazgo que cobija bajo sus alas a numerosos
militares que no esconden su devoción por el dictador, a jueces homófobos y
misóginos, y a fascistas que han visto su oportunidad para salir de la
marginalidad.
Las perspectivas electorales de Vox son
buenas y seguro que conquistarán una tajada considerable de la base electoral
del PP. Ninguna encuesta les da por debajo del 10%, pero incluso este resultado
podría ser superior. Esta es la razón de la desesperación de Pablo Casado y de
sus declaraciones y gestos trufados de rancio franquismo. La pérdida de escaños
puede ser histórica para el PP, pues en las filas de la derecha el voto útil no
funcionará en esta ocasión. Los “ladridos” de odio contra el pueblo catalán y
el nacionalismo españolista más furioso han colmado el deseo de revancha de
estos sectores.
Los medios de comunicación burgueses
ocultan conscientemente la grave crisis que recorre a la derecha. No sólo el PP
puede enfrentar una situación compleja, las expectativas de Albert Rivera
y Ciudadanos también han menguado considerablemente. Además la Ley D'Hont en
esta ocasión puede perjudicar a una derecha dividida.
Los acontecimientos indican que la
correlación de fuerzas en la calle es mucho más favorable para la clase obrera
que para la reacción. La manifestación españolista en Colón (Madrid) del pasado
10 de febrero no colmó las expectativas de sus organizadores: 200.000 personas
acudieron a la llamada, muy por detrás del millón esperado. En contraste, la
huelga general feminista del 8 de marzo fue un auténtico tsunami, en la línea
de las movilizaciones multitudinarias de los pensionistas, las huelgas
estudiantiles contra el cambio climático, las protestas masivas a favor de la
sanidad pública en Galicia, Valladolid y Teruel, la gran huelga del taxi en
Madrid, o las manifestaciones de masas en Catalunya contra el juicio farsa del
Supremo y en solidaridad con los jóvenes de Altsasu.
Derrotar
a la derecha en las urnas y en las calles. Construir una izquierda combativa
para transformar la sociedad
El ascenso de Vox ha colocado a amplios
sectores de la clase obrera y la juventud en máxima tensión. Existen poderosos
factores para empujar a la base social de la izquierda a una fuerte
movilización electoral. Pero también hay un ambiente de decepción,
especialmente entre capas que apoyaron con entusiasmo a Podemos y que apenas
distinguen ahora a la formación morada de la socialdemocracia tradicional.
En estas condiciones, una parte nada
desdeñable de los votos que Pablo Iglesias arrancó en 2015 y 2016 retornarán al
partido de Pedro Sánchez. El “voto útil” al PSOE volverá a jugar un papel
político y diferentes factores refuerzan esta previsión. Pedro Sánchez recuperó
la secretaría general en una guerra abierta con el aparato y los barones
territoriales y, aunque ha respaldado la aplicación del 155 y rechazado al
derecho de autodeterminación, los ataques de Casado y Rivera acusándolo de
“traidor a la patria” y de “jefe” de un supuesto Frente Popular (por su pacto
con los “comunistas” de Podemos), le concede un crédito entre la clase obrera
mucho mayor del que merece. La memoria histórica de los crímenes de la
dictadura, que las expectativas electorales de Vox vuelven a poner a flor de
piel, también juega a favor del voto útil.
En un ambiente tan polarizado es muy
complicado que se den mayorías holgadas. En el caso de que los resultados
pudieran hacer viable una coalición gubernamental PSOE-Podemos, con apoyo de
los nacionalistas catalanes y vascos, las luchas sociales y la exigencia de
medidas concretas para poner fin a los recortes y la austeridad serán aún
mayores.
Otra posibilidad, que ya se intentó en
la primavera de 2016 y que fracasó, es la de un pacto entre PSOE y Cs. Además
de necesitar apoyos para asegurarse una mayoría parlamentaria, un gobierno así
supondría un gran desgaste político para Pedro Sánchez y ninguna garantía de
estabilidad teniendo en cuenta las medidas neoliberales que aplicaría.
Si las urnas dan la victoria al bloque
de la derecha, después de un cierto tiempo para asimilar este resultado el
choque frontal con la clase obrera estará garantizado. Los efectos políticos
que tuvo el bienio negro encabezado por la CEDA entre 1933-1935, con todos los
matices que podemos introducir, representa una buena comparación histórica.
Desde Izquierda Revolucionaria
contribuiremos con todas nuestras fuerzas a la derrota del PP, Cs y Vox. Como
millones de trabajadores y de jóvenes harán este 28 de abril, es fundamental
cerrar el paso a la derecha en las urnas. Pero esta actitud, que refleja una
conciencia de clase elevada, no significa extender un cheque en blanco a un
PSOE que sigue aceptando la lógica del sistema, que ha renunciado a revertir
las gravísimas contrarreformas del PP, y se doblega ante un aparato del Estado
cada vez más envalentonado.
Al mismo tiempo, la actual crisis de
Podemos plantea de manera muy aguda la discusión sobre el tipo de izquierda que
queremos construir. La política institucional sin otro horizonte que lograr
algunas migajas de la mesa de los poderosos no tiene nada que ver con el
discurso original de barrer a la casta y al régimen del 78. Pablo Iglesias nos
tiene acostumbrados a declaraciones radicales cuando las encuestas les son
adversas, pero estas maniobras no van a funcionar igual que en el pasado. Si se
sigue insistiendo en la respetabilidad parlamentaria renunciando al derecho de
autodeterminación, a la lucha por la república o a un plan de nacionalizaciones
de los sectores estratégicos de la economía, las fronteras con la
socialdemocracia tradicional quedarán completamente desdibujadas. Por eso es el
momento de una profunda rectificación política y estratégica.
La experiencia histórica ha dejado claro
que votar no basta. Los cambios sociales profundos se logran mediante la
confrontación con los grandes poderes económicos y políticos, la organización y
la lucha. Para derrotar a la derecha en la urnas y defender los intereses de
los trabajadores, de la juventud y de todos los que sufrimos las consecuencias
de la crisis capitalista, se necesita continuar con la movilización masiva y
construir una izquierda combativa, con fuertes raíces en el movimiento obrero y
los sindicatos de clase, en los centros de estudio y en los movimientos
sociales.
¡Para
frenar a la derecha, es la hora de la lucha y la organización!
¡Únete
a Izquierda Revolucionaria!
¡Pensión y salario mínimos de 1.100
euros! Por la derogación de las contrarreformas laborales y de las pensiones.
Jubilación a los 60 años y contratos de relevo para la juventud. 35 horas
semanales sin reducción salarial. Fin de la precariedad laboral: a los 15 días
fijos en plantilla.
Prohibición por ley de los desahucios.
Por un parque de viviendas públicas que cubra la demanda existente con
alquileres sociales.
Enseñanza pública de calidad y gratuita
desde infantil hasta la universidad. Derogación de la LOMCE. Fuera la religión
de los centros de enseñanza. Ni un euro del presupuesto público para la
enseñanza privada y concertada.
Derecho
al voto a los 16 años.
Derecho a una sanidad pública digna,
gratuita y universal. Derogación de todas las leyes que han permitido la
privatización de la sanidad.
Remunicipalización de los servicios
públicos privatizados, manteniendo y ampliando las plantillas y respetando los
derechos laborales.
Contra la violencia machista, la
justicia patriarcal y la discriminación de la comunidad LGTBI. Por un feminismo
de clase y revolucionario.
Combatir el fascismo y el racismo con la
movilización y la organización. Fin de la Ley de Extranjería y de los CIEs,
garantizando los derechos políticos, sociales y económicos para los inmigrantes
y sus familias.
Basta de represión judicial y policial.
En defensa de la libertad de expresión. ¡Fuera la Ley Mordaza!
En defensa del medio ambiente y contra
el cambio climático. Nacionalización de todas las multinacionales de producción
de energía y combustibles (eléctricas, compañías mineras, de petróleo y gas,
empresas de producción de energía eólica y solar, etc…), y plan público de
inversiones para establecer una industria energética 100% ecológica y
sostenible.
Nacionalización de la banca y los
sectores estratégicos para planificar la economía bajo el control democrático
de la clase obrera y sus organizaciones.
Por el derecho de autodeterminación. Por
la república socialista de Catalunya y la república socialista federal basada
en la unión libre y voluntaria de los pueblos y naciones que componen
actualmente el Estado español que así lo decidan.
Afíliate a Izquierda Revolucionaria
entrando en nuestra página web o escríbenos a: contacto@izqquierdarevolucionaria.net
No hay comentarios:
Publicar un comentario