28-03-2019
El mes pasado el presidente Abdel Fatah al Sisi dejó meridianamente claro a los dirigentes europeos –tan orgullosos de la democracia y de la universalidad de los derechos humanos– que su régimen rechaza tales valores. Sus acciones así lo confirman: Egipto ha llevado a cabo ejecuciones tras un proceso judicial “manifiestamente injusto” y ha presentado un proyecto de ley de enmienda de la Constitución para afianzar el poder de Sisi.Aún así, los principales dirigentes de la UE aceptaron de buen grado la hospitalidad de Sisi en Sharm el Sheij durante la Cumbre de la Liga de Estados Árabes-UE a finales de febrero, reincidiendo en la pura hipocresía del discurso europeo sobre la promoción de la democracia y los derechos humanos.
Otorgar legitimidad al régimen de Sisi
Conviene situarse en el contexto de la Estrategia Global de la UE de 2016 que adopta en su epicentro la prioridad una política exterior pragmática y “basada en principios” para lograr la estabilidad en los países vecinos. Por lo tanto, la UE considera la estabilidad de Egipto y de su régimen como un objetivo estratégico.
Esta premisa basada en la estabilidad ocupó un lugar destacado en el orden del día de la Cumbre, en el que se eliminaron las referencias a los derechos humanos y la democracia. Tampoco se incluyeron en los discursos de Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, ni de Jean Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea. La declaración final no mencionó siquiera la palabra “democracia” ni destacó la universalidad de los derechos humanos, sino que se centró en preocupaciones estratégicas de la UE como la cooperación multilateral en materia de comercio, migración y seguridad.
Sorprende la rapidez con la que la UE ha vuelto al “business as usual” [los negocios como de costumbre] con el régimen más represivo de la historia moderna de Egipto. Lo que viene a confirmar la incapacidad de la UE para aprender de su propia experiencia que el autoritarismo no es garantía de estabilidad.
Como observó el ex comisario de la UE Stefan Fule durante las primeras etapas de los levantamientos árabes de 2011: “Demasiados [dirigentes de la UE] se creyeron que los regímenes autoritarios eran una garantía de estabilidad en la región. Ni siquiera era realpolitik. Era, en el mejor de los casos, cortoplacismo –el tipo de corto plazo que hace que el largo plazo sea cada vez más difícil de construir”.
Su conclusión es tan acertada ahora como entonces. El alto nivel de representación de de la UE en la Cumbre redunda en beneficio de Sisi pues otorga legitimidad a su régimen totalitario en la escena internacional y perpetua la falsa promesa de estabilidad a largo plazo en Oriente Próximo como forma de salvaguardar los intereses estratégicos de Europa.
Brutales violaciones de los derechos humanos
Aunque la premisa de la estabilidad pueda funcionar a corto plazo, en última instancia está destinada al fracaso porque la situación en Egipto rebosa de todos los factores necesarios para desencadenar una inestabilidad prolongada.
La UE ha decidido asociarse con Sisi –y por lo tanto apoyarlo implícitamente– cuyas acciones incluyen brutales violaciones de los derechos humanos, el uso generalizado de la tortura, las desapariciones forzadas, la toma de prisioneros políticos, la masacre de cientos de manifestantes y la imposición de sentencias de muerte, por citar sólo algunos ejemplos.
En una entrevista de 60 minutos realizada en enero, Sisi explicaba que su régimen había adoptado “ciertas medidas para restaurar la seguridad”, un eufemismo espeluznante que la UE ha ignorado mientras continua por el camino de la normalización. La UE ha ido aún más lejos al presentar al régimen egipcio como “socio clave para promover la paz... y la estabilidad”, y para compartir su “compromiso con los valores universales de la democracia, el Estado de Derecho y el respeto de los derechos humanos”.
La estabilidad es la clave, como lo demuestra la frecuencia con la que Sisi y la UE utilizan en sus discursos la estabilidad y la seguridad con distintos fines: la UE normalizará la cooperación con los regímenes totalitarios de Oriente Próximo, y Sisi justificará su férreo gobierno.
Sisi invoca hábilmente el discurso de la estabilidad ante dirigentes y audiencias occidentales afirmando que sin él “la situación sobre el terreno podría haber provocado una inestabilidad generalizada”.
Responsabilizar a la UE
Sisi y los de su calaña en toda la región confían en que la invocación del fundamentalismo, el islamismo, la radicalización, la seguridad, la estabilidad, la migración y, por supuesto, el terrorismo, retumbe en los responsables políticos occidentales.
Para la UE, la “estabilidad” implica mantener lejos de Europa las amenazas a la seguridad y a los inmigrantes. Desde esta perspectiva, el alto nivel de la representación europea en la Cumbre Liga Árabe-UE se inserta en el proceso por el cual se normaliza el autoritarismo a cambio de cooperación en cuestiones económicas, de seguridad y de inmigración, que son las preocupaciones centrales para la UE y sus Estados miembros.
Por supuesto, no es responsabilidad de la UE imponer la democracia y el respeto de los derechos humanos en Egipto o en cualquier otro lugar. Esto depende del pueblo egipcio. Pero la UE sí que es responsable de sus acciones, que en este caso, contribuyen a la normalización del totalitarismo.
El marca de estabilidad en Egipto deriva de la represión y, a este respecto, la premisa europea de que lo primero es la estabilidad perpetúa el ciclo de la opresión. Por ello, la UE debe rendir cuentas.
* Emile Badarin es investigador postdoctoral en la Cátedra de Política Europea de Vecindad (PEV) del Colegio de Europa de Natolin. Tiene un doctorado en Política de Oriente Próximo. Sus investigaciones abarcan los campos de las relaciones internacionales y la política exterior, con Oriente Próximo y la UE como área de estudio.
Fuente: https://www.middleeasteye.net/opinion/eu-foreign-policy-normalises-totalitarianism-middle-east
Otorgar legitimidad al régimen de Sisi
Conviene situarse en el contexto de la Estrategia Global de la UE de 2016 que adopta en su epicentro la prioridad una política exterior pragmática y “basada en principios” para lograr la estabilidad en los países vecinos. Por lo tanto, la UE considera la estabilidad de Egipto y de su régimen como un objetivo estratégico.
Esta premisa basada en la estabilidad ocupó un lugar destacado en el orden del día de la Cumbre, en el que se eliminaron las referencias a los derechos humanos y la democracia. Tampoco se incluyeron en los discursos de Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, ni de Jean Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea. La declaración final no mencionó siquiera la palabra “democracia” ni destacó la universalidad de los derechos humanos, sino que se centró en preocupaciones estratégicas de la UE como la cooperación multilateral en materia de comercio, migración y seguridad.
Sorprende la rapidez con la que la UE ha vuelto al “business as usual” [los negocios como de costumbre] con el régimen más represivo de la historia moderna de Egipto. Lo que viene a confirmar la incapacidad de la UE para aprender de su propia experiencia que el autoritarismo no es garantía de estabilidad.
Como observó el ex comisario de la UE Stefan Fule durante las primeras etapas de los levantamientos árabes de 2011: “Demasiados [dirigentes de la UE] se creyeron que los regímenes autoritarios eran una garantía de estabilidad en la región. Ni siquiera era realpolitik. Era, en el mejor de los casos, cortoplacismo –el tipo de corto plazo que hace que el largo plazo sea cada vez más difícil de construir”.
Su conclusión es tan acertada ahora como entonces. El alto nivel de representación de de la UE en la Cumbre redunda en beneficio de Sisi pues otorga legitimidad a su régimen totalitario en la escena internacional y perpetua la falsa promesa de estabilidad a largo plazo en Oriente Próximo como forma de salvaguardar los intereses estratégicos de Europa.
Brutales violaciones de los derechos humanos
Aunque la premisa de la estabilidad pueda funcionar a corto plazo, en última instancia está destinada al fracaso porque la situación en Egipto rebosa de todos los factores necesarios para desencadenar una inestabilidad prolongada.
La UE ha decidido asociarse con Sisi –y por lo tanto apoyarlo implícitamente– cuyas acciones incluyen brutales violaciones de los derechos humanos, el uso generalizado de la tortura, las desapariciones forzadas, la toma de prisioneros políticos, la masacre de cientos de manifestantes y la imposición de sentencias de muerte, por citar sólo algunos ejemplos.
En una entrevista de 60 minutos realizada en enero, Sisi explicaba que su régimen había adoptado “ciertas medidas para restaurar la seguridad”, un eufemismo espeluznante que la UE ha ignorado mientras continua por el camino de la normalización. La UE ha ido aún más lejos al presentar al régimen egipcio como “socio clave para promover la paz... y la estabilidad”, y para compartir su “compromiso con los valores universales de la democracia, el Estado de Derecho y el respeto de los derechos humanos”.
La estabilidad es la clave, como lo demuestra la frecuencia con la que Sisi y la UE utilizan en sus discursos la estabilidad y la seguridad con distintos fines: la UE normalizará la cooperación con los regímenes totalitarios de Oriente Próximo, y Sisi justificará su férreo gobierno.
Sisi invoca hábilmente el discurso de la estabilidad ante dirigentes y audiencias occidentales afirmando que sin él “la situación sobre el terreno podría haber provocado una inestabilidad generalizada”.
Responsabilizar a la UE
Sisi y los de su calaña en toda la región confían en que la invocación del fundamentalismo, el islamismo, la radicalización, la seguridad, la estabilidad, la migración y, por supuesto, el terrorismo, retumbe en los responsables políticos occidentales.
Para la UE, la “estabilidad” implica mantener lejos de Europa las amenazas a la seguridad y a los inmigrantes. Desde esta perspectiva, el alto nivel de la representación europea en la Cumbre Liga Árabe-UE se inserta en el proceso por el cual se normaliza el autoritarismo a cambio de cooperación en cuestiones económicas, de seguridad y de inmigración, que son las preocupaciones centrales para la UE y sus Estados miembros.
Por supuesto, no es responsabilidad de la UE imponer la democracia y el respeto de los derechos humanos en Egipto o en cualquier otro lugar. Esto depende del pueblo egipcio. Pero la UE sí que es responsable de sus acciones, que en este caso, contribuyen a la normalización del totalitarismo.
El marca de estabilidad en Egipto deriva de la represión y, a este respecto, la premisa europea de que lo primero es la estabilidad perpetúa el ciclo de la opresión. Por ello, la UE debe rendir cuentas.
* Emile Badarin es investigador postdoctoral en la Cátedra de Política Europea de Vecindad (PEV) del Colegio de Europa de Natolin. Tiene un doctorado en Política de Oriente Próximo. Sus investigaciones abarcan los campos de las relaciones internacionales y la política exterior, con Oriente Próximo y la UE como área de estudio.
Fuente: https://www.middleeasteye.net/opinion/eu-foreign-policy-normalises-totalitarianism-middle-east
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