Entrevista a Omar González, presidente del ICAIC
 
“El socialismo no se hace para que todo el mundo sea igual. Se hace para que todo el mundo sea diferente”
 Circunstancias azarosas nos hicieron coincidir en Helsinki con Omar González, presidente del ICAIC, Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos. Durante más de dos horas y media tuvimos el placer de conversar con este escritor e intelectual cubano sobre una diversidad de temas que incluyeron las ambiciones del ICAIC desde su creación, su relación con la Revolución cubana, el papel de los jóvenes cineastas en la sociedad actual de la isla o el impacto de la globalización y el desarrollo tecnológico tanto en la creación como en el desarrollo del individuo dentro de la sociedad contemporánea. Omar González es un referente incuestionable en el panorama cultural de Cuba. Ha tratado con todo tipo de géneros en su escritura, desde novelas como “El Propietario”, colecciones de cuentos como “Al Encuentro” o “Nieve Roja”, poemarios como “Secreto a Voces” o “La Intimidad del Ciervo”, hasta la literatura infantil con “Nosotros los Felices” (Premio Casa de las Américas en 1978) o el ensayo, y sus textos han sido traducidos en todo el mundo. Su voz, forjada por un currículo inagotable de actividades en diversas instituciones y publicaciones culturales cubanas así como en la primera línea política de su país, es toda una autoridad para hablar del pasado, presente y futuro de la realidad cultural y social cubana.
 ¿De qué circunstancias, ideas y conjunto de personas arranca lo que hoy conocemos como ICAIC? 
 
El
 ICAIC es la primera institución cultural que crea la Revolución. El 23 
de marzo de 1959 se firma el decreto de ley que le da vida y el 24 de 
marzo surge el ICAIC. Es la primera. Después aparece La Casa de las 
Américas y ya se estaba produciendo un embrión de lo que iba a ser el 
Instituto del Libro, que en ese momento era la Imprenta Nacional, 
después la Editora Nacional, y que da lugar a que surja una 
infraestructura que se complementa con la existencia del Ballet Nacional
 de Cuba, que ya venía desde antes, y de algunas pequeñas agrupaciones e
 instituciones culturales. Pero ésta es la primera institución creada 
por la Revolución. Influyó mucho el hecho de que estuvieron muy ligados a
 ese momento y a la lucha revolucionaria un grupo de cineastas, 
particularmente Alfredo Guevara, que estaba muy vinculado a Fidel desde 
los años de la Universidad cuando estudiaron juntos. Alfredo fue 
dirigente de la FEU (Federación Estudiantil Universitaria), Fidel 
también. Fueron compañeros, estuvieron juntos en el “Bogotazo”, donde se
 produjo la muerte de Gaitán, y tenían una relación estrecha. Alfredo 
participó en la redacción de las primeras leyes de la Revolución, de la 
Ley de la Reforma Agraria por ejemplo, que fue la primera gran Ley de la
 Revolución. El ICAIC, su surgimiento, su circunstancia, tiene ese 
cariz. Está también el hecho de que el propio Alfredo, Julio García 
Espinosa, Tomás Gutiérrez Alea, ya tenían vínculos con el cine, y en 
Cuba había un asidero intelectual importante para crear el cine puesto 
que había un cine club que era fundamental: el Cine Club Visión, donde 
estaban además Manuel Pérez Paredes, Leo Brouwer, Jesús Ortega. También 
estaba la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo, vinculada al antiguo Partido
 Socialista Popular, que eran los herederos de la tradición de los 
comunistas y entre ellos había algunos que no eran militantes del 
partido, pero que era una sociedad muy influyente, estaban 
personalidades de mucho renombre en el país. El Cine Club Visión tenía 
una labor muy meritoria de familiarización de los espectadores cubanos 
con el cine de vanguardia del momento, con el cine soviético, con las 
tendencias que se venían produciendo en el cine en Europa… Éstos 
cineastas, Julio García Espinosa y Tomás Gutiérrez Alea “Titón” habían 
estudiado en la Escuela de Roma y habían estado con Fernando Birri, con 
García Márquez. Y por otro lado Alfredo Guevara había trabajado con 
Buñuel como asistente y con Barbacha, un importante productor mexicano; y
 aunque en su caso no tenía una gran filmografía, sí estaba relacionado 
con el cine y sabía lo que era el cine, y él quería fundar una 
institución que se dedicara al cine en Cuba. Al principio de la 
Revolución las prioridades eran otras, pero no demoró mucho porque de 
hecho en marzo surge, que era una intención clara que tenían los 
cineastas y particularmente Alfredo Guevara. Ahí surge la Ley de 
Creación del Cine, que es muy sugerente y elocuente porque dice “por 
cuanto el cine es un arte”. Ya ahí se toma partido frente a la avalancha
 y a la noción misma de la simplificación que había tenido lugar en el 
cine, sobre todo a partir de los años 20 cuando empieza a 
comercializarse el cine mudo y después cuando interviene el sonido sobre
 todo y después el color, en que ya empieza el cine a convertirse en un 
hecho comercial al que se le ve esa posibilidad de generar riqueza, no 
sólo memoria, crónica, recuento, placer, sino también dinero. Y eso se 
lo aporta fundamentalmente los norteamericanos, que se apropian del cine
 y empieza esa evolución del cine hasta llegar a ser lo que es hoy. Esos
 periodos fundacionales se recuerdan con mucha nostalgia. Y cuando todos
 los intentos que se hacen hoy por situar el cine de autor, el proyecto 
cultural en el centro de la actividad cinematográfica, son poco menos 
que hechos heroicos; el cine comporta un heroísmo extraordinario para 
los cineastas que piensan que el cine es un arte y a veces una vocación 
suicida en términos económicos, ya que no se puede hacer cine si no se 
recupera, es toda una industria, un andamiaje, una infraestructura a la 
que no se puede acceder si no se cumplen determinadas premisas, si no 
median recursos financieros importantes para la publicidad y demás. 
Después se dice en la ley cubana que el cine es una industria, no se le 
niega el carácter industrial, esa eterna rivalidad sobre la que ya había
 teorizado Adorno o la propia Bauhaus era un ejemplo entre la industria y
 la producción seriada del arte, en el caso del cine cubano queda 
delimitado y quedan establecidas esas premisas. En esa misma ley se 
habla del papel descolonizador del cine, es decir, es un proyecto 
cultural deliberadamente emancipador, y se plantea ya el problema de 
fondo frente al cine más comercial, y el cine más comercial es el peor 
cine norteamericano, que en Cuba tenía una red importante de 
distribución. Hay que tener en cuenta que en Cuba se ensayaron todas las
 estrategias y técnicas de dominación imperialista en el campo cultural y
 en el campo económico, en la producción material también. Entonces en 
Cuba estaban las grandes compañías norteamericanas de producción 
cinematográfica, las distribuidoras norteamericanas. Había una red de 
cines grande, que no funcionaba como red, pertenecían a distintos 
dueños, distintas distribuidoras, pero había en Cuba casi 500 salas de 
cine, algunos galpones y otros lugares que no tenían condiciones para 
ser consideradas salas cinematográficas. Eran espacios donde se difundía
 el cine, este tipo de cine norteamericano en el país. Ya el cine de la 
“nueva ola” francés, el neorrealismo italiano, el cine soviético o el 
expresionismo alemán, es decir las principales películas de la tradición
 del cine de autor, se veían en espacios como las cinematecas o los 
embriones de cinemateca, los cineclubs, etc. pero estos nichos no 
alcanzaban una dimensión popular. El gran desafío para el ICAIC fue 
crear una industria que no existía. En Cuba se filmaban algunas 
películas, sobre todo mexicanas, algunas españolas, algunas 
norteamericanas… “Nuestro hombre en La Habana”, por ejemplo. Pero Cuba 
era paisaje, como suele suceder hoy todavía con muchos lugares del 
mundo. Las nuevas tecnologías han propiciado que haya más producción 
nacional; Sudafrica, por ejemplo, un país tan rico que hasta hace muy 
poco para el cine era paisaje únicamente, Australia, etc. Y en ese caso 
Cuba era paisaje, no había laboratorios, y eso es una de las primeras 
tareas del ICAIC. “Titón” (Tomás Gutiérrez Alea) mismo viene a Europa a 
comprar tecnología, hay que ver la correspondencia con él marcando los 
equipos que va a comprar, recomendándolos, etc. El ICAIC surge como una 
introducción concebida por cineastas desde la Revolución, lo que es muy 
importante. No es una institución concebida administrativamente, si no 
concebida culturalmente por los cineastas. Por eso siempre digo que los 
cineastas fundadores, que todavía quedan algunos trabajando -“Titón” ha 
fallecido, Santiago Álvarez falleció, Humberto Solás falleció, Julio 
García Espinosa está vivo aunque está enfermo, Alfredo Guevara actúa 
presidiendo el Festival de La Habana, Manuel Pérez Paredes es asesor y 
director en el ICAIC-, pero también los otros cineastas más jóvenes como
 Fernando Pérez, Gerardo Chijona, Rebeca Chávez… yo siempre los 
considero, en una convención propia, accionistas del ICAIC. El ICAIC les
 pertenece. El ICAIC fue concebido por cineastas en un momento de fervor
 y una eclosión revolucionaria en Cuba muy grande, donde todo lo que uno
 imaginaba era posible y bastaba con que le insuflara voluntad. Los 
recursos eran difíciles, pero nunca han sido fáciles para un país pobre 
como el nuestro. Había una voluntad política muy grande que no ha dejado
 de existir, pero la circunstancia es otra para ese tipo de proyectos 
que se llevan, por ejemplo, al caso mismo de la enseñanza artística. Se 
crea un sistema de enseñanza artística en nuestro país. En el país 
existían conservatorios, escuelas de iniciación, familiarización, sobre 
todo de danza popular, pero no había un sistema de enseñanza artística 
como lo hay hoy, donde se tienen universidades de arte, como el 
Instituto Superior de Arte o la Escuela Internacional de Cine de San 
Antonio de los Baños. En el caso del Instituto Superior de Arte con la 
facultad de comunicación audiovisual, que se la conoce como FAMCA. Todo 
ese sistema que existe hoy consolidado en el país se concibió en ese 
momento, y empezó a nacer desde allí, a trazar el rumbo, y se hizo la 
estrategia. Ese es un momento único e irrepetible, como sucede siempre 
en los grandes procesos políticos y en las convulsiones sociales que 
comportan las revoluciones. A partir de allí surgió el ICAIC. Surge con 
esa vocación emancipadora, revolucionaria, tiene el desafío de crear una
 industria cinematográfica en Cuba, se crearon laboratorios, una 
verdadera red de cines, se llevó el cine hasta donde no llegaban ni las 
distribuidoras ni aquellos los galpones que yo decía, llevarlo hasta los
 centrales azucareros, las cooperativas pesqueras, las montañas… Allí 
estaba el otro desafío que comportaba la creación del ICAIC, la otra 
tarea titánica: formar un público para el cine que se iba a producir, 
que se estaba produciendo, para el cine de mayor calado cultural. Había 
que crear, desarrollar un espectador crítico, capaz de discernir, con 
las herramientas imprescindibles para elegir y seleccionar en un 
“maremágnum”, en una confusión estética muy grande que ya se preveía, 
como la que hoy sucede. Esa es una batalla constante que la perdemos a 
veces, la adelantamos a veces, porque hoy ante toda esta panoplia de 
ingenios tecnológicos, hoy es más difícil, mucho más difícil que 
entonces, la tarea de elección de los espectadores y la tarea del 
cineasta inteligente. Venimos de ese momento, que ha dado grandes 
resultados para la industria cinematográfica y la creación de un 
espectador. Yo particularmente creo que lo más importante fue la 
creación de un espectador, de un público, porque eso está aparejado al 
proceso cultural de la Revolución, a la revolución educacional y 
cultural que ha tenido lugar durante este tiempo. A ese espectador se 
les formó para ver algo más que cine cubano. Es un espectador que 
acompaña en cifra de 500.000 durante 10 días al Festival Internacional 
de Nuevo Cine Latinoamericano en La Habana. Es un público que va a la 
sala a ver una película peruana de cuyo director no tiene ninguna 
referencia, no media la publicidad, además de no mediar en el mundo la 
publicidad del cine peruano, ni del brasileño, ni del mexicano… ese 
espectador va simplemente a ver algo diferente, una película 
latinoamericana, no va a ver artes marciales, una película de efectos, 
va a ver una película con una tesis social, con un compromiso social del
 creador. Ese espectador es una ganancia neta de la revolución y del 
proceso cultural que comporta la creación del ICAIC y el desarrollo de 
una cinematografía nacional.
 
 ¿Qué peligros se veían
 antes de la Revolución y qué peligros se ven ahora para aquel proyecto 
de cine revolucionario y para el cine que se hace hoy en Cuba, que 
estaban presentes antes y que aparecen hoy también? 
 
 Los peligros suelen ser l os mismos que en la vida cotidiana ante 
cualquier fenómeno de similar naturaleza. Yo creo que el peligro era la 
banalización del individuo, la estandarización, la hegemonía cultural 
uniforme, excluyente, digamos que con rasgos absolutistas o 
totalitarios, fruto del totalitarismo mediático norteamericano. La 
norteamericanización de las pantallas lleva aparejado todo este proceso,
 todos estos males, porque anula la identidad nacional, y al anular la 
identidad nacional, anula los sentimientos más legítimos del individuo, 
su identidad individual, cultural. Yo creo que ese gran peligro estuvo 
en Cuba. Cuba era ese laboratorio y siempre ha estado latente. Hoy ese 
peligro es una realidad creciente porque viene de la mano de las nuevas 
tecnologías. No estamos preconizando la vuelta al buen salvaje de 
Rousseau, ni tampoco soñando con un mundo “panglossiano”. Sabemos cómo 
es la realidad y cómo el individuo surge de esa confrontación, 
precisamente de eso surge la cultura. Pero hoy en día en la paradoja que
 significa el desarrollo de las nuevas tecnologías y el acceso a ellas 
cada vez más creciente de la mano de la peor producción audiovisual del 
mundo, ese peligro es muy latente, el de la banalización del individuo, 
la simplificación, de la pérdida de la capacidad analítica del ser 
humano en ultima instancia, de la cosificación del individuo. Y en Cuba 
hemos retrocedido en términos de apreciación cinematográfica. Hemos 
retrocedido también en términos de apreciación musical, se ha 
empobrecido el horizonte cultual del espectador porque los actores hoy 
son muy diversos. Nosotros estamos en Cuba y en el mundo en una 
desventaja indiscutible con respecto a los medios técnicos y a las 
tecnologías de la información y la comunicación. La brecha es enorme y 
propicia las asimetrías, y esas asimetrías se expresan de manera 
concreta. El cine que circula en el mundo no es nuestro cine; cuando 
hablo de nuestro cine, hablo de la periferia y esa periferia es todo 
excepto Hollywood, Europa también es la periferia. Los europeos, a 
veces, se enajenan demasiado de la realidad y se creen que también 
juegan en esa liga, y están sumamente excluidos. Un ejemplo, en Bélgica 
ni siquiera se ve el cine belga. En Francia, que es el país que mas 
influye en la producción cinematográfica del mundo porque es el que más 
ayuda internacional propicia -en Europa interviene en más de un 30% de 
la producción que se hace, 800 películas más o menos sin contar el cine 
independiente, que no va a las estadísticas- en Francia se ve cine 
francés un poquito más, pero poco. Pero cuando uno analiza, y esto lo da
 el Observatorio de Medios Audiovisuales Europeo que no es una 
institución para nada de izquierdas, cuando uno ve las gráficas allí, 
eso son harto elocuentes, no tiene uno que discursar mucho. Allí se ven 
las franjas azules que son del cine norteamericano o en el que participa
 EEUU donde es mayoritario, y esa franja que se ve allí es muy elocuente
 porque forma como la boca de un tiburón en una circunferencia. La otra 
zona, esa tajada pequeña sería el resto del mundo, incluido el cine 
europeo. Es patético. Y esta franja azul enorme, esta bocaza, es el cine
 norteamericano o con participación de EEUU. Entonces esta pequeña 
tajadita que es el mundo, donde hay algo que dice “el resto del mundo” 
¡somos el 2%! Ahí cae el cine cubano, iraní, argentino, chileno, 
brasileño, chino, indio, que produce más películas que EEUU, algunas 
abominables, pero produce más en cantidad… Y EEUU, que tiene menos 
producción que Europa y menos que la India en términos cuantitativos, 
domina el resto del mundo ¿Qué espectador surge de ahí? De esa relación,
 ¿qué espectador surge en EEUU donde esta pirámide, este gráfico es aún 
más acentuado y aún más grave? Porque el 95% del cine que ve el 
espectador norteamericano es cine norteamericano, y del resto del mundo,
 incluido los países de la UE, es el 5%. Y si sacas de allí a la UE, que
 tiene un poquito más, y vas al cine latinoamericano las cifras son 
imperceptibles, no alcanzan ni la dimensión de una línea en ese gráfico,
 son el 0,8% o el 0,6%. Entonces uno ve esas declaraciones, que 
realmente son patéticas y trágicas, de algunos cineastas nuestros que 
seducidos, embriagados porque una película que pudo circular en EEUU, 
más o menos se pudo estrenar en 1000 salas y alcanzó 200.000 
espectadores, les produce una ilusión, un efecto, un espejismo en 
términos culturales, de creer que van a conquistar el mercado 
norteamericano. Nuestra tarea, nuestro mundo está en la periferia, en 
lograr hacer de la periferia el centro. Es dificilísimo defender los 
nichos que se pueden formar en la periferia, y esos nichos están en 
todas partes, están aquí en Helsinki, lo que puede hacer su escuela de 
cine (TAIK) o su Fundación del Cine (SES) si piensa en términos 
culturales. Los centros académicos son muy importantes, los museos, las 
instituciones escolares, en esos espacios es donde todavía se puede 
influir, formar un espectador y articular esos espacios hasta crear una 
red. Eso es lo que estamos intentando hacer con el Festival de Cine 
Pobre, con la Muestra de Nuevos Realizadores en Cuba… y creando y 
propiciando así ese entramado, consolidándolo, procurando crear una red 
que es la misma a la que aspira también rebelion.org,
 por ejemplo. Tenemos que ver las cosas en términos muy dramáticos, pero
 muy dramáticos, porque esta pérdida de soberanía cultural significa la 
perdida de la soberanía política y económica. Y todas esas pérdidas 
vienen juntas con lo cultural delante, porque primero hay que conquistar
 las mentes, primero hay que ordenar y amueblar las cabezas como quieren
 que estén dispuestas y después hay que montar el circo de la absorción,
 la aniquilación en última instancia económica, la expropiación de los 
recursos para lograr así la domesticación total del individuo. Es un 
plan absolutamente coherente, maquiavélico, que puede que no esté 
escrito aunque hay textos y documentos que lo prueban, y existe esa 
puesta en escena, ya está vista. Nosotros teníamos ese peligro antes y 
lo tenemos ahora. En Cuba no somos ajenos a lo que pasa en el resto del 
mundo. Tenemos una situación mejor que el resto del mundo porque aún 
conservamos los medios, los recursos, una política cultural nuestra, 
consciente, con una participación muy grande de los creadores en los 
diseños de la política, en su aplicación, en la elaboración de las 
estrategias para preservar esas conquistas que se han logrado en Cuba. 
Pero los efectos son tremendos porque en nosotros también influye una 
situación económica que se ha agudizado y esa brecha innegable fuera de 
Cuba. En Occidente se tiende a simplificar mucho diciendo porqué no hay 
internet en Cuba, que si el cable, como si la cosa fuera coser y cantar,
 cuando una sociedad como la nuestra, que surge de la pobreza, de la 
falta de recursos, que además comparte lo que tiene y no lo que le sobra
 como hace el resto del mundo, necesita contar con una infraestructura 
que no tenemos para acceder verdaderamente a las nuevas tecnologías. 
Todavía en Cuba hay zonas con telefonía analógica y todavía no hay red 
de fibra óptica. Hay que desarrollar todo esto para tener un ancho de 
banda decente. A eso hay que añadir el bloqueo que se expresa en cosas 
concretas, porque el bloqueo no es una entelequia, una reacción o una 
campaña política de Cuba para justificar todas sus deficiencias e 
ineficiencias, que las tenemos, muchísimas. El bloqueo se expresa en 
cosas muy concretas: desde una multa a una compañía porque comercia con 
Cuba, a un barco que no puede atracar en Cuba, a un acoso a las firmas 
cubanas como por ejemplo el Havana Club, a una firma turística, a la 
exclusión de los productos cubanos del el cine, la música cubana, 
nosotros no entramos en los circuitos de distribución… En EEUU, que es 
el mercado, las películas que hacen los norteamericanos si no triunfan 
allá, no triunfan, así de sencillo. El resto del mundo es la “ñapa”. 
Donde se mueve el dinero del mundo es en EEUU. Allí no accedemos. Y 
tenemos que movernos en esa periferia, aunque la batalla pareciera 
perdida algunas veces, porque ese espectador es rehén de esas 
circunstancias todos los días. No te puedes cansar, no podemos darnos el
 lujo de cansarnos. Hay que creer en la utopía más grande que se pueda 
hoy en día: la utopía de la soberanía cultural. 
 
 Con
 la diversidad de medios audiovisuales dirigidos a la clase trabajadora 
¿hay algo del pasado del cine que se debe preservar o todo evoluciona, 
cambia y termina creándose un principio nuevo y hasta contrario a aquel 
que parecía mítico? 
 
 Decía Carpentier más o menos 
que la cultura es lo que te permite establecer las relaciones o asociar 
épocas diferentes en circunstancias diferente s. Cuando un espectador 
culto se para delante del Guernica de Picasso repasa la guerra civil 
española, las tradiciones culturales españolas, la iconografía cultural 
española, por decir sólo algunas cosas. Todos los símbolos que hay ahí 
los relaciona y establece analogías, diferencias, con la propia historia
 de España y con el resto del mundo. O cuando un espectador culto se 
para delante de La Jungla de Wilfredo Lam la lee de una manera mucho más
 rica que un neófito o un espectador como estos banalizados, 
embrutecidos o que no ha tenido acceso a las fuentes de la cultura, a la
 educación, a la instrucción. Del cine habría que preservar esa 
capacidad cultural que ha demostrado a lo largo de la historia el mejor 
cine del mundo, como habría que preservar en toda la cultura esa 
capacidad analítica o esa motivación que es lo que hace grande una obra 
de arte, no lo que empobrece, sino lo que te enriquece espiritualmente, 
lo que te permite ese crecimiento interior. Ese es el cine que perdurará
 siempre y de ese cine hay que preservar eso, como hay que preservar los
 valores humanos, éticos, estéticos, de cualquier índole, el 
conocimiento que encierran esas películas. Hemos pasado en el cine de la
 hegemonía de la inteligencia a la hegemonía de la ignorancia y del 
efectismo. No se privilegia ni prevalece un cine de los afectos sino de 
los efectos, no es un cine de la querencia humana, sino un cine de la 
indiferencia social, el cine de la apatía, del individuo empobrecido. No
 es su culpa. Se programa cada vez menos complicación intelectual en la 
cultura, más analgésico, más entretenimiento, menos convicción, menos 
problemas. La telenovela brasileña logró su universalización y 
deberíamos sentirnos contentos y felices porque es un modelo 
latinoamericano. La radionovela se oyó en Cuba por primera vez y la 
telenovela surgió en Latinoamérica, por lo tanto es algo que deberíamos 
aplaudir, pero no todo lo que creamos significa siempre lo bueno, lo 
mejor, y hay que evaluarlo críticamente. Cuando uno ve las telenovelas 
brasileñas (siempre hay 1 ó 2 al aire en la televisión cubana) se echa 
de menos a los negros en un país de negros y mestizos, se echa de menos a
 las favelas. Porque a pesar de los saltos que ha dado Brasil, siguen 
existiendo. Se echa de menos la violencia de ese país donde solamente la
 estadística de las balas perdidas en Río o en Sao Paulo es pavoroso, la
 gente que va caminando por la calle y muere de un balazo que no se sabe
 quién lo disparó, nadie lo disparó, allá arriba, en las favelas. Igual 
pasa en otros países. Esas realidades no aparecen en las telenovelas 
brasileñas, donde las favelas son de lujo, pintaditas, decoradas. En 
estudio o “in situ”, la puesta en escena para montar las favelas es un 
producto pensado, maquillado, que tiene que avenirse con ese credo 
escénico, con ese código que prevalece en el modelo de las telenovelas, 
que les gusta a los chinos, a los suecos, seguramente a los finlandeses,
 a los kenianos, a los sudafricanos a los norteamericanos, a los 
jamaicanos y hasta a los haitianos que no pueden sacar la mirada del 
televisor por la ventana porque lo que ven, la otra pantalla, la de la 
vida es terrible, el hombre vive acosado, obstinado por la realidad. Y 
ahí están las telenovelas, que les gusta a todo el mundo. Los medios 
audiovisuales se han convertido en eso, una especie de bálsamo, 
analgésico, y eso está también en Cuba. No podemos seguir pensando que 
estas cosas, como decimos los cubanos, nos resbalan. Esa también es 
nuestra batalla y los jóvenes que han ido a la Muestra de Nuevos 
Realizadores saben que han ido a la Cuba profunda, a las provincias y 
esa es la gran batalla que debemos de librar, la batalla de Fidel, la 
gran batalla actual de Raúl. Estas cosas son la globalización. Y lo que 
ha terminado globalizándose no es el enriquecimiento humano, es el 
empobrecimiento del individuo. Habría que decir como Martí: “Hijo, 
espantado de todo me refugio en ti”. Martí fue tan previsor que ya 
estaba espantado del mundo en su momento, ya lo veía todo. “Creo en el 
mejoramiento humano” dijo. Son frases de Martí sobre las que habría de 
volver.
 
 ¿Con qué objetivo se hace hoy cine en Cuba?
 Diversión, emoción, divertimento, crítica, participación, sociabilidad,
 localismo, universalidad… ¿cuáles son los parámetros? 
 
 Yo creo que empieza a haber de todo y, en algunos casos, demasiado de 
todo. En el cine cubano a veces hay una vertiente un poco localista, 
tipicista. Si bien siempre hemos partido de que lo universal lo vamos a 
alcanzar por el camino de lo nacional, me preocupa porque estoy 
advirtiendo en algunos jóvenes realizadores la disposición a privilegiar
 el entretenimiento por encima de la inteligencia. Creo que no se podría
 descontextualizar el cine que se hace en Cuba de la realidad que se 
vive en Cuba y en el mundo. Creo que los cineastas jóvenes y los no tan 
jóvenes –porque ser joven no puede ser un fatalidad- están pensando 
seriamente en conquistar al espectador perdido. Ahí puede estar la 
trampa y la virtud de acuerdo a las concesiones que se hagan. Yo creo 
que hay que seguir pensándolo, porque en última instancia es un problema
 cultural. Cuando uno habla de aquellos grandes cineastas que crearon el
 ICAIC, por ejemplo de Tomás Gutiérrez Alea, un poquito después de 
Humberto Solas, y en cómo afrontaban estos problemas... Un ejemplo: yo 
entro en el ICAIC hace doce años y cuando yo llegué Humberto fue a verme
 y me ofreció toda su cooperación. Ideamos juntos el Festival de Cine 
Pobre, que se inspiró en la experiencia del Foro Social Mundial de Porto
 Alegre. Queríamos que fuera un foro social mundial de cine para los 
excluidos, para los alienígenas, para los que no tienen productoras 
grandes, para los que no tienen grandes fondos, para los que no 
circulan, para los no se ven. Humberto era un renacentista, un hombre 
cultísimo que hablaba fluidamente tres idiomas además del español, que 
se había leído a todos los clásicos, que tenía una mirada culta de la 
realidad, que conocía el teatro, no solo el isabelino, también el 
contemporáneo, que valoraba muchísimo el teatro, que veía en el apogeo 
que está teniendo ahora el teatro cubano una fuente muy importante para 
que hubiera en Cuba un apogeo del cine como lo hubo en los 60, un 
momento de oro del teatro cubano y del cine cubano, y que veía los 
procesos culturales en relación, que no tenía la mirada estrecha, un 
hombre como aquellos cineastas que yo conocí, como los Fellini, Bergman,
 Visconti… Sin embargo hoy hay mucha gente inteligente, muchos cineastas
 cultos, pero hay también mucho advenedizo cuyo acceso se ha propiciado 
porque también las nuevas tecnologías lo han facilitado. Y hay una gran 
confusión estética en el mundo. Eso se ve claramente en las artes 
visuales, en el mercado del arte; hoy se compran marcas, no cuadros. 
Estoy hablando del efecto del mercado que puede convertir a Damien Hirst
 o a Jackson Pollock o a Monet en una mercancía y trivializarlo 
totalmente, porque eso cotiza socialmente, igual que la gente quiere 
llevar las zapatillas de Michael Jordan aunque Nike o Adidas hagan 
treinta millones de esos zapatos. Esa relativización de la cultura, esa 
fetichización del dinero en el cine está a la orden del día. Más que 
nunca son importantes las herramientas que nos permitan discernir. Más 
que nunca es importante formar al público, más que nunca los cineastas 
verdaderos, como los escritores verdaderos, como los artistas 
verdaderos, como los intelectuales verdaderos, como los políticos 
verdaderos, tienen la tarea heroica de defender en ultima instancia la 
cultura, de defender lo que hacen.
 
 Hablábamos de 
los objetivos con que arrancaba en este momento el cine en Cuba… ¿E sa 
banalidad de la que hablas se percibe en los nuevos realizadores 
cubanos? 
 
 No quiero, por muchas razones, 
estigmatizar a una generación que yo defiendo y a la que he abierto las 
puertas del ICAIC. El Festival de Cine Pobre tiene once ediciones y yo 
llev o doce en el ICAIC. Yo llegué fundando la Muestra de Nuevos 
Realizadores también y cuando llegué en Cuba no había dinero para hacer 
películas, menos que ahora. Me acuerdo que algunos directores 
establecidos me dijeron “Omar, pero si no hay trabajo para nosotros, 
¿cómo vamos a meternos ahora en el de los muchachos?”. Yo siempre he 
creído que los problemas se resuelven complicándose. Si tú no lo 
complicas, lo metes debajo de la alfombra. Pero si tú lo complicas, el 
problema crece tanto que hay que resolverlo. Y el problema de los 
jóvenes realizadores es que en la medida en que han crecido se han 
convertido en una preocupación para la sociedad y se les ha abierto 
espacios: ya tienen la televisión, que no existía para ellos. La 
televisión cubana no difundía cine cubano. Hoy lo ha difundido completo,
 prácticamente todo lo de la Muestra. Y tienen en la televisión varios 
espacios: uno dedicado al ISA, ISA TV que pone la producción de la 
FAMCA, otro que se llama Secuencia, otro que es para poner los 
documentales de la Muestra… y todavía no se ven lo suficientemente 
porque hay que seguir insistiendo. Sin que eso signifique que todo lo 
que se haga tenga que verse en la televisión. Pero cada vez se harán 
más. La primera Muestra fueron 60 trabajos y llamaban a todo el mundo 
sin limite de edad. Ahora se presentan centenares de materiales y ha 
habido que crear una comisión de selección, porque no se puede hacer 
totalmente inclusivo porque sería incosteable el evento, hay que empezar
 a seleccionar. Incluso vamos a hacer una muestra nacional, un Festival 
Nacional de Cine en Cuba, porque existe el Festival Internacional y 
antes todas las películas que se hacían en Cuba iban al Festival, cabían
 y sobraba espacio. Hoy no pueden ir todas y cada vez van a caber menos,
 cada vez va a ser mayor el problema. Entonces vamos a crear un espacio 
para el cine nacional en esta noción del audiovisual, que ya superó al 
viejo y estrecho concepto del cine en que ya el soporte no se puede 
tocar. Y es que hay una diferencia sustancial entre lo que fue el cine 
en medios técnicos y lo que es hoy.
 
 ¿Cómo interviene el cine en la sociedad cubana y cuales son sus temores y deseos? 
 
 El cine que se hace en Cuba es un cine crítico, no se ha renunciado a 
eso. El cine que hacen los jóvenes es aún más agudo, es más crítico, 
suele ser más audaz, es un cine que interviene mucho en el debate 
social, no es indiferente para nada a los grandes problemas que tiene la
 sociedad cubana, que algunos son universales y otros son muy propios 
nuestros. Los problemas del vaciamiento del plano espiritual, los 
problemas de adaptación a las circunstancias, los problemas del éxodo, 
los problemas éticos, relacionados con la doble moral, los problemas del
 espacio social del individuo, los ancianos, los asuntos de género… en 
última instancia, el respeto por la diversidad, el espacio 
imprescindible que necesitamos para realizarnos plenamente en una 
sociedad en libertad como es la nuestra. Todos estos temas están 
presentes en el cine que se hace hoy en Cuba. Creo que el cine cubano 
está muy dentro de la sociedad, como lo estuvo en sus mejores momentos. 
Nosotros hacíamos un noticiero semanal que se revelaba en celuloide y se
 ponía en pantalla todas las semanas y que después dejó de producirse 
porque ya no tenía mucho sentido, porque la instantaneidad el cine no la
 puede conseguir, ni la simultaneidad. En aquella época era importante 
porque salía cada semana, unos días antes, y se daba un punto de vista 
desde el cine que no siempre coincidía con el punto de vista que daba la
 televisión. Pero hoy en día siempre llegas tarde. El cine siempre llega
 tarde. Hoy en día el cine tiene que anticiparse. Es uno de los retos 
que tiene el cine: anticiparse, prever. El cine cumple una función muy 
importante en Cuba y la tiene que cumplir mucho más porque tiene que dar
 las claves de su tiempo y del futuro.
 
 ¿Y eso puede venir de parte de los jóvenes? 
 
 Va a venir de los jóvenes, va a venir de todos, de dentro y fuera del 
ICAIC. El ICAIC es una institución que tiene el presupuesto moral de 
participar de todos l os proyectos que sea posible, tanto los que se 
hagan fuera del ICAIC como los que se hagan dentro.
 
 ¿Y aquellos que se hacen fuera del ICAIC mantienen relación con la institución? 
 
 Sí, la absoluta mayoría tienen relación con el ICAIC, participan de un 
modo u otro sin una función tutelar, ya que nosotros no intervenimos 
tutelando el contenido. Creo que le conviene al cine que haya cineastas,
 y a los cineastas, jóvenes sobre todo, sacar sus propias cuentas, 
llegar por sí mismos, aunque con el apoyo del Estado. Por supuesto, 
nosotros tenemos una responsabilidad como institución estatal que no 
asumimos vergonzantemente, nosotros somos una institución del Estado 
cubano con una función muy concreta y no edulcoramos eso. El Estado 
cubano es un Estado de masas, es un Estado participativo, es el Estado 
de una revolución, de un proceso en movimiento. Nosotros queremos estar 
en la vanguardia siempre, y si la vanguardia en términos artísticos 
tiene esta diversidad, está dentro de la institución o fuera de la 
institución, a veces una relación mixta, a veces una relación 
independiente, el ICAIC no quiere ser ajeno a eso. Pero a lo que no 
aspira es a tener la verdad absoluta, el monopolio total. Y es que ya no
 tendría sentido ni siquiera esos caminos de la censura, porque hoy se 
puede elegir ver o no ver eso pero lo que no se puede prohibir es que 
circule, porque circula, porque hoy el audovisual se lleva en el 
bolsillo o se envía o circula por internet. Hay que iniciar un proceso 
de debate, hay que influir desde la institución positivamente, hay que 
propiciar, hay que participar, hay que abrir espacios, hay que dejar 
hacer responsablemente, y hay que tener mucha agudeza para percatarse 
dónde está el arte y dónde se tiene que jerarquizar, porque lo que no 
podemos tampoco es renunciar a las jerarquías artísticas. ¿De qué otras 
formas se va a orientar el espectador? No hay que establecer desde la 
institución las jerarquías porque la institución no puede hacer eso, un 
decálogo y una lista. Eso es lo que hacen las instituciones en el 
capitalismo: los diez más vendidos son los diez libros que compra todo 
el mundo inmediatamente después, no necesariamente antes. Cuando salen 
los diez más vendidos en El País o en las grandes agencias o en las 
grandes revistas, en los grandes medios, todo el mundo quiere tener esos
 diez libros, quiere ver esas diez películas. Porque si no, ¿de qué vas a
 hablar? Eres un lunático. Y esa fiebre, otra vez el compañerito 
mercado. El mercado hace falta, tampoco podemos llegar a los extremos. 
Pero otra vez el dinero, que es lo más perverso.
 
 Tampoco
 hemos mencionado ni una sola vez en Cuba el criterio ideológico. 
¿Estamos sobre todo tratando presupuestos artísticos, éticos…? 
 
 Creo que el principal requisito que debe cumplir una obra de arte es 
que sea arte y el arte cumple mejor una función de propaganda en la 
misma medida en que sea más arte, porque si el arte se desvirtúa al 
punto de convertirse en propaganda, entonces es publicidad, no es arte. 
Es decir, ponte a mirar para que veas los grandes ejemplos en la 
historia del arte que han cumplido funciones de propaganda ideológica: 
han sido grandes monumentos.
 
 En el sentido en que tiene incidencia en las masas… 
 
 En las masas se convierten en un referente. La gente piensa en un hecho
 histórico, por ejemplo, hoy en día cómo nos imaginamos los hechos 
históricos si no es a través de las obras de arte. Claro también hay 
otras circunstancias, porque hoy todo el mundo cree que Alejandro Magno 
era como Colin Farrell, o Kirk Douglas como Espartaco. Y eso es de 
Hollywood, eso la culpa la tiene Hollywood. De todos modos, a veces uno 
se imagina a Napoleón realmente bien, porque Napoleón tiene buenas 
películas. Napoleón es un tipo con suerte en el cine (risas).
 
 Pero eso lleva añadido el carácter de clase… 
 
 Claro. Esas categoría s no hay que excluirlas del discurso político. 
Hemos deshuesado tanto el discurso artístico y el discurso estético que 
es una masa gelatinosa, ya nadie habla de imperialismo, ni habla de 
clases, ni nada. Es una entelequia de gelatina grande, incorpórea, a eso
 se ha llegado. Eso también es obra de los medios en última instancia, 
de la otra clase, y hoy hablar así es ser un mamerto. Para los 
colombianos ser un mamerto es ser un ortodoxo, un comunista viejo. En 
Cuba, la figura de un mamerto era un muñeco que se armaba en pedacitos 
como un pequeño Frankenstein cómico. Y parece ser que entonces se es un 
tipo anacrónico. A alguna gente de la izquierda le da miedo hablar de 
imperialismo. Porque también hay una izquierda de “yo no me meto con 
nadie porque tengo muchos amigos” y en Europa se da como la verdolaga, 
que aparece por generación espontánea, sin hacerla nada. A veces esa 
izquierda es patética, ridícula. Ante un fenómeno como el de Cuba, hay 
que calificar siempre a Cuba. Y entonces a veces te encuentras al tipo 
de derechas que sabe que tu eres su enemigo, que no te pretende 
convencer pero con el que puedes hablar de determinados temas a 
dentelladas pero sin sacar los dientes. En cambio luego hay algunos que 
te defienden y a la que debes ir apostillando cada dos minutos y acabar 
diciéndole: “no me defiendas, compadre, déjame quieto”. En última 
instancia les da vergüenza. Cuba no se puede equivocar en nada. Uno 
puede resbalar con la cáscara de plátano, pero si Cuba se equivoca en 
algo, es un infierno. Entonces, hay que seguir para adelante. Hay que 
echar piedras y no mirar para atrás, hasta hacer esa carretera en el 
mar, hasta llegar a la otra costa.
 
 ¿Cuál es la influencia del cine exterior? 
 
 Los realizadores cubanos están muy informados, siempre han estado muy i
 nformados. Acuérdate que en Cuba, desde que surgió el ICAIC las 
influencias han interactuado. La cinematografía cubana han interactuado 
con la vanguardia en Europa, los cineastas de la vanguardia europea han 
ido a Cuba siempre, siguen yendo ahora, así como la vanguardia 
latinoamericana. Con el Cinema Novo brasileño se interactuó muchísimo 
por ejemplo. Si bien hoy en América Latina se hace un cine de calidad 
pienso yo, a veces muy técnico. También hay un proceso de interactividad
 con el cine norteamericano, con el cine nórdico… En Cuba se conoce muy 
bien toda la escuela que ha surgido en esta zona del mundo, también de 
la crítica o poscrítica, ahora se habla de neocrítica. En Cuba está 
surgiendo un proceso interesante en la crítica cinematográfica. Hay 
críticos cubanos jóvenes muy certeros en los juicios que hacen y la 
institución sí los considera, de hecho abre espacios para el debate. 
Cada uno de los eventos que nosotros organizamos tiene jornadas 
teóricas. Román Gubern por ejemplo, uno de los más brillantes y 
conocidos estudiosos de cine actualmente, acaba de estar en Santiago de 
Cuba dando conferencias y participando en el Festival Santiago Álvarez 
de documentales. Hay un núcleo importante de la crítica cubana en 
Camagüey, donde hay un crítico que tiene un blog, Antonio García Borrego
 (http://
 
 ¿Cómo se recoge la crítica de los espectadores? 
 
 Se hacen encuestas pero ese material hay que desarrollarlo, hacerlo más
 creíble, más científi co. Las hacemos con nuestros especialistas. 
Existe una complementariedad con otros dispositivos de evaluación que 
puede haber en el país, en la Academia de Ciencias, en los institutos de
 investigaciones, en televisión. Hace poco se publicó una actualización 
de un estudio que se había hecho en la década de los 80 sobre el consumo
 cultural que es muy interesante y elocuente: se ven los desplazamientos
 que se han producido en el cine con relación a la música, el ascenso de
 los medios como la televisión, el consumo del disco, el consumo del 
cine en las salas y también por otros medios… Es como un retrato 
hablado, un instrumento capital para conocer lo que es Cuba hoy en día, 
porque vienen hasta la fiestas populares, hasta las experiencias 
comunitarias. Es un indicador al que doy mucha importancia. Existe todo 
ese instrumental. Cuba es un país donde se investiga mucho, se conoce 
mucho la opinión pública y es muy tomada en cuenta. Son instrumentos que
 tienen hasta las organizaciones políticas. Más de una vez Fidel ha 
hablado de esas estadísticas. El ejemplo más reciente y conocido es el 
proceso de discusión de los lineamientos económicos, que son los que 
rigen en este período. Fue una discusión de masas. Para el discurso que 
pronunció Raúl en Camagüey el 26 de julio de hace cuatro años había 
1.500.000 planteamientos. Todos se procesaron. Puedo hablar con absoluto
 conocimiento de la importancia que se daba a los planteamientos que 
venían desde la base, cómo influyeron al punto de modificar objetivos 
dentro del documento que se elevó a la conferencia, cómo dieron lugar a 
la redacción de nuevos objetivos, a la modificación de otros, a la 
eliminación de otros; por ejemplo, hubo un gran debate en la sociedad 
cubana sobre la lucha por la erradicación de toda manifestación de 
discriminación por color de la piel, orientación sexual, procedencia. 
Todo lo que constituye la diversidad está refrendado en un documento 
político. Yo me puse por curiosidad a buscar programas políticos de los 
partidos de las grandes democracias occidentales y en los programas de 
los partidos políticos no hay referencia al tema de la orientación 
sexual, por lo general, del respeto a la orientación sexual. Que esté no
 significa que en Cuba no sea un problema, pero el hecho de que esté 
tiene una importancia estratégica única porque sabes que si está se 
convierte en una arma, en una herramienta para que la gente defienda sus
 derechos, porque el cubano no se queda callado. Le doy mucha 
importancia porque viví este proceso. Hay veladas formas de resistencia 
dentro de la burocracia, dentro del mismo aparato, por aquel que se ha 
aferrado al cargo, que se ha convertido en un obstáculo para el cambio, 
para el desarrollo… Lo que pasa es que el cambio en Cuba es un 
imperativo que forma parte de la voluntad política. Es decir, quien más 
se pronuncia en Cuba por el cambio y la actualización es la dirección 
del partido, es Raúl, que es un elemento de vanguardia absolutamente en 
este proceso. Raúl no es un hombre cuyo discurso se caracteriza por 
grandes elaboraciones teóricas. Es una persona con un sentido 
extremadamente político, muy agudo y es una persona en cuyo discurso 
están las claves de esto que sería la estrategia de la Revolución ante 
el imperativo de tener que modificar, actualizar, modernizar, moverse en
 algunos sectores a un ritmo mayor. Y Raúl es quien, con su discurso, 
expresa mejor esa voluntad de cambio de la dirección de la Revolución, 
como Fidel lo ha expresado siempre. Antes García Márquez decía que Fidel
 era el poder y la oposición, y es verdad. Fidel siempre actuaba como un
 revolucionario, siempre estaba saliéndose del esquema y generando 
ideas, mecanismos que ponían en crisis a los burócratas, a las 
instituciones rezagadas. Y Raúl es un elemento de cambio dentro de la 
institución, es un factor inclaudicable, es un discurso de 
sistematización de las ideas; no es un discurso circunstancial, 
coyuntural, sino que es un discurso sistemático, todos los días, todas 
las horas, todas las semanas. El cambio viene y tú lo ves, sin 
alharacas. Por ejemplo vamos a cambiar en la explotación de la tierra. 
Empezó un proceso de entrega de tierra, en usufructo das la producción 
agropecuaria. Y la comida es lo primero, lo más importante en la 
economía, sin desatender los aspectos políticos, los aspectos 
ideológicos. Todos los esfuerzos que hace la Revolución van dirigidos a 
ese imprescindible proceso de institucionalización en la Revolución 
cubana, porque sin la institución no existiría. El Estado cubano no es 
la burocracia, no es el aparataje, es todo lo contrario, porque hay 
medidas que tienen que ver con la racionalización, con la reducción del 
aparato estatal, con el estatismo y con el estadismo. Estamos dejando 
atrás esa noción del Estado nodriza, omnipresente. Están abriéndole un 
caudal de participación a las masas, porque es un pueblo instruido donde
 la gente tiene que tener espacio para realizarse individualmente, 
económicamente, socialmente, culturalmente. El socialismo no se hace 
para que la gente sea pobre, miserable. Ni siquiera se hace para que 
todo el mundo sea igual. Se hace para que todo el mundo sea diferente, 
que cada uno tenga su identidad y alcance su libertad. Son muchos los 
desafíos que tenemos y el cine en eso tiene que aportar mucho más, tiene
 que participar más, tiene que estar más entregado a eso.
 
 En ese sentido, el cine en Cuba, ¿es más pedagogía o revelación artística? 
 
 Históricamente ha sido la revelación lo que ha primado, incluso la 
revelación de la pedagogía o la pedagogía de la revelación. También 
hemos hecho bodrios impresentables, en todas las épocas para ser justos,
 pero en Cuba el cine es un hecho cultural, lo entendemos como parte de 
un proceso cultural, artístico. El cine ha sido reacio a la papilla 
ideológica, al decálogo de buenas costumbres, no ha eludido el 
conflicto, todos los grandes problemas están en el cine, mejor o peor 
tratados, con satisfacción e insatisfacción, con aciertos y desaciertos,
 con buenas acciones y con comprensión. Tenemos la satisfacción de que 
el espectador cubano le concede al cine cubano una gran importancia. Las
 películas cubanas no pasan inadvertidas, de cualquier tipo, son las más
 vistas por lo general y el público le sigue siendo leal a su cine, 
menos comatizado por todas estas realidades a que me he referido yo, por
 todas estas invasiones de la espiritualidad, a la que no es ajeno el 
cubano medio ni intermedio ni ningún cubano. Hoy no se pude hablar de 
ese espectador cautivo que vive en la ciénaga, que vio por primera vez 
el documental de Octavio Cortázar, o aquellos niños no sabían lo que era
 el cine. Ya eso es imposible. En Cuba tiene DVD, vídeo, televisión, 
paneles solares en la montaña y donde quieras. Y allá llega todo, porque
 el que tiene el aparato al aparato le llega todo. Nosotros no llegamos 
allí, no somos una opción siempre para ese espectador. Somos malos 
todavía en la promoción de lo que hacemos, somos poco eficientes, muy 
ineficientes en ese sentido. Por ejemplo, podríamos sacar más partido, 
hablando en términos estrictamente económicos, a la iconografía 
simbólica de la cultura cubana del que le sacamos. Todavía Mozilla no 
tiene los personajes de los animados cubanos. En Cuba en las discotecas a
 veces no se escucha la música cubana. En los aviones no se ven las 
películas cubanas. En los ómnibus se ve el peor cine del mundo, 
telenovelas y bodrios. Esos son espacios que perdemos, donde no llegamos
 a pesar de la imagen que se tiene en el mundo de que todo lo copamos 
desde la institución estatal, de que no dejamos ningún margen para 
nadie, ningún resquicio para que entre alguien que no seamos nosotros. 
Es absurdo, en ningún tiempo surtió efecto, pero hoy más que nunca el 
conductor del ómnibus pone, a pesar de que se supone que tiene que 
cumplir con un tipo de programación, que tiene que pedir permiso por los
 derechos, él pone lo que cree, como el reggeaton que es penosos con la 
riqueza que tiene la música cubana. Yo no digo que no exista el 
reggeaton, pero que sea uno más, no que sea el único. Esto es algo ante 
lo que hay que rebelarse
 
 Y eso desde una situación que podríamos llamar favorable, aún disponiendo de mecanismos de discusión… 
 
 Eso pasa por el individuo. La batalla se gana y se pierde en el 
individuo. Antes se ganaba o se perdía las masas, hoy la psicología 
social que tanto estudiamos, ya hoy tiene que tener otro enfoque. Hoy se
 gana o se pierde en el individuo, porque ¿a qué aspira el colonialismo 
cultural? A la homogeneización, a la estandarización, a la vieja noción 
de rebaño en última instancia, que todo el mundo consume el mismo 
reggeaton, el mismo Michael Jackson.
 
 Teniendo en 
cuenta que el ICAIC siempre ha mirado a Latinoamérica y a los países 
antiimperialistas, ¿cuál es la relación de los cineastas cubanos con los
 de fuera de Cuba? 
 
 Hay un espacio, una especie de
 Naciones Unidas del cine del Tercer Mundo, un espacio de confluencia 
que es la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de lo Baños, en 
Cuba. Ahí hay cineastas de Marruecos, de países africanos en general, de
 América Latina, también de Europa, hasta norteamericanos han egresado 
de la escuela, y se hacen talleres para jóvenes cineastas de América 
Latina, de comunidades indígenas, digamos que se producen distintas 
asociaciones y eso da lugar a este currículum. Ese es un espacio único. 
En nuestra Escuela Nacional, en la FAMCA, también estudian jóvenes de 
otros países, tienen un intercambio. A Cuba la visitan constantemente 
cineastas de otros países. Al Festival de Cine Pobre por ejemplo fueron 
muchos cineastas, de Irán por ejemplo, y de lugares poco frecuentes en 
América Latina. Hace poco hubo una semana de cine iraní y fue el gran 
cineasta iraní Asghar Farhadi, que acaba de obtener el Oscar, que es un 
indicador. En el festival de La Habana, el Festival de Nuevo Cine 
Latinoamericano, allí hay una confluencia de intercambio enorme, por 
ejemplo. A la Muestra de Nuevos Realizadores han venido algunos 
cineastas de Finlandia, ahora que estamos aquí, de la escuela de TAIK de
 Finlandia. Los cineastas cubanos tienen amigos, comparten experiencias,
 van juntos, colaboramos continuamente en proyectos de diversa índole. 
Colaboramos asiduamente con cineastas como Walter Salles, Pino Solanas, 
Jorge Denti (con el que ahora mismo estamos colaborando). Hay proyectos 
de diversa índole. En Cuba hay un fondo inestimable de imágenes que 
ahora estamos interviniendo bastante en la conservación y restauración 
de esas imágenes. Se acaba de hacer una inversión grande que significó 
la climatización y la modernización de la conservación y almacenamiento 
en 16 bóvedas, porque nosotros tenemos casi 100.000 latas de películas, 
más de 6.000 títulos. Tenemos un fondo inestimable porque en los años 60
 el cine cubano dejó testimonio de todo el apogeo de la izquierda 
mundial de esa década, que fue una década particularmente propicia para 
el movimiento revolucionario con la independencia de varias colonias 
africanas, fue el momento de la guerrilla, de las manifestaciones de 
Berkeley en EEUU, el del movimiento negro con Angela Davis que estuvo 
visitándonos por ejemplo, todos los no alineados vivieron ese contexto, y
 Cuba dejó testimonio de eso; la guerra de Vietnam, y Cuba estuvo del 
lado de los vietnamitas y ahí está la saga vietnamita de Santiago 
Álvarez que son imágenes únicas. El mismo fondo del Noticiero del ICAIC 
que hace 1.500 ediciones. Imagina lo que significa ese fondo. Ahí está 
la crónica de los años 60, de los 70 y una parte pequeña de los años 80,
 que fue cuando se dejó de producir el Noticiero. Esa obra ha sido 
declarada para el Registro de Memoria del Mundo por la Unesco, junto con
 los cantos de Maldolor, como uno de los grandes documentos de la 
historia de la humanidad. Ahora se va a iniciar un proceso de 
restauración y explotación porque hay que buscar fórmulas de 
sostenibilidad económica. Es muy caro producir cine y muy caro 
conservarlo. Por lo tanto vamos a iniciar un convenio de digitalización y
 de explotación del Noticiero del ICAIC con el INA francés (Instituto 
Nacional Audovisual), que es una institución de primer orden en el mundo
 en esta área. Es un acuerdo que implica que todo se va a digitalizar en
 formatos y en soportes profesionales. Y además va a haber acceso, 
porque el hecho de que lo tengamos no significa que en Cuba garanticemos
 el acceso a ese fondo, por ejemplo desde EEUU no se puede acceder a ese
 fondo porque no hay cómo relacionarse con Cuba, me refiero en términos 
económicos porque no se puede pagar. Nosotros dimos imágenes para varias
 películas norteamericanas. Cuando tú veas una imagen de la crisis de 
los misiles que no sea de ellos o veas una imagen del principio de la 
Revolución, puedes estar convencido que esa imagen es del ICAIC. Hay una
 película que habla del nacimiento de la CIA, “El Buen Pastor” de Robert
 de Niro, a la que cedimos imágenes, por poner un ejemplo. Por otro lado
 ahora con Manuel Pérez Paredes hemos traído unas imágenes de Rusia, las
 imágenes de la construcción y del desmontaje del muro de Berlín muy 
importantes. Estamos haciendo un documental interesantísimo, muy 
vinculado a la historia secreta de la Unión Soviética. Pienso que va a 
ser un documental estelar. Tenemos todo ese fondo, porque el cine se 
hace para que lo vean, para que se utilice, para que hagan nuevas 
lecturas, para que se cite en los libros. Nadie lo hace sólo para uno 
mismo. Los hay que han dicho que lo hacen sólo para ellos, pero cuando 
dicen eso, sospecha profundamente porque todo eso es mentira, y si no lo
 es, se equivocó de oficio.
 
 ¿Qué tiene el cine cubano de particular para una sociedad como la española, capitalista y en crisis profunda? 
 
 Se está haciendo una muestra de cine español en Cuba que se llama Cine 
del Nuevo Milenio, que la organizamos con Españ a, y está en Cuba Agustí
 Villalonga y Victoria Abril. Villalonga quiere hacer una película sobre
 Cuba, sobre el período especial, y Victoria Abril nos ha dicho que 
quiere trabajar en películas cubanas. Fernando Trueba hizo “Chico y 
Rita” y ahí estuvo con los muchachos de los estudios de animación del 
ICAIC. Los productores españoles tienen una relación también histórica, 
José María Morales de Wanda Films por ejemplo, con los cieneastas 
cubanos. En Cuba se han hecho y se hacen muchas coproducciones. Ahora 
España esta en un momento de crisis, hay muchos jóvenes españoles 
egresados de la Escuela de San Antonio de los Baños. La crisis en España
 tiene ya una expresión concreta en el cine, o sea la tajada que ha 
cortado el gobierno de Rajoy y del PP para la cultura, el tijeretazo que
 llaman ustedes o el tajazo como decimos en Cuba, y específicamente para
 el cine, estamos hablando de más de un 30%, algo entre el 35% y el 40%.
 Ahora se están buscando mecanismos de cooperación. Y por supuesto la 
derecha esta interesada en decir que no pasa nada, que todo va a seguir 
igual. De hecho ya en España la situación estaba muy mal, porque todos 
los años de más de cien películas que se hacían se quedaban más de la 
mitad sin estrenar. Porque si en algún lugar el cine ha sido objeto de 
acoso por esta tiranía mediática, por esta hegemonía excluyente del peor
 cine comercial, es en España, donde había y hay un público muy 
interesado en su cine. En España se quedan muchas películas sin 
estrenar. Lo sé porque los cineastas nos lo dicen. Y si se estrena se 
estrena en tres salas, cuatro salas, y llega Harry Potter y arrasa con 
todo en el cine, arrasa por completo porque eso se vende por paquetes. 
El cine de EEUU se vende por paquetes, donde entran películas 
abominables, y así es como todo el mundo sabe que esas películas existen
 y nadie sabe que existe la última película de Benito Zambrano, “La Voz 
Dormida”, que es extraordinaria. Disney no cede terreno. ¿Cómo crees que
 un emporio de esa naturaleza que produce más que el producto interior 
bruto de una nación centroamericana? El volumen financiero que maneja 
Disney es mayor que el que maneja cualquier país centroamericano, y a 
veces que un conjunto de naciones. Es un poder absoluto, por ponerte un 
ejemplo de algo como Disney que de lo que menos se ocupa es de sus 
películas. España en crisis me resulta muy elocuente. Los cineastas 
españoles lo tienen difícil, pero no les va a faltar la solidaridad de 
Cuba. Si bien nosotros no vivimos una situación boyante, pero pueden 
contar con todo nuestro apoyo, porque sabemos que la tienen difícil y la
 van a tener más difícil porque el cine es un fondo acumulativo. Es 
decir, se deja de producir este año y se pierde, al año que viene tienes
 menos espectadores; y al año que viene produces menos y tienes menos el
 otro; y al cabo de cinco años no tienes ni cine ni espectadores. 
Entonces es un proceso doloroso y yo creo que hay que apoyar a los 
cineastas españoles en esa demanda justa que tienen, hay que hacerlo con
 mucha responsabilidad, todos, desde donde podamos, como podamos, con lo
 que tengamos. Apoyarlos moralmente, socialmente, con los medios que 
tengamos, porque hay una tradición, hay una escuela, una tradición del 
cine español, grandes directores de todos los género. Hay un discurso 
narrativo español en el cine, como lo hay argentino o brasileño. Son 
cinematografías que no se pueden perder, es un hecho de responsabilidad 
histórica salvarlas, mantenerlas, cuidar de ellas. Y hay gobiernos muy 
irresponsables. Verdaderamente es tal la crisis que se pueden perder 
muchas cosas. De Grecia se habla así como del euro, la zona euro, la 
existencia de las ayudas. Y ojalá no hipotequen a España como están 
hipotecando a Grecia. La hegemonía alemana es implacable. Son las leyes.
 Eso era un final cantado, todo el mundo sabía que eso iba a pasar. Y 
todo lo que está pasando son cantos de cisne. Habría que apostar a la 
indignación consciente. Está por escribirse la historia y no podemos 
aplicar los esquemas que conocemos a lo que está pasando.
 
 ¿Puede estar surgiendo un fenómeno nuevo? 
 
Yo
 pienso que sí. Y se va a organizar de otro modo al que conocemos 
tradicionalmente, más allá de los partidos. Lo que pasa es que el caos 
también está latente y el caos beneficia a la derecha, porque nos tienen
 entretenidos, fajados, desclasados, desplazados. Ahí flotando, en una 
especie de limbo político.
 
 
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