Felipe González y José María Aznar unidos por el “Thriller”
El macroguateque socialista para recordar aquel octubre de 1982 que abrió al PSOE las puertas de la Moncloa, ha servido para poner de manifiesto una vez más la altura de miras de Felipe González, su incuestionable condición de hombre de Estado. El ex presidente del Gobierno y actual consejero de Gas Natural Fenosa volvió a dejar constancia de su seductora oratoria y del calado de su pensamiento al justificar algunas de sus decisiones más controvertidas en aquellos años del cambio : “Me decían que estaba haciendo la política económica de Thatcher. Pero era imprescindible”. Con estas dos frases y su gracejo andaluz, González ha conseguido reventar definitivamente la frágil línea de flotación que aun podía conservar ese Titanic político que es el PSOE. Aunque tal vez su intención era emular al cowboy sensible, decidido a descargar su revolver para acabar con el sufrimiento del infeliz caballo cojo y agonizante.
El que sigue siendo el rostro más valorado del partido socialista se reafirmaba así del cambio neoliberal asumido por entonces, al tiempo que revalidaba la guerra sucia y las fosas de cal situando entre sus invitados de honor al ex presidiario José Barrionuevo. Unos virajes ideológicos propios de montaña rusa, reafirmados y asumidos también por la dirección de Ferraz que promovió el homenaje al felipismo. Al menos así parecen confirmarlo las recientes declaraciones de Ramón Jauregui, coordinador de la conferencia política con la que los socialistas preparan su contundente ofensiva contra el PP. Todo un rearme ideológico que el político vasco condensa en dos cuestiones: dejar pasar el tiempo e intentar encauzar el descontento social hacia la “lógica del sistema”. Unas recetas políticas que hacen temer a no pocos con una inminente readaptación del viejo eslogan: Desmantelamiento del Estado Social, de entrada no.
Con todo, lo más significativo de las palabras de González fue su agudeza argumentativa al defender sus actos, desautorizando de paso a aquellos que desde las filas socialistas reclaman hoy alguna -aunque mínima- autocrítica. Se hizo lo que se hizo, dijo el ex presidente, porque “era imprescindible”. Una afirmación con la que, además, la voz más autorizada del principal partido de la oposición refrendaba las tesis del PP para defender su decisión de reinstaurar el feudalismo. ¿O acaso no lleva más de un año Mariano Rajoy insistiendo con idéntico argumento en que se limita a hacer lo único que no le queda más remedio que hacer?
No sorprendería, pues, que el actual inquilino de Moncloa recibiera con alegría la intervención de Felipe González frente a los suyos. Lástima que le aguara la fiesta ese otro gran hombre de Estado que es José María Aznar. Porque el también ex presidente del Gobierno y actual consejero del magnate Rupert Murdoch, quiso competir en protagonismo con el prócer sevillano y decidió dedicarse estas semanas a promocionar su libro de memorias como regalo de Navidad. Librito donde ha tenido a bien recordar, en pleno desgaste de Rajoy, que el gallego no fue su candidato inicial para la sucesión. No. Aznar, haciendo alarde de visión política, consideraba que el más capacitado para heredar su reino en este mundo era Rodrigo Rato. Solo que, por desgracia, cuando el ex director del FMI aceptó su ofrecimiento ya fue demasiado tarde. Fue así como el destino impidió de este modo a Rato tomar las riendas de España a cambio de permitirle entregarse en cuerpo y alma a la complicada tarea de hundir Bankia y arrastrar en la caída a la mitad del sistema financiero español.
En cualquier caso, no deja de ser significativo que en plena crisis democrática y social insistan en recuperar protagonismo los ex presidentes jubilados. Es como si la prensa y los grandes partidos ya solo confiaran en la güija para encontrar respuestas al desconcierto en el que nos hundimos: conjurar a los muertos políticos y si es preciso resucitarlos. Al fin de cuentas los zombis están de moda y más ahora que se cumplen 30 años del mítico Thriller de Michael Jackson. Por otro lado, a González y Aznar nunca les han gustado sus sepulcros políticos. Y les encanta cantar: Cause this is thriller, thriller night /and no one's gonna save you from the beast about to strike.
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