La corrupción se llama capitalismo. ¡Que se vayan todos!
Declaración de Red Roja.
El líder de Izquierda Unida, Cayo Lara, ha prevenido ante el “riesgo”de
que se produzca un estallido social (¿no es eso justo lo que
buscamos?), afirmando contra toda evidencia que la mayor parte de los
políticos y los empresarios son honrados. Es un intento desesperado de
que la indignación popular no apunte también a su formación política que
sabe mucho de especulación urbanística, empezando por su tristemente
célebre votación a favor de la recalificación de la Ciudad Deportiva del
Real Madrid. Su reclamación de elecciones anticipadas demuestra que
también está interesado en una reorganización de las cuotas de poder
dentro del mismo régimen político que padecemos. Pero esto no es sólo así en lo que respecta a la “izquierda” institucionalizada.
Algunos compañeros y compañeras aprovechan la ocasión para alimentar
exageradas esperanzas en los llamados “procesos constituyentes”.Para Red
Roja, dichos procesos son necesarios, pero serán el resultado y el
fruto de un proceso más amplio de cambio político que sólo llegará tras
una modificación sustancial en la correlación de fuerzas entre las
clases sociales. La prioridad es, pues, la organización y el refuerzo
del contrapoder popular.
El único abordaje serio de la corrupción es el que se hace desde posiciones de independencia de clase. Por ello, nuestra interpretación de lo que sucede en estos momentos se articula sobre tres ejes fundamentales:
1) La corrupción no es un hecho aislado. Es consustancial al capitalismo
en su fase actual: la dictadura de los monopolios. Las grandes fortunas
se obtienen por dos procedimientos inseparables: mediante la corrupción
y a través del mecanismo legal de reproducción del sistema capitalista:
la explotación de los trabajadores y trabajadoras.
2) La clave no es, pues, que la corrupción se produzca (mucha gente lo sabía), sino que esto haya salido a la luz. Su publicación refleja una serie de luchas intestinas
propias de un régimen debilitado y en descomposición. La acusación de
corrupción es un arma que los clanes y grupos de poder (incluso en el
seno del PP; véase el caso de Esperanza Aguirre) emplean en sus guerras
internas y ajustes de cuentas.
3) En cualquier caso, los revolucionarios y revolucionarias debemos utilizar el escándalo
para hacer comprender a los sectores menos politizados del pueblo
trabajador la imposibilidad de seguir viviendo bajo un sistema de
latrocinio que nos expolia del producto de nuestro trabajo y de nuestros
derechos sociales más elementales. Por suerte o por desgracia, una
realidad constatada por las propias clases dominantes vale mucho más que
mil deducciones o avisos previos por nuestra parte. Además, es
fundamental para la acumulación de fuerzas revolucionarias contra el
sistema visualizar las luchas intestinas que lo fragilizan.
Efectivamente, la corrupción no es nada nuevo, como demuestran los grandes casos de corrupción del PSOE: los fondos reservados y el GAL, el caso Filesa, el caso Guerra o, más recientemente, los ERE’s irregulares. Además la corrupción, intrínseca al régimen, se evidencia en la propia Casa Real, como en el caso Urdangarín,
mientras permanece oculta la inmensa corrupción del rey mediante la
impunidad que la Constitución le garantiza. Incluso la recién llegada
Rosa Díez, de UPyD se ha visto beneficiada de los sobres de Bárcenas a
través de Basta Ya. Lo mismo que CiU, PNV, Coalición Canaria han
recibido dinero de Millet, de las empresas y de los bancos. Botín
(Banco Santander), Francisco González (BBVA), Isidre Faine (La Caixa),
las constructoras, las multinacionales del automóvil, las energéticas,
las químico-farmacéuticas conocen mucho mejor cómo funciona la política
que los propios afiliados a los partidos.Por eso, no debemos quedarnos
en que “el PP es muy corrupto”. Pero ni siquiera en que “el PP y el PSOE
son muy corruptos”, que lo son.
Lo que señalamos frente al pueblo trabajador es que estos papeles demuestran una vez más la imbricación entre los políticos y las grandes empresas
y visibiliza cómo los monopolios capitalistas (Mercadona, Sacyr
Vallermoso, OHL, FCC Construcción, etc.) sobornan a la casta política
española para que gobierne en función de sus intereses. No es casualidad
que las constructoras que sobornaron a los dirigentes del PP tengan la
concesión de cinco hospitales en Madrid, cobrando de dicha comunidad
autónoma 45 millones de euros en concepto de canon.
Red Roja llama a utilizar los gravísimos casos de corrupción para deslegitimar y obstaculizar los recortes sociales y las privatizaciones
que se vienen produciendo por parte de una mafia política que tiene su
futuro garantizado en cuentas suizas u otros suculentos negocios. Pero
para que nuestra resistencia sea eficaz, es prioritario desde el primer
momento no dejarnos manipular por el PSOE y sus satélites. Es la
movilización y la organización popular, y no las elecciones que pide
Izquierda Unida, la que, en cualquier caso, debe tumbar al gobierno y
obligarlo a dimitir; pero no para asistir pasivamente a cómo otros
frustran, una vez más, sus anhelos. Es la autoorganización política de
los de abajo lo que realmente preocuparía a los ricos. Un sistema de
cargos rotativos y revocables, con rendición de cuentas cara a cara, sin
políticos profesionales, organizado desde cada barrio o cada pueblo.Así
pues, desde nuestra independencia de clase seguiremos gritando: ¡Que se
vayan todos!, y continuaremos trabajando por la construcción del poder
popular y de su referente político.
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