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Lo que Beatriz Talegón no dijo y debería haber dicho
Vicenç Navarro. Público.es
Ha tenido amplia repercusión en la red el vídeo en el que Beatriz Talegón, Secretaria General de la Unión Internacional de las Juventudes Socialistas, critica a la Internacional Socialista (I.S.) por haber perdido su vocación transformadora de la sociedad y del mundo, habiéndose apalancado en el poder, insensible a las necesidades de aquellos sectores de la sociedad que les vieron en su día como el instrumento que tales sectores (por regla general los más vulnerables en la sociedad) habían utilizado en defensa de sus intereses. El simbolismo de que la reunión de la I.S. tuviera lugar en un hotel de cinco estrellas, con muchos de sus delegados llegando al hotel en coches de lujo, mostraba –decía Beatriz Talegón- el grado de acomodación al poder económico y financiero, y su estilo de vida.
Beatriz Talegón señalaba, como indicador de esta pérdida de capacidad transformadora, el hecho de que los movimientos pro democracia que han ido ocurriendo alrededor del mundo, habiéndose iniciado en el norte de África, en Túnez primero y en Egipto después, cogieron a la I.S. por sorpresa. En realidad, la I.S. era totalmente ajena –según la dirigente de las Juventudes Socialistas- a la movilización de las poblaciones de aquellos países en busca de la libertad y de la democracia.
Me alegró oír aquella voz de protesta y denuncia que puse en mi blog. La amplísima distribución de tal vídeo parece reflejar una amplia aprobación de tal denuncia. Hay un enfado generalizado entre las bases de los partidos socialistas con sus dirigentes, y era esperanzador que, por fin, aparecieran voces de protesta.
Ahora bien, habiendo dicho esto, me preocupa que la situación es mucho peor que la presentada y denunciada por Beatriz Talegón. La acomodación de muchos partidos socialistas al poder es peor que la denunciada por Beatriz Talegón. La distancia entre la narrativa del discurso oficial de los partidos socialistas, por un lado, y el estilo de vida y comportamiento de sus dirigentes, por el otro, ha alcanzado niveles muy elevados. Pero, repito, la situación es mucho peor que esto, pues la I.S. ha sido en muchas partes del mundo la mayor sostenedora de las estructuras del poder. Es decir, su falta (o pecado como dicen los cristianos) no ha sido por omisión, sino por comisión. Los partidos de la I.S. jugaron un papel clave en el mantenimiento de aquellas estructuras dictatoriales que generaron las protestas populares. Hay que recordar que el partido que dirigía el dictador de Túnez, Ben Alí, pertenecía a la I.S. Y lo mismo ocurría en Egipto, donde el partido que dirigía el dictador Mubarak era también miembro de la I.S. En estos países, los partidos que dirigían la dictadura eran partidos que se llamaban socialistas y que habían sido admitidos en la I.S. No fue hasta el momento en que millones de personas salieron a la calle en aquellos países cuando la I.S. los desaprobó. ¿Por qué los admitió?
La respuesta a esta pregunta es fácil de dar, viendo el comportamiento de los países miembros de la I.S. en América Latina. En un excelente artículo, “The Socialist International: What is it good for?”, Social Europe Journal. (08.02.13), por desgracia no publicado en España, David Lizoain muestra la activa colaboración, cuando no liderazgo, que los partidos miembros de la I.S. han tenido en la aplicación de las políticas neoliberales en aquel continente, promovidas por el Fondo Monetario Internacional, que impusieron enormes sacrificios a las clases populares, sacrificios que generaron grandes protestas en muchas ocasiones reprimidas por los Estados gobernados por partidos miembros de la I.S., causando muerte y miles de asesinatos. En Venezuela, el gobierno del Partido Acción Democrática, miembro de la I.S., llevó a cabo políticas duras de austeridad, que generaron unas protestas brutalmente reprimidas (con más de 3.000 muertos), siendo Ministro de tal gobierno el Sr. Moisés Naím, hoy comentarista para América Latina de El País, sin que tal supuesto defensor de los derechos humanos dijera ni pío. Algo semejante ocurrió en México, donde el PRI (también miembro de la I.S.), otro partido socialista gobernante, corrupto y profundamente represor, fue responsable de un gran número de matanzas de obreros que protestaron en contra de las políticas de austeridad impuestas por tal partido gobernante. Y lo mismo ocurrió en Bolivia y otros países. En realidad, fueron tales protestas las que crearon como respuesta la elección de partidos de izquierda que han revertido aquellas políticas, y que continúan gozando de gran apoyo popular, llevando a cabo políticas opuestas a las que aquellos partidos gobernantes, supuestamente socialistas, impusieron a sus poblaciones. Ninguno de estos partidos, ahora gobernantes, es miembro de la I.S., a la cual ven como parte del problema y no de la solución.
La I.S., incluido el PSOE, ha intentado diferenciar a estos partidos gobernantes, separando a los “buenos”, como los partidos de izquierda de Brasil, Uruguay o Chile, de los “malos”, como Venezuela, Ecuador o Bolivia, división bastante irreal y que no corresponde a la situación actual. Lula fue y continúa siendo el gran defensor de Chávez, habiéndole definido como el mejor Presidente que Venezuela haya tenido.
Los partidos socialistas europeos pagan un coste en su credibilidad cuando (leales a los partidos socialistas latinoamericanos que se convirtieron en los baluartes de las políticas de austeridad) critican con gran hostilidad las reformas de partidos gobernantes como el presidido por Hugo Chávez, al cual han demonizado. El Presidente Chávez es sumamente popular entre las clases populares de Venezuela.
La urgente y necesaria autocrítica de tales partidos
Una última observación. Con frecuencia recibo críticas por referirme a los partidos que se autodefinen como socialdemócratas que han gobernado el Estado español y las CCAA como partidos de izquierdas. El hecho de que muchas de sus políticas económicas no hayan sido socialistas cuando gobernaron explica que se considere mi definición de tales partidos como partidos de izquierda como errónea. Pero un partido es mucho más que su dirección o incluso su burocracia o nomenclatura. Un partido es una institución colectiva que la constituyen sus miembros, simpatizantes y votantes, que comparten una cultura, una narrativa y una historia. La mayoría de militantes y votantes de tales partidos son personas que son y/o se consideran de izquierdas. Y las encuestas creíbles muestran que, en general, las bases de aquellos partidos, así como sus simpatizantes, adoptan, creen en y simpatizan con los valores de izquierdas. En realidad, el gran desencanto de tales bases explica el deterioro electoral de tales partidos.
Es un error que, en partidos tan poco democráticos como son los partidos políticos de España, se consideren las decisiones de sus dirigentes como representativas de las opiniones de la mayoría de sus militantes, simpatizantes o votantes. De ahí la paradoja de que partidos de izquierda estén desarrollando políticas de derechas. Ahora bien, la lealtad institucional y cultural tiene sus límites. Y el enorme desencanto de las bases con tales partidos explica su gran declive. El caso del partido socialista italiano es el ejemplo más claro de ello. En realidad, el mayor problema de tales partidos es la creciente distancia entre sus aparatos y sus bases. Un número muy elevado de tales aparatos son profesionales con títulos universitarios que desarrollan contactos y complicidades con las instituciones que dominan la vida política y económica del país. Así, las políticas económicas suelen llevarlas a cabo no personas que provienen de las bases de tales partidos, sino profesionales procedentes de las instituciones que dominan las culturas económicas del país. Se establece así una puerta rotatoria entre profesionales de los partidos socialistas y las instituciones del sistema financiero y económico que está alcanzando unos límites escandalosos. La gran mayoría de economistas que trabajaron en las administraciones socialistas de elevado poder decisorio están hoy trabajando en las empresas, en la banca y en las asociaciones empresariales que configuraron la estructura del poder financiero y económico del país. Y ahí está la raíz del problema: la captura de las élites gobernantes en tales partidos por los intereses económicos y financieros que dominan la vida política del país.
Vicenç Navarro. Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University.
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