El economista y diputado de IU, Alberto Garzón, imparte una conferencia en la Facultad de Económicas de Valencia
“Necesitamos un proceso constituyente que devuelva la soberanía al pueblo”
Nos vendieron un cuento de hadas. Se trataba de estudiar, cursar un master o un doctorado, después acceder al mercado laboral (primero en precario para, poco a poco, ir estabilizándose) y finalmente vivir en mejores condiciones que la generación anterior. Hoy, este recorrido pautado “no hay quien se lo crea”, ha enfatizado el economista y diputado de Izquierda Unida, Alberto Garzón, en un acto organizado por el sindicato AContracorrent y EUPV-IU en la Facultad de Económicas de la Universitat de València.
En un contexto de crisis económica, política, ecológica, cultural y de valores, Alberto Garzón ha subrayado el mensaje que habría de canalizar el descontento ciudadano: “Hace falta un proceso constituyente para que el pueblo recupere la soberanía”. Por el contrario, asistimos hoy a un “proceso deconstituyente”, afirma el portavoz de la Izquierda Plural en la Comisión de Economía del Congreso. El artículo 128 de la Constitución española establece que mediante ley “se podrá acordar la intervención de empresas cuando así lo exigiera el interés general”. En el mismo sentido, el preámbulo del texto constitucional luso proclama la decisión del pueblo portugués de abrir la senda hacia una sociedad socialista. “Pero estas vías están cortocircuitadas por la actual construcción tecnocrática de la UE”, asegura el economista.
Uno de los grandes ejemplos de ello fue la reciente visita del presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, al parlamento español. “Vino como un dios monetario, al que se rindieron PP, PSOE y CIU con sus actitudes serviles, cuando realmente es un personaje a quien nadie ha votado”. Además, Draghi “está acostumbrado a ir por los países como un experto que da lecciones cuando, en tanto vicepresidente para Europa de Godman Sachs, ayudó a que Grecia realizara trampas en las cuentas públicas”. Pero esto no resulta extraño. “Para esta tecnocracia que gobierna Europa, la economía ha de estar en manos de expertos supuestamente neutrales y sin ideología, que siempre saben lo que es necesario”. En el otro lado, subraya Alberto Garzón, se hallan los “ciudadanos (para ellos) irracionales, que defienden planteamientos absurdos como la redistribución de la renta”.
Después que la Unión Europea relegara al estado español, dentro de la división internacional del trabajo, a un país de turismo y “burbuja inmobiliaria”, ahora se predica la sagrada competitividad, explica el autor del blog “Pijus Economicus”. Como esta no se puede alcanzar mediante devaluaciones monetarias (por el corsé del euro), se ha procedido a rebajar sustancialmente los salarios mediante dos reformas laborales (del PSOE y del PP) que, como reconoce un informe de enero del Banco de España, ha permitido “moderar” los costes del factor trabajo.
¿Se trata de medidas técnicas y asépticas? En absoluto. Los cambios, recortes y reformas introducidos “apuntan a un nuevo modelo de sociedad”. El tajo en sanidad, educación o dependencia pretenden que sea funcional a este nuevo paradigma. En otras palabras, “les sobra el estado del bienestar”. Hasta ahora, explica Garzón, “el capitalismo requería fracaso escolar con el fin de liberar mano de obra para el sector de la construcción; y los que estudiaban, debían dedicarse mayoritariamente a la ingeniería o similares; como consecuencia de ello, hay una generación que se ha perdido. A lo que realmente aspiran, y así lo dice Wert, es a adaptar la universidad a las necesidades del mercado”.
Se espera la respuesta de la izquierda. “El gobierno pretende que la gente se resigne; y por eso repele con multas de 500 euros o con golpes de porra a quienes salen a la calle”. “Pero la izquierda no puede perder la esperanza”, afirma el economista y diputado de IU por Málaga. “Porque existen alternativas”. Recuerda Alberto Garzón que hay muchos economistas críticos trabajando en ellas para voltear esta “estafa”. Y ha manifestado abiertamente cuál es una de sus grandes fijaciones: el BCE. Una institución pública que financia a los bancos privados a un tipo de interés mínimo, mientras los estados se ven obligados a obtener el dinero al 7% en los mercados financieros.
Pero estas alternativas propuestas por los técnicos no pueden implementarse si no existe fuerza política, explica el coautor del libro (junto a Juan Torres López y Vicenç Navarro) “Hay alternativas”. “Nunca nos han regalado nada”, advierte Alberto Garzón. Sin presión social la PAH no habría conseguido que la iniciativa legislativa popular se admitiera a trámite en el Congreso. “Todas las conquistas históricas se han logrado mediante la lucha de clases; siempre ha hecho falta una base social que sustente los procesos revolucionarios”, sentencia Garzón. En América Latina se pueden extraer recientemente muchas de estas lecciones. Como en 2002, en Venezuela, cuando un golpe de estado implementado por la oligarquía, con la connivencia de los medios, fue parado por la gente en la calle. “Porque el poder no reside en los gobiernos, sin en la banca y en los mercados”, subraya el parlamentario.
Empodearse, acumular energía política, voltear la correlación de fuerzas. Expresiones, todas ellas, que apuntan a la repolitización de la gente común y a abandonar el individualismo consumista, muy demediado por la crisis. Por eso, en una conferencia celebrada en la Universidad, Alberto Garzón ha apelado a la necesidad de estudiar y formarse para entender qué está ocurriendo o, “lo que es lo mismo, por qué nos están estafando”. Además, “se trata de organizarse políticamente, cada uno de acuerdo con sus principios”.
Nos hallamos en una encrucijada histórica, en la que el capitalismo se enfrenta a múltiples contradicciones no resueltas. Y pone en marcha una huida hacia delante para intentar superarlas. El autor de “La gran estafa” y “Esto tiene arreglo” recuerda dos máximas: “El capitalismo es incompatible con la democracia; y tiende además a un empobrecimiento de las masas”. “Su ferocidad se hace hoy muy visible, en esta guerra competitiva de todos contra todos en la que vivimos”, asegura. Porque se han incorporado a la competencia global Asia y América Latina como potencias exportadoras. “Esto hace más difícil reconstruir un estado del bienestar que, tras la Segunda Guerra Mundial, se forjó en Europa extrayendo recursos de los países del tercer mundo”.
Ante un público mayoritariamente universitario, y en un recinto abarrotado, el economista ha hecho algunas aclaraciones sobre su especialidad: “La Economía no es una ciencia social; es imprecisa, inexacta y está sujeta a la incertidumbre; en definitiva, no puede equipararse a la Física”. Y esto se constata en el rosario de vaticinios errados que salen de boca de los expertos. Algún estudio apunta que el FMI ha acertado únicamente en el 10% de sus predicciones. El Fondo Monetario prescribió sus célebres recetas para Grecia. En caso de seguirse, la economía helena experimentaría una hipotética caída del 2,5% en 2011 (realmente la debacle alcanzó el 6,9%) y un crecimiento del 1% en 2012 (cayó en realidad otro 6%). “Cuando se comprueba que sus medidas no sirven (como la reforma laboral), nos dicen que hay que profundizar más en lo mismo”, concluye Alberto Garzón.
“Hay que desmitificar de una vez la economía”, agrega. Subraya Alberto Garzón que “toda política económica es también ideología”. En otras palabras, “cualquier reforma fiscal o laboral remite a un modelo de sociedad”. Son, por tanto, ideológicas. El problema es que “te las venden como supuestamente independientes”. Más claro lo tenían los economistas clásicos (Carlos Marx, Adam Smith o David Ricardo) y, por eso, en el siglo XIX se hablaba de Economía Política como disciplina. Sin ambages.
Otro mito del paradigma económico dominante es el “crecimiento”. Una quimera inapelable. “PP y PSOE compiten por ver quién ha crecido más; toda la economía pivota en torno a la noción de crecimiento”. Porque, según Garzón, el capitalismo necesita crecer continuamente para sobrevivir. En más de una ocasión ha utilizado la metáfora de la bicicleta: “Si no pedaleas (si no creces), te caes”. Pero el problema es cómo. Alemania o China expansionan su economía mediante las ventas al exterior. Hasta el pinchazo de la “burbuja inmobiliaria”, España lo hacía mediante las importaciones. Recuerda Garzón las palabras de un gerente empresarial germano: “vendemos coches a los españoles y les prestamos el dinero con el que nos los compran”. En este punto arranca la diabólica espiral. Con los beneficios de la banca alemana (también con dinero francés) se financió el festín inmobiliario en el estado español.
Préstamos a los bancos españoles, que a su vez dieron crédito a promotores, constructores y particulares, y generaron una burbuja que pinchó en 2008. Llegó entonces el aluvión de quiebras (familias y empresas). Pero con una salvedad. El nervio de la cuestión: “el estado da dinero a los bancos para que salden sus deudas e impide, de hecho, su quiebra”, explica Alberto Garzón. La explicación, en el parlamento alemán. Allí se dijo muy claro: los 100.000 millones de euros del “rescate” al sistema financiero español, aprobado por Guindos y la Troika, tiene como único fin que la banca hispánica salde sus deudas con la alemana. ¿Economía o ideología?
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