La ley del aborto del PP y el regreso del franquismo |
Escrito por Ana García, Secretaria General del Sindicato de Estudiantes |
Martes, 07 de Enero de 2014 17:44 |
Satisfacer la moral podrida de la jerarquía católica a costa de los derechos de las mujeres
El gobierno del Partido Popular ha
decidido aprovechar al máximo los dos años que le quedan de legislatura
para atacar aún más los derechos y libertades que conquistamos gracias a
la lucha y a la movilización social. La educación y la sanidad están
sufriendo gravemente sus políticas que pretenden hacer de estos derechos
un privilegio al alcance únicamente de quien pueda pagarlos. Aún así
parece que estos retrocesos de décadas no son suficientes. La nueva Ley
del Aborto, impulsada por el Ministro de Justicia Alberto Ruíz
Gallardón, deja ver claramente el carácter profundamente reaccionario de
este gobierno que pretende devolvernos a la época en que la moral
podrida del nacionalcatolicismo dictaba las costumbres de las personas e
imponía sus reglas en el código penal.
Derechos de la mujer
Los avances logrados en la historia
reciente con respecto al derecho de las mujeres a decidir sobre su
propio cuerpo han sido muy importantes. Si bien en el año 85 se
despenalizó el aborto bajo los famosos tres supuestos de violación,
malformaciones fetales o riesgo para la salud de la madre, se continuaba
contemplando penas de cárcel para médicos y mujeres que no se atuvieran
a dichos supuestos. Esta situación cambió en el año 2010 bajo el
gobierno del PSOE: aunque no se reconocía un aborto libre y gratuito por
la Seguridad Social, se daban algunos pasos importantes respecto a la
situación anterior. Ofrecía la posibilidad de que las mujeres pudiéramos
abortar en las primeras 14 semanas de gestación; también se podía
interrumpir el embarazo en cualquier momento por la llamada indicación
eugenésica, que se da cuando el feto presenta riesgo de graves anomalías
o bien una enfermedad extremadamente grave e incurable en el momento
del diagnóstico; incluso para cumplir la ley de autonomía del paciente
(aprobada por el PP en 2002) ofrecía la posibilidad de que las mujeres
de 16 y 17 años abortaran sin permiso paterno, ya que según esta ley a
esa edad ya son mayores para renunciar a un tratamiento médico o decidir
si operarse o no.
Un retroceso inaceptable
Con la nueva ley del Aborto,
curiosamente redactada no desde el Ministerio de Sanidad sino desde el
Ministerio de Justicia, el PP pretende convertir un derecho en un
delito, satisfaciendo así las exigencias de la jerarquía eclesiástica.
Con la ley Gallardon, se retrocede a tiempos pretéritos, propios de la
dictadura franquista, al suprimirse la indicación eugenésica.
No
sólo eso. Para poder acreditar el supuesto de riesgo de salud para la
madre, será imprescindible el informe de dos médicos diferentes (antes
sólo uno) que no podrá ser el mismo que practique el aborto y que
tampoco podrá trabajar en la misma clínica en la que se vaya a
practicar. Las dificultades que tendrá que afrontar una mujer que quiera
abortar serán enormes con esta nueva legislación, pero más aún si
tenemos en cuenta las consecuencias de los recortes en sanidad
perpetrados por el Partido Popular ¿de cuánto tiempo serán las listas de
espera para poder obtener un informe de dos médicos diferentes que
trabajen en clínicas distintas en esta situación? ¿Cuánto tiempo pasará
desde que se solicita hasta que se pide ese informe? ¿Estarán a tiempo
de poder abortar incluso las que obtengan un informe favorable de los
dos médicos?
El tratamiento que hace la nueva Ley
respecto al aborto en las menores de edad, es completamente
victimizador: somete a la menor a un proceso en el que tiene que
conseguir el apoyo de sus padres, del fiscal, e incluso al padre del
embarazo no deseado. Al trauma de estar embarazada sin quererlo, una
joven añade también un trauma igual o incluso mayor de tener que pasear
su situación ante sus padres y las autoridades. Se vuelve a la atmósfera
franquista, de tal manera que todo esta orientado a que baste la
oposición de uno de los padres para que la joven desista de abortar y
todo quede “religiosamente en familia”.
“¿Derecho a la vida?”
Estos
cínicos defensores de “la vida”, fieles seguidores de la doctrina
ultraconservadora católica, quieren obligar a las mujeres, y a las
familias, a cargar con el pesado fardo de una existencia desgraciada.
Estos señores, que son los mismos que han arrojado a 2, 2 millones de
niños a la pobreza y la exclusión social (datos de Cáritas), que han
legislado el despido de miles de trabajadores, los salarios precarios,
los desahucios, la privatización de la sanidad y la educación, que ponen
cuchillas en las vallas de Melilla para que los inmigrantes no entren
en nuestro país, que no condenan la dictadura franquista ni reparan a
sus víctimas y que tienen en sus filas a traficantes de armas
internacionales…estos señores nos hablan del “derecho a la vida”.
Para ellos el derecho a la vida está
bien, pero lo de una vida digna parece que no lo tienen tan claro. ¿Qué
va a ser de los fetos con malformaciones que nazcan si el PP se está
encargando de acabar con todas las ayudas a la dependencia? Además de
tener una vida llena de sufrimiento tanto físico como psicológico para
ellos y sus familias, se verán completamente excluidos en su día a día y
abandonados por los servicios sociales que también el PP está
desmantelando.
Con respecto a las malformaciones
fetales que Gallardón quiere eliminar como supuesto para poder abortar
legalmente, las consecuencias serán terribles. Tal y como explicaba el
ex-neurocirujano infantil Javier Esparza al diario El País,
existen ciertas malformaciones como la espina bífida abierta o la
hidrocefalia congénita que son bastante comunes, afectando
aproximadamente a entre 1 y 3 niños de cada mil en países como Reino
Unido o Irlanda (en el Estado español no existen datos relativos a esta
cuestión previos a la aprobación de la Ley del Aborto). Este tipo de
malformaciones provocan una vida de enorme sufrimiento físico a los que
las sufren con consecuencias tan graves como la parálisis de ambas
piernas o parálisis completa, incontinencia, atrofia en los músculos de
las piernas, deformaciones, hidrocefalia o deficiencia mental. Todo esto
sin tener en cuenta la multitud de operaciones a las que un niño con
este problema se tiene que someter durante años y que hace imposible,
entre otras cosas, una escolarización normal de estos niños, y las
consecuencias obvias que esto tiene en sus familias.
Los programas de prevención de la espina
bífida en el Estado español entre los que se incluye el diagnóstico
prenatal que identifica este tipo de lesiones, han logrado que la cifra
de niños con espina bífida esté a niveles de 8 por cada 10.000 recién
nacidos. Programas que para el PP parecen no tener razón de ser. Tan
escandaloso es este tremendo retroceso que desde la propia comunidad
científica se ha respondido al PP con una gran contundencia, como es el
caso de los expertos en diagnóstico prenatal que se han pronunciado
públicamente en contra de la “Ley Gallardón” argumentando que la
supresión del aborto por anomalía fetal grave vulnera los derechos de
las mujeres y las desampara en situaciones muy complejas y dolorosas.
Una cuestión de clase
Pero
el problema no es únicamente que se elimine el supuesto de malformación
fetal. El empeño del Partido Popular en llevar a cabo una campaña
insultante sobre las mujeres que deciden abortar no ha cesado en
intensidad. Desde las afirmaciones de diputadas del PP en el plenario
del congreso: “las mujeres que abortan son las que menos estudios
tienen”; o acusaciones de asesinas tanto para las mujeres que abortan
como para los médicos que las atienden, vertidas por el Presidente de
las Cortes Valencianas, Juan Cotino, el mismo sujeto que ocultó la
gravedad del accidente del metro de Valencia: “…recordamos que todavía
en pleno siglo XXI hay legisladores, jueces, médicos, que pretenden hacer lo mismo que hace dos milenios llevó a cabo Herodes (…) si la
matanza de inocentes fue una aberración entonces, lo es ahora, aunque
en cada momento se intente vestir con diferentes excusas”. Todo ello en
aras de arrebatar a las mujeres el derecho a decidir sobre su cuerpo y
su reproducción para otorgárselo a la Iglesia católica, a los diputados
del PP y a los tribunales.
Quien tiene que tomar la decisión de
abortar no lo hace ni mucho menos como plato de gusto sino todo lo
contrario. Se trata una decisión difícil y traumática, pero lógicamente
preferible en cualquier caso a tener hijos en unas condiciones físicas y
sociales que no puedan garantizar su desarrollo y una vida digna.
Al Partido Popular no le preocupa
realmente reducir el número de abortos. Si así fuera no impulsarían esta
Ley ya que, según los datos del propio Ministerio de Sanidad, el número
de interrupciones voluntarias del embarazo bajó un 5% en 2012 bajo una
ley que permitía entre otras cosas la interrupción libre del embarazo
durante las primeras catorce semanas. Ese año abortaron 112.390
mujeres, unas 6.000 menos que en 2011 con la legislación anterior.
Lo que le ocurre al Partido Popular es
que no puede esconder el tufo atrasado y reaccionario que corre por sus
venas y que es una de sus principales señas de identidad. En vez de
prevenir embarazos no deseados con educación sexual en la escuela
pública, lo que intentaron hacer hace pocas semanas fue imponer que la
religión fuese una asignatura de oferta obligada para niños de educación
infantil. Eso sí es realmente importante para ellos. Explicar a los
niños de cuatro años lo que la Santa Iglesia nos tiene que decir. Cosas
como que las mujeres deben ser sumisas y que por tanto no pueden tener
capacidad para decidir por sí mismas, como predicaba el libro editado
por el Arzobispado de Granada titulado “Cásate y sé sumisa.”
La demagogia de Gallardón cuando dice
que quiere proteger las mujeres con esta Ley es incalificable. Desde
luego, está claro que este gobierno retrógado no pone ningún empeño en
defender los derechos de las mujeres, por ejemplo, en que tengan unas
condiciones laborales dignas e iguales a los hombres; tampoco protege a
las madres solteras que están en paro y son desahuciadas; y desde luego
no protege a las mujeres cuando les niega el derecho a decidir sobre su
propio cuerpo y su propio futuro bajo amenaza de ser condenadas como si
fueran delincuentes.
Esta nueva ley del aborto va a suponer
un retroceso tremendo que tendrá sus peores consecuencias para las
mujeres y las familias trabajadoras. Las que sufren el paro y no tienen
medios para mantener a un hijo, las que no podrán hacerse cargo de los
costes médicos de un niño con malformaciones. Esta política volverá a
repetir las escenas de abortos clandestinos en clínicas de mala muerte,
con graves riesgos para la salud tanto de la madre como del feto. Y por
supuesto no afectará igual a todos. Las familias con recursos
económicos podrán hacer como antes y enviar a sus hijas a abortar a
Londres o tener todos los medios disponibles para mantener a un hijo,
aunque sea no deseado. Como siempre, el PP golpea a las familias
trabajadoras y pretende quitarnos hasta el último de nuestros derechos.
Desde el Sindicato de Estudiantes
defendemos el derecho al aborto libre y gratuito a través de la
Seguridad Social y en las mejores condiciones mediante una ley de plazos
que permita a las mujeres tomar sus propias decisiones sobre su cuerpo,
su maternidad y su vida. Este gobierno no defiende los derechos de la
mayoría de la sociedad, de las familias trabajadoras, y por eso le
importa muy poco el escenario de drama social, de paro, de bajos
salarios, de destrucción de la sanidad y la educación públicas que
ellos mismos están provocando. Sólo la lucha y la organización harán
posible invertir este escenario y garantizar unas condiciones de vida
dignas, y plenos derechos y libertades, para millones de personas.
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