Después de haber llegado al poder gracias a un golpe de Estado orquestado por la OTAN y la CIA, el presidente Porochenko empezó por llenarse aún más los bolsillos. Y ahora, como pago por aquel favor, está preparando la entrada de su país a la OTAN.
La hoja de ruta para la cooperación militar entre la OTAN y Ucrania, que se firmó en diciembre de 2015, integra ahora prácticamente las fuerzas armadas y la industria de guerra de Kiev a las de la alianza atlántica, bajo la dirección de Estados Unidos. Sólo falta la entrada formal de Ucrania en la OTAN. El presidente Porochenko anunció, en ese sentido, un «referéndum», cuya fecha está aún por definir, e incluso predijo una clara victoria del «Sí», basándose para ello en un «sondeo» ya realizado. La OTAN, por su parte, garantizó que Ucrania, «uno de los más sólidos socios de la alianza», está «firmemente comprometida con la aplicación de la democracia y la legalidad».
Los hechos son muy claros. La Ucrania de Petro Porochenko –oligarca que se enriqueció con el saqueo de las propiedades del Estado, a pesar de lo cual el primer ministro italiano Matteo Renzi canta loas a su «sabio liderazgo»– decretó en diciembre la ilegalización del Partido Comunista, acusado de «incitación al odio étnico y violación de los derechos humanos y las libertades». Hasta los símbolos comunistas están ahora prohibidos por la ley y el simple hecho de cantar La Internacional en Ucrania puede ser castigado con entre 5 y 10 años de cárcel.
Es este el acto final de una campaña de persecución análoga a la que caracterizó el ascenso del fascismo en Italia y del nazismo en Alemania. Sedes del partido destruidas, linchamientos de dirigentes, periodistas torturados y asesinados, militantes quemados vivos en la Bolsa del Trabajo de Odesa, civiles desarmados masacrados en Mariupol y bombardeados con fósforo blanco en Slaviansk, Lugansk y Donetsk.
Un verdadero golpe de Estado organizado por Estados Unidos y la OTAN, cuyo objetivo estratégico es provocar en Europa una nueva guerra fría para debilitar y aislar a Rusia y, al mismo tiempo, fortalecer la influencia y la presencia militar de Estados Unidos en Europa. Grupos neonazis, entrenados y armados con esos fines, como lo demuestran las fotos de militantes de Uno-Unso que se entrenaron en 2006 en Estonia, fueron utilizados como tropas de asalto durante el putsch de la plaza Maidan y en las acciones posteriores. Las formaciones de neonazis fueron posteriormente incorporadas a la Guardia Nacional, entrenada por varios cientos de instructores estadounidenses de la 173 división aerotransportada, transferida de Vicenza a Ucrania, y por otros militares de la OTAN.
La Ucrania del régimen de Kiev se ha convertido así en el «vivero» del nazismo que hoy renace en pleno corazón de Europa. Neonazis provenientes de toda Europa (incluyendo Italia) y de Estados Unidos llegan a Kiev, reclutados principalmente por Pravy Sektor y por el batallón Azov, cuya ideología nazi se expresa claramente en el emblema que utiliza, calcado del emblema de la división SS Das Reich. Después de recibir entrenamiento y de pasar por un bautismo de fuego participando en acciones militares contra los rusos de Ucrania en la región de Donbass, esos neonazis regresan a sus respectivos países con el pasaporte ucraniano en el bolsillo, a modo de «salvoconducto».
Al mismo tiempo, la ideología nazi está siendo difundida en Ucrania entre las jóvenes generaciones. De eso se ocupa fundamentalmente el ya mencionado batallón Azov, que organiza campos de entrenamiento militar y de formación ideológica para adolescentes y niños, enseñándoles ante todo a odiar a los rusos.
Y todo esto está sucediendo con la complicidad de los gobiernos europeos. Por iniciativa de un parlamentario de la República Checa, el jefe del batallón Azov, Andriy Biletsky, aspirante al título de «Fuhrer» de Ucrania, fue recibido en el Parlamento Europeo como «orador invitado». Esto forma parte del «apoyo práctico de la OTAN a Ucrania», incluyendo el «Programa de Fortalecimiento de la Educación Militar» en el que participaron, en 2015, 360 profesores ucranianos, que fueron instruidos por 60 expertos de la OTAN. En el marco de otro programa de la OTAN, el de «Diplomacia Pública y Comunicaciones Estratégicas», se enseña a las autoridades a «contrarrestar la propaganda rusa» y a los periodistas a «generar historias con hechos desde la Crimea ocupada y la Ucrania oriental».
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