Un año después, Syriza ha vendido su alma por poder
Costas Lapavitsas
TheGuardian, 25 de
enero de 2016
Hoy se cumple un año desde que un gobierno de izquierda
radical fue elegido en Grecia; su joven y dinámico primer ministro, Alexis
Tsipras, prometió un golpe decisivo contra la austeridad. YanisVaroufakis, el
poco convencional Ministro de Finanzas, llegó a Londres poco después de la
victoria y causó un gran impacto en los medios. Aquí había un gobierno que
ignoraba las convenciones burguesas y estaba buscando pelea. Las expectativas
eran altas.
Un año después, el partido Syriza está aplicando
fielmente las políticas de austeridad. Se ha purgado la ala izquierda del
partido y Tsipras ha desechado su radicalismo para mantenerse en el poder a
toda costa. Grecia ha sido abatida.
¿Por qué terminó así? Un mito propagado por algunos
círculos mediáticos sugieren que los radicales sufrieron un golpe de Estado
compuesto por políticos conservadores y funcionarios de la UE, decididos a
eliminar cualquier riesgo de contagio. Syriza fue superada por los monstruos
del neoliberalismo y el privilegio. Aún así, peleó una buena batalla, y tal vez
incluso sembró las semillas de la rebelión.
La realidad es muy diferente. Hace un año la dirección de
Syriza estaba convencida que si se rechazaba un nuevo plan de rescate, los
prestamistas europeos serían afeados por un descontento político y financiero
generalizado. Los riesgos para la zona euro eran, se presume, mayores que los
riesgos de Grecia. Si Syriza negociaba duro, se ofrecería un "compromiso
de honor" que relajara la austeridad y aligerara la deuda nacional. El
autor intelectual de esta estrategia fue Varoufakis, y fue ávidamente adoptada
por Tsipras y la mayor parte de la dirección de Syriza.
Los críticos bien intencionados señalaron reiteradamente
que el euro tenía un conjunto rígido de instituciones con su propia lógica
interna y que simplemente rechazarían las demandas que apostaran por abandonar
la austeridad y amortizar la deuda. Por otra parte, el Banco Central Europeo
estaba preparado para restringir la provisión de liquidez a los bancos griegos,
estrangulando su economía y al gobierno de Syriza. Grecia no podría negociar
con eficacia sin un plan alternativo, incluyendo la posibilidad de salir de la
unión monetaria, ya que la creación de su propia liquidez era la única manera
de evitar el bloqueo del BCE. Esto no sería nada fácil, por supuesto, pero al
menos habría ofrecido la opción de hacer frente a las condiciones catastróficas
de rescate de los prestamistas. Desafortunadamente, Tsipras y buena parte de la
dirección de Syriza no quiso saber nada de esta opción.
La respuesta de los políticos de la UE a Syriza fue el
desconcierto, la frustración y una escalada de hostilidad.
La naturaleza desastrosa de la estrategia de Syriza quedó
clara ya el 20 de febrero de 2015. Los políticos europeos obligaron al nuevo
gobierno griego a estar de acuerdo con la meta de los superávits
presupuestarios, a implementar "reformas", a cumplir todas las
obligaciones de deuda total y desistir de utilizar los fondos de rescate
existentes para cualquier otro propósito que no fuera el apoyo a los bancos. La
UE cerró poco a poco el grifo de liquidez del Banco Central Europeo, y se negó
a darle un centavo de apoyo financiero adicional hasta que Grecia obedeciera.
Las condiciones en el país se hicieron cada vez más
complicadas ya que el gobierno liquidó las reservas de liquidez, los bancos se
quedaron secos, y la economía apenas avanzaba. En junio Grecia se vio obligada
a imponer controles de capital y dar vacaciones a sus bancos. Syriza hizo un
último intento en julio, Tsipras convocó un referéndum sobre un nuevo y duro
programa de rescate. Sorprendentemente, y con gran valentía, el 62% de los
griegos votaron negativamente a la propuesta de rescate. Tsipras había hecho
campaña para su rechazo, pero cuando el resultado llegó se dio cuenta que en la
práctica, eso significaba salir del euro, para este escenario su gobierno no
había hecho preparativos serios. A grandes rasgos habían "planes"
para una moneda paralela, o un sistema bancario paralelo, pero esas ideas de
aficionados no eran de ninguna utilidad estando ya a un minuto para la
medianoche. Por otra parte, el pueblo griego no había sido preparado para esta
situación y Syriza como partido político apenas funcionaba por su base. Por
encima de todos, Tsipras y su círculo se comprometieron personalmente por la
permanencia en el euro. Frente a los resultados catastróficos de su estrategia,
se rindieron abyectamente a los prestamistas.
Desde entonces, ha adoptado una dura política de
superávits presupuestarios, aumentado los impuestos y vendiendo los bancos
griegos a fondos especulativos, privatizando aeropuertos y puertos marítimos, y
ahora está a punto de recortar las pensiones. El nuevo plan de rescate ha
condenado a Grecia a estar atrapada en una profunda recesión y a un declive a
largo plazo, ya que las perspectivas de crecimiento son pobres, los jóvenes más
preparados están emigrando y la deuda nacional pesa demasiado.
Syriza es el primer ejemplo de un gobierno de izquierdas
que no ha dejado simplemente de cumplir con sus promesas, sino que también ha
adoptado por lo general- el programa de la oposición. Su fracaso ha reforzado
la percepción de toda Europa que la austeridad es la única vía posible y que
nada puede cambiar. Las consecuencias son graves para varios países, entre
ellos España, donde Podemos está llamando a la puerta del poder.
Syriza no fracasó porque la austeridad es invencible, ni
porque el cambio radical es imposible, sino porque, desastrosamente, no estaba
dispuesta y ni preparada para soportar un desafío directo con el euro. El
cambio radical y el abandono de la austeridad en Europa requieren de una
confrontación directa con la propia unión monetaria. Para los países más
pequeños, esto significa prepararse para salir, para los países centrales
significa aceptar cambios decisivos en unos acuerdos monetarios disfuncionales.
Esta es la tarea que nos espera y la única lección positiva de la debacle
Syriza para la izquierda europea.
Traducción. Albert Medina
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