España va bien para los 200 más ricos que en 2016 han aumentado sus beneficios en más de 35.000 millones de euros
La economía neoliberal y la salida de la crisis
El Gobierno asegura reiteradamente que la economía española recuperará en 2017 el tamaño previo a la crisis. La economía va bien. España va bien. Estamos saliendo de la crisis. ¿Quién está saliendo? ¿A qué “España” le va bien? ¿para quién y al servicio de quién es esta economía neoliberal que nos venden?España va bien para los 200 más ricos que en 2016 han aumentado sus beneficios en más de 35.000 millones de €. Estas “familias” no han salido de la crisis, porque nunca han estado en crisis. Es más, la crisis les ha permitido aumentar aún más su margen de ganancias. Porque esta (eufemísticamente denominada) crisis, ha sido un auténtico saqueo a las arcas públicas, y hemos acabado todos y todas “rescatado” a estas familias y a sus bancos, y a sus autopistas deficitarias, y a sus multinacionales…
Mientras tanto, las familias más pobres de España perdían el 50 % de sus ingresos entre 2.008 y 2.014. Lo cual, todos los estudios e investigaciones, concluyen en señalar la plena coincidencia, en el tiempo, y correlación en las causas con las dos reformas laborales realizadas por el Gobierno Zapatero y el de Rajoy. Lo cierto es que la riqueza media de los hogares españoles con cabeza de familia menor de 35 años cayó un 94 %.
Conocemos muchos jóvenes de nuestro entorno que, como Julián, licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales, trabajan de dependientes de una gran superficie. Trabajan 27 horas semanales y ganan 740 € al mes. Viven con sus familias porque no tienen economía suficiente ni para alquilar un piso ni poder emanciparse. Se plantean compartir un piso con otros cuatro para poder sobrevivir.
Pero ahora ni trabajar te garantiza salir de la pobreza. Son los y las trabajadoras pobres. El 15 % de las personas que trabajan son pobres en España. Además de los parados de larga duración sin ningún tipo de prestación económica. Esto también correlaciona y es consecuencia, como indican los estudios e investigaciones, de la precariedad laboral que nos han traído las reformas laborales de los últimos años.
Estas políticas económicas neoliberales, estas recetas del neoliberalismo son lo que ya los clásicos catalogan como “socialismo para los ricos y capitalismo para los pobres”. O en términos más tradicionales y reiterados: el “libre mercado”. Es decir, cuando “los mercados” (eufemismo para designar a esas grandes familias que son las que los controlan) tienen problemas, no se les deja que “libremente” los solucionen y respondan con sus patrimonios de las pérdidas. Porque cuando tienen grandes beneficios, entonces sí, sí que se les deja que “libremente” se repartan entre ellos los dividendos conseguidos. Pero cuando se produce una “crisis en los mercados” aparecen las instituciones públicas y los gobiernos a su servicio que, con nuestros impuestos, inyectan enormes sumas de dinero para mantener su liquidez y los políticos más señalados y los dirigentes de esas instituciones hacen declaraciones públicas para calmar y serenar “su crisis”, la de los mercados. Esos mercados a los que calman con nuestro dinero y que luego les recompensa con puestos en sus consejos directivos.
¿Por qué no salen esos mismos gobernantes, elegidos por el pueblo para que estén a su servicio, cuando hay despidos masivos de la clase trabajadora por parte de esos mercados implacables? ¿Por qué no utilizan nuestros impuestos para solucionar los problemas que nos causan a los trabajadores y trabajadoras esos mercados que se “deslocalizan” a países donde las condiciones laborales son todavía más degradantes e infrahumanas, para seguir obteniendo aún más beneficios?
Porque mientras nos anuncian que “salimos” de la crisis, las familias más pobres de España tienen que seguir pagando sus hipotecas. ¿Quién les va a inyectar alguna ayuda para pagar sus hipotecas? Si no pagan, se les embargan sus bienes. Pero a las grandes empresas y firmas financieras e hipotecarias no se les deja esta “libertad” de pagar sus deudas. Porque, incluso aunque quiebren, nunca más se vuelve a saber del dinero que “desapareció”. Dónde están los más de 350.000 millones que “España ha movilizado” de nuestros impuestos para mantener la banca a flote (entre inyecciones a los bancos y cajas, la creación del Frob y el Sareb y la emisión de avales para todos ellos desde 2008, lo cual equivale a un tercio del PIB anual del país). Si no, que se lo pregunten a las compañías responsables de los últimos escándalos financieros en nuestro país, a los bancos rescatados o a los últimos directivos que han pasado por la cárcel. Dónde ha ido a parar todo ese dinero con el que nos hemos hecho cargo de sus deudas, como siempre, a costa de nuestros impuestos.
Como ya advertía Kenneth Galbraith (1992) “cuando se trata de los empobrecidos, la ayuda y el subsidio del gobierno resultan sumamente sospechosos en cuanto a su necesidad y a la eficacia de su administración a causa de sus efectos adversos sobre la moral y el espíritu de trabajo. Esto no reza, sin embargo, en el caso del apoyo público a quienes gozan de un relativo bienestar. No se considera que perjudique al ciudadano el que se salve de la quiebra a un banco. Los relativamente opulentos pueden soportar los efectos morales adversos de los subsidios y ayudas del gobierno; pero los pobres no”.
España es el país desarrollado industrialmente donde más creció la brecha entre los que más y menos ganan durante la crisis, entre 2007 y 2014, según el informe de la OCDE. Este organismo demuestra cómo durante la “crisis” la desigualdad se disparó en 7,5 puntos, frente a la media de 1,2 del resto de los países de la OCDE. Por si no era suficientemente escandalosa la tradicional brecha entre los enriquecidos y las familias empobrecidas a causa de ese enriquecimiento, el 10% de ricos gana 12,7 veces más que el 10% más pobre, lo que sitúa a España en la cúspide de los países más desiguales. Y el informe concluye de forma aplastante: el gran crecimiento de la desigualdad tiene su base en “la enorme destrucción de empleos” y, en especial, en la liquidación de la mitad del trabajo juvenil existente en 2007. Por eso Fátima Bañez daba como solución que los jóvenes se fueran del país.
Oxfam-Intermon lo corrobora en su informe «Una economía al servicio del 1%», donde analiza cómo España es el país de la OCDE en el que más ha crecido la desigualdad desde el inicio de la crisis, superando hasta en catorce veces a Grecia. Veinte personas tienen en España tanto dinero como el 30% de la población.
El problema de fondo que nos tenemos que plantear es ¿hasta cuándo vamos a tolerar este saqueo llamado crisis?, ¿hasta dónde vamos a tolerar este crecimiento intolerable de la desigualdad?, ¿hasta qué límites estamos dispuestos a soportar el que el 20% de los niños y niñas y jóvenes sean pobres mientras el 1%, los banqueros y ejecutivos y accionistas acaparan todos los recursos del planeta?
Susan George, presidenta de honor de ATTAC, la Asociación para la Tasación de las Transacciones Financieras y la Ayuda a la Ciudadanía, y autor del ensayo El Informe Lugano, afirma que “los españoles son ratas de laboratorio: a ver cuánto castigo toleran sin rebelarse”. ¿Seguiremos dispuestos a tolerar este expolio de lo común sin rebelarnos ante las recetas neoliberales que nos siguen imponiendo?
Enrique Javier Díez Gutiérrez. Profesor de la Universidad de León
Mientras tanto, las familias más pobres de España perdían el 50 % de sus ingresos entre 2.008 y 2.014. Lo cual, todos los estudios e investigaciones, concluyen en señalar la plena coincidencia, en el tiempo, y correlación en las causas con las dos reformas laborales realizadas por el Gobierno Zapatero y el de Rajoy. Lo cierto es que la riqueza media de los hogares españoles con cabeza de familia menor de 35 años cayó un 94 %.
Conocemos muchos jóvenes de nuestro entorno que, como Julián, licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales, trabajan de dependientes de una gran superficie. Trabajan 27 horas semanales y ganan 740 € al mes. Viven con sus familias porque no tienen economía suficiente ni para alquilar un piso ni poder emanciparse. Se plantean compartir un piso con otros cuatro para poder sobrevivir.
Pero ahora ni trabajar te garantiza salir de la pobreza. Son los y las trabajadoras pobres. El 15 % de las personas que trabajan son pobres en España. Además de los parados de larga duración sin ningún tipo de prestación económica. Esto también correlaciona y es consecuencia, como indican los estudios e investigaciones, de la precariedad laboral que nos han traído las reformas laborales de los últimos años.
Estas políticas económicas neoliberales, estas recetas del neoliberalismo son lo que ya los clásicos catalogan como “socialismo para los ricos y capitalismo para los pobres”. O en términos más tradicionales y reiterados: el “libre mercado”. Es decir, cuando “los mercados” (eufemismo para designar a esas grandes familias que son las que los controlan) tienen problemas, no se les deja que “libremente” los solucionen y respondan con sus patrimonios de las pérdidas. Porque cuando tienen grandes beneficios, entonces sí, sí que se les deja que “libremente” se repartan entre ellos los dividendos conseguidos. Pero cuando se produce una “crisis en los mercados” aparecen las instituciones públicas y los gobiernos a su servicio que, con nuestros impuestos, inyectan enormes sumas de dinero para mantener su liquidez y los políticos más señalados y los dirigentes de esas instituciones hacen declaraciones públicas para calmar y serenar “su crisis”, la de los mercados. Esos mercados a los que calman con nuestro dinero y que luego les recompensa con puestos en sus consejos directivos.
¿Por qué no salen esos mismos gobernantes, elegidos por el pueblo para que estén a su servicio, cuando hay despidos masivos de la clase trabajadora por parte de esos mercados implacables? ¿Por qué no utilizan nuestros impuestos para solucionar los problemas que nos causan a los trabajadores y trabajadoras esos mercados que se “deslocalizan” a países donde las condiciones laborales son todavía más degradantes e infrahumanas, para seguir obteniendo aún más beneficios?
Porque mientras nos anuncian que “salimos” de la crisis, las familias más pobres de España tienen que seguir pagando sus hipotecas. ¿Quién les va a inyectar alguna ayuda para pagar sus hipotecas? Si no pagan, se les embargan sus bienes. Pero a las grandes empresas y firmas financieras e hipotecarias no se les deja esta “libertad” de pagar sus deudas. Porque, incluso aunque quiebren, nunca más se vuelve a saber del dinero que “desapareció”. Dónde están los más de 350.000 millones que “España ha movilizado” de nuestros impuestos para mantener la banca a flote (entre inyecciones a los bancos y cajas, la creación del Frob y el Sareb y la emisión de avales para todos ellos desde 2008, lo cual equivale a un tercio del PIB anual del país). Si no, que se lo pregunten a las compañías responsables de los últimos escándalos financieros en nuestro país, a los bancos rescatados o a los últimos directivos que han pasado por la cárcel. Dónde ha ido a parar todo ese dinero con el que nos hemos hecho cargo de sus deudas, como siempre, a costa de nuestros impuestos.
Como ya advertía Kenneth Galbraith (1992) “cuando se trata de los empobrecidos, la ayuda y el subsidio del gobierno resultan sumamente sospechosos en cuanto a su necesidad y a la eficacia de su administración a causa de sus efectos adversos sobre la moral y el espíritu de trabajo. Esto no reza, sin embargo, en el caso del apoyo público a quienes gozan de un relativo bienestar. No se considera que perjudique al ciudadano el que se salve de la quiebra a un banco. Los relativamente opulentos pueden soportar los efectos morales adversos de los subsidios y ayudas del gobierno; pero los pobres no”.
España es el país desarrollado industrialmente donde más creció la brecha entre los que más y menos ganan durante la crisis, entre 2007 y 2014, según el informe de la OCDE. Este organismo demuestra cómo durante la “crisis” la desigualdad se disparó en 7,5 puntos, frente a la media de 1,2 del resto de los países de la OCDE. Por si no era suficientemente escandalosa la tradicional brecha entre los enriquecidos y las familias empobrecidas a causa de ese enriquecimiento, el 10% de ricos gana 12,7 veces más que el 10% más pobre, lo que sitúa a España en la cúspide de los países más desiguales. Y el informe concluye de forma aplastante: el gran crecimiento de la desigualdad tiene su base en “la enorme destrucción de empleos” y, en especial, en la liquidación de la mitad del trabajo juvenil existente en 2007. Por eso Fátima Bañez daba como solución que los jóvenes se fueran del país.
Oxfam-Intermon lo corrobora en su informe «Una economía al servicio del 1%», donde analiza cómo España es el país de la OCDE en el que más ha crecido la desigualdad desde el inicio de la crisis, superando hasta en catorce veces a Grecia. Veinte personas tienen en España tanto dinero como el 30% de la población.
El problema de fondo que nos tenemos que plantear es ¿hasta cuándo vamos a tolerar este saqueo llamado crisis?, ¿hasta dónde vamos a tolerar este crecimiento intolerable de la desigualdad?, ¿hasta qué límites estamos dispuestos a soportar el que el 20% de los niños y niñas y jóvenes sean pobres mientras el 1%, los banqueros y ejecutivos y accionistas acaparan todos los recursos del planeta?
Susan George, presidenta de honor de ATTAC, la Asociación para la Tasación de las Transacciones Financieras y la Ayuda a la Ciudadanía, y autor del ensayo El Informe Lugano, afirma que “los españoles son ratas de laboratorio: a ver cuánto castigo toleran sin rebelarse”. ¿Seguiremos dispuestos a tolerar este expolio de lo común sin rebelarnos ante las recetas neoliberales que nos siguen imponiendo?
Enrique Javier Díez Gutiérrez. Profesor de la Universidad de León
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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