Dentro de unos días en la plaza de toros cubierta de Vistalegre (Madrid), Podemos celebrará su segunda asamblea general, un evento que podría representar un giro importante en la vida de esta formación política que representa al día de hoy la única izquierda del Viejo Continente en condiciones de competir de igual a igual con el establishment neoliberal. En mi último libro (“La variante populista”, DeriveApprodi, 2016) he señalado en Podemos el ejemplo europeo más importante (comparándolo con las revoluciones bolivarianas en América Latina y con el movimiento nacido alrededor de la candidatura de Sanders en los Estados Unidos) del intento de cabalgar desde la izquierda la ola populista que se está levantando en todo el mundo como reacción a las devastaciones sociales, civiles y económicas provocadas por décadas de régimen neoliberal.
Antes de analizar las opciones estratégicas que se confrontarán en Vistalegre –intentaré hacerlo cotejando los documentos programáticos presentados respectivamente, por el secretario general Pablo Iglesias y por su competidor Iñigo Errejón– es útil realizar algunas consideraciones sintéticas referidas a la mutación del escenario mundial actualmente en curso (marcado, entre otros acontecimientos, por el Brexit, la elección de Trump y por la derrota de Renzi en el referéndum del pasado diciembre) y a los desafíos que eso impone a todos los movimientos antineoliberales de todo el mundo.
El presupuesto del que parto es que estamos viviendo la fase inicial de un rápido y caótico proceso de des-globalización. No tengo aquí el espacio para argumentar de forma adecuada tal tesis, por lo cual me limito a enunciarla en modo apodíctico haciendo referencia al artículo del vicepresidente boliviano Linera, que ya he comentado en estas páginas. En ese texto Linera escribía, entre otras cosas, que Trump “no es el verdugo de la ideología triunfalista de la libre empresa, sino más bien el médico forense al que le toca oficializar una muerte clandestina”. Clandestina, añado yo, gracias a la obtusa insistencia con la que las izquierdas se obstinan a no tomar nota. Y añadía que la era en la que estamos ingresando es rica de incertidumbres, y, justo por esta razón, potencialmente fértil, si sabemos navegar en el caos generado por la muerte de las narraciones pasadas.
En la misma longitud de onda, merece la pena señalar un largo, notable artículo firmado Piotr publicado en la web megachip que mantiene, entre otras cuestiones: 1) que Trump no representa solo un electorado compuesto por perdedores de la globalización (parados, trabajadores blancos pobres, etc.) sino también un múltiple mosaico de fragmentos de las élites dominantes asustadas por la inercia de una política neocons transversal (Hillary Clinton sobre todo) dispuesta a arriesgar una guerra mundial, para defender la hegemonía americana fundamentada sobre el binomio financiarización/globalización; 2) que esta base incoherente y variada lo obligará a llevar adelante una política igualmente incoherente y contradictoria (por ejemplo dando marcha atrás en la globalización sin dejar de defender los intereses de la finanza global); 3) que para oponerse a su pseudo new deal autoritario los lobby liberal-imperiales lucharán (es la crónica de estos días) con el cuchillos entre los dientes, movilizando una ideología identitaria “enrocada tras el dogma y la inquisición de lo políticamente correcto, es decir una forma ideológica elitista que prefiere todo lo que es minoría, ya que las minorías no plantean desafíos fatales, mientras, si bien explotadas pueden minar aquellos propuestos por la mayoría. Minorías que por esa razón tienen que ser tuteladas por lobby que se erigen a sus representantes. Lobby de minorías incorporadas en un establishment dedicado a políticas elitistas”; 4) que una izquierda que quiera luchar tanto contra el globalismo a la Clinton como contra el trumpismo tendrá que surfear, con espíritu pragmático mas sin renunciar a los principios, la ola populista. Lo que nos lleva otra vez a los dilemas de Podemos.
Empecemos diciendo que Podemos es hoy objeto de una violenta campaña de agresión por parte de los medios de comunicación españoles, parecida a las que en todos los demás países occidentales se conducen contra la amenaza “populista”. Las comillas se imponen porque el término se utiliza de manera totalmente indiferenciada: populistas son Evo Morales y Marine Le Pen, Rafael Correa y Grillo, Trump y Podemos. Un aplastamiento que no es fruto de la incapacidad de análisis político; al contrario: refleja la nítida polarización formulada hace algunas semanas por el director del Wall Street Journal, que ha declarado que, de ahora en adelante, el enfrentamiento no será entre derecha e izquierda sino entre globalistas y antiglobalistas. Igualmente univoca la receta para enfrentarlos: construir grande coaliciones entre liberales y socialdemócratas para cerrarles el paso (coaliciones a las que tienen tendencia a arrimarse en posición subordinada esos partidos de izquierda “radical” que se dejan convencer por las élites liberales de la necesidad de encararse contra el peligro “fascista”). En España, como explica un artículo del diputado de Podemos Manolo Monereo, esta campaña se ha hecho histérica desde cuando Podemos ha elegido estrechar una alianza electoral con Izquierda Unida en lugar que con el PSOE. Por eso, visto que la primera opción ha sido sostenida por Pablo Iglesias y la segunda por Iñigo Errejón, y visto que las dos tesis se confrontarán nuevamente en la asamblea de Vistalegre, los medios de comunicación están entrando a saco en el debate precongresual con la esperanza de lograr romper el partido o, como segunda opción, reforzar en su interior la corriente encabezada por Errejón. Vayamos a los documentos.
El documento de Iglesias arranca de consideraciones análogas a aquellas planteadas anteriormente referidas a la fase histórica mundial: la globalización está entrando en crisis al son del surgimiento de nuevas resistencias y adversarios políticos: no solo los movimientos sociales, sino también los gobiernos guiados por fuerzas políticas soberanistas/progresistas que, sobre todo en América Latina, intentan devolver un rol estratégico al Estado en materia de política económica y persiguen programas de reformas radicales, mientras está en curso un reequilibrio de las relaciones de fuerzas geopolíticas debido a la emergencia de superpotencias viejas y nuevas, como Rusia y China. La crisis europea es parte integrante de semejante contexto: los efectos devastadores del proyecto ordoliberista (la elevación del Tratado de Maastricht a rango constitucional bajo la hegemonía alemana, la perdida de la soberanía monetaria con la consiguiente destronamiento de los gobiernos nacionales despojados del poder decisorio sobre temas estratégicos; el ataque a los salarios y al estado social; los recortes generalizados del gasto público; el sistema de los media “blindado” en apoyo del pensamiento único liberal etc.) generan una resistencia creciente de los pueblos europeos. En España el consenso, por mucho tiempo fundamentado en sectores sociales que aspiraban ser integrados en la clase media y alternativamente gestionado por democratacristianos y socialistas, se ha disuelto tras el estallido de la crisis global y frente a la “cura” que la UE ha impuesto a España y que ha producido desindustrialización y desocupación. Así nacieron los movimientos de masas que reivindicaban democracia y soberanía populares, provocando una auténtica crisis de régimen. En esta situación los principales medios de comunicación se hacen garantes de la continuidad de las opciones políticas liberales, favoreciendo el surgimiento de una gran coalición liberal socialdemócrata como en el modelo alemán.
El documento pasa luego a reconstruir la breve historia de Podemos: nacido en el 2013/14 por iniciativa de un grupo de militantes de diferente proveniencia (movimientos estudiantiles, izquierda anticapitalista, ex comunistas, movimientos de base, etc.) inspirados en el ejemplo del “giro a la izquierda” que vieron muchos países latinoamericanos al construir experiencias populistas de izquierda, el partido lanzó un programa político que reclamaba el inicio de un proceso constituyente basado en reformas radicales: reconquista de la soberanía popular con la posibilidad de realizar una política económica redistributiva y recuperar los derechos sociales; reforma en sentido proporcional del sistema electoral, reforma de la justicia para aumentar su autonomía del sistema político; lucha contra el TTIP, lucha por la igualdad de género y por el reconocimiento del carácter plurinacional del Estado español, etc. Programa que cosechó un amplio consenso entre los sectores populares y en las clases medias empobrecidas, permitiéndole conseguir importantes éxitos electorales.
A continuación, Iglesias recuerda (y reivindica) el giro que dio el partido al escoger la alianza electoral con la izquierda radical de Izquierda Unida y la contraposición frontal al bloque de poder liberal -socialdemócrata. Recuerda que tal viraje se maduró tras un cerrado debate interno, en el que las bases rechazaron la opción (defendida por Errejón) de un acuerdo con el PSOE, eligiendo al contrario el camino de una alternativa radical al sistema de poder. Esta línea, que Iglesias se prepara a defender en la próxima asamblea general, se funda sobre la hipótesis de que la crisis política y económica no se está encaminando hacia la normalización, sino, al contrario, que está destinada a agravarse ulteriormente. La tarea de Podemos, entonces, no es la de proponer un plan alternativo de gobierno, sino la de construir un nuevo proyecto de país, manteniendo sólidamente unido un bloque social formado por sectores populares y clases medias.
Para realizar este proyecto se hace necesaria una reforma de la organización del partido que, en la convulsa fase de crecimiento, se había concentrado en la construcción de una máquina electoral favoreciendo la concentración del poder decisorio en las manos de la cúpula. Ahora se trata de superar este modelo vertical reforzando tanto las estructuras de base que hunden sus raíces en los territorios, como promoviendo y acompañando el nacimiento de verdaderas instituciones de democracia popular, una red de contrapoderes que permita que las victorias sean percibidas como victorias de un bloque social más que como victorias de Podemos. En suma, si se quiere construir un modelo alternativo de País, el programa de este partido de nuevo tipo – que tiene que representar un proyecto compartido por identidades políticas, sociales y territoriales diversas- debe dar un salto cualitativo que el documento identifica con objetivos ambiciosos: instituir un control democrático (mediante la regulación pública y/o nacionalización) de los sectores productivos estratégicos y en particular de los sectores financieros, de la energía, de las comunicaciones; reindustrializar el país frente a su reducción a país prevalentemente turístico impuesto por la UE; comprometerse para conseguir la soberanía alimentaria; ofrecer apoyo a la pequeña y mediana empresa, al cooperativismo y a la economía social.
El documento de Errejón dedica menos espacio al análisis de la fase histórica, en cuanto se concentra sobre todo en las relaciones de fuerzas entre los partidos, en las alianzas y en las perspectivas electorales, dando relativamente poco peso a los factores socioeconómicos. En particular, se tratan los siguientes temas: 1) análisis de los errores de Podemos que, según Errejón, habrían frenado el ascenso electoral; 2) máxima atención sobre la necesidad de transformar Podemos en fuerza de gobierno; 3) relanzamiento, con tal objetivo, de la hipótesis de alianza con el PSOE (y critica de la alianza con IU) ; 4) necesidad de reformar el partido, redimensionando el poder de la cúpula y “feminizándolo”; 5) desplazamiento del objetivo de construir un bloque social a aquel de “construir un pueblo” (ver, a tal propósito, el libro-dialogo entre Iñiigo Errejón y Chantal Mouffe, “Construir pueblo”), de lo que consigue la reformulación del conflicto social casi exclusivamente en los términos de la oposición arriba/abajo, pueblo/élite; 6) mucha atención para las expectativas de seguridad y orden de las clases medias. Miremos más en detalles este desarrollo.
Para Errejón, Podemos encarna un ciclo de movilización que ha dicotomizado la sociedad española entre “gente común” y una casta privilegiada (se trata de la formulación “clásica” del fenómeno populista según las teorías de Ernesto Laclau). Por ende su vocación es la de construir una fuerza política de tipo nuevo (más allá de los dogmas de la izquierda tradicional) que persiga un cambio de poder en favor de las mayorías sociales (¡cambio de poder, no ruptura sistémica!).
Para superar la estructura vertical actual (objetivo en el que concuerda también Iglesias, como hemos visto) Errejón propone una receta basada en los principios “clásicos” de la democracia parlamentaria burguesa y de sus partidos: división de poderes, distribución de los cargos en base a un criterio de “proporcionalidad” entre corrientes internas (cuya existencia se da por descontada como garantía de democracia). Para acabar, “feminización” del partido en observancia a lo que en Italia definiríamos principio de las cuotas rosa (punto sobre el que volveré más adelante, puesto que me parece relevante a la hora de evidenciar diferencias de perspectiva política entre los dos enfoques).
Sobre el tema de las alianzas, Errejón es fuertemente crítico frente al acuerdo electoral con IU (al cual imputa el fallido crecimiento en la última vuelta electoral), mientras relanza la hipótesis de la alianza con el PSOE, en menosprecio de la trágica crisis de este partido y al hecho que las bases habían rechazado (ver documento Iglesias) tal idea. Por un lado, sostiene que si se hubiera planteado la relación con el PSOE en modo “laico” (implícita alusión a la hostilidad ideológica de las bases de izquierda hacia los socialistas) se habrían conseguido resultados más provechosos que los alcanzados con la línea de oposición frontal que se emprendió. Más allá de que esta tesis de por descontada la posibilidad de obligar al PSOE a adherir a una alianza de centroizquierda, es evidente que el resultado al que se hace alusión consiste en la posibilidad de que Podemos logre finalmente convertirse en fuerza de gobierno. Pero ¿a qué precio político? El documento, no en vano, omite las políticas llevadas por el PSOE en los años anteriores, es decir, sobre su plena conversión al credo neoliberal. Tal vez para no tener que admitir que un acuerdo con el PSOE implicaría un desplazamiento hacia el centro de Podemos con mucha más probabilidad que un desplazamiento a la izquierda de los socialistas.
En este sentido, Errejón reitera su propia convicción de que, a la fuerza de las élites, no se puede contraponer la izquierda, sino “la mayoría heterogénea de quienes están abajo”. Sobre cuál sea la naturaleza de la mayoría heterogénea que tiene en su mente Errejón, nos ofrece un indicio su repetida referencia a la necesidad de facilitar la acogida de las exigencias de certidumbre, orden y seguridad de la gente: el “pueblo” en cuestión está conformado sobre todo por esas clases medias que confían poder recuperar las posiciones de privilegio perdidas a causa de la crisis, un pueblo que no hay que asustar contrayendo imprudentes alianzas con las clases subalternas. En síntesis, podríamos decir que estamos delante de un proyecto neo socialdemócrata, gracias al cual Podemos se encontraría comprometido a integrar, absorber y revitalizar a un partito socialista deslegitimado por haber entregado el País al saqueo del capital financiero global.
Como puede apreciarse la alternativa propuesta por los dos documentos es radical: por un lado tenemos la idea de que la crisis tiene como destino profundizarse en su gravedad y no requiere un simple cambio de política económica sino más bien un auténtico un vero e proprio cambio de civilización, por otro, la idea de que existe una posibilidad de “normalización” de la crisis mediante un cambio di gobierno y la adopción de medidas capaces de mitigar la dureza de la civilización neo liberal; por un lado tenemos la concepción de un proceso constituyente gestionado por nuevas instituciones de contrapoder popular y por un partido capacitado para guiar un bloque social integrado por las clases subordinadas y las clases medias empobrecidas, por otro lado la convicción de que es suficiente revitalizar las instituciones de la democracia representativa y refundar la socialdemocracia para devolver poder de decisión al pueblo.
Se podría también decir que se encaran dos diferentes concepciones del concepto de hegemonía: la primera inspirada en la idea de bloque social de Gramsci, la segunda en la idea de pueblo de Laclau, dos concepciones que nos remiten a dos modelos diferentes de “socialismo del siglo XXI ” (no se olvide que tanto Iglesias como Errejón deben su propia formación política a la experiencia latinoamericana): por una parte el modelo de la revolución boliviana de Morales y Linera, por otra el modelo de la Revolución Ciudadana de Rafael Correa (la que, para entendernos, le gusta más a Grillo: si ganara Errejón, Podemos se asemejaría al Movimento 5 Stelle (M5S) bastante más de cuanto se le parece ahora).
Es también significativa la diferencia de actitud de los dos documentos en el tema de la paridad de género: ambos atribuyen una fundamental importancia a ese objetivo, sin embargo el documento de Errejón se refiere a él de forma casi obsesiva, evocando en modo reiterado el concepto de ”feminización” (del partido, de las instituciones, del programa, etc.). La duda que queda es que tanta insistencia sea explicable, más que como reconocimiento a la ideología feminista, como convergencia con la campaña global que el frente liberal está dirigiendo contra la amenaza populista, campaña en la que la ideología politically correct, los derechos civiles e individuales y la exaltación de todas las diferencias –ver referencia inicial– se movilizan activamente con el fin de impedir que la lucha para los derechos sociales vuelva a ocupar el centro del escenario.
En conclusión: es de auspiciar que la heterogeneidad de los dos bloques sociales y de las dos culturas políticas que hoy en día conviven en Podemos no provoquen una ruptura que sería desastrosa para el movimiento antineoliberal español, sin embargo, al menos desde el punto de vista de quien escribe, no es menos deseable que la unidad se mantenga bajo la hegemonía de la línea de Iglesias, a la que creo se pueda reprochar casi sólo la evidente incoherencia de cara al problema de Europa: la experiencia griega ha demostrado que el objetivo de reconquistar la soberanía popular en materia de democracia, bienestar y política económica no es compatible con la permanencia en la UE, incompatibilidad que, hasta el momento, ni siquiera Iglesias ha tenido el valor de reconocer.
Carlo Formenti es sociólogo, periodista, escritor y militante de la izquierda radica italiana. Colaborador de multitud de publicaciones, es autor de ensayos dedicados a temáticas políticas y sociales. Entre las más recientes: Incantati dalla Rete (2000); Mercanti di futuro (2002); Cybersoviet (2008); Felici e Sfruttati (2011); Utopie letali (2013). De particular interés es su último libro: La variante populista. Lotta di classe nel neoliberalismo. DeriveApprodi, 2016. (Roma)
Traducción al castellano por Marco Rizzardini
El artículo ha sido publicado por la revista MicroMega 1/2017
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario