¿Qué es el marxismo y qué tiene este tema que ver con la economía política? El marxismo es la crítica de la economía política burguesa, al mismo tiempo que se afirma como la teoría de la praxis socio-económica, teniendo como reto pensar las sociedades bajo el punto de vista del trabajo, en oposición a las mistificaciones del capital.
En este sentido, el marxismo es la ciencia, el arte, la cultura, la vida, en su dimensión asumidamente laica, inmanente, porque el trabajo, en el sentido de fuerzas productivas, es lo que produce la sociedad y todo lo que en ella existe, a partir de la interacción técnico-científica, también resultado del trabajo, entre el humano y la naturaleza.
El marxismo es una crítica de la economía política burguesa, muy especialmente porque, su existencia, en sí misma, como praxis, es incompatible con la supremacía del capital sobre el trabajo colectivo. Es por esto que o el fin de la metafísica es marxista o la promesa de este fin no pasará de una mistificación de las escaramuzas teórico-culturales del capital.
En su libro Un espíritu libre no debe aprender como esclavo, Roberto Rossellini se remite al Manifiesto del Partido Comunista (1848), en el que Marx y Engels definen el papel corruptor de la burguesía a lo largo de la historia: “Al llegar al poder, la burguesía destruyó todas las relaciones feudales, patriarcales, idílicas. Acabó sin piedad con los variopintos matices de los vínculos feudales que unían al hombre con sus superiores naturales y no dejó entre hombre y hombre otro lazo que el del mero interés, el frío pago al contado. Relegó la dignidad personal a un simple valor de cambio, y como sustitutivo de las innumerables libertades reconocidas por escrito y duramente conquistadas, instauró la libertad única e indiferente del comercio. Sustituyó, en una palabra, la explotación disfrazada con ilusiones religiosas o políticas por la explotación franca, cínica, directa, brutal.” (1)
El capital no existiría sin metafísica, esto es, sin mistificarse, razón por la que el marxismo es, como crítica de la economía política burguesa, la ciencia de la no metafísica. Esto no significa que sea arrogante o presuntuoso, por clasificarse como ciencia, teniendo en cuenta el relativismo posmoderno dominante. El marxismo es ciencia porque es la ciencia del trabajo colectivo, secuestrado por la dictadura del capital.
Por supuesto, esta cuestión nada tiene que ver con jerarquía o capital simbólico. Por el contrario, el esfuerzo teórico-práctico del marxismo sólo puede ser considerado una ciencia porque está retado a pensar y a vivir teniendo en cuenta la liberación del trabajo común de su milenario yugo oligárquico.
Los elementos centrales del modelo teórico explicativo marxista son básicamente cuatro: el primero, la lucha de clases, formulada por primera vez en el Manifiesto comunista y progresivamente transformada en el método de análisis de la historia humana en torno a los conceptos de clase social, contradicción y división social del trabajo, método a la vez basado en la mecánica hegeliana llamada dialéctica: aunque en términos hegelianos se trata de una lógica ontológica, modelo que rebasa al concepto hegeliano de dialéctica.
El segundo, la crítica a la economía capitalista, que se desarrolla en El capital (tres tomos oficiales y un cuarto tomo, póstumo, Historia crítica de la teoría de plusvalía). En él, Marx desarrolla un modelo alternativo para calcular el concepto de valor de la economía capitalista, basado en el tiempo de trabajo socialmente necesario para la producción de mercancías. Esta investigación tiene directas consecuencias políticas, pues la hipótesis marxista probaría que la sociedad capitalista se funda en torno al robo del trabajo humano a través de la plusvalía, legitimado en el estado de derecho por la propiedad privada sobre los medios de producción y el libre usufructo de esas ganancias.
El tercer punto es el concepto de ideología, desarrollado por Marx en sus primeros libros como La ideología alemana y que intenta explicar las formas de dominación mental de la sociedad capitalista y su relación con la composición económica de esta. Concepto abandonado por Marx para centrarse por años en el análisis político; sin embargo, vuelve a aparecer con fuerza en El capital bajo el concepto fetichismo de la mercancía, una forma de explicar la incapacidad psicológica de una persona de percibir el valor de uso de una mercancía. Este concepto es extremadamente importante porque describe todas las consecuencias de las formas de producción de la vida dentro del capitalismo.
El cuarto punto del método, no doctrina, marxista es el comunismo, una teórica/utópica sociedad humana que puede sobrepasar los límites de la capitalista, basada en la explotación humana. Marx usó muchas veces el término, pero jamás explicó sus alcances ni características. Un análisis crítico de su obra demostraría que él no querría describir algo que aún no existe; por tanto, el significado de comunismo se halla en una síntesis, tanto de los problemas económicos fundamentales hallados de modo explícito en El capital como de un análisis de la crítica política-jurídica hecha por el autor a las instituciones capitalistas.
Las opiniones corrientes que gustan de subrayar, en un tono de verdad irrefutable, que el marxismo es cosa del pasado valen tanto como la afirmación de que el trabajo oprimido no existe hoy. Si es consecuente, el marxismo está en la obligación de actualizar el punto de vista del trabajo teniendo en cuenta la estructura de las fuerzas productivas del presente histórico mundial.
Mientras exista propiedad privada de los medios de producción del trabajo colectivo humano, habrá la necesidad de una ciencia que se oponga a este chantaje y, al mismo tiempo, que sea capaz de producir un cuerpo teórico/metodológico que describa el modo por el cual el capital engaña al trabajo colectivo.
Aquí, a propósito, hay que decir que Marx no propone la abolición de la propiedad privada, mito largamente extendido; propone es la abolición del sistema de propiedad burguesa; como lo menciona en su Manifiesto comunista: “Lo que caracteriza al comunismo, no es la abolición de la propiedad en general, sino la abolición del sistema de propiedad burgués” ya que la burguesía viola la ley, corrompe las instituciones u otros mecanismos legales para apropiarse de la propiedad de los trabajadores: por ejemplo, el robo de tierras a campesinos e indígenas.
Por más que el término ilusión suene agresivo no existe otro para decirlo. Si el trabajo colectivo no se dejase engañar por el capital, vería con claridad que la historia está literalmente en sus manos. El resultado de esto no sería otro: justicia colectiva y consecuente producción de un modelo civilizador compatible con las condiciones de los ecosistemas de la vida en la Tierra.
El marxismo es el nombre de una ciencia que tiene como parte aguas el libro El Capital (1868). Sus teóricos no son seguidores de una secta, sino intelectuales orgánicos (cuyo término, en singular, fue acuñado por Gramsci) (2) de un paradigma científico, como a propósito argumentaron Louis Althusser y Etienne Balibar en Para leer el capital (1965), texto en el cual afirmaron que la humanidad protagonizó tres revoluciones científicas: la revolución del continente/matemáticas, con los presocráticos griegos (siglo VI a.n.e.); la revolución del continente/física, iniciada por Galileo en el siglo XVI; y la revolución del continente/Historia, comenzada por Karl Marx, sobre todo con El Capital.
La revolución del continente/Historia incorpora las dos anteriores a partir de dos constataciones objetivas: 1. Tanto la primera como la segunda revolución son atributos del trabajo científico colectivo de toda la humanidad; 2. La revolución del continente/Historia, asumida por los trabajadores, es la revolución de las revoluciones precisamente porque puede poner toda la ciencia al servicio común de los trabajadores del mundo entero.
Sea por medio de la tentativa de congelarla en el tiempo histórico, como si fuese una obsoleta teoría crítica del siglo XIX o de la primera mitad del siglo XX; sea por medio de afirmaciones del tipo “el marxismo es sólo una corriente teórica”, entre otras, el relativismo contemporáneo dominante cometió dos errores gravísimos: 1. La revolución del continente/Historia, que recibe el nombre de marxismo, existirá incluso después del fin de la autonomía parásita del capital sobre el trabajo, porque es de la historia del trabajo, como el sujeto colectivo de todas las ciencias, que ella trata; y el trabajo siempre existirá, mientras haya vida humana; 2. La revolución del continente/Historia no es una narrativa autoritaria, por el contrario. Como paradigma científico del continente/Historia del trabajo colectivo/individual no sólo está en la obligación científica de actualizarse de forma permanente, sino también de contemplar una perspectiva democrática radical, al considerar el trabajo en sus diferentes configuraciones étnicas, de género, culturales, siempre teniendo en cuenta las relaciones de poder que demarcaron la historia de los diferentes pueblos, impidiéndoles expresarse libremente, fuera de toda custodia o explotación.
Brasileñas y brasileños: el golpe de Estado que Ustedes están sufriendo y la tragedia de sus efectos objetivada, por ejemplo, con la huelga de los policías militares del Estado de Espíritu Santo, más que nunca reclama la unión del conjunto de la clase trabajadora. No obstante, sin la apropiación del continente/Historia, es decir, sólo con la lectura consecuente del marxismo, conseguirán superar este trauma que el capital internacional impone sobre Ustedes.
Vamos a poner un ejemplo. Una izquierda que no lee y si lee no actualiza una obra como El 18 Brumario de Luis Bonaparte, escrita por Marx en 1852, no tiene la mínima noción de cómo funciona el Estado capitalista, sobre todo en su dimensión global.
Este debería ser un libro de cabecera para mujeres, hombres, negros, gays, asiáticos, blancos, mestizos, latinos y norteamericanos, para los trabajadores en general. En este libro, siempre teniendo en cuenta una crítica de la economía política burguesa, Marx procura mostrar fundamentalmente tres asuntos que le son caros, con el golpe que lacera este país pleno de potencialidades laborales.
La primera es: delante del riesgo de una revolución de los trabajadores, legítima, como ocurrió en Francia en 1848, la burguesía tiende a demandar un Bonaparte, esto es, un soberano que se pone por encima de la ley y que incluso se dispone a estar por encima de la ley burguesa. Luis Bonaparte cumplió en Francia ese papel, por eso realizó el golpe de Estado y fue autorizado a hacerlo. ¿Quién o quiénes son los Bonaparte del golpe de Estado en Brasil? Esta es la primera pregunta que los brasileños deberían hacerse. De nuestra parte, ponemos en absoluto paréntesis la Operación Larva de Ladrones. ¿Quién es Batimoro? ¿Por qué está autorizado a actuar, como un cowboy, fuera de la ley, tal como actúa? (3) Él tiene todo para ser el Bonaparte, o uno de los…, del Golpe; 2. En este libro, El 18 Brumario… Marx buscó mostrar también cómo funcionarios públicos, la burocracia del Estado burgués, participaron del golpe de Estado en Francia. Evidenció que esta burocracia, principalmente la del poder judicial, fue formada y conformada para traicionar a los trabajadores y fue lo que ella, implacablemente, hizo; 3. Por último, Marx argumentó que Bonaparte no existiría sin el lumpen-proletariado. Este fue meticulosamente seducido por Bonaparte y literalmente usado para combatir la revolución de los trabajadores.
Brasileñas y brasileños, no hablamos por nosotros apenas, que no nos encontramos entre los vivos, sino que hablamos como militantes —aquí la ciencia es militancia revolucionaria— de la revolución del continente/Historia, la revolución del cosmo/mundo del trabajo, finitamente infinita; y lo que decimos es simple: sean obreros del continente/Historia, ningún golpe los humillará. Firma, Karl Marx, uno colombo/brasileño.
Y para terminar con lo relativo al Golpe en Brasil, no podríamos dejar pasar lo siguiente: Rodrigo Janot fue y es un importante artífice del golpe, en cabeza del Ministerio Público. Una prueba cabal más de que comete crimen de lesa patria, el peor de los crímenes, es el acuerdo que acaba de firmar con el Departamento de Justicia estadounidense, a nombre del Estado brasileño. El objetivo de este acuerdo, para no decir, sometimiento, es ratificar lo que este apoyo ya denunció: la “continentalización” (un nuevo Plan Cóndor, una nueva Operación Cóndor) (4) de la ya citada Operación Larva de Ladrones (5).
El foco es, no por casualidad, la actuación de la Odebrecht —pero no sólo— en el conjunto de América Latina. El objetivo es el mismo: usar los Poderes Judiciales y los Ministerios Públicos de los países respectivos para condenar la soberanía en ellos. O nos rebelamos contra esto exigiendo justicia a la justicia para y contra este Mr. Janot y demás vende-patrias o el Poder Judicial se transformará realmente en aquello que ya ha sido: un cíclope, gigante de un solo ojo que devorará a todo el Estado en nombre de su puritano señor: Diosestadosunidos. Falso dios, al que no podemos dejar de recordarle que ya es hora de que en vez de promover/divulgar tanto la idea de democracia, la practique y/o permita hacerlo.
No hay que olvidar jamás, por otro lado, que nuestro único/real infierno son el imperialismo y el latifundio: combatirlos es aprender con la historia, actualizando su modo de realización genocida y articulado; el resto es fuga de la historia, o sea, rendición.
El moro, nunca el Bonaparte/Batimoro Moro. Para la Arqueología del futuro.
Notas:
(1) Rossellini, Roberto. Un espíritu libre no debe aprender como esclavo. Paidós, 2001, 165 pp.: en el capítulo La crisis de la civilización y el papel de la burguesía: 92-93.
(2) Término, “intelectual orgánico”, acuñado por Antonio Gramsci, quien delimita el concepto de intelectual en dos sentidos. Uno, de tipo sociológico, define a los intelectuales por el lugar y la función que ocupan dentro de una estructura social: a este tipo lo llama orgánico. Otro, de tipo histórico, determina el carácter de intelectual por el lugar y la función dentro de un proceso histórico: a este tipo, lo llama tradicional. Él se alza contra la falsa noción de la independencia de los intelectuales, contra el hecho de que sean asimilados a hombres de letras; relativiza la división entre intelectuales y simples, y quiebra la individualidad del intelectual en la figura del intelectual colectivo de la clase obrera.
(5) Conocida mediáticamente como Operación Lava Jato, por el sitio donde los lava-perros de la mafia político/judi-poli-cial/gringófila o, peor, sometida a los gringos, llevaban no tanto sus carros o los de sus patrones sino a cocinar los chismes de donde saldría nada más y nada menos que un golpe de Estado.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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