Fidel Castro: ética y acción revolucionaria. Por Omar Pérez Salomón
En medio de la actual contienda ideológica, donde unos insisten en restablecer el capitalismo en Cuba y otros en defender el proyecto socialista cubano, se precisa persistir en el legado fidelista para continuar la obra emancipadora, acogiendo las ideas conductoras y las prácticas que preconizara Fidel.
Es necesario mantener viva su doctrina, como arma de lucha para explicar las contradicciones entre el imperialismo yanqui y la Revolución Cubana, la complejidad de los objetivos y tareas de la construcción socialista en nuestro país dentro del contexto de la crisis del capitalismo, y desenmascarar a elementos captados por la maquinaria ideológica del imperio.
Si Martí sería considerado, “el más genial y el más universal de los políticos cubanos”[1], Fidel, su mejor discípulo, constituye el paradigma que estamos instados a estudiar y aplicar a diario.
Su origen social, su contacto con las capas más pobres de la sociedad, su estancia en colegios católicos y las condiciones imperantes en el país influyen en Fidel y contribuye sustancialmente a modelar su personalidad. Su vida tan cargada de acontecimientos lo arrastra a la actividad política y revolucionaria desde muy joven con un pensamiento ético y transformador.
Creo que su dimensión ética aparece en primer plano reflejada en sus escritos y discursos, que se adhieren a la verdad histórica, a la naturaleza cultural y social del pueblo, con un lenguaje directo, adecuado y que llega a las mayorías.
Como Martí, Fidel pone la pluma al servicio de su causa. No ejerce el periodismo como medio para ganarse la vida, sino como formidable arma política y como vehículo de divulgación de sus ideas. [2]
Entre 1952 y 1958 publica varios artículos que denuncian la corrupción política y administrativa, el robo del erario público y la sumisión de los gobiernos de turno al imperialismo norteamericano. En 1952, en Alerta revela: “Pues bien, vengo hoy a denunciar en todos sus aspectos una de las más grandes inmoralidades del señor Carlos Prío Socarrás que, por sí sola, es capaz de invalidarlo del respeto y la consideración de la ciudadanía; tan grave como construir edificios de apartamentos en Nueva York o fomentar repartos residenciales en Guatemala, con la sola diferencia que esos hechos están ocurriendo aquí en Cuba y de antemano lo reto a que me desmienta, porque esta vez en una mano tengo la denuncia y en la otra las pruebas”.[3]
A propósito del golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, perpetrado por Fulgencio Batista, Fidel deja claro que, “no se basa en ninguna razón moral seria, ni en doctrina social o política de ninguna clase. Solo halla razón en la fuerza, y justificación en la mentira”. Para luego agregar, “Su asalto al poder carece de principios que lo legitimen; ríase si quiere, pero los principios son a la larga más poderosos que los cañones. De principios se forman y alimentan los pueblos, con principios se alimentan en la pelea, por los principios mueren”.[4]
Razón tenía Fidel, pues el apego a los principios revolucionarios, al ideal de justicia, el respeto al adversario y el contacto permanente con las masas fueron elementos claves que llevaron al triunfo del primero de enero de 1959 y a enfrentar con éxito por casi 60 años al imperio más poderoso que ha existido en la historia de la humanidad.
Desde la época de estudiante universitario, más adelante como dirigente político y después como organizador y conductor del proceso revolucionario cubano no se separó jamás del pueblo. Como método de trabajo, diría Fidel en un documental transmitido recientemente en el programa televisivo La pupila asombrada dedicar un 90% del tiempo de trabajo al contacto con las masas, a escuchar sus opiniones, a saber cómo piensan.
Fidel era un convencido de que los conceptos de libertad real, de igualdad y fraternidad, solo pueden existir en el socialismo. Forjó en el pueblo cubano un espíritu de solidaridad e internacionalismo sin igual, que ha permitido que cientos de miles de cubanos hayan combatido y trabajado en otras tierras en las condiciones más difíciles, a veces al costo de su vida, demostrando lealtad a esos principios.
El conocimiento a fondo del sistema capitalista, que engendra la explotación del hombre por el hombre, el individualismo, vicios y conductas inhumanas, provocó su pensamiento ético y su acción revolucionaria. Al respecto diría: “Quienes defendemos el socialismo como futuro para la humanidad, debemos estar en esta batalla que no es todavía la del socialismo, sino la de un mundo distinto librado de la miseria y la opresión, la de cientos de millones de hombres para los cuales es también indispensable convencer a los neocolonialistas de que les es imperativo cambiar o derrotar su política mediante esta lucha de los pueblos”. [5]
Toda la vida de Fidel es acción contra las injusticias y en favor de los desposeídos. Es acción transformadora que alcanza a la sociedad cubana, y, por qué no, al mundo.
El comandante sandinista Tomás Borge resumía de la siguiente forma la dimensión ética del líder histórico de la Revolución Cubana:
[…] En mi opinión, Fidel, al margen de su voluntad y de su modestia, usted ocupará un lugar en la historia como caballero andante, cuyas armaduras no se sabe bien si salieron de la forja de la lucidez o del coraje. Creo, en efecto, que usted el día de hoy está más interesado en el resplandor de los tomates, en ponerles las espuelas a la genética, en reducir aún más la ya impresionante baja tasa de mortalidad infantil de Cuba, que en rebasar las fronteras del grano de maíz donde cabe toda la gloria del mundo […].
[…] Me voy impresionado por la implacable organización de sus ideas, por su sinceridad. Convencido de haber hablado con el discípulo de Martí. De haber hablado con un grano de maíz. [6]
[1] Fidel Castro: “Discurso en la velada conmemorativa de los cien años de lucha el 10 de octubre de 1968”. El Autor Intelectual, Editora Política, La Habana, 1983, p.145.
[2] Ana Núñez Machín, en la introducción del libro, Fidel Periodista, Editorial Pablo de la Torriente, La Habana, 2006, p.11.
[3] Fidel Castro: “Prío rebaja la función de nuestras fuerzas armadas”, Alerta, 28 de enero de 1952.
[4] Fidel Castro: “¡Revolución no, zarpazo!”. Fidel Periodista, La Habana, Editorial Pablo de la Torriente, 2006, p.51.
[5] Fidel Castro: “Intervención en el encuentro internacional de partidos y movimientos que asistieron al 70 aniversario de la Gran Revolución Socialista de Octubre, Moscú, 5 de noviembre de 1987. Ediciones OR (julio-diciembre), La Habana, 1988, p. 127.
[6] Tomás Borge: “Un grano de maíz”, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 1992, p.305.