domingo, 20 de agosto de 2017

Terrorismo yijadista: Otra vez quieren que olvidemos el origen de este terrorismo 20Ago 2017 Compartir: facebook twitter meneame 1 comentario Roberto Montoya Periodista y escritor @1RobertoMontoya


Una vez más todos los grandes grupos mediáticos, los líderes de los principales grupos políticos y el mismísimo Felipe VI nos repiten al unísono: “lo importante es la unidad frente al terrorismo”; “los demócratas debemos estar unidos contra la barbarie”, “quieren acabar con nuestros valores, nuestro estilo de vida”.
Sí, claro que la unidad es importante, esencial en momentos tan dramáticos, pero ¿qué más? ¿cuál es la conclusión? ¿Qué hacer mientras se espera el próximo atentado?
Porque atentados de los llamados de signo yihadista -interpretación de la Yihad que no comparten una gran parte de los musulmanes- seguirá habiendo y previsiblemente aumentarán, en la medida que Daesh (Estado Islámico o ISIS) siga perdiendo territorio en Irak y Siria y se esfume el embrión de gran Califato Islámicoque creó en 2014.
Daesh se juega su supervivencia. Su gran diferencia con respecto a Al Qaeda -de cuyas entrañas nació en Irak- fue dar vital importancia a la conformación de un Califato, un territorio que logró ir conquistando a base de una limpieza étnica y religiosa a sangre y fuego en Irak y Siria, hasta alcanzar a tener el control de un tercio del territorio de esos dos países y con proyectos de ampliarse a muchos más.
Daesh reconfiguró los territorios que fueron cayendo en sus manos y tomó el control total de grandes ciudades, como Mosul, con dos millones de habitantes, la segunda de Irak y muchísimas ciudades más, nombró gobernadores, nuevas autoridades, explotando sus instalaciones petrolíferas, sus empresas, dirigiendo su vida económica, política, social, judicial y religiosa.
Y ese fue el atractivo de Daesh para las decenas de miles de jóvenes del mundo musulmán y también de Europa y de otras regiones del mundo. Entusiasmados con la impresionante maquinaria mediática yihadista miles de ellos decidieron trasladarse a ese Califato en expansión que les vendían, “para vivir, crear familias y combatir por Alá, por un mundo sin infieles”.
Todo ese proyecto se está debilitando drásticamente y por ello Daesh recurre a sus células durmientes en Europa y, sobre todo, a los miles y miles de potenciales lobos solitarios a los que imanes fundamentalistas  radicalizan hasta el extremo, o que se auto radicalizan vía Internet y redes sociales.
¿Qué hará España, qué hará Europa ante semejante desafío? ¿Endurecer aún más las leyes antiterroristas, que en el caso de España la Audiencia Nacional utiliza no solo contra el yihadismo sino también de forma arbitraria,  para casos que nada tienen que ver con el terrorismo?
¿Cerrará aún más nuestras puertas y se cerrarán las de toda la UE frente a la avalancha de refugiados mayoritariamente de origen musulmán que se juegan la vida en el Mediterráneo tras perder familiares, amigos, viviendas, tiendas y empresas a causa de las cruentas guerras que padecen sus países? El 80 por ciento de las víctimas del terrorismo yihadista son musulmanes.
¿España -como otros países europeos- ralentizará aún más la llegada y la regularización antes de septiembre próximo de los más de 17.000 refugiados sirios con los que se comprometió en la UE en 2015 y de los que solo ha acogido hasta ahora a poco más de 1.300?
¿La UE dará aún más dinero al represor gobierno de Turquía que tanto ha ayudado a Daesh durante años, para que Erdogan impida ahora que pasen por su territorio camino a Europa miles de familias desesperadas, y las retenga en sus inmensos y colapsados centros de internamiento?
¿La UE dará también más dinero a un estado fallido como Libia -al que ayudó a que sea estado fallido- para que sus patrullas navales impidan la salida de pateras de sus costas y también para alejar a las Ong que intentan salvar la vida de quienes viajan en ellas en situaciones extremas?
Europa, el yihadismo y la crisis de los refugiados
“Europa tiene ya suficientes problemas como para hacerse cargo de las víctimas de guerras lejanas” nos dicen abiertamente los más declaradamente xenófobos e islamófobos, o lo hacen más subliminalmente otros, en España, en Europa, territorio de dictaduras, de las mayores guerras mundiales, escenario de horror, de genocidios, de limpiezas étnicas, hambrunas y éxodos.
La rica Europa quiere ocultar lo que vivió hace solo unas pocas décadas. Y quiere ocultar también la corresponsabilidad que tiene, junto con EEUU, en las guerras que desde hace seis años provocan esa huida masiva de familias aterrorizadas hacia nuestras costas.
No hace falta remontarnos a la siniestra época colonial para ver la relación de Europa con esas guerras actuales y ese éxodo. Basta con comprobar cómo la civilizada y democrática Europa mantuvo durante décadas excelentes relaciones políticas, financieras, comerciales y militares con la mayoría de los sátrapas del Magreb, del Golfo, del gran Oriente Medio en general, lo que los ayudó no poco a mantenerse en el poder durante años y años.
Europa pareció sorprenderse ante el estallido de la Primavera Árabe, que puso en evidencia los años de represión, de injusticia, discriminación y corrupción de esos regímenes despóticos a los que EEUU y Europa seguían -y siguen- vendiendo armas y mercaderías y aceptando gustosos sus inversiones en bancos y empresas occidentales.
La actitud timorata y tardía cuando no abiertamente cómplice de Occidente ante esas revoluciones populares que estaban teniendo lugar a partir de 2010 ante sus narices dio ánimo a aquellos  gobiernos autoritarios a reprimirlas brutalmente y a que en reacción a ello entraran en acción milicias de todo tipo financiadas por países y grupos interesados en sacar partido de ello, iniciándose una espiral de violencia que se ha cobrado ya más de 500.000 muertos, la mayoría en Siria.
Varios países aliados de EEUU y la UE como Turquía, Arabia Saudí, Qatar, los Emiratos Árabes y otros, al igual que grandes hombres de negocios de esos y otros países vieron en ese caos la oportunidad para intentar resolver crónicos problemas regionales y geoestratégicos.
El mundo suní alentó a las numerosas milicias más fundamentalistas, entre ellas Al Qaeda y sus distintas ramas y a Daesh, para que ganaran posiciones dentro del campo rebelde y desplazaran por la fuerza a todos sus competidores. Todo valía para frenar la creciente influencia política y militar de Irán en Irak, Siria, Líbano, y para propiciar que los viejos regímenes fueran sustituidos por gobiernos aliados y controlables.
La Liga Árabe, una vez más, demostró que el sueño de la gran Nación Árabe es ya solo un sueño -para regocijo de Israel-; que la solidaridad del mundo árabe es una entelequia -y eso los palestinos lo saben y padecen en carne propia-; que la lucha en su seno por el poder económico, político, cultural, religioso y militar es encarnizada.
Muchos de sus países miembros fueron aliados y cómplices de EEUU, Europa y la URSS en la década de los ’80 para financiar, armar e instigar al Irak de Sadam Husein a lanzar una guerra de ocho años (1980-1988) y un millón de muertos contra la naciente Revolución Islámica del ayatolá Jomeini.
Paradójicamente, de forma paralela en el tiempo (1979-1989), buena parte de esos mismos aliados occidentales y del mundo musulmán -sin la URSS- reclutaban en distintos países de mayoría musulmana a miles de muyaidin para reforzar a las milicias islámicas que combatían en Afganistán al Ejército Rojo.
EEUU y sus aliados europeos encontraron así en plena Guerra Fría la gran oportunidad para montar una gran y costosa operación encubierta en la que no ponían tropas propias para enfrentar a la URSS. Moscú había desplegado a fines de 1979 en Afganistán 100.000 soldados para defender al gobierno comunista aliado que había llegado al poder un año antes y que estaba siendo acosado por las milicias de muyaidin a las órdenes de numerosos y enfrentados señores de la guerra.
¿Nos piden que olvidemos acaso que el saudí Osama bin Laden -miembro de una numerosa y poderosa familia de origen yemení con fuertes lazos con la familia real saudí y con grandes inversiones en EEUU- fue uno de los grandes apoyos que tuvieron EEUU y sus aliados para reclutar a esos miles de muyaidin, que serían luego los pilares de Al Qaeda?
Estados Unidos en primer lugar, pero con la complicidad de Europa y de muchos países del llamado “mundo musulmán”, fueron en definitiva tan corresponsables del enquistamiento y superviviencia  de regímenes represivos en la mayoría de países del gran Oriente Medio, como corresponsables del gran desarrollo alcanzado por organizaciones terroristas como Al Qaeda, Daesh y muchas otras autollamadas yihadistas. La obsesión por controlar las fuentes energéticas de la región hicieron que EEUU y Europa tuvieran una visión cortoplacista al cerrar alianzas contra natura contra quienes luego volverían las armas en su contra, ayudando así en la práctica a dar lugar a esa guerra santa, a esa violenta Yihad, siguiendo la interpretación más rigorista del Islam sobre ella.
Armas españolas para Arabia Saudí, Egipto 
“No hablemos de historia, lo hecho, hecho está”, se nos dirá. Y la rueda del sistema seguirá su curso. España, como Francia, EEUU y otros países, seguirá vendiendo grandes partidas de armas a países ultra represivos como Egipto o Arabia Saudí -el principalísimo foco de expansión mundial del Islam más integrista y extremo desde hace décadas-, armas que se utilizan en la silenciada guerra que encabeza la monarquía saudí en su país vecino y que se ha cobrado ya 15.000 vidas en solo dos años.
Eso sí, a esas ventas de armas se les seguirá dando mucha menos difusión mediática que a las visitas hechas por Felipe VI a Riad para desatascar los multimillonarios contratos obtenidos por empresas españolas para construir el AVE entre la Medina y la Meca y muchas otras infraestructuras en Arabia Saudí. El Rey mantiene así la estrecha relación de su padre con la monarquía saudí y su papel de gran lobbista.
Pero no, nos dicen que nada de esto tiene que ver con el azote yihadista que padecemos, que padece Europa, que no tiene nada que ver tampoco, con la relación que la UE mantuvo y mantiene con dictaduras de Oriente Medio; ni con haber dado la espalda a los sectores más progresistas de esos países; ni con el hecho de haber apostado por apoyar a “rebeldes moderados” equivocados, o por  seguir a pie juntillas en Irak, Afganistán, Libia o Irak los planes de ese gran gendarme mundial que es la OTAN.
No, nada de eso, los terroristas que nos golpean -y nos golpearán- en cualquier ciudad de Europa son simplemente locos, miles y miles de jóvenes fanáticos contra los cuales solo cabe la represión, extensiva claro está de forma preventiva a todos los refugiados de origen islámico.
Y con tal receta, si las fuerzas del cambio y la ciudadanía de nuestro país, de Europa y EEUU, no avanzan como para atacar las causas de esta tragedia de raíz y logran paralelamente cambios radicales en la política de integración de la inmigración; en los criterios para la exportación de armas; en política de seguridad y defensa y en política exterior, solo cabe esperar lamentablemente saber dónde y cuándo será el próximo atentado.

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