22 de Marzo: Un hito en la historia de la lucha
Como ya se ha escrito bastante sobre las Marchas de la Dignidad del 22M, voy a exponer de manera lo más sintética posible mis reflexiones sobre esta grandiosa movilización, que, a mi entender, representa un cambio cualitativo de la lucha social de este país.
* Entre sus principales y más positivos aspectos, además de su éxito de convocatoria (en número de colectivos implicados y personas participantes), destacaría los siguientes:
Unidad (común denominador) en torno a unos contenidos políticos y de clase de gran calado (como el NO pago de la deuda), superando lemas genéricos de corto alcance
Pluralidad como no se había conocido en muchos años, confluyendo territorios, sectores, mareas, movimientos, organizaciones, sindicatos, partidos y personas de muy diversos colores, banderas, ideologías, edades, condiciones, etc. que caminaban mezclados o en bloques dentro de la movilización unitaria.
Organizada con tiempo, y en un proceso en el que se han podido incorporar todos los colectivos y personas interesadas.
Gran envergadura temporal (varios días de marchas por la península) y espacial, ocupando carreteras, pueblos y las vías principales de Madrid, atravesando los barrios y pueblos de trabajadores, y desbordando los límites en los que a menudo nosotros mismos encerramos las protestas con recorridos pequeños y poco visibles a la ciudadanía.
Activismo entusiasta, que visibilizó en la calle y en las redes una convocatoria silenciada mediáticamente, y proporcionó los medios e infraestructura para el alojamiento y manutención de los miles de personas caminantes y llegadas de fuera de Madrid.
* Características que marcan unos cambios cualitativos, entre las que cabría señalar:
Rechazo del bipartidismo y ausencia del bisindicalismo institucional. Los primeros (PP-PSOE) ya son señalado en muchas manifestaciones como los brazos ejecutores de las políticas diseñadas por el gran capital europeo y nacional, y por tanto, enemigos a combatir. Los sindicatos CCOO y UGT se auto-excluyeron de la movilización, y con la reunión de sus dirigentes en la Moncloa el martes 18 (mientras ya caminaban centenares de trabajadores por las carreteras), escenificaron su renuncia a la lucha y su papel de colaboradores necesarios en la estrategia de aumento de la explotación de los trabajadores. Han certificado su lento, pero imparable, declive, ya que miles de sus afiliados sí participaron en las marchas; y ya no hace falta esperarlos para lograr que las movilizaciones sean multitudinarias, como pasaba antes.
Combinación de procesos desde abajo y liderazgos reconocidos. Las asambleas abiertas en los diferentes niveles han constituido el eje organizativo de la movilización. Las organizaciones sindicales, políticas o sociales han aportado sus estructuras y activistas, pero han tenido que consensuar acuerdos (no exentos de fricciones) en estas asambleas. Pero un análisis riguroso de la génesis de estas marchas de la dignidad no puede olvidar que en su arranque y confluencia ha influido muy positivamente el prestigio y la repercusión de algunas acciones llevadas a cabo con anterioridad en Andalucía (ocupaciones de tierras, ferrocarriles, supermercados) o Extremadura (campamentos Dignidad) que gozaron de una gran repercusión y reconocimiento, lo que facilitó la confianza necesaria en la fase inicial y de extensión de la iniciativa. La combinación de estos dos ámbitos (trabajo de base y referencias conocidas y prestigiadas) ha demostrado su utilidad a la hora de superar las limitaciones de cada uno de ellos.
Represión del sistema. En los momentos previos las marchas fueron ignoradas en los medios de comunicación comerciales y fueron calificadas al mismo tiempo de extremismo de derecha y de izquierda. Comprobado el éxito de las marchas, el sistema optó por aguar la fiesta y aterrar a los pacíficos manifestantes con unas cargas totalmente injustificadas. La responsabilidad de los episodios de enfrentamiento ocurridos recae directamente en quienes dieron la orden de cargar, antes incluso de finalizar la manifestación legal, y quienes introducen policías con capucha y pañuelo para iniciar los altercados. Los espacios dedicados por los medios a estos episodios han multiplicado con creces los empleados a informar de las marchas, mostrando a las claras su papel al servicio de los poderes económicos. Pero fuimos millones las personas que vimos lo que ocurrió, y cada vez son menos las personas que se dejan influir por estas campañas criminalizadoras.
* Limitaciones no han faltado; señalo dos entre otras posibles
Participación territorial desigual. Es lo que cabía esperar (no desear), debido al carácter plurinacional de nuestro estado. Mucha imaginación y generosidad habrá que aportar para ser capaces de superar las repercusiones que este asunto tiene en una lucha que pretende la unidad frente a un estado que impone recortes e injusticias de manera general en el conjunto del territorio.
Inconcreción para el día después. Los mensajes de “venimos a quedarnos” para los días posteriores al 22M quedaron en meras declaraciones, por un diseño poco ambicioso en unos casos (manifestaciones poco novedosas) o intentos casi imposibles (Cifuentes morirá o dimitirá antes de tolerar una tienda de campaña en Madrid). Quizás faltó rematar esta llamada a la desobediencia, aprovechando los cientos de miles de personas en la calle para haber realizado una sentada o asamblea permanente al finalizar las marchas. Todo se andará.
* El nuevo futuro que las marchas alumbran contiene en su seno fuerzas poderosas.
Vamos aprendiendo a compartir. El éxito nadie lo puede patrimonializar, puesto que ha sido de multitud de colectivos y personas. Va siendo hora de consolidar esta práctica, que tan buenos resultados da, y dejar los episodios sectarios (que sin duda volverán a aparecer, a veces en su peor momento), para ocasiones cada vez más irrelevantes.
Construcción de un sujeto colectivo y popular, un nosotros cada vez más amplio. Todavía no hemos llegado a ese 99% que reclamaba el 15-M, pero va creciendo el número de personas que se sienten de una clase (la trabajadora) que sufre la agresión de la otra (la burguesía en sus diferentes versiones, nacional, internacional, financiera o terrateniente) que ha mostrado su verdadera naturaleza depredadora de la humanidad, poniendo al gobierno y resto de instituciones a su servicio. Su poder es muy grande, pero es menor cada vez la legitimidad con la que lo imponen, porque ese sujeto popular va creciendo en número, lazos, organización y conciencia.
Que se ha ido forjando en años de lucha. Lo que aconteció en torno al 22 de marzo no surge de la nada, sino que se alimenta de un amplio período de luchas que han ido creando una nueva conciencia de sujeto activo, rompiendo amarras con un pasado ya caduco y superando estructuras organizativas oxidadas. Las luchas y acampadas de los trabajadores de Sintel; las luchas vecinales contra los parquímetros o Gamonal; la lucha contra los desahucios de la PAH; los campamentos dignidad y otras luchas por la renta básica; la explosión del 15-M, con sus nuevas formas de organización y lucha; las ocupaciones de edificios y fincas; las expropiaciones de alimentos de los supermercados, las marchas mineras; las huelgas sin respetar servicios mínimos del transporte o limpieza; las incipientes asambleas de parados y de trabajadores a nivel local, etc. Estas y otras muchas luchas, avivadas por la agresión salvaje que el capitalismo infringe a la clase obrera y sectores populares, se han ido fraguando con unos métodos de organización y lucha, que, más que inventarse, han recuperado la frescura combativa, asamblearia y rebelde que unas estructuras oxidadas y burocratizadas habían relegado al olvido.
Este nuevo sujeto popular camina hacia la ruptura, una ruptura que se va vislumbrando paso a paso, en cada movilización, en cada organización, en los centros de estudio y de trabajo, en los barrios y pueblos, y cuyos contenidos anti-sistema (sí contra este sistema corrupto y caduco), destituyentes y constituyentes van abriéndose paso de manera cada vez más masiva.
Porque la transición ha sido enterrada: Como muy acertadamente señalaba Isaac Rosa recientemente, con Suárez el régimen ha enterrado definitivamente la tan alabada transición, cuya amnesia y deterioro han ido a la par. La historia ha querido certificar la muerte de la transición el día siguiente de las grandes marchas de la dignidad. Porque las instituciones surgidas de aquella transición están en proceso de descomposición imparable, y una parte cada vez más amplia de la sociedad ya no se identifica con ellas, y sí con las propuestas que encarna este nuevo sujeto social y político de amplios registros.
Pedro Casas. Activista social.
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