Las necesarias marchas de la dignidad #22M
25 marzo 2014
Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra
Durante este fin de semana, más de dos
millones de ciudadanos procedentes de todos los pueblos que constituyen
España confluyeron en Madrid (donde está la sede central del Estado
español) para protestar contra un Estado que no les representa y que
está imponiendo unas políticas públicas a la población que están dañando
enormemente el bienestar y calidad de vida de las clases populares, sin
que exista ningún mandato popular para que se realicen (puesto que no
estaban en el programa electoral de los partidos gobernantes), y, por lo
tanto, carentes de legitimidad democrática. Tales políticas de
austeridad y reducción, cuando no eliminación, de derechos sociales,
laborales y políticos, han respondido a las instrucciones de la Troika
(la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario
Internacional), dominada por intereses financieros que configuran unas
políticas que benefician predominantemente a la banca junto a otros
establishments financieros, así como a grupos económicos, mediáticos y
políticos que, en la práctica, gobiernan el país. El Manifiesto de estas
marchas representa un documento de denuncia a este Estado, denuncia
procedente predominantemente de las clases trabajadoras de las distintas
partes del país que constituyen el eje de la España real,
pluricéntrica, laica, democrática, con una diversidad social y nacional
que la enriquece, unidas ahora frente a un Estado que domina y asfixia a
los distintos pueblos de España.
Predeciblemente, el gobierno del Partido
Popular, el más reaccionario de los existentes en la Europa Occidental y
uno de los más corruptos, con una sensibilidad política que, según el
panorama político europeo, corresponde a la ultraderecha, está
desmontando el ya escasamente financiado Estado del Bienestar español,
redistribuyendo la riqueza a favor de los poderosos a costa de las
clases populares, y reduciendo incluso más la calidad del sistema
democrático español, ya en sí muy insuficiente debido a la Transición
inmodélica de la dictadura a la democracia que se hizo bajo el enorme
dominio de las fuerzas conservadoras, herederas de las que controlaban
el Estado dictatorial. El partido gobernante, continuador de estas
fuerzas, carece de sensibilidad democrática y está recentralizando y
empobreciendo (de un modo nunca visto antes durante el periodo llamado
democrático) su Estado del Bienestar, todo ello al servicio de unos
intereses financieros y económicos minoritarios y particulares, y a
costa de los intereses generales de la población.
La denuncia del Estado resultado de la Transición, punto central de las marchas
Las Marchas de la dignidad denunciaron
estos hechos, exigiendo una democracia real, con el desarrollo de
instituciones representativas junto a formas de participación directa de
la ciudadanía, incluyendo el derecho a decidir de los pueblos. Esta es
la España popular y republicana, heredera de todas las luchas que
hicieron posibles los avances políticos y sociales del país y que se
expresaban a lo largo del territorio español a través de movimientos
sociales que gozaron y gozan de gran apoyo popular. La enorme simpatía y
apoyo que las marchas tuvieron a lo largo de estos días (ignorados por
los medios), reflejan claramente el sentido popular.
El otro partido al que el sesgado sistema
electoral convierte, junto con el PP, en partido mayoritario, es decir,
el PSOE, respondió a las marchas de manera distinta según cuál fuera la
posición jerárquica de cada miembro en el aparato de aquel partido. Sus
bases populares apoyaron en su mayoría las marchas, las denuncias que
realizaron y las demandas que exigieron. La dirección y las élites
gobernantes del partido intentaron, de forma oportunista, apoyar la
marcha, olvidando, sin embargo, que las marchas los incluían en su
denuncia, pues muchas de las políticas que denunciaban se habían
iniciado durante su mandato, incluyendo el cambio de la Constitución que
exigía como primera prioridad el pago de la deuda, una deuda
escandalosamente alta como consecuencia del comportamiento especulativo
de la banca, favorecida, por cierto, por las políticas del Banco de
España, como toda la evidencia científica existente muestra. Es
extraordinario que la dirección del PSOE no haya hecho ninguna
autocrítica del gobierno socialista presidido por Zapatero, uno de los
presidentes más impopulares (en el momento de su retirada) que haya
tenido España, siendo uno de sus vicepresidentes el que ahora es el
actual secretario general del partido, una situación que no variará con
un nuevo cambio de personajes, pues la mayoría de posibles sucesores
fueron parte –a distintos niveles– de aquel aparato, compartiendo sus
políticas.
Como era de esperar, la hostilidad por
parte del gobierno PP y las declaraciones de adhesión (oportunistas) del
equipo dirigente del PSOE han sido las notas más visibles en los medios
de información y persuasión del establishment español que, además de
ignorar el contenido del manifiesto (el documento más importante que se
ha escrito en estos últimos años y que marca una pauta de cambio en las
fuerzas progresistas del país), se han centrado en los actos violentos
ocurridos, los cuales han sido sumamente minoritarios y han favorecido
que se desviara la atención mediática hacia la periferia, dejando de
lado lo esencial de las marchas.
El significado histórico de las marchas
Estas marchas, unas de las más grandes
que hayan tenido lugar en Madrid, tal como han indicado muchos medios
extranjeros, son un movimiento histórico que establece un antes y un
después. Eran la España real, la España de los distintos pueblos,
hermanados en su denuncia de un Estado que no es su Estado, que es un
Estado impuesto a la población, que ha perdido legitimidad, y que ha
vendido su soberanía a los intereses financieros y económicos que
continúan optimizando sus intereses a costa de los de las clases
trabajadoras, que están sufriendo en sus propias carnes las
consecuencias de su codicia. Estos más de dos millones, y muchos otros
que les vitorearon durante las marchas, están de acuerdo con el eslogan
del 15M “no nos representan”. Ellos son los herederos de la España
republicana que luchó por la democracia y la justicia social durante la
II República, que los golpistas fascistas interrumpieron con un golpe de
Estado que triunfó gracias a la ayuda del nazismo alemán y del fascismo
italiano, sin cuyo apoyo jamás habrían vencido. Son también los
herederos de los que lucharon en la resistencia antifascista contra la
dictadura, una de las más crueles que existió en Europa en el siglo XX
(por cada asesinato político que cometió Mussolini, Franco cometió diez
mil), y son también los herederos de los que con su continua presión han
ido mejorando la tan insuficiente democracia española. No es por
casualidad que el mismo gobierno, el mismo Estado y el mismo
establishment político y mediático del país que están imponiendo las
políticas que generaron las protestas, y que niegan a los pueblos el
derecho a decidir, sean prácticamente los mismos que diseñaron en su día
un sistema electoral que es escasamente proporcional y que permite que
un partido que solo consiguió el apoyo del 30% del voto del censo
electoral tenga mayoría absoluta en las Cortes españolas. Representan
las mismas fuerzas que han sido responsables del enorme retraso social
de España, y son los mismos que ahora quieren reprimir físicamente y
psicológicamente a las voces críticas que, con dignidad, les muestran lo
que son: los herederos de aquellos que dominaron la dictadura y la
Transición.
El agotamiento final de la inmodélica Transición
Estas marchas y su composición muestran
claramente el agotamiento y fin de la inmodélica Transición, simbolizada
por la muerte de uno de sus protagonistas, Adolfo Suárez, en las mismas
fechas en las que han ocurrido las marchas, y que, veremos, será
utilizada por el establishment españolista para poder promover una
idealización de la Transición para neutralizar la popularidad que hoy
tienen los críticos de dicha Transición, incluyendo las marchas del 22M.
De ahí la enorme importancia de unas de
las mayores marchas que se han visto en la capital del Reino (que contó,
por cierto, con una gran simpatía y el apoyo de las clases populares de
la ciudad de Madrid), que mostraron las enormes causas comunes
existentes entre los distintos pueblos de España frente a un adversario
común. El respeto y la estima por la diversidad no dificultaron, todo lo
contrario, facilitaron el espíritu de camaradería y hermandad de las
marchas. En la de Catalunya, una de las mayores marchas, se pudieron ver
los componentes más arraigados en las clases populares, que compaginan
sus luchas sociales con la defensa de la identidad catalana (tales como
los Yayoflautas, el Procés Constituent, la PAH, y otros), y que no
tienen porqué dividir y separar, sino, todo lo contrario, aunar al
pueblo catalán con los otros pueblos de España, con los cuales hay
tantos lazos de hermandad, no solo por los lazos familiares, sino
también por una lucha común frente a este Estado que, para máxima
ofensa, definió y todavía los define como la anti España. Es obsceno que
las derechas, que están haciendo tanto daño a los distintos pueblos de
España, se presenten como las que representan a España. Ellas, que han
vendido la soberanía a la Troika, como antes la vendieron a Hitler y a
Mussolini, se presentan como las defensoras de España.
Pero el reto ya no son ellas. Su
comportamiento es coherente con toda su historia. El reto es continuar
esta unidad, dentro de la diversidad, para conseguir un nuevo sistema
democrático en el que los intereses particulares queden supeditados a
los generales, con una alianza de todos los movimientos sociales y
partidos políticos para establecer una democracia real en la que el
derecho a decidir, sea al nivel que sea, se convierta en la práctica
común del sistema. Y las marchas del 22M, continuadoras del 15M, son los
inicios de este cambio.
Fuente: publico.es
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- Etiquetas: 22 marzo, Marchas a Madrid, Marchas de la Dignidad
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