Del club Pulse y otras masacres y violencias. Por Ángel Guerra Cabrera
Desde el lado del pensamiento crítico hemos leído valiosos análisis de la masacre en sí en La Jornada, Telesur, Cubadebate, RT y Rebelión. Por solo citar algunos de los más importantes en castellano.
Mientras,
siguen ocurriendo diariamente muertes por armas de fuego y otros medios
bélicos en Estados Unidos y, no se diga en Medio Oriente y África,
donde cientos de vidas segadas no pasan de ser una estadística cotidiana
sin nombre y sin rostro que no merecerá más que una nota, apenas
perceptible por rutinaria, aunque aparezca en prime time.
Como
las de Orlando, esas y también decenas de miles de muertes por hambre o
enfermedades prevenibles o curables, en ocasiones causadas no solo por
la pobreza endémica sino por el calor y la sequía originados en el
cambio climático, se deben exclusivamente a la naturaleza explotadora,
antidemocrática, violenta, de saqueo, depredación ecológica, racista,
sexista, xenofóbica y guerrerista inherente al capitalismo.
Estados
Unidos y su complejo financiero-industrial-militar-mediático son los
más grandes adalides de ese horrendo sistema de exclusión,
empobrecimiento y exterminio, aunque muchos no se den cuenta todavía.
Precisamente,
el que ese Estado se atribuya la misión divina de llevar e imponer,
cuando y donde lo crea necesario, sus “valores universales” y su
democracia, a qué doloroso costo para tantas naciones, no es más que un
cuento de hadas que su hegemonía cultural ha hecho creer a millones para
justificar su intervencionismo.
Por
eso, América Latina y el Caribe deben permanecer vigilantes, pues
aunque Washington no ha realizado ninguna intervención militar directa
en ella desde la ilegal y mortífera invasión a Panamá, en 1989, sí
aplica la llamada guerra de cuarta generación a los gobiernos que no son
de su agrado, la que en otras latitudes ha ocasionado verdaderas
carnicerías. O supuestos programas contra el narco, como la Iniciativa
Mérida y el Plan Colombia, a un cuantioso costo ya en vidas humanas
Existen
cada vez más evidencias del involucramiento imperialista en los planes
desestabilizadores, contra los principales gobiernos revolucionarios,
progresistas y populares de nuestra América, a partir de la llegada de
Hugo Chávez al gobierno en 1998, a la vez que un aumento de su presencia
militar. Otro tanto debe decirse de los frecuentes asesinatos,
represión y prisión política con cargos inventados, de que son objeto
los movimientos y líderes populares. Ello llevó a la ejemplar mártir
indígena hondureña Bertha Cáceres a atribuir por adelantado la
culpabilidad por su probable asesinato a la hoy candidata presidencial
Hillary Clinton, considerando su enorme responsabilidad en la
consolidación del golpe de Estado contra el presidente Zelaya.
Justamente
por eso, hay que divulgar a los cuatro vientos y defender sin tregua,
la gran conquista civilizatoria de nuestra región al aprobar la Proclama
de América Latina y el Caribe como zona de Paz (www.granma.cu/file/sp/ii-cumbre-de-la-celac-la-habana-2014…/cumbre-109.htm), con la firma estampada en La Habana por los jefes de Estado y Gobierno de la CELAC.
Junto
a la movilización de nuestros pueblos, esa proclama es el mejor escudo
que podemos esgrimir frente a la agresiva conducta del imperialismo y
las oligarquías, concentrada en este momento contra los gobiernos de
Venezuela y Brasil.
En
la Asamblea General de la OEA celebrada en República Dominicana,
comprobamos que la miserable conducta antivenezolana del secretario
general Almagro se vio reflejada el discurso del secretario de Estado
John Kerry, pese a la posterior voltereta de este al reunirse con la
canciller venezolana Delcy Rodríguez y proclamar que no favorece la
aplicación de la Carta Democrática Interamericana ni la exclusión de
Caracas de la organización. La propuesta de iniciar un nuevo canal de
diálogo hecha por Washington y aceptada por Caracas se debe en gran
medida a la heroica resistencia del chavismo. Hay mucho por decir de
Brasil, queda en el tintero.
Twitter: @aguerraguerra
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