Alvaro García Linera: “Nosotros somos los abanderados del cambio”
Texto completo de la disertación de Álvaro García Linera en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires donde analiza resultados, debilidades y perspectivas de los procesos revolucionarios en América Latina.
Muy buenas
tardes a todos, muy buenas tardes a todas. Como buen populista, voy a
hablar de pie. Quiero agradecer a cada uno de ustedes que se han tomado
el tiempo para hacerse presentes en este hermoso escenario, para venir a
dialogar y compartir las lecturas que tenemos sobre lo que está pasando
en nuestro continente. Agradecer infinitamente a los compañeros de la
Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. También a Carlos, que cuando
fue a Bolivia me dijo: tienes que venir Álvaro, y acá estamos,
cumpliendo con nuestro compromiso. Gracias por la invitación. Saludar
también al compañero Eduardo por sus reflexiones sobre el papel del
Estado y su propuesta de este republicanismo popular, plebeyo. Y al
profesor Emir Sader, de quien hemos aprendido mucho y de quien
seguramente seguiremos aprendiendo más en el porvenir.
Yo quisiera
hacer una reflexión de lo que está pasando en el Continente, de lo que
veo que ocurre en el Continente. No estamos en un buen momento. Tampoco
es un momento terrible. Pero este es un momento de inflexión histórica.
Algunos hablan de un retroceso, de un avance los restauradores. Lo
cierto es que en el último año, después de diez años de intenso avance,
de irradiación territorial de gobiernos progresistas y revolucionarios
en el Continente, este avance se ha detenido, y en algunos casos ha
retrocedido, y en otros casos está en duda su continuidad. De manera
fría, como lo tiene que hacer un revolucionario, tiene que hacer un
análisis de plaza, en terminología militar, analizar las fuerzas y
escenarios reales que hay, sin ocultar nada, porque dependiendo de la
claridad del análisis que uno hace, es que sabrá encontrar las
potencias, las fuerzas reales prácticas del avance futuro.
No cabe duda que hay una limitación o una contracción territorial de este avance de los gobiernos progresistas.
Allá donde han triunfado las fuerzas conservadoras, hay un acelerado
proceso de reconstitución de las viejas elites de los años 80 y 90, que
nuevamente quieren asumir el control de la gestión estatal, el control
de la función estatal. En términos culturales, hay un esfuerzo denodado
desde los medios de comunicación, desde las ONG, desde intelectuales
orgánicos de la derecha, por devaluar, por poner en duda, por cuestionar
la idea y el proyecto de cambio y de revolución.
Todo esto
dirige su ataque haciaa lo que podemos considerar como la década dorada,
la década virtuosa de América Latina. Son más de diez años que el
Continente, de manera plural y diversa, unos más radicales que otros,
unos más urbanos, otros más rurales, con distintos lenguajes muy
diversos, pero de una manera muy convergente, América latina, dese los
años 2000, ha vivido los años de mayor autonomía y de mayor construcción
de soberanía que uno pueda recordar desde la fundación de los Estados
en el siglo XIX.
Cuatro cosas caracterizaron esta década virtuosa latinoamericana.
Lo primero lo político: un ascenso en lo social y fuerzas populares que asumen el control del poder del Estado,
superando el viejo debate de principios de siglo que si es posible
cambiar el mundo sin tomar el poder, los sectores populares,
trabajadores, campesinos, indígenas, mujeres, clases subalternas,
superan ese debate teoricista y contemplativo de una manera práctica.
Asumen las tareas de control del Estado. Se vuelven Diputados,
asambleístas, senadores, asumen función pública, se movilizan, hacen
retroceder políticas neoliberales, toman gestión estatal, modifican
políticas públicas, modifican presupuestos, y en diez años asistimos a
lo que podría denominarse una presencia de lo popular, de lo plebeyo, en
sus diversas clases sociales, en la gestión del Estado.
Igualmente en esta década asistimos a un fortalecimiento de la sociedad civil:
sindicatos, gremios, pobladores, vecinos, estudiantes, asociaciones,
comienzan a diversificarse y a proliferar por distintos ámbitos. Se
rompe la noche neoliberal de apatía, de simulación democrática, para
recrear una potente sociedad civil que asume un conjunto de tareas
en conjunción con los nuevos Estados latinoamericanos.
En
lo social, en Brasil, en Venezuela, en Argentina, en Bolivia, en
Ecuador, en Paraguay, en Uruguay, en Nicaragua, en El Salvador, vamos a
asistir a una potente redistribución de la riqueza social.
Frente a las políticas de ultra-concentración de la riqueza, que había
convertido al continente latinoamericano en uno de los continentes más
injustos del mundo, desde los años 2000, a la cabeza de gobiernos
progresistas y revolucionarios, asistimos a un poderoso proceso de
redistribución de la riqueza. Esta redistribución de la riqueza va a
llevar a una ampliación de las clases medias, no en el sentido
sociológico del término, sino en el sentido de su capacidad de consumo.
Se amplía la capacidad de consumo de los trabajadores, de los
campesinos, de los indígenas, de distintos sectores sociales
subalternos.
Igualmente,
América Latina va a llevar adelante la limitación de las desigualdades
sociales que no habían podido lograrse en los últimos 100 años.
Las diferencias en los porcentajes entre el 10% más rico y el 10% de
los más pobres, que arrojaba cifras de más de 100, 150, 200 veces en la
década del 90, al finalizar la primera década del siglo XXI, se ha
reducido a 80, 60, a 40, de una manera que amplía la participación e
igualdad de los sectores sociales.
En
lo económico, con mayor o menor intensidad cada uno de los gobiernos de
estos Estados va a ensayar propuestas post-neoliberales en la gestión
económica. No estamos hablando todavía de propuestas
socialistas. Estamos hablando de propuestas post-neoliberales, que
permiten que el Estado retome un fuerte protagonismo. Algunos países
llevarán adelante procesos de nacionalización de empresas privadas o
llevarán adelante la creación de empresas públicas, la ampliación del
aparato estatal, la ampliación de la participación del Estado en la
economía, para generar formas post-neoliberales de la gestión de la
economía, recuperando la importancia del mercado interno, recuperando la
importancia del Estado como distribuidor de la riqueza, recuperando la
participación del Estado en áreas estratégicas de la economía.
En
política externa, se va a constituir lo que podríamos denominar de una
manera informal, una internacional progresista y revolucionaria a nivel
continental. No va a existir un COMITERN, como en la vieja
Unión Soviética, pero de alguna manera, el Presidente Lula, el
Presidente Kirchner, el Presidente Correa, el Presidente Evo, el
Presidente Chávez, van a asumir lo que podríamos llamar una especie de
comité central, de una internacional latinoamericana, que va a permitir
pasos gigantescos en la constitución de nuestra independencia. En esta
década, la OEA, que anteriormente decidía los destinos de nuestro
continente bajo la batuta de Estados Unidos, que ponían el dinero y
ponían con eso todas las disposiciones, surgirá la CELAC, surgirá la
UNASUR, surgirá una integración propia de latinoamericanos, sin Estados
Unidos, sin la necesidad de tutelajes, sin la necesidad de patrones.
Igualmente,
la solidaridad entre los gobiernos y entre los países para consolidar
una política y externa se llevará adelante. Recordaba el compañero
Carlos Ghiroti, cuando él estuvo en Santa Cruz cuando había un golpe de
Estado en Bolivia. En ese entonces, 5 de los 9 departamentos que tiene
Bolivia, estaban bajo control de la derecha. El Presidente Evo, ni este
Vicepresidente, podíamos aterrizar en esos departamentos, no podíamos
controlar las autoridades en esos departamentos, no podíamos hacer
gestión ahí, el país estaba dividido, la derecha había asumido el
control político, había dualizado el poder, amenazaba y llevaba adelante
un golpe de Estado, amenazaba con guerra civil. Y en estos tiempos, fue
la UNASUR, fue el Presidente Kirchner, fue el Presiente Chávez, fue el
Presidente Correa, fue el Presidente Lula, que nos ayudaron para
restablecer el orden.
En conjunto,
entonces, el continente, en esta década virtuosa, llevó adelante
cambios políticos: la participación del pueblo en la construcción de
Estados de nuevo tipo. Cambios sociales: redistribución de la riqueza y
reducción de las desigualdades. Economía: participación activa del
Estado en la economía, ampliación del mercado interno, creación de
nuevas clases medias. En lo internacional, integración política del
Continente. No es poca cosa en diez años, que son quizás los años, desde
el siglo XIX, más importantes de integración, de soberanía, de
independencia, que ha tenido nuestro continente.
Sin
embargo, y hay que asumir de frente el debate, en los últimos meses este
proceso de irradiación y de expansión territorial de gobiernos
progresistas y revolucionarios, se ha estancado. Hay un regreso
de sectores de la derecha, en algunos países importantísimos y
decisivos del continente, hay amenaza de que la derecha retome el
control en otros países, es importante que nos preguntemos por qué. ¿qué
ha sucedido para que hemos llegado a esta situación? Evidentemente la
derecha siempre va a intentar y buscar sabotear los procesos
progresistas. Es un tema de sobrevivencia política de ellos, es un tema
de control y disputa por el excedente económico. La derecha en el mundo
entero, y en el continente es derecha y se vuelve empresarial, se vuelve
millonaria, usufructuando los recursos públicos. Está claro que la
derecha siempre va a buscar conspirar y ese es un dato de la realidad.
Pero es importante que evaluemos qué cosas nosotros no hemos hecho bien,
dónde hemos tenido límites, tropiezos, que ha permitido o quieren
permitir que la derecha retome la iniciativa. Porque si nos damos cuenta
dónde está nuestra debilidad, está claro que podemos superar esa
debilidad e impedir ese regreso de la derecha o retomar nuevamente la
iniciativa, para sustituir a esa derecha nuevamente con la movilización
democrática del pueblo.
Yo marcaría
cinco límites y cinco contradicciones que se han hecho presentes, que
han aflorado en esta década virtuosa continental. No voy a marcar por
orden de importancia sino simplemente por orden lógico.
Una
primera debilidad, una primera falencia, que hemos tenido o podemos
tener son las contradicciones al interior de la economía. Es como si le
hubiésemos dado poca importancia al tema económico al interior de los
procesos revolucionarios. Y ese es un peligro porque no se
olviden que Lenin decía: la política es economía concentrada. Claro, en
oposición, cuando uno es opositor no gestiona nada. Lanza un proyecto de
país, irradia una propuesta económica, pero no gestiona. Su
convocatoria hacia el pueblo es en función de propuestas, iniciativas,
sugerencias, pero no todavía en función de gestión. Entonces,
cuando uno es opositor importa más la política, la organización, las
ideas, la movilización, acompañada de propuestas de economía más o menos
atractivas, creíbles, articuladoras.Pero cuando uno es gestión
de gobierno, cuando uno se vuelve Estado, la economía es decisiva. Y no
siempre los gobiernos progresistas y los líderes revolucionarios han
asumido la importancia decisiva de la economía cuando se está en gestión
de gobierno. La base económica de cualquier proceso revolucionario es
la economía. Cuidar la economía, ampliar los procesos de redistribución,
ampliar el crecimiento, eran también las preocupaciones de Lenin allá
en 1919, 20, 21, 22, cuando pasado el comunismo de guerra tiene que
afrontar la realidad de su país destrozado. Ha resistido la invasión de
siete países, ha derrotado a la derecha, pero hay siete millones de
personas que han muerto de hambre. ¿Qué hace un revolucionario, qué hace
Lenin? La economía. Todos los textos de Lenin después del comunismo de
guerra es la búsqueda de un lado y del otro de cómo restablecer la
confianza de los sectores populares, obreros y campesinos, a partir de
la gestión económica, del desarrollo de la producción, de la
distribución e la riqueza, del despliegue de iniciativas autónomas de
campesinos, de obreros, de pequeños empresarios, incluso de
empresarios, para garantizar una base económica que de estabilidad, que
de bienestar a su población, habida cuenta que no se puede construir
socialismo ni comunismo desde un solo país, habida cuenta que hay
mercado mundial que regula las relaciones, que el mercado y la moneda no
desaparecen por decreto, habida cuenta que la moneda y el mercado no
desaparecen estatizando los medios de producción, habida cuenta que la
economía social y comunitaria solamente podrán surgir en un contexto de
avance mundial y continental como es el mercado, como es la moneda, y
mientras tanto le toca a cada país resistir, crear condiciones básicas
de sobrevivencia, crear condiciones básicas de bienestar para su
población, pero eso sí, manteniendo el poder político en manos de los
trabajadores. Se puede hacer cualquier concesión, se puede
dialogar con quien sea que permita ayudar al crecimiento económico, pero
siempre garantizando el poder político en manos de los trabajadores y
los revolucionarios.
La economía es decisiva.
En la economía nos jugamos nuestro destino como gobiernos progresistas y
revolucionarios. Si no hay los satisfactores básicos, no cuenta el
discurso. El discurso habrá de ser eficaz, puede crear expectativas
positivas colectivas, sobre una base material de satisfacción mínima de
condiciones necesarias. Si no están esas condiciones necesarias,
cualquier discurso, por muy seductor, por muy esperanzador que sea, se
diluye ante la base económica.
Una
segunda debilidad en el tema económico. Algunos de los gobiernos
progresistas y revolucionarios han adoptado medidas que han afectado al
bloque revolucionario, potenciando al bloque conservador.
Ciertamente que un gobierno debe gobernar para todos, es la clave del
Estado. El Estado es el monopolio de lo universal, ahí radica su fuerza y
su poderío, representar lo universal, sabiendo que lo universal es lo
particular irradiado y articulante en el resto de los sectores. Pero
gobernar para todos no significa entregar los recursos o tomar
decisiones que por satisfacer a todos debiliten tu base social que te
dio vida, que te da sustento y que te son al fin y al cabo los únicos
que saldrán a las calles cuando las cosas se ponen difíciles. ¿Cómo
moverse en esa dualidad: gobernar para todos, teniendo en cuenta a
todos, pero en primer lugar, por siempre, como dice la Iglesia Católica
de base, tomando una opción preferencial, prioritaria por los
trabajadores, por los pobladores, por los campesinos? No puede
haber ningún tipo de política económica que deje de lado a lo popular.
Cuando se hace eso, creyendo que se va a ganar el apoyo de la derecha, o
que va a neutralizarla, cometió un error, porque la derecha nunca es leal.
A los sectores empresariales los podemos neutralizar, pero nunca van a
estar de nuestro lado. Y vamos a neutralizarlos siempre y cuando vean
que lo popular es fuerte y movilizado. En cuanto vean que lo popular es
débil, o cuando vean que hay debilidad, los sectores empresariales no
van a dudar un solo instante para levantar la mano y clavar un puñal a
los gobiernos progresistas y revolucionarios.
Hay quienes
dicen desde el lado de una supuesta izquierda, más izquierda, que el
problema fue que los gobiernos progresistas no tomaron medidas más duras
de socialización y de levantar el comunismo y de acabar con el mercado y
disolverlo, como si el problema fuera un tema de voluntad o de decreto.
Se puede sacar un decreto que diga que no hay mercado, sin embargo, el
mercado va a seguir. Podemos sacar un decreto que diga acabar con las
compañías extranjeras, sin embargo, las herramientas para los celulares y
para las máquinas, van a requerir el conocimiento universal y planterio
que los envuelve a todos. Un país no puede volverse autárquico. Ninguna
revolución ha aguantado ni va a sobrevivir en la autarquía ni en el
aislamiento. O la revolución es mundial y continental o es caricatura de revolución.
Y en lo
económico, evidentemente, los gobiernos progresistas y revolucionarios
significaron un empoderamiento de trabajadores, de campesinos, de
obreros, mujeres, jóvenes, con mayor o menor radicalidad según el país
que se tome en cuenta. Pero un poder político no va a ser duradero si no
viene acompañado de un poder económico de sectores populares. ¿Qué
significa eso? En cada país habrá que resolverlo. Pero poder
político tiene que ir acompañado de poder económico, porque si no se va a
seguir presentando la dualidad. Poder político en manos de los
trabajadores, poder económico en manos de los empresarios o el Estado.
Pero el Estado no puede sustituir a los trabajadores. Podrá colaborar, podrá mejorar, pero tarde o temprano tiene que ir disolviendo poder económico en los sectores subalternos.Creación
de capacidad económica, creación de capacidad asociativa productiva de
los sectores subalternos, esa es la clave que va a decidir a futuro la
posibilidad de pasar de un post-neoliberalismo a un post-capitalismo.
El segundo problema que estamos enfrentando los gobiernos progresistas es la redistribución de riqueza sin politización social.
¿Qué significa esto? La mayor parte de nuestras medidas han favorecido a
las clases subalternas. En el caso de Bolivia el 20% de los bolivianos
ha pasado a las clases medias en menos de diez años. Hay una ampliación
del sector medio, de la capacidad de consumo de los trabajadores, hay
una ampliación de derechos, necesarios, sino, no seríamos un gobierno
progresista y revolucionario. Pero, si esta ampliación de capacidad de
consumo, si esta ampliación de la capacidad de justicia social no viene
acompañada con politización social, no estamos ganando el sentido común.
Habremos creado una nueva clase media, con capacidad de
consumo, con capacidad de satisfacción, pero portadora del viejo sentido
común conservador.
¿Cómo
acompañar a la redistribución de la riqueza, a la ampliación de la
capacidad de consumo, a la ampliación de la satisfacción material de los
trabajadores, con un nuevo sentido común? ¿Y qué es el sentido común?
Los preceptos íntimos, morales y lógicos con que la gente organiza su
vida. ¿Cómo organizamos lo bueno y lo malo en lo más íntimo, lo deseable
de lo indeseable, lo positivo de lo negativo? No se trata de un tema de
discurso, se trata de un tema de nuestros fundamentos íntimos, en cómo
nos ubicamos en el mundo. En este sentido, lo cultural, lo ideológico,
lo espiritual, se vuelve decisivo.No hay revolución verdadera, ni hay consolidación de un proceso revolucionario, si no hay una profunda revolución cultural.
Porque es
muy cierto que podemos levantarnos y unirnos, como decía el compañero,
cuando explicaba lo de la democracia espasmódica, que me encantó esa
frase, está bien, en un momento de espasmo y arrebato nos unimos,
deliberamos y tomamos decisiones, pero luego uno regresa a la casa,
regresa al trabajo, a la actividad cotidiana, a la escuela, a la
universidad, y vuelve a reproducir los viejos esquemas morales y los
viejos esquemas lógicos de cómo organizar el mundo. Y qué hemos hechos.
Claro, mi participación en la asamblea fue un espasmo, pero no fue
profundidad que democratizó mi ser interno. ¿Cómo llevar la
democratización de la asamblea, como espacio, como experiencia
colectiva, a unademocratización del alma, al espíritu de cada persona,
en su universidad, en su barrio, en su sindicato, gremio, barrio? Ese es
el gran reto. Es decir, no hay revolución posible si no viene
acompañada de una profunda revolución cultural. Y ahí estamos atrasados.
Ahí la derecha ha tomado la iniciativa. A través de medios de
comunicación, de control de universidades, de fundaciones, de
editoriales, de redes sociales, de publicaciones, a través del conjunto
de formas de constitución de sentido común contemporáneas. ¿Cómo retomar
la iniciativa? Esta angustia la comentábamos con el Presidente Evo,
cuando leíamos que muchos de nuestros hermanos que son dirigentes
sindicales, o que son líderes estudiantiles, como una especie de ascenso
social ven cuando llegan al Parlamento, o se convierten en dirigentes,
es la culminación de una carrera social. Tienen derecho, después de
haber sido siglos marginados de poder político, imaginarse que pueden
ser dirigentes es un hecho de justicia. Pero muchas veces, es más
importante ser un dirigente de barrio, ser un dirigente de universidad,
ser un comentarista de radio, ser un dirigente de base, que ser
autoridad. Porque es en el trabajo cotidiano con la base donde uno gesta
la construcción de sentido común. Y cuando vemos camadas enteras,
cuando vemos a nuestros hermanos saliendo del barrio, de la comunidad,
del sindicato, para buscar con derecho legítimo ser autoridad, luego
queda un vacío y ese vacío lo llena la derecha. Y luego tendremos
entonces, un buen ministro o un buen parlamentario, pero tendremos un
mal sindicalista, un mal dirigente universitario, en general
predispuestos a someterse a la derecha. Vuelvo a decir, cuando uno está
en gestión de gobierno es tan importante un buen ministro o
parlamentario como un buen dirigente revolucionario sindical, barrial,
estudiantil, porque ahí también se hace la batalla por el sentido común.
Una tercera debilidad que estamos presentando los gobiernos progresistas y revolucionarios es una débil reforma moral. La corrupción es clarísimo que es un cáncer que corroe la sociedad, no ahora, sino hace 15, 20, 100 años. Los
neoliberales son ejemplo de una corrupción institucionalizada, cuando
amarraron la cosa pública y la convirtieron en privada. Cuando amasaron
fortunas privadas robando fortunas colectivas a los pueblos de América
Latina. Las privatizaciones han sido el ejemplo más
escandaloso, más inmoral, más indecente, más obsceno, de corrupción
generalizada. Y eso hemos combatido. Pero no basta. No ha sido
suficiente. Es importante que, así como damos ejemplo de restituir la
res publica, los recursos públicos, los bienes púbicos, como bienes de
todos, en lo personal, en lo individual, cada compañero, Presidente,
Vice-Presidente, Ministros, Directores, parlamentarios, gerentes, en
nuestro comportamiento diario, en nuestra forma de ser, nunca
abandonemos la humildad, la sencillez, la austeridad y la transparencia.
Hay una
campaña de moralismo insuflado últimamente en los medios. En el caso de
Bolivia decimos: ¿Qué ministro, qué viceministro, qué Diputado del
pueblo, tiene una compañía en Panamá Papers? Ninguno. Pero en cambio
podemos enumerar Diputados, Senadores, candidatos, Ministros, de la
derecha que en fila inscribieron sus empresas en Panamá para evadir
impuestos. Ellos son los corruptos, ellos son los sinvergüenzas y nos
acusan a nosotros de corruptos, sinvergüenzas, que no tienen ninguna
moral. Pero, hay que seguir insistiendo en la campacidad de mostrar con
el cuerpo, con el comportamiento y con la vida cotidiana lo que uno
procura. No podemos separar lo que pensamos de lo que hacemos, lo que
somos de lo que decimos.
Un
cuarto elemento, que yo no diría de debilidad, es un cuarto elemento que
se presenta en la experiencia latinoamericana, y que no la vivieron ni
Rusia, ni Cuba, ni China, el tema de la continuidad del liderazgo en
regímenes democráticos. Cuando triunfa una revolución armada,
la cosa es fácil, porque la revolución armada logra finiquitar, casi
físicamente a los sectores conservadores. Pero en las revoluciones
democráticas, tienes que convivir con el adversario. Lo has derrotado,
lo has vencido, discursivamente, electoralmente, políticamente,
moralmente, pero ahí sigue tu adversario. Es parte de la democracia. Y
las Constituciones tienen límites, 5, 10, 15 años, para la elección de
una autoridad. ¿Cómo se da continuidad al proceso revolucionario cuando
tiene esos límites? Es un tema del que no se ocuparon otros
revolucionarios, porque lo resolvieron al principio el problema.
Nosotros no. Forma parte de nuestra experiencia revolucionaria. ¿Cómo se
resuelve el tema de la continuidad del liderazgo? Van a decir: lo que
pasa que los populistas, los socialistas, son caudillistas. Pero, qué
revolución verdadera no personifica el espíritu de la época. Si todo
dependiera de instituciones, eso no es revolución. Ninguna revolución
late en las instituciones. No hay revolución verdadera sin líderes ni
caudillos. Es la subjetividad de las personas que se pone en juego.
Cuando ya son las instituciones que regulan la vida de un país, estamos
ante democracias fósiles. Cuando es la subjetividad de las personas las
que define los destinos de un país, estamos ante procesos verdaderos de
revolución. Pero el tema es cómo damos continuidad al proceso teniendo
en cuenta que hay límites constitucionales para un líder. Hay límites
constitucionales para una persona. Ese es un gran debate, no fácil
resolverlo. No tengo yo la respuesta. Hay varios países en los que se
está atravesando ese proceso: Bolivia, Ecuador. Tal vez la importancia
ahí de liderazgos colectivos, de trabajar liderazgos colectivos, que
permitan que la continuidad de los procesos, tengan mayores
posibilidades en el ámbito democrático. Pero incluso a veces ni eso es
suficiente. Esta es una de las preocupaciones que corresponde ser
resueltas en el debate político. ¿Cómo damos continuidad subjetiva de
los liderazgos revolucionarios para que los procesos no se trunquen, no
se limiten, y puedan tener una continuidad en perspectiva histórica?
Por
último, una quinta debilidad que quiero mencionar de manera autocrítica
pero propositiva, es la débil integración económica y continental. Hemos
avanzado muy bien en integración política. Y los bolivianos
somos los primeros en agradecer la solidaridad de esta Argentina, de
Brasil, de Ecuador, de Venezuela, de Cuba, cuando hemos tenido que
enfrentar problemas políticos. Y gracias a ellos estamos donde estamos.
El Presidente Evo está donde está gracias a la solidaridad política de
Presidentes y de los pueblos latinoamericanos. Pero integración
económica. Esto es mucho más difícil. Porque cada gobierno está viendo
su espacio geográfico, su economía, su mercado, y cuando tenemos que
leer los otros mercados, ahí surgen limitaciones. No es una cosa fácil
la integración económica. Uno habla, pero cuando tienes que ver la
balanza de pagos, inversiones, tecnología, las cosas se ralentizan. Este
es el gran tema. Soy un convencido que América Latina solo va a poder
convertirse en dueña de su destino en el siglo XIX, si logra
constituirse en una especie de Estado continental, plurinacional, que
respete las estructuras nacionales de los Estados, pero que la vez con
ese respeto de las estructurales locales y nacionales, tenga un segundo
piso de instituciones continentales en lo financiero, en lo económico,
en lo cultural, en lo político y en lo comercial. ¿Se imaginan si somos
450 millones de personas? Las mayores reservas de minerales, de litio,
de agua, de gas, de petróleo, de agricultura. Nosotros podemos
direccionar los procesos de mundialización de la economía continental.
Solos, somos presas de la angurria y el abuso de empresas y países del
Norte. Unidos, América Latina, vamos a poder pisar fuerte en el siglo
XXI y marcar nuestro destino.
La derecha
quiere retomar la iniciativa. Y en algunos lugares lo han logrado,
aprovechando alguna de estas debilidades. ¿qué va a pasar, en qué
momento estamos, qué viene a futuro? No debemos asustarnos. Ni debemos
ser pesimistas ante el futuro, ante estas batallas que se vienen. Marx,
en 1848, cuando analizaba los procesos revolucionarios, siempre hablaba
de la revolución como un proceso por oleadas. Nunca imaginó como un
proceso ascendente, continuo, de revolución. Decía, la revolución se
mueve por oleadas. Una oleada, otra oleada, y la segunda oleada avanza
más allá de la primera, y la tercera más allá de la segunda. Me atrevo a
pensar, profesor Emir, que estamos ante el fin de la primera oleada. Y
está viniendo un repliegue. Serán semanas, serán meses, serán años, pero
está claro que como se trata de un proceso, habrá una segunda oleada, y
lo que tenemos que hacer es prepararnos, debatiendo qué cosas hicimos
mal en la primera oleada, en qué fallamos, dónde cometimos errores, qué
nos faltó hacer, para que cuando se de la segunda oleada, más pronto que
tarde, los procesos revolucionarios continentales puedan llegar mucho
más allá, mucho más arriba, que lo que lo hicieron en la primera oleada.
Y esta
segunda oleada podrá ir más arriba porque tendrá unos soportes, un punto
de partida que no lo vamos a ceder. Tendrá a una Bolivia, a una Cuba, a
una Venezuela, tendrá a un Ecuador, firmes.
Tocan
tiempos difíciles, pero para un revolucionario los tiempos difíciles es
su aire. De eso vivimos, de los tiempos difíciles, de eso nos
alimentamos, de los tiempos difíciles. ¿Acaso no venimos de abajo, acaso
no somos los perseguidos, los torturados, los marginados, de los
tiempos neoliberales? La década de oro del continente no ha sido gratis.
Ha sido la lucha de ustedes, desde abajo, desde los sindicatos, desde
la universidad, de los barrios, la que ha dado lugar al ciclo
revolucionario. No ha caído del cielo esta primera oleada. Traemos en el
cuerpo las huellas y las heridas de luchas de los años 80 y 90. Y si
hoy provisionalmente, temporalmente, tenemos que volver a esas luchas de
los 80, de los 90, de los 2000, bienvenido. Para eso es un
revolucionario.
Luchar, vencer, caerse, levantarse, luchar, vencer, caerse, levantarse. Hasta que se acabe la vida, ese es nuestro destino.
Algo que cuenta en nuestro favor: el tiempo histórico está de nuestro lado.
Ellos, lo decía el profesor Emir Sader, no tienen alternativa, no son
portadores de un proyecto de superación de lo nuestro. Ellos simplemente
se anidan en los errores, en las envidias, de lo pasado. Ellos son
restauradores. Ya conocemos lo que hicieron con el continente.
Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, sabemos lo que hicieron ellos,
porque gobernaron en los años 80 y 90. Y nos convirtieron en países
miserables, dependientes, nos llevaron a situaciones de extrema pobreza,
de vergüenza colectiva. Ya conocemos lo que ellos quieren hacer. No
representan el futuro. Ellos son zombis, muertes vivientes
electoralmente. Nosotros somos el futuro. Somos la esperanza. Hemos
hecho en diez años lo que ni en cien años se atrevieron a hacer ni
dictadores ni gobiernos, porque nosotros hemos recuperado la Patria, la
dignidad, la esperanza, la movilización y la sociedad civil. Entonces
ellos tienen eso en contra. Son el pasado. Ellos son el pasado. Ellos
son el retroceso. Nosotros estamos con el tiempo histórico. Pero hay que
ser ahí muy cuidadosos. Aprender lo que aprendimos en los 80 y 90,
cuando todo complotaba contra nosotros. Acumular fuerzas, saber acumular
fuerzas. Saber que cuando uno se lanza a una batalla y la pierde,
nuestra fuerza va hacia el enemigo y se potencia y nosotros nos
debilitamos. Que cuando hay que dar una batalla, saber calcularla bien,
saber obtener legitimidad, saber explicar a la gente, saber conquistar
nuevamente la esperanza, el apoyo, la sensibilidad, y el espíritu
emotivo de las personas en cada nueva pelea que hagamos. Saber que
nuevamente tenemos que entrar a la batalla minúscula y gigantesca de
ideas, en los medios de comunicación grandes, en los periódicos, en los
pequeños panfletos, en la Universidad, en los colegios, en lo
sindicatos. Que hay que volver a reconstruir nuevo sentido común de la
esperanza, de la mística. Ideas, organización, movilización.
No sabemos
cuánto durará esta batalla. Pero preparémosnos por si dura un año, dos,
tres cuatro. Cuando nos tocó soportar los tiempos neoliberales, la
trinchera que estuvimos, soportamos más de 20 años. Y los que vienen
desde la dictadura, soportaron 40 años. Pero en esos tiempos, la derecha
se presentaba como portadora del cambio. Nosotros somos los abanderados
del cambio, nosotros. La derecha son los abanderados del pasado.
Por lo
tanto, es un buen tiempo. Siempre es un buen tiempo, en gestión de
gobierno o en oposición, el Continente está en movimiento y más pronto
que tarde, ya no serán simplemente 8, o 10 países, seremos 15, seremos
20, 30 países que celebraremos esta gran Internacional de pueblos
revolucionarios, progresistas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario