La guerra sicológica y la lucha ideológica. Por Fabián Escalante Font .
En
estos días, al calor de los últimos acontecimientos políticos ocurridos
en nuestro país, -el restablecimiento de relaciones diplomáticas con
Estados Unidos- muchas personas se preocupan y con razón, de las
capacidades del Imperio para desestabilizar nuestra sociedad desde
adentro y me pareció oportuno precisar el concepto de guerra sicológica,
y el de lucha ideológica, en tanto conociéndolos estaremos en mejores
condiciones de enfrentar y superar los nuevos combates que se avecinan.
El concepto
de “guerra sicológica” se comenzó a formar en Estados Unidos a finales
de la década del 40, en el pasado siglo, con el inició de lo que se
denominó la “guerra fría”. Es precisamente en 1951 que va a figurar por
primera vez en el diccionario del Ejército norteamericano bajo la
siguiente definición:
“La
guerra sicológica, es el conjunto de acciones emprendidas por parte de
una o varias naciones en la propaganda y otros medios de información
contra grupos enemigos, neutrales o amigos de la población, para influir
en sus concepciones, sentimientos, opiniones y conductas, de manera que
apoyen la política y los objetivos de la nación o grupo de naciones a
la cual sirve esta guerra sicológica”.
Probablemente
por ello, uno de los adalides de la “guerra fría”, representante legal
de la conocida “United Fruit Company”, John Foster Dulles, secretario de
Estado de aquel país en los años cincuenta, expresara un poco después:
“Hemos
gastado millones de dólares preparándonos para la guerra de las armas,
pero hemos gastado poco para la guerra de las ideas y ahora sufrimos
fracasos que no se pueden compensar con nuestro poderío militar”.
En la misma
época, el director de la Agencia de Información de Estados Unidos, USIA
enriquecía el concepto con la siguiente idea:
“La simple introducción de la duda, en el cerebro de las personas, ya significa un gran éxito”
La guerra
sicológica es pues, un conjunto de acciones enemigas, que utilizando los
medios masivos de comunicación e información, pretenden influir en
grupos de personas o sociedades, y hacer variar sus sentimientos,
opiniones y conducta. Su fin es socavar y desestabilizar al país,
organización o persona objeto del proyecto. En otras palabras, la
“guerra sicológica” es el arte de la manipulación de la conciencia
social. Es necesario desenmascararla y denunciarla sistemáticamente, por
todos los medios a nuestro alcance.
Un ejemplo
de lo que por estas vías el enemigo ha realizado fue la ley de la
“patria potestad” de 1961, una acción de guerra sicológica en la cual la
CIA y sus aliados de entonces, lograron a través de diversos medios,
(propaganda, rumores, falsificación de documentos oficiales,
programaciones radiales, etc.) confundir y atemorizar a un sector de la
población cubana con el fin de que enviaran a sus hijos a Estados Unidos
y así sacaron del país a más de 15,000 niños en tanto sus padres,
aterrados por las calumnias circuladas, creyeron que el gobierno
revolucionario iba a “reeducar” a sus hijos en la URSS y quitarles sobre
ellos la patria potestad.
Cuba en
todos estos años ha sido un laboratorio para estos “guerreros fríos”.
Entre los actos preparatorios para la invasión mercenaria de Bahía de
Cochinos la CIA creo una radio, localizada en un cayo de Honduras que se
denominó Radio Swan, cuya misión consistía en transmitir las
24 horas del día noticias manipuladas, rumores, campañas de descredito y
todo aquello que contribuyera a confundir a los cubanos, de manera de
desarmarlos en vísperas de la agresión. Más recientemente la mal llamada
Radio y TV Martí la sustituyó en tales fines.
Millones de
octavillas han arribado a nuestras costas o han sido regadas desde el
aire en función de estos objetivos, mientras que en el extranjero,
expertos, politólogos, conferencistas, cineastas y documentalistas han
trabajado con iguales propósitos. Ha sido una guerra en toda la
extensión de la palabra, pero sin hacer un solo disparo.
En la década
de los ochenta, durante la feroz y despiadada guerra desatada por
Estados Unidos contra Nicaragua, la Agencia Central de Inteligencia
estadounidense, inventó, para las fuerzas contrarrevolucionarias un
“Manual de Operaciones para la Guerra Sicológica” para entrenar a sus
“guerrilleros” que entre otras muchos conceptos, incluidos el asesinato
político, puntualizaba:
“La
guerra de guerrillas es esencialmente una guerra política. Por eso sus
áreas de operaciones exceden los límites territoriales de las guerras
convencionales, para adentrarse en la conciencia del hombre (….) el ser
humano debe ser considerado como el objetivo prioritario de la guerra
política, y concebido como el blanco militar de la guerra de guerrillas,
el ser humano tiene su punto más crítico en la mente. Una vez alcanzada
su mente, ha sido vencido el animal político, sin recibir
necesariamente balas. La guerra de guerrillas nace y crece en un
ambiente político; en el combate constante por dominar esa área de
mentalidad política que es inherente a todo ser humano, y que
colectivamente constituye el “ambiente” en que se mueve la guerra de
guerrillas, y que es donde, precisamente, se define su triunfo o
fracaso. Esta concepción de guerra de guerrillas como guerra política,
convierte a las operaciones sicológicas en el factor determinante en los
resultados. El blanco es entonces, las mentes de la población, de toda
la población, nuestras propias fuerzas, las del enemigo y la población
civil”.
Esta
definición treinta años después de las primeras operaciones, explica la
experiencia adquirida por los servicios y organismos especializados de
Estados Unidos en su actuar contra nuestros pueblos. Numerosas
instituciones “no gubernamentales” (ONG) han surgido a la palestra
pública, con tales fines. Entre ellas el Fondo Nacional la Democracia
(National Endowment for Democracy – NED), el Instituto Internacional
Republicano (International Republic Institute- IRI), junto a la
archireaccionaria “Heritage Foundation”, ocupan un lugar privilegiado.
Fabrican artículos, campañas, imágenes de personas y todo lo que
imaginar se pueda, para lograr sus fines: confundir, engañar, desviar.
Por otra parte, en cada embajada norteamericana, dependiendo de la CIA,
la USIA u otra agencia especializada, una sección se ocupa del trabajo
con los medios masivos y las campañas mediáticas.
Cada día
aparecen en la prensa capitalista, o en otros novedosos medios,
(incluyendo la red de redes), noticias, debates o artículos de opinión,
relativos a conflictos políticos, sociales, laborales o de otra
naturaleza, con tonos críticos, que en aparente neutralidad enjuician
tal o cual situación o la actuación de determinada personalidad política
o de cualquier esfera social, con las secretas intenciones de formar o
crear un estado de opinión determinado. Así, día tras día, se van
acumulando informaciones en nuestras psiquis, que más tarde devienen en
juicios, estados de ánimos, opiniones adversas, contradicciones, que
tienen la finalidad de actuar sobre un escenario determinado,
modificarlo o incluso cambiarlo. Es precisamente eso, lo que los
especialistas han denominado “guerra sicológica”, cuyo fines políticos e
ideológicos, resultan evidentes.
Al escribir
estas líneas, me vienen las imágenes de aquella magnífica película
norteamericana “Moviendo la cola del Perro” en que actúan Robert de Niro
y Dustin Hoffman, en la cual, un presidente norteamericano, atribulado
por el escándalo de una aventura amorosa, vísperas de su reelección,
contrata a un productor de Hollywood para fabricar una guerra
inexistente, producir héroes, y desviar así la atención de la opinión
pública. Esa esa es la finalidad, hacer creer, ganando las mentes y las
simpatías, lo que precisamente no existe. De
manera tal, las campañas de “guerra sicológica”, lo que pretenden es
descomponer una sociedad, desacreditar a sus líderes, instituciones y
organizaciones de vanguardia, introducir la duda, la desconfianza,
subvertir políticamente el área donde se proyecta, ablandarla,
descomponerla, para después, apoderarse de ella.
Hoy se han
creado nuevas modalidades y a partir del desmoronamiento del campo
socialista europeo surgieron los denominados “golpes blandos”,
“rebeliones populares” estimuladas por centros ideológicos externos para
derrocar un gobierno existente, con el apoyo mediático internacional de
sus organismos de información. A ello le han agregado la utilización de
los poderes fácticos, como los casos de Honduras, Paraguay y Brasil o
las campañas de desabastecimiento y descredito en Venezuela, todos con
la perspectiva de erosionar la opinión pública local e internacional
para realizar el cambio gubernamental perseguido.
Es decir, la
guerra sicológica es esencialmente una acción externa, premeditada, con
una finalidad ideológica, realizada combinando métodos clandestinos y
convencionales, que pueden recurrir incluso al crimen político como lo
es el caso de la líder indigenista Berta Cáceres recientemente asesinada
en Honduras por sus luchas en la defensa de la tierra de sus ancestros. La
lucha ideológica es la batalla de las ideas a la cual nos llamó Fidel,
aquella que debemos librar contra toda forma de “guerra sicológica”,
penetración ideológica, o como quieran llamarla. Es un concepto que se
extiende a todas las formas del pensamiento, a las corrientes políticas,
culturales, filosóficas, económicas y sociales existentes. Ella es la
que traza las pautas de un régimen socioeconómico determinado y de ella
derivan las acciones que en todos esos campos se desarrollan. La
propagación de las ideas socialistas, el estudio del marxismo
leninismo, y en nuestro caso la profundización en el pensamiento
martiano y fidelista, permite exponer ideas, contrastar ejemplos,
persuadir, debatir, proponer y alcanzar una sociedad más justa y
equitativa. La actividad ideológica
revolucionaria no puede ser esquemática o dogmática y debe conocer
cuáles son los ejes de la guerra sicológica, para en consecuencia
tenerlas en cuenta en su accionar, que por supuesto, persigue objetivos
más abarcadores, en tanto expone las ideas sociales más avanzadas de
nuestra era. Para ello será necesario que se apoye en nuestros medios de
comunicación, las organizaciones políticas y de masas, canales
insustituibles para dialogar con el pueblo; persuadir y convencer acerca
de nuestras verdades y razones. En
suma hay que discutir, pensar y analizar más, utilizar todos los
espacios posibles, en los que incluimos también los centros de estudio e
investigaciones del pensamiento martiano, guevarista, militar,
cultural, político y económico. Y sobre todo profundizar en el
pensamiento político y social de Fidel Castro, donde podemos encontrar
las causas más nobles y solidarias emprendidas por nuestro pueblo en más
de medio siglo.
La prensa y
los medios de comunicación audiovisual, al igual que todas las
organizaciones políticas y sociales del país, deben jugar un papel
fundamental en esta lucha a través de la crítica, la exposición de
nuestras realidades, los errores en que hemos incurrido y también
reflejar los profundos cambios que la Revolución ha realizado en nuestra
sociedad, la cual transitó de un ejemplo de consumismo, a uno
profundamente solidario e internacionalista. Esos
son nuestros mejores valores, los que convencen y persuaden, los que
necesitamos para enfrentar los nuevos combates, los que están presentes
en el día a día de todos los cubano
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